martes, marzo 30, 2010

El Día del Padre en Semana Santa.


Bueno, lo primero es lo primero. ¡Felicidades, Hopewell! (y a ti también, Cris, of course). Felicidades por ese retoño que vino al mundo ayer, al que deseo que el Gobernador de Libia proteja contra viento y marea. Tengo muchas ganas de ver al pequeñín en persona. Este fin de semana estuve muy ocupado y por eso no quise molestaros, supuse que estaríais de la misma guisa...
En efecto, esta escapada a Madrid no fue tan lúdica como la anterior. Hubo trabajo, tanto asociativo como académico, y al final me dio tiempo de sobra a estudiar para el examen de esta mañana, que ha girado en torno a un microrrelato de mi tocayo Luis Artigue, nada del otro jueves... Además de aprovechado, ha sido un viaje bastante barato. Uno de los pocos caprichos que me he permitido ha sido el té moruno que estoy degustando, a seis ñapas el paquete en la siempre carera The tea shop. Pero bueno, es mi sagrada hora del té, y merece la pena el gasto, ahora mismo le estoy poniendo los cuernos a Madame Bovary (como ella los pone con Léon, igualito que yo pero con otro acento), debiera estar leyendo porque en estas vacaciones mi tarea principal es acabar dicha novela y hacer un resumen y valoración, liviana tarea por otro lado. La francesita tendrá que esperar hasta la noche, ¡cuándo mejor!, porque esta tarde he quedado con Car y Carli para rendir cuentas con el Super Mario. ¡Vuelve Mario, vuelve el espacio semiotizado del paraíso perdido de la infancia!
Para acabar, y aunque me tilden de (pequeño)burgués, os dejo con una foto de mi cena en el vagón de Preferente del Alvia a mi regreso. Conste que cogí Preferente porque era el único modo de que me hicieran descuento... Gracias a Juanjo por darme el chivatazo de la sala VIP, donde tomé zumo y alpiste, y esta cena es un banquete en comparación con la del Supra. ¡Pensé que no iban a dejar de servirme cosas! Consomé, viandas, licor, infusión, chocolatina... Yo creo que bebí más en el tren que en Madrid. En fin, la semana que viene haré el que posiblemente sea el último viaje de la tríada, antes de la cuenta atrás del curso. Y no me olvido de mis cerditos, a los que espero dedicar al menos un par de folios...

martes, marzo 23, 2010

Analizando.

Dije que este cuatrimestre me lo tomaría más a la ligera y, por el momento, no me estoy traicionando, quizá para mal. Gracias a esa circunstancia he podido comenzar una novela, uno de las factores más estimulantes para mí dentro del presente mes. Esta semana no voy a colgar ningún fragmento más de la misma, porque el fin de semana voy a Madrid, a romper un poco la rutina y de paso aprovechar, porque otra visita que tenía programada, para Pascua, me temo que va a anularse debido a la acumulación de tareas en período vacacional. Visto lo visto, incluso debería anular el propio viaje de esta semana, pero ya es tarde, salvo causa de fuerza mayor. El martes que viene tengo un examen de análisis narrativo, y dudo que pueda prepararlo del modo en que me gustaría. Resulta bastante más gratificante para mí el escribir narraciones antes que analizarlas. No se otros, pero cuando yo me pongo a escribir no reparo en todos los detalles, por nimios que sean, que parecen entrar dentro de un análisis de ese tipo. Pero, en fin, ahora es lo que me toca, descuidar un poco mi literatura para reflexionar sobre la de otros. No se si saldrá bien, pero aún me queda sacarme la asignatura a la vieja usanza, en junio, como toda la vida se hizo. Todo se andará, no es algo que vaya a empañar un viaje como los que en el pasado curso hice en mucho mayor número.

domingo, marzo 21, 2010

LOS CERDOS. Entrega 3.

I

Jonás Virgil comprobó a su llegada que la gran ciudad se había solidarizado tanto con él que había decidido compartir su estado ruinoso. El verano era una época de salidas, y quienes llegaban lo hacían arriesgándose a ciertas consecuencias. La línea del metro estaba cortada y Jonás tuvo que caminar, mapa mediante, para llegar hasta el barrio en el que su familia era poseedora de un domicilio desde hacía decenios. Cuando al fin se plantó en su calle, observó que en esta las obras habían asimismo machacado las aceras, abriendo amplios surcos por los que tuvo que arrastrar su maleta de ruedas. El calor pegajoso, la gravilla que se adhería tanto a sus zapatillas como a los bajos de su fardo rodante, la estela de polvo que iba dejando atrás… No eran los mejores elementos para una bienvenida, convino, si bien el sudor no provenía de la pesadez de su equipaje. Jonás, en su fuero interno cargado de oprobiosas razones, prefirió por lo demás ir ligero de enseres y todo lo que más abultara, como sus materiales de trabajo, le sería enviado por correo. La aparente vaciedad de su maleta era un hecho también preñado de simbolismo para él.

