
¡Eres divino!, como le gritaba una groupie maruja justo detrás nuestro. Si, yo no creo en Dios pero sí en que ciertas personas parecen tocadas por la gracia de la Naturaleza, como este siciliano descendiente directo de sus compadres del Renacimiento, cantante, pintor, director de óperas y ballet, incluso director de cine (¿alguna película suya llegará aquí?)
Ni siquiera el hecho de que me tocara una butaca rota fue señal de mal fario para el portento que Oli y yo nos disponíamos a ver. El palacio de exposiciones y congresos parecía un recinto muy frio, pero al final se acabó derritiendo. Había mucho pureta nostálgico, pero también jóvenes muy entusiastas. Franco Batiatto tiene gran cantidad de fans en este país por los discos en español que sacó en los años 80, verdaderos superventas. Sí, esos fueron los que me llegaron a mí vía automóvil. Franco es tan de los 80 como los Goonies o Indiana Jones, aunque su carrera comenzara bastante antes. A su respetable edad, tiene una energía y un genio que para sí quisieran los panolis clónicos vía Operación Triunfo u otros engendros. Esto es música, señores.
Y comenzó engañando, en plan tranquilito, solo él ante el piano, pero como bien dijo, no iba a estar toda la noche él solo, así que pronto dejó las baladas para rodearse de un par de jóvenes guitarras y un batería, comenzó a darle caña, porque en directo puede hacer sus temas mucho más rockeros de lo que suenan en estudio, y pronto llegó el primer gran éxito, Nómadas.
Pero Franco no se ancla en viejos temas, de hecho la misma razón de su presencia en Madrid es la de presentar su nuevo disco, Il Vouto, prueba de que sabe adaptarse a los nuevos tiempos es que escoge colaboradores jóvenes y de estética moderna, como el grupo de rockeras góticas de las que se rodeó más tarde, y que le irían acompañando de manera intermitente hasta el final.
El cantante hizo tres amagos de abandono, que nadie creyó porque le faltaban sus temas más insignes, no podía defraudar y no lo hizo. Se despidió la primera vez con La estación de los amores, y en el primer bis se arrancó con Yo quiero verte danzar, y ahí ya la compostura que estaba guardando la gente se vino abajo, el respetable, sobre todo en la planta baja, se levantaba de las butacas para bailar junto al escenario, no tanto en nuestro anfiteatro, y el ritmo siguió luego con Cucurrucucu paloma. El intimismo volvería con la imprescindible El animal, antes de un final apoteósico que incluyó un remix de varios temas, y el toque final de Centro de Gravedad Permanente, ahí ya casi todo el mundo estaba de pie y dando palmas, el que escribe incluído.
Bravo y bravo. Y que no sea el último concierto, por favor. Solo puedo poner una pega. Una ausencia. Los que siguen el blog o son fans abrasadores ya saben a qué me refiero. Se admiten apuestas.
Que el ausente gobernador de Libia os acompañe.