martes, diciembre 31, 2019

¡Hasta siempre!

Llegando a este fin del año, creo que es el momento de dejar descansar a este espacio, no se si de forma definitiva, pero al menos no voy a obligarme a seguir escribiendo aquí, porque ya no le veo sentido. En esta era del vacío a la que ya he aludido por aquí, las modas cambian a una rapidez vertiginosa, por absurdas que parezcan, como la gente que está dispuesta a hacer cola para comprar gofres con forma de falo. Cuando este blog se creó, el formato se hallaba en plena efervescencia, no en vano bastante gente conocida por mí tenía páginas similares, con las cuales interactuaba. Todas ellas quedaron en los anales cibernéticos, me siento como el último dinosaurio. Y no es que no quiera seguir aquí, pero, si de algo estoy seguro, es de que tengo que sacar provecho de otros espacios, más modernos, si quiero seguir adelante con mi obra. Dentro de un año con bastante éxito, hay un fracaso que duele, el de la nula repercusión que ha tenido mi intento de vender mis libros acompañados por láminas artísticas de mi creación. No estoy utilizando las herramientas adecuadas, eso está claro, por lo que prefiero centrarme en cómo llegar a más personas, algo que no voy a conseguir por aquí. Y tampoco es que pretenda hacerme rico, ya leí que el 84 por ciento de los escritores no viven de sus escritos (pensé que la cifra sería aún mayor); no obstante, el cambio de década me permite mirar hacia adelante y cerrar esta etapa, que he querido dejar abierta hasta el fin del doctorado. Gracias por acompañarme hasta aquí, y que el gobernador de Libia nos acompañe en el nuevo año y los sucesivos.

lunes, diciembre 30, 2019

Regreso al río.


Por primera vez desde que dejamos de celebrar la nochebuena en el domicilio familiar, este año repetimos emplazamiento, en Vegacervera, la misma casa rural que el anterior. Por suerte, no estaba malo, no tenía infección de muelas ni de nada; si acaso, allí incubé el catarro que ha alcanzado su apogeo en este fin de año, mal que me pese. Pero, por lo que respecta al martes pasado, estuve lo bastante bien como para engullir todo aquello que había dejado en la nochebuena anterior. Y, al día siguiente, como contraste, vigorizante paseo por las Hoces de Vegacervera, contemplando el río que, pocos días antes, se había desbordado, amenazando nuestra noche de paz allí. 





 Ese río es el mismo, curiosamente, en el que nos bañamos en agosto. En cuanto a la temperatura, no es que hubiese cambiado mucho desde entonces, pero, claro, habían desaparecido tanto los bañistas nudistas como todos los demás. Fue una mirada hacia el pasado, un remontarse por las aguas bravas de este año, que, finalmente, merece una valoración más que positiva. Y el río sigue, al margen de que en el inicio de la próxima década volvamos allí en plan veraneo o en plan navideño. Y, después de regalarle un ejemplar de mi tesis al otro hermano doctor, Paco, con el aplauso (demasiado halagador) de la mesa, mi trayectoria también sigue, si bien, en el estado en el que me encuentro ahora, no se si sería el mejor momento para hacer balance o establecer nuevos objetivos. Quizá mañana...



domingo, diciembre 22, 2019

El año de la suerte.

