lunes, noviembre 30, 2015

De moda.

Mi novela Batallón de castrados, que finalicé este año, es una farsa en la que el punto de partida es la fiesta de cierre del último bar de ambiente de una ciudad inspirada en la mía propia y llamada Caldearium. Lo que no es una farsa, sino triste, es que este agonizante año se haya llevado por delante no uno, sino dos espacios de este tipo en la verdadera ciudad. De hecho... ¿Queda alguno? Si es así, espero que alguien me lo confirme, porque yo no tengo la menor idea. Ayer, funesta confirmación, vi el cartel de Se alquila en la discoteca en la que tan gratos e inolvidables momentos pasé en 2014. Reconozco, mea culpa, que, desde hace meses, yo no pasaba demasiado por allí, pero eso se debe a factores externos, como la marcha o desaparición de las personas con las que solía ir, por no hablar de mi propio traslado a Oviedo. De todas maneras, era un sitio necesario en León, y me resulta incomprensible su cierre, debido, supongo, a las clásicas complicaciones financieras que llevan a colgar el cartelito de marras en tantos comercios, locales de hostelería y demás recintos leoneses. Puede que León esté de moda, como señala una campaña reciente y el propio alcalde, pero las modas suelen ser pasajeras, y eso no es bueno. Aparte de los tropecientos gastrobares que están abriendo últimamente, León merece un surtido más variado, más diverso. No se logrará si cierran bares que trascendían, con mucho, la hipotética condición de gueto. ¿Abrirá alguno nuevo el año que viene? Dejémoslo como un deseo de buena voluntad para el 2016. Me encanta mi ciudad y me encanta enseñar mi ciudad, el próximo puente espero hacer, grosso modo, de guía en buena compañía, pero, más allá de las lógicas barreras de una ciudad pequeña, me gustaría que su atractivo turístico se haga más inclusivo para cualquier persona que desee disfrutarla. Es por ello que di a mi novela un final feliz (en el caso de que se publique no estropeo nada, pues es el final apropiado para una comedia). 

domingo, noviembre 29, 2015

Relativizando.

En algunos momentos de este mes, ya próximo a su conclusión, he llegado a pensar que el balance del mismo iba a ser tirando a mediocre, no diré negativo porque no ha sucedido nada que mereciera semejante valoración. Sin embargo, siempre hace falta esperar hasta el último día para reafirmarse en esa sensación y, sobre todo, realizar los juicios de manera global. Por no hablar de que en muchas ocasiones, pasado el tiempo, todo es susceptible de ser relativizado. Eso me sucedió con el año 2011. Lo tomé por malo, y no fue tal. De hecho, deja para el recuerdo instantes que pervivirán en mi memoria por fugaces que fuesen, como el relacionado con uno de los mejores ligues que he tenido (también uno de los más prepotentes, suele estar en relación). Buena parte de las vibraciones negativas de aquel año se produjeron, irónicamente, por culpa de otro ligue (y más que eso), que me puso en apuros, pero en menos apuros de lo que se había creído, le gustara o no. 
Por lo que se refiere a este mes, ya no hablaré más de ligues para que esto no parezca algún programa descerebrado, pero sí de que ha albergado suficientes puntos de interés: ya desde su inicio, con ese Halloween en la Compe con mi hermano Paco, situación poco frecuente, hasta esa cena casi en el desenlace, conociendo gente nueva y maja. Y, respecto al doctorado, cabe señalar que, tras defender la tesina en octubre, estaba claro que el ritmo no iba a mantenerse tan alto, lo cual me ha permitido dedicarme a actividades complementarias. No he faltado a una sola clase de Francés, ni he dejado de impartir ninguna de mis clases particulares, puedo estar satisfecho en ese sentido. En este mes, por otra parte, se han establecido planes para el futuro tan atractivos como ese viaje a París para el que ya he sacado los billetes, y tal vez, no es momento ahora para aventurarlo, la trascendencia de algunos de sus sucesos sea mayor de lo que pudiera pensar en un principio. A falta de regresar mañana y ver si el piso ha sobrevivido a la edición americana del Thanksgiving, esta es mi valoración, que, como indiqué, tal vez varíe en el futuro. Esa es una de las funciones más satisfactorias de este blog: ser un memento de los últimos años, para así poder contrastarlos y comprobar cuán mudable es el corazón, y cómo la importancia, o no, que dimos a ciertos acontecimientos se relativiza mirando con una cierta distancia y perspectiva. 

viernes, noviembre 27, 2015

Thanksgiving.



