Ayer tuve el privilegio de asistir a mi primer rodaje de la serie Independizados, cuyo enlace a su página web tenéis en la columna de la derecha. Dado que yo no envié ningún guión, ni actúo, y tampoco hace falta un gran equipo técnico, que las tablas de Hopewell se valen por sí solas, pues decidí hacer el catering, ya que el cocido del pasado domingo pareció haber sido buena idea, lo repetí añadiendo una tortilla de patatas y algo de embutido de la tierra (de la mía, claro) Nada rebuscado, pero mucho mejor que si el equipo se hubiera desplazado ahí abajo a degustar esa infracomida. De hecho, lo degustaron cual festin.
Todo hace parecer que la aventura en este piso, que tal vez pudiera llamarse Tres hombres y una perra, si no fuera porque suena a porno, va llegando a su fin. Por nada traumático, eso sí, tan solo por esos cambios, a mejor, que de vez en cuando la vida tiene a gusto de otorgarnos, aunque es una pena, porque aún cuando he pasado la mayor parte de estancia aquí en solitario, creo que este ha sido el mejor piso en el que he residido en la capital, por situación, comodidad y todo. Pero aún no ha llegado el momento en el que podamos permitirnos pagarlo entre dos, así que habrá que pensar qué ruta tomar ahora. Tarea nada fácil, que esperemos no sea un disparate más como los de antes.
Confío en que Nacho y yo podamos pensarlo durante una tertulia a lo María Teresa Campos, de quien es una pena que no esté ya en la tele. Era nuestra inspiración...
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