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Una jornada más del taller de carnicería llegaba a su ocaso y Jonás tampoco había aparecido, al menos hasta ese entonces. Él, sin ser el alma de la fiesta, sí que incidía de modo indirecto en la figura que desempeñaba esa función, Ari. Realizando esta una labor solitaria como la de pasar el mocho, sin necesidad de mostrar una máscara alegre de cara a sus compañeros, su melancolía había encontrado menos trabas para desarrollarse. Al monitor, pese a no tener un poso de maestro, no le habían pasado inadvertidos esos supuestos que afectaban, según creía, a dos alumnos, el ausente y la presente.
- Ari- le dijo- ¿sabes algo de Jonás? Ha faltado dos tardes seguidas, y me parece raro.
- Bueno, creo que estaba un poco cansado, por sus… experimentos- la colombiana estaba buscando una explicación que maquillara ligeramente los hechos.
- Entiendo. Quizá, ahora que ha vuelto a su verdadera vocación, esto le parezca un coñazo, y tampoco se lo afearía… Y mira que el chico le pone interés, pero, en fin, ya veremos qué pasa, si tiene una tercera ausencia sin justificar igual tengo que darle de baja en el curso. Y no me gustaría, desde luego.
- Bueno, hablaré con él- anunció Ari y, sin querer dar muchos más detalles, acabada la limpieza se juntó con el grupo para salir del centro.
El monitor quiso aprovechar luego para hacer un pequeño inventario de las existencias cárnicas de las que disponían en la cámara frigorífica. Al entrar allí, nadie podría notar el encontrarse en medio del estío. Él, sin necesidad de presumir de hombría, ya se había acostumbrado a trabajar allí y no necesitaba ponerse prenda de abrigo alguna, más allá del eterno mandil de cocinero que ya estaba algo sucio tras la sesión.
Bajo la tenue luz que ambientaba el espacio, el monitor se encontraba de espaldas a la entrada de la cámara, situado frente a una mesa en el medio de la misma. Encima de ella había colocado algunos trozos de carne, sobrantes del taller, entre ellos un par de piezas de ternera para filetear. Además, a otro lado de la mesa había alineado varios cochinillos, que luego tenía pensado colocar en las estanterías.
Jonás, habiendo aparecido cuando ya todos sus compañeros iban camino de sus casas, y penetrado con sigilo en el aula de carnicería sin que nadie pudiera haberlo notado, abrió muy lentamente la puerta de la cámara frigorífica. En la mano libre llevaba un cuchillo de filetear, lo sostenía oculto detrás de su espalda. Percibió, con satisfacción, que el monitor no se había dado cuenta de su presencia, y comenzó a acercarse a él poco a poco, sin bajar en ningún momento el cuchillo.
Cuando llegó a estar detrás de él, quien en aquel momento estaba cogiendo un cochinillo entre sus brazos, alzó la mano y descargó el cuchillo con rapidez, para clavarlo de un tajo en el centro del lomo de otro de los puerquitos. El monitor saltó, por el susto, y poco le faltó para agredir al invasor con la única arma de la que en aquel entonces disponía, el animal. Al reconocer a Jonás trató de sonreír pero no pudo disimular el momento de terror que había pasado.
- ¡Joder, Jonás!- gritó- ¿Es esta tu idea de una broma?
Sin querer parecer mal educado, Jonás no podía parar de reír, no como un jovencito bromista sino como un maniaco, pues no en vano delante de él se había formado una imagen pesadillesca: el monitor, cuyo rostro se había convertido en el de un cerdo, permanecía delante de él portando al pequeño gorrino. Esa estampa, vista a través de sus ojos, era tan grotesca como la de un híbrido humano-porcino que sostenía a una especie de retoño inerte. Y Jonás pudo comprobar cómo, a través de sus nuevas facciones, el monitor iba trasluciendo su cabreo.
- ¡Bueno, pues ya no le veo puta la gracia!- gruñó- ¿Sabes que me ha podido dar un infarto?
Jonás trató de sofocar su risa incontrolada.
- Lo…ja, ja… lo siento- se excusó- Es que quería darte una sorpresa, ¿sabes? No soy una persona muy acostumbrada a perder, así que, para remediar mis errores, me he quedado un par de días practicando en casa y me gustaría comprobar si ya se cortar bien un filete. Sí, vale, mejor sería haber esperado a la clase de mañana pero… Creo que me he dejado llevar por la euforia, je, je.
El monitor todavía estaba mosqueado, pero la declaración de Jonás picó su curiosidad. Notó que su alumno evitaba mirarle a los ojos. Lo interpretó como timidez, o vergüenza ante la broma macabra que le había preparado, pero lo cierto era que Jonás intentaba no encararse más con aquel engendro fruto de su mente.
- Es un poquito tarde para que te de clase, Jonás- comentó- ¿Así que has estado practicando? Vaya, y yo que pensaba que nos habías dejado por tus experimentos… Bueno, pues hacer el viaje pa ná es tontería… ¿Y si le das un viaje a la ternera?
Jonás extrajo el cuchillo de donde lo había clavado, y recibió un guante protector y un afilador de manos de su maestro. Amarrando bien la pieza, relajó sus rasgos en gesto de concentración, como si se dispusiera a templar un violín, y tras ello realizó un delicado giro de muñeca, cortando un filete limpio y fino, al que luego fue agregando un par más. El monitor no salía de su asombro, mientras observaba que Jonás estaba realizando la tarea casi con los ojos cerrados, en todo caso seguía sin mirar a los suyos.
- ¡Vaya! Tiene mucho mérito, Jonás. Pero, ¿qué pasa, es que tienes miedo escénico? ¿Por qué no vuelves a clase y demuestras esta mejoría ante tus compañeros?
Jonás no contestó por el momento. Cuando hubo apilado varios filetes, se los ofreció a su profesor, como si fueran un tributo de agradecimiento, y lo hizo mientras realizaba el esfuerzo de mirar a su rostro y sonreírle.
- No, a mí no me los des- replicó, mientras los envolvía en un papel para luego devolvérselos- Resérvalos para una ocasión más especial… ¿Sabes que he estado hablando con Ari? La noté un poco apagadilla, raro en ella, ¿verdad? Invítala con esta carne que has cortado tan bien.
- Ya- exclamó con ironía, dando a entender que su indirecta no había supuesto un misterio para él- No es mala idea, pero ahora será mejor que me marche y te deje trabajar. Por cierto, ¡bonitos cochinillos!
- ¿Te gustan los cerdos?- preguntó el monitor, cuando él ya se estaba alejando.
- Últimamente no veo otra cosa…- masculló Jonás, pero para sí, el profesor ya no podía escucharle.
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