miércoles, julio 13, 2016

La Nueva Calle de la Amargura.


El pasado fin de semana pude simultanear los papeles de anfitrión y descubridor a un tiempo. Ya puedo descubrir Oviedo a otras personas, y también redescubrir zonas, pero aún faltan otras por ser exploradas. En el podio de visitas, desde luego, quedarían Gascona y la Ruta de los Vinos, básicamente dos calles. Hay otras dos, que parecen una sola, las cuales podrían ser bautizadas como Nueva Calle de la Amargura, en correlato con la de León. Las calles Mon y Oscura (¿esta última no tiene ya un magnífico nombre en sí para encajar en ese calificativo?) no es que sean sinónimo de tristeza, de hecho son zona de jolgorio, más durante el curso que ahora en verano. En todo caso, algunas de sus características bien las pondrían en la misma senda que la inhóspita y también fiestera rúa del Barrio Húmedo. 

 Comenzamos la ruta por otra calle de menor fama, Martín Vigil, pero que posee asimismo lugares  interesantes, no todos de hostelería (como la librería asociativa Cambalache), tomando una birra en la cervecería Cimmeria. Luego, visita cuasi obligada a ese lugar de expatriados que es la Competencia, ya en Gascona. En la parte humilde de este misma calle, ración y sidra en el chigre La Ruina. Con ese nombre parecería lo peor de lo peor, pero ya estuve allí en San Mateo con Jill y la decoración tiene un toque kistch muy peculiar, además de buena relación calidad/precio.


 Hubo un breve merodeo por esa neo-calle amarga, sin parar demasiado. Poco personal, captadores que nos ofrecían copas de dudosa entidad y escasa receptividad a mi idea de visitar la Bat-Cueva, con sus bat-jarras y bat-chupitos. No engaña la denominación, el sitio es algo inhóspito, pero las bat-cañas acabarán cayendo, ya sea solo o en compañía. Tuvo que ser al día siguiente, una vez pagamos el tributo a la visita cultural viendo el Museo Arqueológico, cuando le sacamos más partido al casco antiguo.



 Ya es hora de explicar a qué vienen estas fotos. Todas se sacaron en la plaza Trascorrales. Dado que las estatuas callejeras brotan cual champiñones en Oviedo, qué menos que inmortalizar esa burra (supongo que será burra porque hay un garito que se llama Tras la burra). Nos sentamos en la terraza de un pub llamado Serie B, bien decorado con afiches de películas de esa categoría. Luego nos movimos a la vuelta de la esquina. Aunque solo fuera para decir, propiamente, que había estado de copas, me arriesgué con un combinado barato de esos. No pareció sentar demasiado mal al día siguiente, cuando regresamos a la plaza para ver una exposición sobre Indalecio Prieto y por ello concluyo con el rostro de esta lozana pescadera, en ese mismo lugar. Disfruté mucho de la visita y espero que no sea la última este verano. Ahora toca afrontar el verdadero motivo de mi estancia aquí, con el comité de seguimiento de mañana. No lo he hecho tan mal como para que se me deniegue mi permanencia en el doctorado aunque, desde luego, si quiero terminar en tres años no va a ser tarea sencilla. Trabajaré el doble o el triple, si es necesario, pero no voy a renunciar a momentos de ocio como los que relato aquí. Sería contraproducente y desmotivador. De hecho, una excelente idea de cara a un buen desarrollo de la tesis sería seguir buscando lugares interesantes, que me gusten y de los que pueda quedar buen recuerdo durante mi estancia, más allá de mis inevitables momentos de clausura. Me impongo esta tarea a mí mismo, más allá de las que mañana me sugiera el tribunal.


No hay comentarios: