jueves, abril 30, 2015

Narciso se va de copas.



La operación Tupper Trip se saldó con gran éxito, no solo por la llegada íntegra de recipientes y contenidos, sino porque las raciones de tapeo, que allí como aquí se suelen caracterizar por fritanga a tope, no han impedido que cumpla mi objetivo de peso para este final de mes, aquel que me marqué cuando vi que los pantalones de las rebajas de invierno me los tenía que meter con calzador. Satisfecho no solo por eso, sino porque no se ha desperdiciado comida. Si cada muerte por hambre se puede considerar un crimen, ya que en nuestro mundo rico se arrojan toneladas de comida a la basura, qué menos que llevar a cabo un consumo responsable como contrapeso para esa situación. 
Las calorías, claro está, no solo vienen por vía sólida. Eso ya lo sabía desde hace años, por eso me sorprendió que ayer todos los noticieros hablaran de cómo engorda el alcohol, cual si fuera un gran descubrimiento. Lo hacían, eso sí, por la recomendación de las autoridades europeas de incluir el número de calorías que tienen una birra, una copa o un vino, si recuerdo bien. Es decir: si no se consigue que la gente no beba por motivos de salud, al menos que no lo hagan por narcisismo. Yo he moderado la ingesta, y lo noto para bien. Bajo nuestro refugio ante la lluvia en Chueca, no cayó un mojito como los de otros tiempos más soleados, véase arriba. Mosquis, ni siquiera pude tomar algo low-cost en Copas Rotas con Pedro, gracias a las ganas de jarana de sus pupilos y pupilas. No hay mal que por bien no venga... Me quedé con la caña de Paulaner. En realidad, yo pedí una caña y trajeron una pinta. La camarera tenía un problema de comprensión o de codicia. 
¿Cuál debería ser la norma? Lo más obvio: moderación. Lo ponen en todas partes: Se recomienda beber con moderación, Wine with moderation, etc. En la bebida al igual que en la comida. Te puedes tomar una croqueta de boletus, unas bravas viajeras o cuarto de sobao pasiego, pero, al menos, compénsalo con un poco de ejercicio o una cena ligera. Respecto al vino o la cerveza, cacareados elementos de la dieta mediterránea, pura aritmética: dos mejor que seis. En las copas, muchas veces engorda más el refresco con el que se mezcla el licor. ¿Qué tal un on the rocks? Y si ya llevan azúcar en abundancia, como el citado mojito, apaga y vámonos. Por no hablar de la combinación alcohol-tapa, la tormenta perfecta que dominamos en estos lares. ¡No pasa nada! Después de ver cómo en Oviedo pareciera, en algunos sitios, que tienen las tapas contadas, en este puente no me privaré de esta sana costumbre... con moderación, valga la redundancia. ¡Feliz Noche de Walpurgis! 

lunes, abril 27, 2015

Tupper Trip.



A priori, mi última visita al Reino Pera de Madrid antes de que las próximas elecciones cambien tanto la alcaldía como la presidencia de la comunidad. La antigua responsable de este último cargo, postulante ahora al bastón de alcaldesa, expresaba hoy su propósito de que no haya gente durmiendo en la calle (en el centro, se supone), para dar buena imagen al turismo. ¿Y dónde iban a dormir? Cada vez hay menos bancos y más terrazas. Se da el caso, como pasa en la plaza de Ópera, de que los bancos han sido divididos en dos a través de una barra. Una cuestión práctica si te sientas a esperar a alguien, leyendo un libro, no tan cómoda si quieres dormir allí. Claro que hay quien se ve obligado a dormir, de forma literal, debajo de un puente, como vi junto a Plaza España. Más que molestar de manera estética, molesta el problema de fondo que origina la situación, por no hablar de mi desconcierto ante el hecho de que alguien pueda conciliar el sueño en un recodo de tráfico continuo. Hay otros aspectos que los turistas agradecerían, por ejemplo, recuperar las antiguas frecuencias del metro, ¿no? 
Como sea que no todo lo que han hecho en los últimos años ha sido malo, en el Matadero de Legazpi había una exposición que venía ni que pensada a propósito como epílogo de Research Matters. Estaba dedicada al colectivo Guerrilla Girls, conocido sobre todo porque sus integrantes se cubren con máscaras de gorila. Es un grupo feminista que se dedica a realizar performances, pegadas de carteles y otras campañas con el fin de denunciar la desigualdad, en primer lugar, de la mujer creadora en el mundo del arte, y también dirigen sus críticas contra la industria del cine, las leyes discriminatorias, etc. Tuve la suerte de coincidir con los últimos días en que se exponía. Esta semana, durante el puente, llegará la marabunta de Game of Thrones, la exposición más multitudinaria que se haya hecho nunca en ese recinto y a la cual no podré ir. Da igual. Puestos a ser mitómanos, todavía me queda la de Cuarto Milenio en Gijón. 


