Slenderman es un monstruo de los tiempos modernos, inseparable de la era cibernética. Allí nació y allí se ha desarrollado su mitología. Por desgracia, también puede ser una proyección nefasta en mentes jóvenes e influenciables como las que aparecen en el documental que lleva el título de este misma entrada, producido por HBO. Las dos niñas de doce años que apuñalaron, casi hasta la muerte, a su amiga porque se creían acólitas de Slenderman, quien las castigaría si no llevaban a cabo esa prueba, son el signo de una época confusa, en la que la empatía se está perdiendo a marchas forzadas. La misma sociedad (en este caso la americana) que llena de tabletas los colegios para que las usen los niños, también reacciona con afán vengativo contra estos infantes intoxicados por fantasías virtuales que no están dirigidas, a priori, a ellos.
Al igual que en otras noticias, que sí terminan en masacres a diferencia de esta, nos encontramos con dos figuras que no encajan, pero que se tienen la una a la otra y encuentran una guía, un mentor en un personaje imaginario que representa la oscuridad pero, por otro lado, como se explica en el documental, también puede ser un símbolo de protección, de amparo. Por otra parte, la enfermedad mental mal tratada se presenta como un resorte que ayuda a poner en marcha la tragedia. Ante eso, un sistema judicial que las trata como adultas, más interesado en el castigo que en la rehabilitación. Eso no es nuevo, es una característica que ya hemos visto muchas veces reflejada en los Estados Unidos, no digamos ya en la época actual.
El personaje de Slenderman es peligroso porque provoca fascinación. De hecho, esa fue la razón por la que tenía tantas ganas de ver el documental, tras descubrir la historia en Cuarto Milenio. Ahí es donde entra la necesidad de separar realidad y ficción. Y de canalizar la frustración que, en caldos de cultivo como estos, encuentra una vía de escape en la violencia. Leí un artículo hoy que advertía de la pérdida de empatía debido a la proliferación de las falsas amistades de las redes sociales, las falsas conversaciones y el miedo a la reflexión interna y la soledad. Sí, es muy posible. Yo (que tampoco es que tenga el nivel de empatía por las nubes) estoy notando este hecho del que hablaba el texto. Si a eso se le suma la oscuridad que cada persona lleva dentro de sí... Entonces la historia de terror se hace realidad. Como en el documental. Ahí no era el monstruo el que más asustaba.
miércoles, febrero 08, 2017
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