martes, diciembre 31, 2019

¡Hasta siempre!

Llegando a este fin del año, creo que es el momento de dejar descansar a este espacio, no se si de forma definitiva, pero al menos no voy a obligarme a seguir escribiendo aquí, porque ya no le veo sentido. En esta era del vacío a la que ya he aludido por aquí, las modas cambian a una rapidez vertiginosa, por absurdas que parezcan, como la gente que está dispuesta a hacer cola para comprar gofres con forma de falo. Cuando este blog se creó, el formato se hallaba en plena efervescencia, no en vano bastante gente conocida por mí tenía páginas similares, con las cuales interactuaba. Todas ellas quedaron en los anales cibernéticos, me siento como el último dinosaurio. Y no es que no quiera seguir aquí, pero, si de algo estoy seguro, es de que tengo que sacar provecho de otros espacios, más modernos, si quiero seguir adelante con mi obra. Dentro de un año con bastante éxito, hay un fracaso que duele, el de la nula repercusión que ha tenido mi intento de vender mis libros acompañados por láminas artísticas de mi creación. No estoy utilizando las herramientas adecuadas, eso está claro, por lo que prefiero centrarme en cómo llegar a más personas, algo que no voy a conseguir por aquí. Y tampoco es que pretenda hacerme rico, ya leí que el 84 por ciento de los escritores no viven de sus escritos (pensé que la cifra sería aún mayor); no obstante, el cambio de década me permite mirar hacia adelante y cerrar esta etapa, que he querido dejar abierta hasta el fin del doctorado. Gracias por acompañarme hasta aquí, y que el gobernador de Libia nos acompañe en el nuevo año y los sucesivos.

lunes, diciembre 30, 2019

Regreso al río.


Por primera vez desde que dejamos de celebrar la nochebuena en el domicilio familiar, este año repetimos emplazamiento, en Vegacervera, la misma casa rural que el anterior. Por suerte, no estaba malo, no tenía infección de muelas ni de nada; si acaso, allí incubé el catarro que ha alcanzado su apogeo en este fin de año, mal que me pese. Pero, por lo que respecta al martes pasado, estuve lo bastante bien como para engullir todo aquello que había dejado en la nochebuena anterior. Y, al día siguiente, como contraste, vigorizante paseo por las Hoces de Vegacervera, contemplando el río que, pocos días antes, se había desbordado, amenazando nuestra noche de paz allí. 





 Ese río es el mismo, curiosamente, en el que nos bañamos en agosto. En cuanto a la temperatura, no es que hubiese cambiado mucho desde entonces, pero, claro, habían desaparecido tanto los bañistas nudistas como todos los demás. Fue una mirada hacia el pasado, un remontarse por las aguas bravas de este año, que, finalmente, merece una valoración más que positiva. Y el río sigue, al margen de que en el inicio de la próxima década volvamos allí en plan veraneo o en plan navideño. Y, después de regalarle un ejemplar de mi tesis al otro hermano doctor, Paco, con el aplauso (demasiado halagador) de la mesa, mi trayectoria también sigue, si bien, en el estado en el que me encuentro ahora, no se si sería el mejor momento para hacer balance o establecer nuevos objetivos. Quizá mañana...



domingo, diciembre 22, 2019

El año de la suerte.

Pues no me ha tocado nada en la lotería, ni siquiera el reintegro (tampoco he perdido dinero, porque el décimo fue una cortesía de la administración familiar), pero lo sorprendente es que haya jugado, cuando nunca lo hago. ¿Será que quería subirme a la ola de buena suerte que ha traído este año? De hecho, mi número era 23719, el de la fecha de defensa de la tesis, pero ni por esas. Por desgracia, tampoco les he dado buena suerte a los colegas a quienes les elegí el décimo (salvo un reintegro); me halaga que me confiaran esa misión, si bien supongo que las dosis de fortuna ya andaban escasas para estos momentos del año. 
Y es que no hay que fiarlo todo al azar. Por ejemplo, yo este mes lo concluyo ganando, en cuanto a profesor particular, un cincuenta por ciento más de dinero que el anterior. No es demasiado, todavía, pero en poco tiempo he tenido seis alumnos de diferentes edades, con alguna previsible rajada para el año que viene, que no me afectará demasiado. Funciona, pero no puedo estar del todo satisfecho, en ningún caso. Esta década que termina ha sido la década de mis logros académicos, y no me esforcé en sacar estos para dedicarme a algo que pudiera haber hecho (y, en verdad, hice) como un mero estudiante de la carrera. Aquí estoy, contento con el mi ático, con la familia y amigues (que el término no le guste a la RAE no quiere decir que no pueda usarlo), pero para este viaje no hacían falta esas alforjas. Por ello, mi primer objetivo del año próximo será buscar un empleo acorde a mi formación, al margen de que tenga que desplazarme, y a sabiendas de que quizá no lo consiga en el mismo año veinte veinte. No es pecar de ambición, sino justificar todo lo que me ha traído hasta aquí. 
¡Esa sí que sería una buena lotería, encontrar un buen postdoc, o aunque sea un humilde puesto de profesor asociado (que tendría que compatibilizar con más clases o puestos menos cualificados)! Ya hasta la persona más insospechada me dice que qué hago dando clases a niños con un doctorado. ¡Manda huevos! No me iré a la aventura, de eso ya tuve en Furulund con el bueno del casero sueco, que espero haya sobrevivido a todos sus excesos. Si me voy, me voy con curro; de lo contrario, se está mejor aquí, con un nivel de vida barato y tapas que todavía se empeñan en señalar como gratis, para la gente de fuera. Pues nada, ese es mi deseo para Papá Noel. ¡Felices fiestas!