Pues no me ha tocado nada en la lotería, ni siquiera el reintegro (tampoco he perdido dinero, porque el décimo fue una cortesía de la administración familiar), pero lo sorprendente es que haya jugado, cuando nunca lo hago. ¿Será que quería subirme a la ola de buena suerte que ha traído este año? De hecho, mi número era 23719, el de la fecha de defensa de la tesis, pero ni por esas. Por desgracia, tampoco les he dado buena suerte a los colegas a quienes les elegí el décimo (salvo un reintegro); me halaga que me confiaran esa misión, si bien supongo que las dosis de fortuna ya andaban escasas para estos momentos del año. 
Y es que no hay que fiarlo todo al azar. Por ejemplo, yo este mes lo concluyo ganando, en cuanto a profesor particular, un cincuenta por ciento más de dinero que el anterior. No es demasiado, todavía, pero en poco tiempo he tenido seis alumnos de diferentes edades, con alguna previsible rajada para el año que viene, que no me afectará demasiado. Funciona, pero no puedo estar del todo satisfecho, en ningún caso. Esta década que termina ha sido la década de mis logros académicos, y no me esforcé en sacar estos para dedicarme a algo que pudiera haber hecho (y, en verdad, hice) como un mero estudiante de la carrera. Aquí estoy, contento con el mi ático, con la familia y amigues (que el término no le guste a la RAE no quiere decir que no pueda usarlo), pero para este viaje no hacían falta esas alforjas. Por ello, mi primer objetivo del año próximo será buscar un empleo acorde a mi formación, al margen de que tenga que desplazarme, y a sabiendas de que quizá no lo consiga en el mismo año veinte veinte. No es pecar de ambición, sino justificar todo lo que me ha traído hasta aquí. 
¡Esa sí que sería una buena lotería, encontrar un buen postdoc, o aunque sea un humilde puesto de profesor asociado (que tendría que compatibilizar con más clases o puestos menos cualificados)! Ya hasta la persona más insospechada me dice que qué hago dando clases a niños con un doctorado. ¡Manda huevos! No me iré a la aventura, de eso ya tuve en Furulund con el bueno del casero sueco, que espero haya sobrevivido a todos sus excesos. Si me voy, me voy con curro; de lo contrario, se está mejor aquí, con un nivel de vida barato y tapas que todavía se empeñan en señalar como gratis, para la gente de fuera. Pues nada, ese es mi deseo para Papá Noel. ¡Felices fiestas! 

sábado, noviembre 30, 2019

More teaching.

Como ya dije en la anterior ocasión, el asunto profesoral es algo que va de menos a más, literalmente, incluso ya en el primer mes en el que he retomado el impartir clases particulares. Además de cumplir objetivos, este año ya agonizante también observa cómo se van batiendo marcas personales; por ejemplo, esta semana ha sido la que más clases de este tipo he dado hasta la fecha, seis horas y media en seis días seguidos. Sí, claro, parece poco, pero esto, en principio, para mí es un complemento, no algo a lo que tenga pensado dedicarme a jornada completa, salvo que la vida me lleve por ese camino. De hecho, combinando el piso turístico con esta otra faceta laboral, e incluyendo posibles ingresos futuros basados en mi vertiente artística, la situación actual quedaría bastante estable, a falta de encontrar becas o contratos posdoctorales, etc. Algo que es poco probable pudiera encontrar en esta ciudad. 
Si he saltado de una hora semanal a seis se debe a un anuncio de una plataforma digital, que, en este caso, sí ha funcionado, aunque con resultados algo inciertos. No todo iba a ser igual de fácil, es obvio. Ahora soy yo quien me pongo al otro lado, quien asume la función de profe más o menos de pega, que debe enfrentarse a los problemillas de atención de sus alumnos (porque alumnas de momento no tengo). Es cuestión de armarse de paciencia y de buscar estrategias, que de eso voy sobrado. Si funciona o no, lo veremos, sea antes o después de comernos el turrón. Un año tan movido como este también permite asistir a divertidos giros del destino, como el que yo, ahora, tenga que ponerme a explicar Geografía... en inglés, y también otras materias, como Ciencias Naturales. En este último libro aparece un sistema reproductivo que es solo eso, reproductivo, con vulvas mutiladas de clítoris que alumbran el momento en el que mi yo del doctorado y mi yo de clases particulares colisionarán sin remedio. Siempre podría dibujar un clítoris encima, jugándome el puesto de trabajo. Quién sabe. De momento, solo puedo alegrarme de que en menos de un mes ya tenga empleo, por ahora, estable, y todavía pueda conseguir más. 

martes, noviembre 12, 2019

Teaching.