Ya van tres años que coincido con mi hermano Pedro durante la excursión que le trae aquí junto a chicos y chicas de su escuela, además de otras profesoras. El viernes cenamos en un sitio más castizo imposible, con el toro de Osborne omnipresente en todas partes. Mucho tapeo pero menos apetito, al parecer, ya que me endosaron cuatro tupperwares con los restos. Algunos de los cuales, junto a otros que me cayeron al día siguiente cuando les fui a buscar a un restaurante gallego, me han acompañado hasta León. Aquí no se tira nada, mucho menos con los precios que se estilan en la zona turística matritense... Lo más rentable, claro, sigue siendo ir a un bufé oriental. Eso hice el sábado con el amigo y viejo conocido de este espacio Hall. En una tarde muy productiva, luego estuve con Clara y Juanjo en la plaza de Chueca. No cayó el diluvio de azufre y lava de Sodoma y Gomorra, pero sí un diluvio a secas, que quizá quisiera lavar tanto pecado allá suelto. Suerte que allí son más que previsores y una sombrilla lo mismo quita el sol que el agua. Mojarse, solo la garganta. 


Y aquí estamos, unos días en León antes de que comience el curso para el que ya me he matriculado de formación transversal. Volveré a Madrid, aunque con perspectivas a salir desde allí a Segovia-La Granja, imagino que cuando ya haya pasado la vorágine electoral. Para muestra, la división colorista del sábado en la plaza de Legazpi. Mañana, naranjitos. Tarde, moraditos. Suena chistoso, pero así fue. Nos espera un mes pero que muy animado, ya no solo en el ámbito de mi investigación. 

miércoles, abril 22, 2015

Research Matters.



202 entradas me dice la estadística que hubo ayer en el blog. ¿Mande? Muchas me parecen, no recuerdo algo así, al menos desde hace mucho tiempo. A mí no es que me interese demasiado la estadística, de hecho hay un curso de formación transversal sobre ello en mayo pero yo voy a asistir a uno sobre propiedad intelectual. Se agradece, en todo caso, es un número notable para un blog que mantengo como un espacio, básicamente, sentimental, sin afán de promocionarme (de hecho, no lo promociono, ni siquiera cuando hoy me presentaron en las jornadas). 
El diploma no lo pongo por autobombo, sino como símbolo de la primera actividad obligatoria, si bien de gustoso cumplimiento, que he llevado a cabo para el doctorado. También como recordatorio de mis primeras jornadas de investigación Research Matters, con alumnado del máster y del PhD explicando sus respectivos proyectos. 6 minutos creo que estuve. Tampoco es que hubiera tiempo para mucho más. Lo ensayé en el salón, enfrente de los amplios ventanales al monte. Lo expuse de pie, con diapositivas y sin mirar al papel, un poco en el American Way de mi hermano Paconcio cuando da sus conferencias médicas, salvando las amplias distancias. 
Mañana voy a Madrid, para ver a otro hermano, a algunos amigos, quizá una o dos exposiciones e intentar no ser presa del consumismo, salvo con algunas obras de Beatriz Gimeno que, probablemente, o las compre allí o habrá que recurrir a don Amazón. Gasto justificado, para analizar y anotar profusamente.La verdad es que ha sido una experiencia bastante satisfactoria. Si el doctorado puede resultar un proceso solitario, aunque nunca una travesía en el desierto, es muy positivo conocer a las personas que van en tu mismo barco. Confío repetir en el tercer curso, cuando seguramente tenga mucho más que contar sobre el viaje. 

domingo, abril 19, 2015

Semana freak, queer y freudiana.

