miércoles, febrero 22, 2017
Lágrimas.
Anoche vi, finalmente, La La Land. No, no estaré en León para los Oscar. Tampoco pasa nada, nunca fue una costumbre permanente. No quise visionar ese filme en San Valentín, eso ya hubiera sido sobredosis de romanticismo. Es una verdadera feel-good movie, de tan buen rollo que supongo que eso le dará el triunfo en la gala, por encima de una historia superior y mucho menos agradable como es Moonlight. A mí, más que la relación amorosa, me gustó la doble lucha por los deseos de cada cual. En eso sí me puedo sentir más identificado. De todos modos, no pudo levantarme el ánimo. ¿Cómo podría? Hoy es el aniversario de la persona gracias a la cual escribo estas líneas, el primero sin ella (bueno, al menos desde una perspectiva física).
Al acostarme, no pude evitar que me vinieran las lágrimas. A lo largo de la noche, escuché otras lágrimas, aunque imagino provocadas por sentimientos diferentes, mezclados en el alcohol y en los efluvios que bien recuerdo de no hace tanto tiempo. Cuando desperté, las lágrimas todavía estaban allí. Es natural. Sin embargo, este día para el recuerdo debe ser para rememorar y continuar las virtudes y enseñanzas maternas: la tenacidad, la capacidad de trabajo, el entusiasmo, todo lo que necesitaré para terminar la tesis, de la cual entrego una parte hoy (si todo va bien, claro). Si alguna vez llego a ponerme delante del tribunal, sabré que, aunque me hubiese gustado que me acompañara ahí en presencia, sin ella jamás lo hubiera logrado.
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