Tout est pardonné. Unos que vienen y otros que se van... Tan manido como suena. Yo ya  no guardo rencor, y mucho menos en un día como hoy, aunque en España no se celebre. Hoy ha sido, de todas maneras, una jornada especial. Por la mañana, aprendiendo cómo se defiende una tesis doctoral por parte de una compañera, que la hizo además sobre cine, mi otra carrera, analizando la biografía fílmica de Sylvia Plath. Yo no defendía, pero estaba nervioso como si lo hiciera. Eso sí, actuando como infiltrado, tomando notas en plan espionaje industrial. Me ha venido bastante bien, he perdido un poco el miedo y, además, he tenido una tutoría con mi directora para tirar hacia delante con este curso. Allá vamos. 



Por la noche, aprender a enrollar sushi por parte de auténticos estudiantes japoneses. Sí, hay pruebas. Cierto que aún no tengo las fotos porque no me las han mandado, pero todo llegará, supongo. No se me dio mal la cosa. Todo lo que sea mejorar mis conocimientos de cultura oriental, encantado, y más si luego me los puedo comer con una pizquita de wasabi. Podría preguntarse uno que por qué, si no me gusta mucho el pescado, me lo como crudo. Incluso los calamares los comí crudos, rara cosa, con lo buenos que están fritos en el Casa Condeso. Bueno, la vida es probar nuevas experiencias. También me comía el arenque crudo en Suecia, con su aquavit para paliar el sabor... 



Así que, raro acontecimiento, Thanksgiving con acento japonés. El pavo, no obstante, llegará el sábado. Yo no estaré para verlo, prefiero ir a León y trabajar un poco, ahora que me he motivado con la defensa de esta mañana. Ya sobrará alguna tajada que me caerá la semana que viene, debo suponer. 




En este mismo blog explicaba por qué no había hecho Erasmus (hasta el momento, claro). Esta cena, sin embargo, tenía todo el sabor a Erasmus, aunque los japoneses no puedan serlo, tratándose de un programa europeo. Usemos el genérico, pues. Debo dar gracias, nunca mejor dicho, por un día como el de hoy. Cierto que en este mes, ya a punto de concluir, no siempre he conseguido lo que quería, por ejemplo en el terreno social, pero los altibajos son más que previsibles en un proyecto de estas características, y la valoración global me parece positiva. 








domingo, noviembre 22, 2015

Ma petite rebelión tecnológica.

Intentar escribir estas líneas cuando: a) Al fin hace un tiempo verdaderamente otoñal y, por ende, también ha regresado el catarro otoñal; y b) Tengo como ambientación sonora la matraca constante en que se ha convertido el rugir de motores de este ordenador; por tanto, todo ello conforma un conjunto poco inspirador. Leyendo ayer a Epicuro y Montaigne podía extraer la máxima de que el dinero, en exceso, puede convertirse en ocupación tan esclava y situación tan desasosegante como la penuria; no obstante, una cosa es no vivir para el consumo, y otra alargar artificialmente la vida de unos cacharros que han sido diseñados según los principios de la obsolescencia programada. A este portátil le puedo perdonar que vaya lento, pero no el ruido. Y suerte que este mes ha sido prácticamente vacacional en lo que se refiere al doctorado. Tan solo la música de mi reproductor, si bien no a demasiado volumen, ha sido capaz de acallar ese zumbido agonizante. Tengo dos ordenadores y ninguno funciona apropiadamente. Se sortea un formateo. Puede que dos. Una última operación de urgencia antes de optar por adquirir otro en las rebajas, que tampoco es que fuera a salir muy caro y, desde luego, se amortizaría sobradamente para el final de este curso. 
Otorguemos una calurosa despedida, por otro lado, al móvil de cuarta mano (ya que no de cuarta generación), caracterizado por atorarse de buenas a primeras y que será sustituido, seguramente, en las próximas fiestas. Por lo que respecta al calcetín que lo recubre, se encuentra en pleno proceso de desintegración, tras las numerosas veces en que he creído perderlo pero finalmente aparecía con una fidelidad digna de encomio. Es dura y corta la existencia de estas pequeñas almas de chip, pero en el caso presente ha resultado mucho más fructífera que la de otros aparatos apartados por el dictado de las modas, cuando aún albergan mucha vida en su interior. Se han ganado una merecido jubilación, y ya se rebelan porque yo todavía no se la concedo. Buen servicio, camarades. No sobreviviréis al 2015. Al menos, no demasiado. 