Jonás no había visitado aquel piso desde hacía una serie de años, no demasiados, pero en todo caso antes de comenzar su doctorado. Le pareció un período de tiempo infinitamente mayor. No había señoras tomando el aperitivo en terrazas, como en su ciudad natal; allí muchos vecinos se hallaban de forma directa en la calle, sentados donde buenamente pudieran, si no en el mismo suelo o en los bancos de un parquecillo situado hacia la mitad de la rúa. El aperitivo consistía en latas de cerveza de a veinte céntimos, envidiable remedio que Jonás conocía para aliviar el sofoco, las cuales eran tomadas a la sombra, entre risas y algún que otro cigarro de liar. Durante su última estancia Jonás ya se había percatado del aliento multiétnico del barrio, expuesto entonces en toda su diversidad ya que el estío parecía haber expulsado a la vecindad de sus hogares. Había habitantes ancianos de toda la vida, como bien pudieran haber sido sus propios abuelos antes de que se vieran obligados a recluirse en casa, y un variopinto grupo de inmigrantes cuyo sector mayoritario parecía ser el latinoamericano; de hecho, al pasar junto al parque vio que en la esquina se hallaba situado un bar rotulado como latino, del cual salía una música que, aunque no sonaba de forma estruendosa, hirió agudamente sus oídos en cuanto fue capaz de reconocerla. Si ese iba a ser el hilo musical mayoritario entre sus vecinos, dudaba que su proyecto pudiera llegar hasta la meta.

El edificio al que Jonás se dirigía estaba situado hacia el final de la calle, en una esquina en la que confluía con otras dos. En su fachada se mostraba un tanto destartalado, pero eso no pilló por sorpresa al joven. Le vinieron entonces a la mente las admoniciones paternas sobre que no era lo mismo estar allí un par de días de visita, durmiendo en el sofá cama, que instalarse de modo más o menos permanente, lo cual era su intención en ese momento y no tenía pensado modificarla a última hora. Aquella era su meta, pues, y tan solo le separaba de ella un obstáculo en el umbral.

En su portal había tres adolescentes discutiendo a gritos, aunque luego pensó que quizá esa era su forma habitual de charlar. Las altas temperaturas habían relajado tanto sus ropajes como su educación, un par de ellas bloqueaban el acceso al edificio, sentadas en el rellano, mientras que la otra se había encaramado a un cubo de basura. Basura sobre basura, fue el pensamiento reflejo de Jonás mientras las observaba desde la barrera de sus gafas de sol. Le parecieron tres chicas guapas si no fuera por su absoluta falta de estilo tanto en su apariencia externa, esa más fácilmente modificable, como en sus maneras, asunto más arduo de pulir. Eran de raza blanca, Jonás creía que la degeneración que parecía perseguirle allá donde fuera, si bien tal vez no era más que un reflejo de su herida psique, era un asunto universal, que no entendía de colores, nacionalidades, ni siquiera de edades. La mala educación se había extendido como un miasma, podría comprobarlo en dos ocasiones antes de llegar al piso.

De las tres Gracias, una parecía llevar la voz, si no cantante, al menos la que quería elevarse como desde el púlpito del cubo de basura por encima de las otras dos. Tenía el pelo rubio con unas raíces que se hundían en la más sinuosa oscuridad, más metal encima del que hubiera admitido un detector de aeropuertos y un chándal que, sin duda, por detrás dejaría ver buena parte de su culo, por lo que Jonás lamentó pasar por delante de ella. La trifulca parecía deberse al novio de la choni principal, así dio en rotularla Jonás, a quien al parecer le gustaba ir de flor en flor, más como zángano que como abeja. Lamentó una vez más no llevar su iPod. Tras la invasión porcina que había interrumpido su viaje por carretera, en ese nuevo obstáculo los gritos le sonaron a gruñidos, y percibió los maltratados cabellos como si fuesen cerdas. Fuera como fuese, tenía que pasar por allí.

Sacó las llaves, eran dos iguales salvo por una muesca en la que reconoció la del portal. A la hora de abrir la puerta le gustaría haberse hecho invisible pero no fue necesario, su presencia no constituía ningún estorbo para las chavalas, quienes apenas arrastraron sus traseros medio centímetro para dejarle espacio y seguir despotricando. Jonás era delgado, pero no así su maleta, al traspasar el portal una de las ruedas pasó por encima de la sandalia de una de las chicas, si es que se puede llamar así a tres tiras de plástico cubriendo un pie desnudo con uñas pintadas de púrpura fosforito. Pese a que no fue considerable el peso que tuvo que soportar su pinrel, la joven saltó como un resorte, emitiendo un aullido que no molestó a Jonás más de lo que pudiera haberlo hecho la música del bar vecino.

- ¡Mira a ver por dónde andas, capullo!- le espetó, aunque Jonás no tenía la menor intención de detenerse más en su camino.

Le hubiera resultado gracioso, regresando una vez más a su mente el recuerdo de su amigo Al, soltar una contestación como las que él daba en ocasiones: Disculpad, fermosa doncella, no quise deshonrar la prístina e inmaculada blancura de vuestro mármol… La choni del cubo de basura, viendo que Jonás se marchaba como si nada, quiso solidarizarse momentáneamente con su amiga, haciendo frente común con ella.

- ¿Estás sordo, atontao?

Jonás musitó un perdón de forma inaudible, torciendo la boca de un asco que estaba mejor reflejado en su oculta mirada. La oscuridad del portal le sirvió de refugio frente al calor y frente a las iras del grupillo que en segundos se olvidó de él para continuar su pelea a tres bandas. ¡Menudo recibimiento! Jonás deseó no encontrarse con ningún ser viviente más en el par de tramos de escaleras que le restaban para alcanzar su piso, a través de los cuales empezó a subir su maleta a pulso. En sentido contrario bajaba una anciana con su cachava, agarrándose a la barandilla.

- Hola- dijo Jonás al cruzarse con ella, sin mucha alegría pero de manera formal.

