viernes, julio 19, 2013

Reencuentro con el mar.


Decidí tomarme un par de días para establecer un paréntesis en mis crónicas nórdicas e ir a visitar otra clase de mar, también frío aunque no tanto, desde luego, como el que fue testigo de mis aventuras allá por el otoño pasado. Estuve un par de noches en Gijón, para ver la Semana Negra, un evento literario, si bien con otras ramificaciones, en el que nunca había puesto los pies. También tenía ganas de bañarme en la playa, algo que hubiera sido muy desaconsejable de haberlo intentando a finales de noviembre en Malmö. Tuve la suerte, además, de que mi amigo Alejandro se encontraba allí pasando unos días, en el domicilio familiar alquilado en esa ciudad. Por tanto, no me sentí solo durante la estancia asturiana. Me llevó a ver el Elogio del Horizonte, y por el camino pude contemplar hermosas panorámicas como la de arriba. Frente a lo que sucede en ocasiones, la tierra astur nos regaló un tiempo espléndido. 


La Semana Negra celebraba su última jornada, en domingo, y no es de extrañar que se encontrase bastante concurrida, como puede comprobarse en esta instantánea, con esa curiosa escultura de una rubia de culo prieto que parece escalar por una montaña de libros. El recinto estaba un poco a desmano, y polvoriento, eso se notaba sobre todo a la hora de manosear los volúmenes, tanto si eran nuevos como de segunda mano. Al principio no veíamos los puestos literarios por ninguna parte, parecía una feria más, con su mercadillo de baratijas y carpas con churros y bollus preñaus. Finalmente llegamos a la calle de las librerías, y yo me llevé un ejemplar de recuerdo, tras comprobar con sorpresa cómo su precio variaba de los quince euros en un puesto a los siete en otro. 


El señor paseo hasta la feria se compensó al pasar por la Competencia de Gijón. A diferencia de la de Oviedo, allí sí nos pusieron la correspondiente porción de pizza. No faltaron las sidras, pero esa costumbre la reservamos para el día siguiente, tras una jornada playera tranquila, de lectura al sol y posterior baño en el Cantábrico, frío aunque calmado, con bandera verde. Hacía algunos años que no me bañaba en el mar, así que regresé aquí bastante relajado, si bien lo mejor estaba por venir. De modo inesperado, como suele suceder. Hace un par de días llegó una carta de la universidad, invitándome al Acto Académico de apertura del próximo curso, donde se entregarán los Premios Extraordinarios de Fin de Carrera y de Máster, puesto que yo soy uno de los premiados, en la promoción 2011/2012. Yo ya no esperaba ese premio, la verdad... Pero, al margen de la rentabilidad que pueda sacarle respecto a encontrar empleo, resulta una inyección de moral de cara al próximo curso, a la mitad de máster que me resta. Y un desafío, claro, el listón está alto y, si quiero un premio análogo respecto al máster, no habrá que bajar la guardia. 
Al final, los sacrificios llevados a cabo para obtener un buen expediente, ya lo creo que los ha habido, han merecido la pena. Y soportar los malos momentos que, puntualmente, han aparecido en la carrera. Aquí sí se ha cumplido la sentencia: a la tercera, la vencida, y la perseverancia ha dado sus frutos.