Afronto el trabajo, en cierto modo, bajo la misma perspectiva con la que afronté el doctorado: de menos a más. Si el mes pasado lo reservé, básicamente, para cumplir varios objetivos personales que había arrastrado durante años, en este ya puedo centrarme en cómo mantener mi actual estilo de vida, conociendo bien la lección de la tesis: aunque los resultados tarden en llegar, al final llegarán. Y, de hecho, ya han llegado. En la primera semana del mes ya tuve mi primera clase como profesor particular. Tras el desastre de la academia que me dio largas (incluso si de verdad llegan a llamarme, les diré que ya no me interesa), he recurrido a toda clase de métodos para anunciarme, desde los carteles físicos hasta los anuncios en plataformas digitales; de los primeros, nada, por ahora, como el año pasado, y de los segundos sí me ha llegado algún mensaje, pero, irónicamente para un profesor de Español, todos me han resultado agramaticales, incoherentes y hasta absurdos. Tal y como suele aparecer reflejado en las encuestas, la mejor manera de encontrar trabajo es a través de los contactos personales, y eso hice yo, gracias al amigo Ricardo. De este modo, el sábado le di clase a un chaval de sexto de primaria, en principio, de Inglés, pero resulta que también tiene Francés, con un nivel similar al básico que yo aprendí en Oviedo, por lo cual he podido estrenarme como profesor, ejem, bilingüe. ¡Quién me lo iba a decir cuando estuve en ese curso durante el malhadado período 2015-2016! Pues sí. Doy de todo menos de la lengua castellana en la que, se supone, soy especialista. ¡Pero tiempo habrá para todo, espero! Esto es solo el comienzo. No descarto nada, ni trabajos que no tengan nada que ver con lo mío (ya lo he venido haciendo con el piso), ni, desde luego, que pueda surgir algo en consonancia con los estudios de doctorado, nada fácil. Por ahora, puedo darme por satisfecho de que hasta los cursillos más rudimentarios me hayan valido en mi trayectoria profesional. ¡Hay que exprimir todos los recursos!

jueves, octubre 31, 2019

Calabazas.


 Termina el primer mes dentro de mi nueva morada, a la cual he trasladado viejas tradiciones ovetenses, como la de decorar calabazas para Halloween. Ya no tengo compañeras americanas que me enseñen, pero, dentro de lo que cabe, creo que he aprendido bien. La casa va creciendo, va pareciéndose más a mí, a través de frikadas varias y un nulo gasto en adquisiciones nuevas, teniendo que agradecer a amigas y amigos que me vayan amueblando el ático, al cual ya he tenido el gusto de invitarles. No he tardado, de hecho, ni un mes en justificar su alquiler, lo he hecho incluso antes de celebrar mi cumpleaños. Este mes se han cumplido dos grandes objetivos por mi parte; no todo ha podido ser positivo, también me he iniciado con mala pata en el mercado laboral, si bien eso no es nada nuevo, lo superaré como lo he hecho con otras en el pasado. No se puede solucionar todo en el mismo año, ¿verdad? Otro objetivo, no menor y estrechamente relacionado con el doctorado, era el de terminar mi libro de relatos, Strap-On Saga (título peculiar, que se justifica a través de su lectura), siete relatos independientes, pero con una temática común, básicamente la misma que mi tesis. El último de estos se llama Calabazas, precisamente como esta entrada de blog. Hace tres años, en mala hora, me surgió la inspiración para este último, como vía de escape. En la actualidad, me siento menos sombrío, quiero pensar que es por ello por lo que he cambiado el final del libro, que espero sea publicado, aunque ya no bajo el método de la autoedición. Dado que su suerte ha corrido pareja a la de la tesis, para el año que viene procuraré publicar ambas obras. ¿Será demasiado? Por pedir, que no quede. Yo no olvido ninguna de las facetas, ni la académica ni la creativa. Además, el ático puede resultar bastante inspirador, en lo literario o en las artes plásticas o audiovisuales. El primer mes me he dedicado a establecerme en el piso y, claro está, a disfrutarlo, creo que también lo merecía. Ahora toca afianzarlo. ¡Eso sí que suena terrorífico, en verdad! Happy Halloween!


sábado, octubre 05, 2019

XIII Aniversario del Blog.