sábado, noviembre 14, 2015

Macabras coincidencias.

Incluso en esta época de comunicaciones inmediatas es posible crearse una burbuja durante varias horas, sobre todo si, en base a unas normas no escritas de cortesía y compañerismo, se procura no mirar demasiado el móvil durante una reunión social. Eso es lo que yo procuro hacer, y ayer solo rompí esa regla para buscar unas fotos sobre lucha leonesa que, si el autor no ha sido consciente del homoerotismo que desprenden, desde luego que me dejaría de piedra. Entre estas frivolidades y birras varias, no nos dimos cuenta de que, en París, en esos mismos instantes, otras personas que disfrutaban con normalidad de su ocio iban a sufrir una abrupta y violenta interrupción. Incluso, macabra coincidencia, estuvimos bromeando sobre la posible pedantería intrínseca del idioma francés, al menos hacia nuestros oídos. Es cierto. Mi profesor dice que, para hablar francés, hay que darse importancia. Yo es lo que hago, por ridículo que suene, y él mismo ha alabado mi entusiasmo. Lo cual me alegra, no por una mera cuestión de orgullo sino porque me gustan esas clases. Asisto, en primer lugar, por querencia propia, y en segundo por motivos curriculares y académicos. J´aime una buena parte de la cultura francesa, y su lengua como parte de ella. 
Fui postergando aprender su idioma. Sí, también he ido postergando la visita a París, ciudad del romanticismo, bla, bla. Macabra ironía, también, que hace dos semanas hablara con Paco la posibilidad de que pudiéramos coincidir allí después de Navidad. En todo caso, lo importante es vencer el miedo. No renunciar a nuestro estilo de vida, yendo a bares o a discotecas tan solo por el temor de que alguna persona fanatizada pretenda destruir dicho estilo a tiros. En otro macabro presagio, el profesor se entonó a cantar la Marsellesa el pasado jueves, himno del que, ahora por fin, ya voy comprendiendo algo de su letra. Si finalmente el año que viene consigo hacer ese viaje a la capital gala (aunque solo sea un par de días, si el presupuesto no da para más), chapurrearé mi nuevo idioma y estoy convencido de que nada, ninguna pátina de ideología o credo, logrará eclipsar la belleza que confío encontrar allí. Incluso en las Catacumbas, a donde me gustaría ir si bien no es la mejor imagen para traer ahora. Cierto que llevo tres años sin viajar al extranjero, y que en el presente me hubiera gustado pero no lo he hecho. De todas maneras, siempre preferí calidad a cantidad. El valor simbólico frente a la simple experiencia turística. Y eso es lo que espero encontrarme cuando ponga los pies en esa hoy castigada urbe. Los acontecimientos han redoblado mi ímpetu de ir allí y dejarme envolver por toda su esencia, que permanecerá intacta. Confío en que podáis verlo en este mismo espacio y que consiga, al igual que hizo mi hermano, reflejar en mis fotografías una cara no tan estándar y más humanizada de la ciudad. 

martes, noviembre 10, 2015

Pumarín: Año Uno.