La señora ni siquiera le miró. Él consideró la posibilidad de que estuviera sorda, opción bastante razonable, pero en todo caso no estaba ciega y debería de haberse percatado de su presencia. ¿Demencia senil? Otra opción razonable. De la más tierna juventud al ocaso de la vida, al adentrarse en su futuro hogar parecía haber pasado por diversos grados de la demencia. Con todo, no iba a asustarse por ello. Se limitó a completar el breve itinerario que le quedaba para llegar a un espacio, al fin, exclusivo para su persona. Al piso se entraba por una terraza que daba a un patio interior, repleto de ropa puesta a tender. Jonás no prestó la menor atención a esa especie de corrala, recorrió los pocos pasos restantes hasta la puerta del viejo domicilio, en el cual penetró hallando cumplida su misión y sin el menor interés en preocuparse de ninguna otra circunstancia hasta la jornada siguiente.

jueves, marzo 18, 2010

LOS CERDOS. Entrega 2.

- Señora, le recomiendo que los niños y usted tomen asiento y se pongan el cinturón de seguridad, es obligatorio en este tipo de viajes.

Nada que no hubiera recordado ya durante su alocución del comienzo, pero la mujer lo tomó un poco como afrenta, mientras agarraba por un brazo a su probable retoño, el cual había dejado de llorar.

- Señorita, ¡es muy difícil esta situación! Hace mucho calor, ¿no tendría una botella de agua fría para los niños?

Aunque la mujer iba llenando continuamente su propia botella, por lo visto el agua del aseo no estaba lo bastante gélida. Jonás se enganchó a esa conversación como modo de matar el tedio. La azafata cumplía bien su función, pero quizá con un celo exagerado. El peligro era escaso. Había realizado ese viaje muchas veces, de gustarle conducir no tendría mayor problema en llevarlo a cabo y en ese caso nadie le molestaría. Frente a sus ojos, la autovía resultaba eterna, recta y anodina. La posibilidad de que alguna de aquellas figuras se viniera al suelo, por otra parte mullidamente alfombrado, era remota. Sin embargo, la madre hindú se había dado la vuelta y, aunque crecida, parecía retroceder un poco frente a la joven. Se estaba echando cada vez más sobre su asiento y él pensó que, pese a todo, quizá sí hubiera alguna posibilidad de que aquel culazo besara el suelo, la única imagen que en ese momento podría provocarle una sonrisa.

- No se preocupe, yo le traeré una botella de agua, ¿o prefiere un refresco para los niños? Pero le recomiendo que se sienten, por favor, es por su seguridad.

Aunque trataba de ser conciliadora, logró el efecto contrario.

- Oiga, señorita, yo no quiero molestar, pero esto… ¡Los niños!...- la madre sabía explicarse con cortesía, desde su peculiar acento, pero no borraba el gesto hosco- ¿Tiene usted hijos?

¿Tiene usted hijos?, se repitió Jonás con sorna. Vaya pregunta tópica. Y fácil. Solo por eso deslizó más su pie fuera del asiento, para que quedara justo detrás del tobillo de la mujer. Se estaba encogiendo en su butaca de cuero, tratando de aislarse de la realidad. Si la mujer tropezaba, fingiría que fue un accidente y que la culpa, por supuesto, la tenía ella por no hacer caso de las instrucciones de a bordo. Definitivamente, en los aviones los pasajeros se mostraban más dóciles.

- No tengo hijos, señora, no me lo puedo permitir- replicó la azafata de modo franco, sin arrogancia- Pero ojalá los pueda tener, creo que compensan las molestias que causan… ¿Me permite que le ayude con ellos, si no le parece mal?

El chiquitín, secos sus lacrimales, dirigió una mirada de complicidad hacia la joven, que ella respondió de la misma manera. Jonás no llegó a ver el rostro de la madre, pero supuso que el problema iba a arreglarse. Con suerte podría pasar la hora y media que restaba de viaje en medio de un soporcillo inductor del sueño.

De repente, el autobús frenó en seco y la madre hindú se vio impulsada hacia atrás, tropezando con el pie del joven, dando una voltereta aterrizó en el suelo sin daños significativos, como tampoco los sufrieron los niños, que cayeron también al igual que la azafata; esta se agarró al asiento de Jonás pero él no vio el momento de ser galante con ella, se levantó para socorrer a la madre porque su caída, en circunstancias diferentes de las que había previsto, no le hacía ya tanta gracia.

El resto de pasajeros, que sí llevaba el cinturón prescrito, no tuvieron más complicación más allá del estado caótico y confuso que se adueñó del ambiente. El conductor les instó a que continuaran en sus asientos, pero la curiosidad venció esa lid. Jonás y la azafata cogieron, cada uno por un brazo, a la madre para que pudiera enderezarse.

- ¿Se encuentra bien, señora?- dijo Jonás- No me fijé… ¡Qué mala pata! ¿Se encuentra bien?

Ella no contestaba, pero asentía con la cabeza de forma mecánica, Jonás prefirió no insistir porque pensaba que su actitud empezaría a ser sospechosa. Los niños lloraban, con mucha mayor razón, y la azafata fue a ocuparse de ellos. Viendo que sus servicios ya no eran requeridos, Jonás se dirigió, como el resto de los viajantes, a ver qué ocurría a través del cristal. Al parecer, el brusco frenazo se había debido a un accidente acaecido justo delante del autobús. Un camión de transporte, por razones que en aquel momento fue incapaz de comprender, había volcado, liberando parte de su carga. Y esta no era otra que ganado porcino, cerdos. Algunos de esos puercos habían muerto en el acto, otros agonizaban en el asfalto y, como en una escena onírica, algunos vagaban por la autovía, alucinados, ante la atónita caravana de coches que por su causa se había formado detrás del autobús.

