jueves, marzo 28, 2013

El blog abandonado.

Mi abandono de este blog durante el tiempo que ha durado el máster (al que solo quedan dos semanas de clase durante este curso) no ha sido un hecho premeditado. Desde luego que podría haberme extendido aquí sobre variados asuntos, el caso es que, al igual que sucedió durante los años de carrera, me lo he tomado bastante serio, a pesar de mi retraso. El hecho de comenzar a medio camino me obligó a soportar un chaparrón de lecturas, algunas de las cuales fueron perfectamente prescindibles. Digo yo: si un profesor tiene cuatro días de clase, y va a dedicar apenas un cuarto de hora a comentar un libro que lleva bastante más tiempo de ser leído, ¿no sería mejor que se limitara a mandarnos algunos fragmentos significativos, y dejara las lecturas completas para los trabajos de final de asignatura? Es que se te queda cara de bobo si tienes que tragarte un artículo teórico, algunos en inglés, para que luego no sea ni mencionado en clase. No es que sea una pérdida de tiempo, porque siempre se aprende, pero es un tiempo que podría haber empleado, por ejemplo, en realizar alguna entrada aquí. 
Al margen de algunos fallos, el máster me encanta. Ninguna sorpresa, ya lo sabía desde el principio, desde cuando estaba en Suecia intentando aspirar al de Lund. Lo supe desde el principio pero no me arrepiento lo más mínimo de no haberlo hecho desde el principio. El paréntesis nórdico era más que necesario. Hay cosas que no se aprenden en la universidad, y en cambio te las puede proporcionar un viaje largo, o conocer a una persona clave en tu vida como aquella con la que por fortuna todavía estoy saliendo, y que dure. Por otro lado, este máster me ha permitido abordar temas que en Filología Hispánica jamás hubiéramos tocado, como las cuestiones de género, ecofeminismo o racismo ambiental, planteadas a grandes esbozos para que luego cada cual pueda profundizar en la medida de sus propios gustos. En ese sentido, este curso tiene cierto aspecto de coctelera. 
El actual paréntesis antes del final del curso corresponde a la semana santa, un período en el que, si me encuentro en mi ciudad, se debe especialmente a mi pareja, pues no me gustan los agobios como los que tendré que soportar aún durante tres o cuatro días. Me solidarizo, eso sí, con la gente que de verdad vive estos actos y los prepara durante todo el año para que al final, invariablemente, se suspendan por la lluvia. Poca misericordia divina veo... Comenzada la primavera, pronto me tocará pasar horas varias sentado aquí, con los trabajos finales y, si la predisposición a la pereza no me fustiga, arañaré ratos para regresar aquí, y también seguir con esas crónicas nórdicas que no voy a abandonar de ningún modo puesto que, escrito ya el prólogo del viaje, falta la parte más divertida en el entrañable pueblo de Furulund. Siento casi una obligación moral para redactarlas. Así pues, confío en despedirme hasta pronto.