¡Más aniversarios! Hace un año que llegué a este piso, por entonces escasamente amueblado, y me instalé en la habitación pequeña de la foto, separada ahora de la mía por una pared fina, demasiado fina, a la que vendría bien alguna técnica de insonorización tipo Proust. No es que se haya perdido aquel silencio, en ocasiones aterrador, con el que me estrené aquí. Continúa apareciendo, de modo intermitente, no así la sensación de soledad que me acompañó en aquellos primeros momentos y que, por cuestión quizá de masoquismo, acompañé del visionado de la clásica película de fantasmas. No importa, ningún fenómeno paranormal ha aparecido en esta vivienda desde entonces. 
Ahora ya tengo wifi, trabajo temporal (ayer fue mi payday), más muebles y compañera. Sigo descubriendo Oviedo y Gijón. El sábado, en la calle Martín Vigil, con un par de interesantes librerías, de lance y alternativa, y otro par de buenas cervecerías una con la Old Skull de León, una IPA difícil de encontrar en mi ciudad de origen. El domingo regresé a Gijón, no iba desde agosto y pareciera que no había cambiado de mes, dado el tiempo. Me habían quedado pendientes entonces otras librerías, tipo café, como La Revoltosa o Toma 3, esta última con conciertos y proyecciones en la pared de filmes como Psicosis. Una lástima, eso sí, que nadie estuviera en condiciones de acompañarme en estas exploraciones. Hace un año, ya desde antes de mi mudanza, ya había logrado concertar una cita aquí, con un amigo, también bloguero, ahora mismo un tanto liado con su curro. He conocido gente, pero no tanta como debería o, mejor dicho, me han faltado ocasiones de continuidad. De todas maneras, seamos francos: hay muchos, muchos recursos que todavía no he explotado, valga citar los cuatro o cinco del pasado fin de semana como hipotéticos cuarteles de operaciones. Y en última instancia, la principal razón de estancia aquí es el doctorado, que continúa con ritmo estable, más calmado ahora tras la tesina. 
El mero hecho de que, un año después, continúe aquí, circunstancia no muy común en mis pisos de alquiler, ya es señal de que me he encontrado cómodo, con un nivel de independencia que me ha beneficiado en lo personal, en lo académico-laboral y en lo creativo. Si no hay sorpresas, buenas o malas, mi intención es permanecer aquí hasta que complete mi tesis. Mi casera y tutora, Esther, me enseñó ayer lo monas que vienen ahora las tesis doctorales, ja, ja, tipo libro a doble cara y con una longitud que es la que yo me planteo, sobre trescientas páginas. En la imprenta te sangrarán, cierto, pero el resultado es lo bastante óptimo como para guardar en estanterías, donde tal vez nadie las vuelva a leer, y para inmortalizarlo en imágenes como la que confío en colgar aquí, a su debido momento. 

viernes, noviembre 06, 2015

Tres años.


Se cumplen tres años desde que viajé a Suecia, y qué mejor manera de celebrarlo que con esta botella de Absolut Pride, producto de la tierra, de hecho, de la misma tierra en la que estuve viviendo: el granero de Escania. Le dije a Jill que la compraría, ahora que en breve me van a pagar mis primeras clases particulares del curso, y ayer la estrenamos. No estuve en el piso para celebrar Halloween pero anoche, sin ninguna razón aparente más allá de ver AHS, tuvimos una cena mejicana gracias a Sam, official chef que nos deleitó con tacos y margaritas. En contra de lo que pudiera parecer, creo que mi catarro no se resintió, antes bien me ha permitido retomar el gimnasio. 
Tres años después, me siento preparado para el hipotético caso de que quisiera regresar. No solo he obtenido más experiencia académica, con el máster, el doctorado y los idiomas, y más experiencia laboral con mis pinitos de profesor. También, experiencia de la vida en sí misma, me siento una persona más desarrollada y, si regresare (con contrato o no), sería bastante consciente de que, más allá de aquellos recorridos turísticos y naturales de los que fui dando cuenta por este canal, tendría que ganarme el futuro desde el primer día de estancia. De momento, es necesario defender la tesis. Cierto que el doctorado (en parte) se puede realizar a distancia. Allá por mayo, incluso, cuando la vida social aquí ofrecía menos posibilidades que ahora, llegué a pensar en realizar ya no una estancia internacional, sino realmente pasar una larga temporada en el extranjero. No obstante, no merece la pena. Aquí hay jornadas, congresos, contacto directo con tutora y directora, hasta ahora me ha ido bastante bien y no veo razón de que la progresión vaya a detenerse. 
Además, esto me permite estar en contacto con las raíces leonesas, algo de lo que no podré presumir cuando llegue el caso de regresar fuera. No necesariamente a Suecia, pero, de todos modos, no cabe duda de que mi estancia allí fue bien aprovechada, y determinante. 