Jonás se quitó los auriculares. Ya no necesitaba abstraerse con la música, al menos mientras durase aquel demencial espectáculo de llantos, pitos y gruñidos. Con una mezcla de horror y fascinación, fijó su mirada en un pobre cerdo ensangrentado que iba perdiendo su vida tumbado en la carretera. Él se había acostumbrado a buscar símbolos en cualquier parte. ¿Qué podría significar aquel, justo en el comienzo de su viaje?

miércoles, marzo 17, 2010

Se leonés.


Ahora que estamos tratando el mito de Polifemo y Galatea, como apunté en el otro blog, me viene a la cabeza una película que visioné la semana pasada, Yo también. Entre los epígonos, perdónese el palabro, de Polifemo estarían la Bestia de La bella y la bestia, Quasimodo, etc. Quizá también el joven protagonista con síndrome de Down, enamorado de una que no es bella (no me lo parece a mí) pero sí resultona, con tendencia a calentar al personal y acabar en la cama con algún donjuan hispalense, calvo en la cabeza y peludo en todo lo demás. La película habla de todo tipo de minusvalías: están las evidentes y otras no tanto, porque la promiscuidad y el calientapollismo, al menos eso deduzco de mi experiencia, pueden ser síntoma de desequilibrio mental. Tras mucho arrimar la cebolleta, ella al final cede como concesión al año nuevo, y dice que lo harán una vez, nada más. Y el chico, mucho más inteligente que muchos que no tienen su número de cromosomas, afirma: Y nada menos. Es la mejor réplica del filme y, teniendo en cuenta que no parece una mujer con el pensamiento muy estable, puede que en el futuro esa una y nada más se alargara lo necesario...
Yo puedo ser titulado en Cinematografía pero en todo caso no soy muy cinéfilo. Conozco cosas de la historia del cine por libros, pero no me admitirían en la mesa de tertulia de aquel famoso programa ahora rescatado por Telemadrid. De Fellini, a mal que recuerde, no he llegado a ver ni una película completa. No se si sería tan seductor como su alter ego de la película Nine, cuesta creerlo viendo fotos suyas aunque no hay que dudar del poder de atracción que tienen los grandes genios. Le iría mejor que al pobre Hitchcock con sus actrices, supongo. Pese a la continua aparición de estrellas, ha habido musicales recientes que me han gustado más. Resulta peculiar ese número en el que la chica de los Black Eyed Peas se viste de prostituta italiana y enseña a unos chicuelos, por cuatro perras, el escote y los muslos, porque en esta película se sugiere mucho pero no hay desnudos, je, luego se pone a cantar con unas bailarinas-mamachichos, todas con panderetas como zíngaras, diciendo Be italian. Como no tuve subtítulos en todas las canciones no se qué decían. En todo caso, ¿qué quiere decir ser italiano? Espero que no sea ser como su presidente porque este, aunque tiene setenta tacos, posee el dinero necesario para aparentar menos y para comprar mujeres que en verdad se lo hagan sentir así.
Me gustaría elucubrar sobre si se hiciera un musical sobre algún escritor o similar de León.¿Qué número podríamos montarle? Tal vez, acorde con la época, un grupo de papones bailando el paso y tocando la trompeta, o una turba de cofrades del Genarín haciendo eses, bota en mano... Quizá algo más clásico, grupos de folclore bailando la jota mientras cantan: Se leónes, se leonés... No se, en todo caso me gustaría verlo, se admiten sugerencias. Esta semana colgaré otro par de páginas de la nueva novela, no más porque soy consciente de que a todos nos escasea el tiempo, empezando por mí. Podáis leerlo o no, en todo caso agradecido quedo. Ciao!

domingo, marzo 14, 2010

LOS CERDOS. Entrega 1.

Al igual que hice en el comienzo de este blog con Los Abrasadores, he decidido, de manera experimental y preparándome para lo que vendrá en el futuro, ir colgando esta nueva novela a medida que la voy escribiendo. De este modo, podréis ir leyendo un par de páginas cada poco, aunque en verano podré tener más tiempo para ello. Espero que os guste y que este modo de lectura sea cómodo. No quiero quitar más tiempo para la novela, allá va.

PRÓLOGO.

Los cochinitos ya están en la cama.

Muchos besitos les da su mamá.

Por alguna extraña asociación de ideas, a Jonás Virgil le vino a la mente el comienzo de una vieja tonada infantil, hacía mucho que no la escuchaba. Sería el calor, el calor de esa tarde de julio que inducía al sueño, a un estado al que Jonás aspiraba en aquel momento sin conseguirlo. Los auriculares puestos, la visera calada con gafas de sol… Trataba de anular sus sentidos, sumergirse dentro de sí, ajeno a todas las demás circunstancias de aquel viaje rutinario.

Bajo sus cristales ahumados, que por doscientos euros bien podían repudiar el sol mejor que la cortina del autobús, se imaginó unos ojos enrojecidos. No tenía por qué contener el llanto. Conocía muy bien los momentos, escasos, en los que las lágrimas pugnaban por salir de allí, y por lo general tan solo un par de tímidas gotas se aventuraban en el exterior, para evaporarse casi al instante, más aún dentro de aquel asfixiante estío. Es más, él quería deprimirse a conciencia, por ello buscó en los canales de audio alguna balada, algún tema que le machacara un poco más, bien por su propia naturaleza o bien porque le trajera a la mente algún recuerdo desdichado. Mierda de iPod estropeado. Unos lloros de matiz muy diferente le distrajeron en su tarea. Jonás volteó la cabeza y emitió una mirada asesina e imperceptible a través de sus lentes, al tiempo que hacía un somero listado mental de las ventajas que le proporcionaba el haber escogido ese asiento.