Cuando comencé este blog, me encontraba viviendo en Madrid, en otro piso, y el XIII aniversario, se dice pronto cuando esta clase de espacios ya se han vuelto bastante obsoletos, coincide con el estreno de otro espacio, del primero que, en realidad, no comparto, aunque no sea la primera vez que vivo solo. Y también se cumple la primera semana desde que me instalé allí, y ya lo siento bastante mío, como si llevara un mes. Huelga decir que todavía hay que insuflarle vida; hasta cierto punto, claro, porque no voy a llenar de muebles y trastos un lugar en el que desconozco cuánto me quedaré, con todas las opciones de posdoctorado y demás ofertas en el horizonte. Sea como fuere, lo disfrutaré hasta ese hipotético momento. Cualquier rincón, por humilde que parezca, es digno de ostentar su propio brillo, como en la habitación que quiero convertir en estudio-aula. Es la de la foto de arriba y, por ahora, ese es su sobrio rincón de trabajo. Ya lo estrené, garabatos de lápiz tan solo, pero es más de lo que he llevado a cabo en otras moradas. Existen obstáculos para la creación, desde luego, como la suscripción a HBO que venía con el pack de internet. Esta mañana, a una hora rara para ver series, continué con el visionado de uno de los escándalos de la temporada, Euphoria, y se me hacía raro estar ahí solitario en el sofá mientras contemplaba ese sensacionalista, si bien muy interesante desde la temática LGTBI, queer, gorda, etc., cóctel de sexo casi obligatorio, drogas y una aparente falta de futuro. En fin, no la pillé a tiempo para meterla en la tesis, porque anda que muchas de sus reflexiones no concuerdan con las de aquella. En todo caso, solo voy a seguir un breve número de series, como ha sido mi política hasta ahora, sin que falten clásicos como American Horror Story, la primera temporada que veo ya doctor, tras aficionarme en Oviedo gracias a mi compi americana. Y qué curioso que esta vez sea un homenaje al slasher de los ochenta, de los cuales también me empapé bastante en Oviedo gracias a un amigo. En fin, la mudanza progresa de forma lenta, pero segura, y así es mejor que suceda. Me han ayudado, a su manera, los de la academia de Inglés, con las largas indefinidas que me han propinado. No es ningún problema: back to basics, yo soy autónomo para buscar y encontrar trabajo, seguiré con la estrategia de las clases particulares, que ya me dio frutos en el pasado. Si ya en ese año inicial del blog conseguí que me contrataran en el Corte Inglés, llegando borracho y con la corbata torcida, con el riesgo de hundir su establecida imagen, anda que no lograré otros curros, con tal de mantener el mi ático, que ya en pocos días le he cogido cariño. Hasta voy a retomar la venta de libros de los Abrasadores, que fueron el germen de este espacio. Que el Gobernador de Libia nos ampare, pardiez. Quién lo hubiera dicho. De los five carros a Dr. León.

domingo, septiembre 29, 2019

Changing.

Ayer fue un día histórico, aunque, a priori, un día nada fuera de lo normal. He heredado el ático de Claudia y Nuria y, por ende, esta residencia se convierte en la primera de la capital leonesa en la que viviré solo, que no solitario. De hecho, lo primero que hice anoche, según lo planeado, fue hacer el tour de bienvenida a Ana, Jara y Ale, amistades que ya me habían invitado a sus respectivos pisos; de forma breve, dado que era un día con variados compromisos, compartimos el pack de birras y mandanga, tan habitual, después de un merodeo por la casa y asentamiento en el salón. Por supuesto que todavía hay que llevar un montón de cosas allí, hay que personalizarlo incluso aunque, dentro de la dinámica laboral, yo mismo desconozca cuánto tiempo durará mi estancia allí. Sea como fuere, el cambio es bienvenido, y se enmarca dentro de un nuevo período del que, quizá, también formará parte el puesto de trabajo en el que puede que empiece la semana próxima, todavía me falta información en ese terreno. No se puede negar, en conclusión, que este año ha visto cómo los más importantes objetivos se iban cumpliendo. Con esfuerzo, claro está, por ello no voy a poder alargar más esta entrada de momento histórico, ya habrá tiempo para hacer reflexiones más profundas, ahora llama el trabajo en esta jornada festiva. 

domingo, septiembre 15, 2019

Regreso playero.


