Antes de presentaros la segunda y última parte de mi desquiciado periplo universitario, un par de apuntes acerca de este martes. Tras esbozar un par de notas para posibles secuencias del guión con psicópata a bordo, decidí volver al fin al proyecto pre- viaje USA, como supondréis se trata de los Abrasadores pero, una vez delimitadas ya las siete sinopsis que conforman el esqueleto de la serie, me tocaba regresar al segundo libro, Guardianes del Umbral. Ya os dije que este será más largo, quizá el doble, y que por ello no tengo prisa en terminarlo, para el próximo año si acaso. Ha sido tan solo releer las cincuenta páginas, tres capítulos, para volver al mono. Me quedo con ganas de más, y solo en mis hombros recae la responsabilidad de continuar. Es como si me observara al espejo diciendo: Vamos, capullo, sigue, que quiero ver qué pasa. ¡Y eso que yo ya lo se!
Mientras vivo para ver si llega el día en que esos libros me den dinero, hay que currar, aunque sean cuatro horas, que en determinados momentos pueden cundir como ocho. Era un Martes Loco, y eso se explica porque la pizza está a mitad de precio, y teniendo en cuenta lo cara que, a mi juicio y el de la mayoría de gitanos que vienen, es, deberían mantener siempre ese precio si no fuera porque entonces no saldríamos de allí ni a las tres de la mañana. Locos casi acabamos todos los que curramos allí. Pero bueno, a ver si mañana regreso con mis pequeños héroes que, acabe donde acabe, seguro que me acompañan...
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