VENTAJAS DEL ASIENTO 20, por Jonás Virgil.

1- La soledad que procura. No tienes al lado a ningún abuelo palizas que se crea con derecho a contarte su vida. No, mi espacio es mío. Y punto.

2- Su estratégica posición. Justo en el medio del autobús. Me es posible escapar antes que las hordas se me echen encima en tropel.

3- Es el paraíso del vago. Casi con estirar el brazo lo tengo todo en mi mano: la prensa, las revistas… Ah, además aquí es donde la azafata se agacha para coger las bebidas. Puedo mirar su culo; dependiendo de la azafata, faltaría más.

4- El aseo también está justo a mi lado. Auque ahora pienso que eso no es una ventaja. A partir de la segunda consumición, esto es un continuo ir y venir de meones. E imaginar alguno de esos panderos empotrados en la minúscula taza es algo que me produce escalofríos…

Pandero, pandero… Eso era lo que interrumpía su recuento mental. Al echar la vista atrás para conocer la fuente de esos lloriqueos, se encontró con un no menos venerable pandero embutido en unos vaqueros. No es la función del vaquero el lucir un gran pandero. Se sorprendió elucubrando en verso, lo cual le recordó a su amigo Alonso Polión y por ello desechó la imagen con rabia. La mujer así embutida era una madre de origen hindú, como denotaban otras prendas de su indumentaria no tan occidentales, que trataba de calmar al origen del llanto, un chaval de pocos años, posiblemente su hijo o quizá su sobrino, no lo tenía claro ya que formaban parte de un grupo de unas siete u ocho personas, entre niños y mujeres de diversas edades. La madre estaba de pie, y cada poco bajaba al lavabo para llenar una botellita de plástico con la que aliviar la deshidratación del chico, en el caso de que fuera esa la causa de su llorera.

Cuando Jonás vio a esa tropa subir al autobús, su prejuicio saltó de forma inmediata. No era momento de ser comprensivo, ni siquiera con él mismo. En período vacacional era normal que hubiera familias viajando, nacionales o foráneas, pero sus conflictos estaban violando su recogimiento incluso a través de los auriculares, por lo cual su mirada estaba preñada de asco. No podía comprender, no quería comprender. ¿Acaso iba a pensar en aquel momento si alguna vez tendría hijos? Se había embarcado en un viaje hacia ninguna parte, en el que ni siquiera era consciente de qué iba a hacer en su primer día, estaba tan ajeno a cualquier expectativa de futuro que lo único que le importaba entonces era el trayecto de clase superior.

Sí, superior. Jonás ya no frecuentaba los autobuses de la plebe y creía que su actual medio de transporte resultaba prohibitivo para familias numerosas. Se preguntó dónde estarían los varones del clan, y a qué clase de oscuros negocios se dedicarían para permitirse esos lujos. No se planteó el que quizá pudieran haberse aprovechado de los descuentos de la compañía, tal y como él mismo había hecho. Otro par de niños se había puesto en pie, con su natural inquietud. La azafata vino por el pasillo. En esa ocasión Jonás pudo cumplir la tercera ventaja de su asiento, comprobando que las cuatro nalgas a la vista se compensaban entre sí. La azafata se dirigió a la madre de forma dulce y, también en cierto modo, maternal.


viernes, marzo 12, 2010

Inglorious Christians.


Ahora que va llegando la Semana Santa, ese período en el que parece que hay que pedir perdón para cambiar de acera y llegar a tu calle, estaría bien que, en vez del típico Quo Vadis, se emitiera Agora, para ver con cuánta facilidad se es capaz de pasar de víctimas a verdugos. En esta película se ve lo clásico: cristianos tirando a gente a la hoguera y convirtiendo en un establo nada menos que la biblioteca de Alejandría, judíos lapidando, cristianos lapidando, obispos nada ejemplares (y, para colmo, hechos santos)...
Faltaban los musulmanes para completar el triángulo de la locura, es un pensamiento que tuve muy cuenta ya que ayer era 11M. Según la versión judicial, dicho atentado fue obra de islamistas radicales, pero, claro... ¿Qué sería de un gran atentado sin una teoría de la conspiración? Son una pareja de hecho. Algunos periodistas, tratando de buscar su Watergate, siguen insinuando que la cosa debió de ser una conjura formada por raterillos del tres al cuarto, mineros rebotados, polis corruptos, moritos, gitanillos, el Rey de Marruecos, los franceses, Fu Manchú, Lord Voldemort y, faltaría más, etarras. Sea como fuere, lo único claro es que los autores lograron sacar las miserias de esta sociedad, de tal modo que parece un milagro que hayan conseguido juntar a las víctimas de diversas asociaciones sin que lleguen a las manos entre ellas.
En Agora tenemos una academia de filosofía que por momentos parece escuela de modelos, y en ella Hipatia trata de descubrir el movimiento de la Tierra, ajena a los hombres que suspiran por ella, entre ellos un esclavo muy guapete (hasta que se hace cristiano, claro). Me ha gustado la peli, sobre todo por su espectacular recreación en cuanto a los decorados y el ambiente. Es complicado mantener el equilibrio entre la épica y las disquisiciones filosóficas de Hipatia, sin embargo parece que el público ha respondido en masa y estoy por ver si la celda 211 en verdad merecía todo lo que se llevó. Si Mar adentro se basaba en una historia real y fue acusada de apología de la eutanasia, a Agora la acusarán de anti-cristiana por reflejar la propia Historia. Sin embargo, no hay que irse tan lejos. Si alguien quiere ver la poca ejemplaridad de la Iglesia católica, que vea lo que está pasando en Alemania, y si quiere ver los efectos de los enfrentamientos entre religiones, que vea lo que está pasando en Nigeria. Por ello, yo paso de religiones aunque estoy dispuesto a respetar las creencias de cualquiera que no llegue al fanatismo de los parabolanos...
No tengo tiempo para hacer un análisis extenso de la obra. Ya dije mi intención de empezar con una novela, puede que lo haga hoy o en todo caso este fin de semana, me da igual que sea solo una página o media. La cuestión es empezar. Me motivaré recordando que tengo un guión de Amenábar firmado por él mismo en mi particular biblioteca de Alejandría...

miércoles, marzo 10, 2010

Hostilidades.

No acabo de entender qué ha llevado a Trueba (Fernando) a arremeter de esa manera contra En tierra hostil, supongo que sus razones tendrá porque es una persona inteligente, como nos demostró durante su charla magistral en Ponferrada. Decir que es una película detestable, de propaganda bélica, sin espíritu crítico... Bueno, hombre. La pataleta la debería de tener con la Academia española. Primero envían su película a los Oscar, condenándola al fracaso, y luego no le dan ni un Goya. ¿A qué viene esta andanada? Yo no he visto la propaganda por ningún lado; según lo que muestra la película, no es que den ganas de alistarse... Además, ¿por qué tiene que posicionarse ideológicamente? No es algo necesario, imprescindible para realizar un filme, aparte de que suele ser una valoración subjetiva, y las mismas películas provocan reacciones encontradas. Quizá debiera seguir el consejo de su Dios, Billy Wilder, quien si no recuerdo mal dijo: Quien quiera mandar un mensaje que vaya a una oficina de correos.¿Qué hubiera dicho el también oscarizado director de haber ganado Avatar? ¡Puf! Ni me lo imagino. Aunque el hecho de ver a Trueba con unas gafas 3D me produce pensamientos malévolos.
Yo hoy me desperté deprimido, porque al principio pensé que no teníamos clase por la tarde y luego constaté que, en efecto, dentro de poco tendré que ir a esa clase solitaria. En realidad no es una mera cuestión de vagancia, pero noto que tengo que sacar tiempo de donde sea. Siento que me falta algo, y es el deseo de escribir algo con mayor consistencia que estas pequeñas reflexiones. No quiero esperar al verano para empezar mi próxima novela, esta semana escribiré algo aunque solo sea como un ejercicio de motivación, aunque solo sea una línea. De hecho, ya tengo mi primera línea: Era una soleada y asfixiante tarde de julio... (o algo así) Je, je. ¿Os suena? Sacrificaré para ello lo que sea necesario sacrificar, lo digo por si me véis por aquí menos de lo común. No en vano estamos hablando de dos carreras, aunque solo una sea la oficial. A finales de semana podré deciros si al menos he conseguido esa frase, aunque sea en borrador.

lunes, marzo 08, 2010

En tierra nada hostil.


Anoche, antes de la gala de los Oscar, vi la última de las nominadas a Mejor Película que me faltaban (y no cuento The blind side porque me da algo de grima). Se llama An education, ¿tanto les costaría poner Una educación?, y es un cuentecillo moral, dirigido por una danesa pero de toque tan británico que da la impresión de que si lo ves con gafas de 3D te van a ofrecer una taza de té desde la pantalla, también con algún elemento donjuanesco, mito sobre el que debería estar haciendo un trabajo en vez de escribir esto. Trata sobre una adolescente colegiala que se ve envuelta en un grupo de ricachones pedantes, que la engatusan con cenas, subastas y conciertos, pero en realidad tienen más de barniz que otra cosa y su tren de vida se basa en la estafa. Cualquiera bien prevenido hubiera huido, pero ella peca de pardilla y sus padres más aún, por lo cual, después de la colleja del aprendizaje, la chica pedirá ayuda a la profe de Literatura de la que se había burlado y se aplica para hacer Letras en Oxford. Moraleja: hay que estudiar mucho y dejarse de pájaros. Una ironía, teniendo en cuenta que hoy me he pirado dos clases. Pero bueno, la noche de los Oscar solo es una al año, la universidad no es el colegio (aunque a veces lo parezca) y León no es Oxford, no se si se podría buscar equivalente, tal vez Salamanca pero yo estoy muy contento de estudiar aquí.

Para no tragarme todas las patochadas del comando Prisa, estuve leyendo también media novela del Charles Dexter Ward de Lovecraft. Durante toda la noche me estuve preguntando qué pintaba la chica de REC analizando la gala. Sí, vale, es actriz, pero donde esté un Jaume Figueras, aunque de peor en la cámara… La gente suele ser poco original en sus críticas a la gala, siempre con que es larga, tediosa, poco divertida, etc. A mí me gustó, y se me hizo ágil para acabar a las seis de la mañana. Steve Martin y Alec Baldwin hubieran merecido mucho más espacio, claro, pero no había para todo. Hicieron incluso un homenaje al cine de terror, no se si venía a cuento pero me encantó. Vale que los premios son previsibles, pero de eso no tiene culpa la gala… El que menos, el del Secreto de sus ojos, una gran película, con participación española, si bien algo inferior a la de Haneke. Yo daba por hecho el Oscar a la directora, pero en película pensé que tal vez recaería en Avatar por su concepto del cine-espectáculo. No fue así. Ganó Kathryn Bigelow, espero haberlo escrito bien, una mujer de 59 tacos que debe de conservarse en formol, la primera mujer galardonada en esta categoría si bien con una película muy masculina, con cantos a la virilidad que gustarían a un Walt Whitman. Por supuesto habrá quien diga que se lo dan por ser mujer, como el premio del año pasado a Sean Penn por su Harvey Milk. Que ladren, que ladren… Si la Academia se rinde al lobby gay, ¿entonces por qué una historia de amor homosexual fue atracada, más que vencida, por una película de atracos hace unos años? Todavía hay injusticias históricas que se deben reparar. Me alegro, pardiez, además su ex ya se proclamó rey del mundo y, como dije, tendrá otra ocasión en las secuelas sobre el planeta Pandora. Ojalá todas las antiguas parejas se llevaran tan bien como esta, y no cabe duda de que la alegría de James Cameron era sincera. Ambos han hecho historia a su manera, aunque en el futuro considero que Avatar tendrá una mayor trascendencia. En fin, pasado el período de cortesía que me permito con la excusa de esta gala, volveré al mundo real, no virtual, a proseguir en la búsqueda de an education for me.