Cuando uno dispone un viaje a Madrid en el horizonte cercano, por breve que sea, conviene gastar menos en otros asuntos, por aquello de hacer balance. Ya el lunes me había agenciado el tercer ladrillo de la saga El portador de la luz, de Brent Weeks, que salió el mes pasado y, por tanto, no hubo opción de rebaja posible. Mis padres me iniciaron en la serie, que es buena aunque prefiero la de Martin, cuando me trajeron la segunda entrega de Suecia. Hablando del tema, el lunes también vi el primer capítulo de la presente temporada de Juego de Tronos. No faltó alguna escena bastante queer, a juego con las teorías que he estado resumiendo durante la semana para la introducción de mi tesina. ¿Y qué pinta Freud en todo esto? Bueno, al hablar de queer siempre hay alguna reminiscencia hacia su figura, aunque solo sea para vituperarle. En todo caso, no lo cito por eso. 
Hablábamos del presupuesto para libros. Aparte de la fantasía heroica, hoy tenía pensado adquirir el volumen compilador de Freud que venía con el periódico. Pero claro, fui al rastro y vi uno que me traía tres obras suyas por un euro. Al saco, junto a la Galaxia Gutenberg de McLuhan, que me trae recuerdos de la asignatura de Medios de Comunicación, la última que aprobé en la carrera. El rastro, o mercadillos librescos similares, tiene el peligro de la compulsividad. Lo he comprobado. Compras un libro por dos euros y poco más allá te lo encuentras por uno. No me pasó eso, pero sí ver otro ladrillo, este con las obras fundamentales del psicoanálisis de Freud, que también acabé comprando. Con todo, los dos me salieron por un precio mucho más reducido que el que venía con el periódico, el cual no dejaba de ser una mera antología comentada. 
No hay demasiadas esperanzas de que el próximo domingo visite la cuesta Moyano, así que podré rebajar el ritmo... En realidad, mi viaje a Madrid debería ser más largo, pero me han puesto una matrícula online de cuatro días, la mitad de los cuales, irónicamente, coinciden con el fin de semana, cuando los bancos no están abiertos. Cursos de formación que no dejan de ser un poco de sacacuartos y un poco de obstáculo para aquellas personas que no vivan en Oviedo o tengan trabajo más o menos estable, al margen de que su contenido pueda ser interesante y útil para el doctorado. 
Da igual. Dos meses apretados, para los cuales tengo esperanza. La Fuerza despierta, parafraseando el título de la próxima película de Star Wars. Lo de semana friki iba por ello también, yo también me he emocionado al ver el avance y escuchar lo de Chewie, estamos en casa. Creo que es un sentimiento que permanece en el subconsciente de una generación. Y, con ello, volvemos a Freud. 

domingo, abril 12, 2015

Amanece en Oviedo.




