En ocasiones mi móvil es capaz de tomar fotografías aceptables, pero lo normal es que no me entienda con él más allá de lo obvio: llamar, mandar mensajes y querer machacarlo cuando me despierta los días de clase. Por fortuna, en algunos acontecimientos de mi vida sí que he tenido cámara, aunque fuera de prestado. Ese fue el caso del maravilloso viaje a EEUU, del cual tuve una rememoranza en el estanque de la foto, dedicado al ilustre sueco Linneo.
Esto es una secuoya gigante, no se si tan grande como las que había en el parque de Yosemite pero en todo caso imponente entre esa especie de Torre de Babel de árboles que conforma el Jardín. Veamos si el cartel nos ilustra algo.
Sí, de California, desde luego. Una de las curiosidades del recinto es una galería de bonsais donada por Felipe González. Allí me encontré a un joven extranjero, rubio y mochilero, portando una gran cruz al cuello. No vi a Adán y a Eva pero, como si fueran la némesis del anterior, había una pareja de gays gorditos y calvitos, retozando en ocasiones sobre un banco el uno sobre la mullidez del otro. Además, familias con niños y abundantes grupos de jubilados, supongo que del propio Madrid. Curiosos museos, donde los propios visitantes se muestran tan dignos de contemplación. Además había un par de invernaderos, con una planta que estoy degustando ahora mismo.
No se lee muy bien pero es té, al menos eso ponía en el cartel. Unas hojas casi imprescindibles para mí. En fin, tenía algunas otras imágenes que creí aprovechables pero al verterlas a este ordenador veo que no es así. Por suerte me quedan un par más a modo de apéndice. Este año supongo que sabréis que se celebra el bicentenario del nacimiento de Darwin. Lo triste de estas efemérides es que mucha gente solo se acerca a los artistas como moda pasajera, pero lo bueno es que en otros casos sirven como incentivo y a mí, a quien la materia de Darwin me quedaba muy lejos, reconozco que me ha subyugado.
Dicha celebración quedaba bien reflejada en el Jardín Botánico y estaba en relación directa con la exposición dedicada al naturalista en el Museo de Ciencias Naturales, de donde es mi foto con el orangután que colgué hace poco. Allí compré el Viaje de un naturalista alrededor del mundo, edición de bolsillo, y me hizo ilusión descubrir, dentro de la serie de ediciones españolas de su obra, un ejemplar de El origen de las especies dentro de la colección Centenario Espasa, que es la que he leído yo esta primavera. Es el de la derecha.
Al igual que la Divina Comedia, que me estoy leyendo en la misma colección, es una gran obra con quizá algún momento un poco abstracto para novicios pero en todo caso merece la pena el tiempo que llevan. Una vez he acabado este texto, en el que resumo algunos aspectos de mi viaje a Madrid, me queda la firma, que en esta ocasión colgaré como imagen. Os explico: otro de mis cónclaves culturales fue en el Matadero, pues era una vergüenza que en nuestro barrio, el de Legazpi, hubiera una galería de arte desde hace algunos años y yo aún no me hubiese pasado por allí. El sitio, como el MUSAC, tiene algunas áreas que parecen un poco tomadura de pelo, junto a exposiciones interesantes como una de diseñadores japoneses en la que escribí lo que veis abajo. Había una pantalla en la que podías escribir algo en español y luego se transcribía a caracteres japoneses. Sospecho que lo hice mal pero, como la semana que viene pretendo apuntarme a un curso de japonés para principiantes, pues es buena ocasión para despedirse así. ¡Sayonara!
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