martes, abril 30, 2019

Noche de Walpurgis.

Ya lo he dicho por aquí, en más de una ocasión: a veces, basta quejarse de que algo no aparece y... ¡voilá! Ahí lo tenemos. No había habido sorpresas positivas en el mes, lo dije el sábado y, la misma jornada por la noche, en realidad las dos de la madrugada del domingo, curioso momento para que me confirmen que tengo mi primer artículo de revista académica publicado, el de Cuestiones de Género. Y, además, de aquí de León, de la que considero mi universidad de siempre, he sido profeta en mi tierra. ¡Pues se acabó la espera! No era mi candidato a artículo salvador, pero, en fin, eso también forma parte de las sorpresas y los giros de guion de este doctorado. El artículo sobre las brujas en Winterson, ¿cómo no iba a darme suerte en vísperas de la Noche de Walpurgis? No en vano lo envié ya hace un año, cuando tenía en mi poder la agenda de las brujas. 2018 resultó más positivo de lo esperado, al igual que el cuarto curso. La ruta ha sido larga y todavía hay mecha; sobre todo, falta por conocer el resultado del artículo de S. XXI, que tenía mejores informes que el otro. Si ya me publican dos, me sobro; y eso que todavía falta por saber el destino de la supuesta bala de plata, del capítulo para el libro basado en el congreso de Mundo Hispánico. 
Así pues, todo lo demás es irrelevante. Ni una sola diva podrá arrebatarme la satisfacción de haber conseguido el objetivo detrás del que llevo, por lo menos, un par de años. Si los árboles no dejan ver el bosque, la odisea del artículo no me dejaba ver la propia tesis, que no he podido trabajar tanto como quería. Pues bien, ahora llega el momento de la tesis, de pasarla por el tuneo de las referencias científicas y el corsé de la apariencia académica. ¡A ver si cuela! Nada hay imposible para los Abrasadores. Y que vivan las bruxas. 

sábado, abril 27, 2019

Sentencia de muerte para la grosería.

Termina el mes, que no ha seguido la senda del anterior. Nada de sorpresas imprevistas y motivadoras, antes bien la tensa espera, el silencio, en ocasiones, incomprensible, y mucho esperpento, mucha mala educación. El título de esta entrada corresponde a uno de los relatos de la antología Prohibido a nerviosos, presentada por el amigo Hitch(cock). Al protagonista le diagnostican unos cuatro meses de vida, ante lo cual decide ir ejecutando a personas que se muestran gratuitamente groseras, a veces con verdadera alevosía y mala fe. No es que yo pretenda seguir esa línea, ni que la recomiende, aunque, la verdad, es una fantasía común en muchas mentes. Aunque yo mismo pueda pecar de falta de modales, de vez en cuando, no lo hago de manera sistemática, ni tampoco con la descarada falta de seriedad que ostentan otras personas con las que tengo la gracia o la desgracia de encontrarme.
Este mes ha sido espectacular respecto a realidades de este tipo y no, no me refiero solo a la tensa espera de los artículos, sino a gente que deja de hablar, que no contesta a saludos, que se muestra simpática para darte la espalda al día siguiente, o que no aparece a la hora fijada y tampoco se disculpa por ello. Son algunos ejemplos, imagino que habrá habido más. Mucha reina de baratillo, mucha diva, muchas ganas de marear ahora que no necesito que me mareen, que necesito guardar las neuronas que me queden para solucionar un proyecto que, a día de hoy, todavía no puedo dar por seguro. Así que, en fin, sentencia de muerte es excesivo, pero fuera de mi vida estas reinonas e inestables, al menos hasta que termine con esta agonía doctoral. Ya solo me faltaba que este curso se hubiera convertido en el curso de las reinas. 

domingo, abril 14, 2019

Conejito de la suerte.



Dos semanas después, ya he enviado los dos artículos con enmiendas, y ahora toca seguir con la conocida dinámica del doctorado: la espera, o la tensa espera. Con la salvedad, eso sí, de que el plazo se está terminando, por lo que confío en que este mes pueda recibir al menos una de las respuestas. Ayer, después de la entrega del segundo artículo, me pasé por la pequeña feria friki de Espacio Vías, que el año pasado me había sorprendido a finales de Semana Santa, y este lo hizo al comienzo. Como suele suceder en esta ciudad, logré que algún amigo se me uniera en la expedición geek, a pesar de que el nivel de hormonas adolescentes del recinto era todavía más desproporcionado que en sus hermanas mayores, como el Level Up, no digamos ya el CometCon o Metrópoli. 
Sin embargo, ya he resaltado varias veces por aquí cómo es un ambiente en el que me siento como pez en el agua, no solo como friki, también friki queer: con sus chicas envueltas en banderas del arco iris, tíos haciendo cosplay travesti, y chapas que ponen Fuck gender roles. Por no hablar de las coreografías de pop coreano que estaban montando en el escenario, y que eran el verdadero espectáculo del momento. Dado que no había demasiados puestos en los que dejarme la pasta, al final, por tradición, pillé un sobre sorpresa libre de etiqueta de género (había otros rosas que ponían solo para chicas) y, pese a su supuesta masculinidad, me tocó un colgante de conejito con el que no se si me admitirían a alguna cofradía de papones. El conejo parece tener cierto gesto psicópata pero, aunque yo no soy de llevar colgantes y, por ahora, lo tengo aquí junto al ordenador en un rincón de recuerdos frikis, espero que sea mi conejito de la suerte para las semanas decisivas que se aproximan. Ahora voy a seguir con la tesis, el proyecto principal que, irónicamente, ha venido jugando un papel secundario con esta mandanga de los artículos.