Con el título no me refiero al día de hoy, hace ya bastante que ha amanecido. No obstante, se me antoja pronto para estar escribiendo aquí, cuando tanta gente andará aprovechando para descansar, con o sin excesos previos. Anoche seguí explorando el tapeo ovetense, con algún bar clonado de León y abriendo mi lista negra para aquellos que, o no dan tapa, o la dan de forma bastante selectiva. Estando la caña a dos euros, más cara de lo habitual, ya podían estirarse, pardiez. No he salido aún lo que es de madrugada, pero no será porque no conozca ya las zonas para hacerlo. Lo único que, cuando he pasado por las mismas, o estaban cerradas y solitarias o bien con un público adolescente en demasía. 
Por allí anduvimos Pedro y yo hace unos seis días. El lunes pasado, la semana despertó al tiempo que yo lo hacía con ella. Descansado ya de la Semana Santa, nos pusimos en contacto a las seis de la mañana, y eso que él había llegado incluso antes. Tomé un té negro en el salón, oteando por los inmensos ventanales cómo todavía era de noche cerrada, y observando cómo iba aclarándose un poco a medida que pasábamos de las siete. Esto de ver amanecer imagino que será un ritual que reviente a quien lo tenga que hacer a diario, por obligación, pero de vez en cuando resulta reconfortante. Cual si fuera un currante más, me encaminé entonces a la cafetería enfrente de la estación de tren donde tendría lugar el desayuno, línea de salida de una serie de comilonas durante un par de jornadas, de las cuales mi peso ya se ha recuperado a día de hoy. 
La verdad es que me hacía mucha ilusión actuar por vez primera como guía en una ciudad que tampoco es que conozca tanto. Con todo, conocer es caminar, bien que caminamos por la zona vieja, con esas calles de pubs con nombres tan frikis como Batcueva, Vader o Joker. Lástima que no pudiéramos tomar una batcaña por setenta céntimos. Por ese precio, imagino que sería más un batcorto que una caña. Se comprobará en su momento. En el mercado del Fontán estuvimos a punto de comprar un caja de chochinos, un dulce placentero de comer, supongo. Si el nombre escandaliza, obsérvese en la foto qué tipo de variante venden en la pastelería en la que suelo comprar el pan. Tampoco es para tanto. En León hay un kiosko que expone pequeños falos de chocolate, a la vista de todos los niños que entran para adquirir sus chuches. 
La comida fue en la calle Gascona, claro. Ni por modorra ni por la sidra, pero estuvimos a punto de perder el regional debido a las incompletas indicaciones y el absurdo modus operandi en la estación de tren. El viaje fue largo pero al menos tranquilo y con vistas privilegiadas. Yo regresé aquí el miércoles, justo a tiempo para entregar los papeles de la beca en el registro. Si hay algún fallo en ellos, aún se podrá subsanar. Lo que importa es aprovechar cualquier tipo de oportunidad que surja, siendo consciente de que no puedo hacerme ilusiones respecto a una ayuda tan disputada. Próximo reencuentro entre hermanos: Madrid, si las circunstancias lo permiten. No llegaré a tiempo de ver la exposición de Cuarto Milenio, pero da igual, porque va a venir a Gijón, y justo después de que haya entregado la tesina. Vaya, he tenido suerte. Entre eso, la Semana Negra y la playa, podré disfrutar unos días de vacaciones sin necesidad de pagar más alojamiento que este. 


domingo, abril 05, 2015

Genaríada.



Me sorprendió un poco, pero no demasiado, encontrarme en la facultad de Oviedo un cartel que anunciaba San Genarín, un tour completo como si se tratara del Saloufest, con todo incluido: autobús, bebida... La resaca del día siguiente, a cuenta de cada cual. Eso de San Genarín es denominación nueva, siempre fue El entierro de Genarín, o simplemente Genarín. Para disgusto de las cofradías tradicionales, también en las noticias de la Cuatro dijeron San Genarín. Otro año más que se acuerdan de nosotros para la procesión pagana que, sí, un año más presencié, y esta vez como nunca. Podría haberme quedado en este santuario ovetense, pero, en fin, la Semana Santa siempre llama, aunque solo sea para tres días. 
Esta vez no solo nos cruzamos con la procesión en el Húmedo, poco después de medianoche, sino que nos desplazamos a la calle de los Cubos para ver la ofrenda al padre Genaro, quien ni en sus más etílicos sueños podría haber imaginado la repercusión que iba a alcanzar. Se hizo de rogar, eso sí, hasta las dos de la mañana no llegó la comitiva. Tras los versos burlescos y el copina de orujo de rigor, el hermano colgador, bien pudiera llamarse hermano spiderman, se subió, imagino que sobrio, a la muralla para depositar la naranja, el queso, el pan y, of course, el orujo, inmortalizado por cientos de móviles, como se puede comprobar. 
Fue el digno broche de una semana más corta que otros años. Lógico. Ayer se publicaron las bases de la beca para mi doctorado. Descansado y preparado para el recital de papeleo por delante, me he traído todo lo que considero necesario para ese fin. Lo entregaré la semana que viene, con tan solo un paréntesis: la visita de mi hermano Pedro, que no llegó a Genarín pero sí a san Sidrín, que permanece todos los días operativo a cinco minutos de mi casa. Brindemos a su memoria con un culín o culete, el diminutivo a gusto del consumidor.