Tal y como anunciaba hace una semana, regresé de manera fugaz, pero muy intensa, a Asturias, para cerrar el ciclo del lustro, del doctorado, cinco años después de mi primera matrícula allí. Quería ver el mar, cosa que no había hecho ni este año ni el anterior, al margen de que fuera a bañarme o no en él. Tuve la, a priori, mala suerte de que coincidiera con una gota fría, la cual solo se dejó notar en Oviedo. Y bien está que así sea, ¿no? Es parte también de la tradición, como la gran chupa que me cayó en otoño del 2014, y como la que sufrí del mismo modo el día de la defensa, cuando, de forma absurda, me olvidé una vez más de llevar paraguas. Pocos días más sociales he tenido en esa ciudad que el martes pasado, en el que apenas pisé el hotel. Después de cambiar mi tarifa del gimnasio, lo que me permitió aprovechar el último (o penúltimo) día de piscineo también esta semana, visité a Jara, que comenzaba las clases este curso en mi campus del Milán, y cuyo piso es casi vecino del mío de Palmira Villa, los hago míos porque tanto el campus como el piso los sigo teniendo muy presentes en mi memoria sentimental (y al campus seguiré yendo, por uno u otro motivo). Tras tomar una pizza (comprada, ya es casualidad, en el mismo Alimerka al que iba yo) y el té, me despedí por el momento de ella y me instalé brevemente en el hotel, para ir de librerías y quedar con Juanjo y unos amigos. Regresamos al Pumarín, verdadero vórtice de mis andanzas allí, para ir a una cafetería-librería mejicana, llena de buen rollo y jóvenes queer. Luego volví a encontrarme con Jara y Ale, los acompañé a la última cena (antes de las clases), en un kebap cercano al campus, y luego momento Gascona, no puede faltar en recién arribados a Oviedo, un par de botellas de sidra que son poca cosa, si bien, por algún motivo u otro, me desvelaron un rato esa noche. 


Si la visita, siendo estupenda, no podía ser perfecta, se comprobó al día siguiente, cuando mi directora (ya no lo es, pero para mí sigue ostentando el cargo de forma honorífica) tuvo que anular nuestra cita en la facultad. Seguiremos en contacto, eso seguro. Tampoco pudo venir Juanjo a Gijón, pero al menos tomamos algo antes de que pillara el bus. Estos contratiempos se vieron compensados por el hecho de que, pese a las previsiones de mal tiempo, la velada playera fue todo lo buena que había esperado, con calor soportable y poca gente. Paré un rato en La Revoltosa y luego me hice el paseo de hace un par de años, obviando la playa principal, en la cual había bandera roja. No llegué hasta la nudista, ja, ja, aunque estoy dispuesto a ir en otra ocasión, como sea que durante el doctorado he perdido pudor e inhibiciones. En cambio, me quedé en la pequeña cala junto al camping, que también ostenta su rincón nudista, y la cueva del duende que reflejo en la foto. Estaba casi solo allí, pues el mar se estaba comiendo la mayoría de las rocas, no en vano resbalé en unas y me di un trompazo, leve recuerdo de la excursión. De allí me fui a la playa de los perros, no se cómo se llama pero es fácil bautizarla así, dado que es la única con presencia de perretes todo el año. Y tiene muy buen rollo, la verdad. 