sábado, marzo 06, 2010

Una ex - pareja de acción.


Si hay algo que pienso sobre Avatar y En tierra hostil, es que cada una es una película de acción, a su manera. Y, como tales, resultan formidables. Ahora la Academia tendrá que decidir por el pez gordo o el chico, o quizá una decisión salomónica: Película para James Cameron, Director para su ex (¡qué mejor galardón para el Día de la Mujer Trabajadora!).
He ido a ver Avatar esta tarde, y hacía bastante que no iba al cine en León. No tenía el menor sentido ver dicho filme en el ordenador. Eso es para películas de arte y ensayo, que pueda ver tomando algo calentito, o para blockbusters infames y sin acción, como el último Harry Potter. Avatar, como Star Wars o El señor de los anillos, es para ver en cine. Y una excusa perfecta para probar el nuevo 3D, ha evolucionado mucho desde que fui a ver esa última película de Freddy Kruger (que luego sería la penúltima o la antepenúltima...). Es una película-espectáculo, y como espectáculo es cojonudo. Otra cosa es como película en sí, pero merece la pena pagar ocho euros, creo que es la película más cara que he ido a ver. Fui porque mañana son los Oscar, o ahora o nunca. Y fui solo porque la mayoría de mis amigos la han visto, sin sentirme por ello más asocial (de lo que ya era antes).
Ha merecido la pena, todavía hay películas que te animan a ir al cine. Lo que menos me importaba era el guión, desde luego, con todo ese rollo un poco ingenuo e infantil (no en vano el cine estaba lleno de niños) y esa Madre Naturaleza haciendo de deus ex machina con su marabunta de bichejos. Tampoco estoy por criticar mucho porque Los Abrasadores también tiene bastante de filosofía verde, que yo igualmente bebo de las mismas fuentes que James Cameron, empezando por la de George Lucas. En fin. No voy a trasnochar mucho que para eso está mañana, veremos quién se lo lleva. Desde luego que Avatar no necesita el premio para tener publicidad... Y además amenazan con saga, por lo que puede tener más oportunidades. A la salida del cine, y viendo algunos especímenes como los que me encontré, no me extrañó que los na´vi mandaran a los alienígenas a hacer puñetas a su destrozado y poco evolucionado planeta.

jueves, marzo 04, 2010

PIGMALIÓN. FIN DE TEMPORADA. (II)


El sitio, Oxígeno Líquido, estaba situado en la calle Pez, como la Casa de León, pero ganando en modernidad a esta… No era muy grande. Barra estrecha, tipo bar del Zoe, y al fondo una especie de grutilla con la pantalla de proyección. El espacio no fue problema porque no asistió mucho público, supongo que por ser domingo por la noche. En todo caso sí vinieron bastantes actores y pude conocer a otras personas que trabajan detrás de la cámara. Antes de la emisión no es que se diera un discurso muy prolijo, yo sí quise aprovechar el momento para ofrecer un pequeño obsequio a los futuros papás. Una nimiedad, con más valor simbólico que otra cosa, que cogí en Prenatal algo falto de tiempo por una reseña de Curso Barroco. Bueno, cuando nazca el niño, o en el caso de que haya bautizo, procuraré estirarme más, je, je, era lo mínimo que podía hacer con mi primer amigo que va a ser padre.

Noté una ausencia bastante grande, la de Nacho, que al parecer se encuentra malito ahora en León. Bueno, quizá vaya a visitarle antes de publicar este texto. Hay que cuidarse, mi garganta me está dando una tregua que aún no me acabo de creer, y que dure… Por lo que se refiere al episodio en sí, a ver si recuerdo colgar el enlace al final, duraba cerca de media hora, casi el doble que uno normal, y acabó en un pico de alta tensión. A ver cuándo podemos empezar con la segunda temporada, que no sería elegante dejar a nuestros espectadores con tanta intriga a cuestas…

Tras dicho desenlace en punta, nos tomamos unos ricos mojitos hasta la medianoche, pasada la cual los supervivientes del grupo de cómicos quisieron que me uniera a ellos para seguir la juerga. Sin embargo, mi viaje ya no tenía mucha más gasolina y además se puso a diluviar de tal forma que me alegré de haber ido cargando con el paraguas durante toda la soleada jornada; me escabullí un poco a la francesa al ver el metro de Callao.