jueves, noviembre 05, 2015

Merde.

Ayer vi una película tan infecta que ni siquiera quiero poner su cartel aquí. Lo peor de todo es que ya tenía malas expectativas, que quedaron superadas. Es la segunda vez en el año que me sucede, tras Pixels, a la que tenía por película de aventuras de los años ochenta pero resulta que no era otra cosa que una comedia de Adam Sandler, con los chistes asociados a esta clase. En el caso de Knock, knock, de Eli Roth, es que ni siquiera es una peli de terror o un thriller, es otra comedia, involuntaria. Hitchcock se estará muriendo otra vez, pero de carcajadas. Roth siempre ostenta el leit-motiv de la desconfianza, de la Otredad. Desconfianza hacia Europa del Este, o directamente xenofobia (Hostel), desconfianza hacia las mujeres, desconfianza a abrir la puerta o a ayudar a los extraños (en el presente caso). Y eso que no he visto Green Inferno, donde por lo visto los malos son los pobres indígenas de la Amazonia, esquilmados por el considerado Primer Mundo. 
Esta película es mala de dolor. Guión ridículo, deficientes actuaciones, sensación de absurdo y escasa originalidad. Si no fuera por ese carcajeante final, podríamos hablar de un remake de Atracción fatal. Pero no es remake, ni siquiera parodia. Pretende que nos la creamos, y ahí está el problema. Cómo me voy yo a creer que Keanu Reeves, tras películas como Speed o Matrix, se va a dejar vencer como una ursulina por dos chavalas con buen cuerpo, bien lo enseñan, pero que no son precisamente heroínas de acción. Cómo me voy a creer que parte del suspense radique en la posibilidad de que sean menores de edad, cuando es más claro que el agua que no lo son. ¿Y qué clase de psicópatas, porque lo son, cuelgan un vídeo en una red social enseñando su rostro? Esto no tiene pies ni cabeza. Lo más irritante, en suma, es que tras hora y media de utilizar todos los tópicos machistas asociados a las mujeres (zorras, locas, mentirosas, etc.), al final parece que quieren introducir un mensaje feminista. La culpa es del tío, por infiel. Eso entronca con el espíritu reaccionario de los años ochenta, pero es que es mentira. Infiel, después de un episodio de acoso sexual, casi violación. Más le hubiera valido al director y a sus guionistas ahorrarse la lección. Ya en Hostel 2 se incluyó una castración, cual si fuera una plasmación gráfica del Manifesto SCUM. Otro toque gore, más bien. Aquí, como en otros filmes del autor, las mujeres son el cebo para el crimen, y los hombres las siguen hacia el matadero o, si se resisten, las violan, como en Aftershock, la anterior y muy desagradable película de los mismos creadores. Pues eso, una auténtica merde
Si alguien quiere ver una buena parodia del cine de terror de los años ochenta, que vea The final girls, un divertido ejercicio metanarrativo sobre Viernes 13. Eso sí, sin los desnudos de las cintas de los años ochenta, por eso de obtener una calificación moral más benévola. 

lunes, noviembre 02, 2015

Hitch is coming.


El Día de Difuntos nos devuelve a un personaje del pasado, que no estaba, desde luego, muerto. Tan solo esperando su regreso en tiempos apropiados, tiempos duros que requieren del heroísmo peculiar que alguien así puede llevar a cabo. ¿O no? En todo caso, el hechizo está en el aire y ya solo queda esperar la resurrección.