El regreso fue bien, leyendo felizmente la Fotogramas con especial sobre los Oscar en el tren. Podré ver este año la gala, aunque quizá eso me cueste pirarme otro par de horitas, y realizar una quiniela que suele ser lógica salvo excepciones. ¿Se llevará Sandra Bullock el Oscar por eliminación, frente a dos novatas y dos damas maduras que ya tienen una o más estatuillas? Bueno, ayer vi Precious, una película que me confirma cuántas ínfulas suelen darse los críticos, capaces de elevar al podio a películas que van de listas, sin serlo, como Un tipo serio o Donde viven los monstruos, y de tomar decisiones tan idiotas (no se me ocurre otro adjetivo) como la de dar cuatro estrellas a Crepúsculo y una estrellita a esta película, que al menos tiene una historia interesante que contar. Soy consciente de que el tema puede asustar: ¡Obesidad! ¡Pobreza! ¡Sida! ¡Lesbianas negras! Sin embargo, a mí me resultó una honesta historia de superación, que no manipula más que otras historias enrevesadas que nos quieren tomar por bobos. Y Penélope no se va a llevar un segundo Oscar consecutivo, tiempo tendrá ya, Mo´nique hace un papel complejo, malvado con aristas, que en algún momento te tiene con el corazón en un puño. Mi pregunta es: ya que no Heath Ledger, ¿quién se lo entregará?

Ya os comentaré. Este fin de semana tengo mi primer trabajo bolonio y habrá que currar tras los excesos matritenses, quizá me sobre tiempo para visitar los azules y virtuales mundos de Avatar o algo por el estilo…

PD- En la foto, yo junto a los dos directores y futuros papás antes de que se fueran a casita. He aquí el prometido enlace:

http://pigmaliontv.blogspot.com/

Que lo disfrutéis, y gracias por seguirnos.

martes, marzo 02, 2010

PIGMALIÓN. FIN DE TEMPORADA. (I)

Pocas veces habré tenido un viaje tan corto y fructífero como este, además transido por una extraña sensación de atemporalidad. He estado con gente a la que no veía desde hacía años, pero me pareció como si no hubiera pasado ni una semana. Quizá sea porque de físico estamos todos más o menos igual. ¿Buena señal? Je, je. Un chico, al que no veía desde hace casi tres años, me preguntó si había perdido quince kilos. ¡Bueno! No es para tanto. Menudo esqueleto estaría hecho… Además, ha constituido todo un revival: comí en el chino con Oli, como antaño; tuve una salida nocturna por Chueca, como antaño… La única novedad fue el motivo principal del viaje, la fiesta de Pigmalión y también el poder ver a dos de sus directores antes de su futura paternidad, y maternidad.

No llegué volando merced al viento pero en verdad los viajes en Alvia cada vez se me pasan más volando. En el de ida observé algunas curiosas coincidencias: me pusieron un documental sobre Finlandia, parecido a uno que visioné hace unas semanas; por la radio escuché una reseña sobre un libro que me prestó Alejandro hace poco; leí un artículo en la National Geographic sobre los viajes de Colón, el tema que tratamos en la última clase de Literatura Hispanoamericana… No serían las únicas coincidencias. A medianoche, cuando iba al McDonalds de Gran Vía donde había quedado, tuve el augurio de que me iba a asaltar la misma prostituta que en verano. Así fue. Durante la cena, había visto en la 2 primero un concierto de Beyonce y luego un documental sobre alquiler de vientres, pero la meretriz negra ni se parecía a Beyonce ni yo quise alquilar su vagina por treinta euros, que fue la suma que gasté entre la salida del sábado y la comida en el chino del domingo (y ambos casos lo pasé mucho mejor de lo que lo hubiera pasado con ella).

En efecto digo que era la misma porque me asaltó en la misma esquina, y con el mismo método agresivo y casi delictivo. En plan: ¿Hablas español?... ¿Do you speak english?... Vamos a follar, a mi habitación, treinta euros… A la próxima vez voy a llevar uno de esos aparatos que dan descargas eléctricas. ¡Qué atrevida es la ignorancia! Si ella hubiera sabido que el mes pasado ya he tenido sexo del bueno, y del gratis, no creo que me hubiera dado tanto la barrila. Claro que la culpa no la tiene ella sino sus explotadores, que debieran de estar en una isla desierta rodeada de tiburones. El resto de la noche transcurrió sin incidentes y de forma muy divertida, pudimos ver a algunas criaturas tipo Lovecraft que tan solo la noche madrileña puede parir.

No por falta de tiempo, pero no pude dormir mucho esa noche. Oli ya conoce mis comidas con resaca, no menos interesantes por ello. Caminé por zonas de Madrid que no conocía peatonalizadas, como Sol y Callao. La capital se hallaba rebosante; ni crisis, ni tormenta perfecta, ni leches. La semana pasada ya había tenido mi ración de comida oriental, fuimos al Gino´s para variar pero fue imposible, retornamos al clásico chino cercano a los cines Ideal. Mi habilidad con los palillos fue menor a la exhibida en el buffet japonés, supongo que debido a mi pobre estado. En la foto me podéis ver tratando de sujetar un cuenco de té sin quemarme.

Un par de planes no cuajaron, pero son planes que perfectamente se pueden llevar a cabo en León. Uno era ver Avatar en 3D, para dejar de ser un paria social, y el otro encontrar un libro de clase. No era el día apropiado para pasear… Me estuve recorriendo bastantes tiendas, muchas de las cuales no estaban abiertas, pero no hallé nada. Mis fuerzas comenzaban a flaquear y, haciendo honor a los inicios laborales de Hopewell en Madrid, tomé media cazuela de huevos rotos en el Cañas y Tapas. Hice bien, porque en el pub de la proyección solo servían de tapa unos gusanitos naranjas y enormes, como esos que me comía de Marcos cuando era más pequeño.