Así que, lejos de limitarme a contemplar la eternidad azul del mar, al final me metí dentro, con precauciones, claro. Que estaba picado y arrastraba, me comí algunas olas y al final me cubrió por entero, de forma breve, si bien simbólica para los objetivos que llevaba. Por la tarde, paseo de vuelta, caña de IPA asturiana en el Green Zone y autobús. El ciclo ha terminado y, de hecho, mañana tengo la primera entrevista de trabajo (presencial) de la nueva era. Vale que no está exactamente en la misma onda del doctorado (dije ya que había estado en el departamento de Filología Inglesa, ¿verdad?), pero ser profesor de Inglés se acerca más a mis estudios que empleos anteriores, como servir sándwiches... O lavar ropa, desde luego. No tengo ni idea de cómo irá la cosa, tampoco me preocupa excesivamente porque es un trabajo de pocas horas, pero me permitiría ganar, además de dinero, experiencia, por lo cual me lo voy a tomar lo más en serio que pueda. Y es de agradecer que ya al primer intento de búsqueda haya respuestas. Eso motiva y ofrece una buena pista desde la que despegar en esta nueva etapa.

domingo, septiembre 08, 2019

English Week.

En semanas como esta, uno llega a olvidar que es licenciado en Filología Hispánica (si bien, cabe recordar, el doctorado lo he hecho bajo el departamento de Filología Inglesa, Francesa y Alemana, obviando estas dos últimas acepciones). Le he sacado buen partido al certificado Advanced que obtuve, precisamente, justo antes de comenzar dicho doctorado. Es cierto que la vertiente oral fue la más compleja para mí, alcanzando una calificación borderline que no hace presagiar nada bueno; sin embargo, me he defendido. Este curso no he hecho tándem, apenas he podido conocer a gente con la que practicar el inglés y, de repente, en una semana me veo obligado a refrescarlo por razones profesionales de todo tipo. 
En el piso turístico, si mi labor básica es la de ser (un doctor) laundry boy, en esta semana he recibido a tres grupos. El primero puso la nota chusca y netamente hispánica, la del grupo de despedida de soltera disfrazado, al menos en las orejas, de Minnie Mouse. El domingo pasado ya la cosa se complicó, una endiablada jornada en la que tuvimos nuestra primera avería, externa al piso, se cortó el suministro de agua en todo el edificio, algo que tuve que explicar como buenamente pude a un grupo de peregrinos australianos, esfuerzo un tanto baldío porque, como es lógico, no se quedaron, al no repararse la avería. Y ayer, habiendo recuperado el normal funcionamiento, me encontré en el portal con otras ocho peregrinas sudafricanas, con txapelas rojas customizadas del Camino de Santiago. 
Entre medias, algo más serio, a la par que motivador. Primera semana de búsqueda de trabajo (de otro trabajo, aparte de Airbnb), primer CV enviado, primera entrevista realizada. No está nada mal para el comienzo. En realidad, el enlace me lo pasó Ricardo, hace un par de semanas, cuando aún me hallaba inmerso en la vorágine social de agosto. No respondí a la oferta hasta el martes, para una academia de inglés que enseña a niños. No es mi especialidad, pero no en vano estuve durante todo un curso dando clases particulares a un chaval allá en Oviedo. ¿Por qué no probar? Pues me llamaron el jueves por la mañana, primero para entrevistarme en español, y quedaba la prueba de nivel, que no tenía claro cuándo iba a llegar, porque también iba a ser vía telefónica. Ya ni recuerdo cuándo fue la última entrevista de curro que tuve, pero desde luego que no fue ni a través del móvil ni, mucho menos, en inglés. En vez de preparar las posibles preguntas, comencé a repasar el libro del Advanced, y la llamada me pilló un poco en bragas, aunque solo fueron un par de minutos. Si resultó exitosa o no, eso solo lo sabré cuando me respondan para confirmar o no el trabajo (suponiendo que respondan). Sea como fuere, me quedo con lo positivo de haber obtenido respuestas ya en la primera ocasión; tan solo serían cuatro o cinco horas por semana, así que la pérdida tampoco sería demasiado grave. 
Al igual que hace un año, pero de forma más sistemática, mi primera idea es poner carteles y anuncios, físicos y virtuales, para dar clase, de español, que es lo mío. Antes de ponerme con ello, ahora que el ritmo de coladas ha bajado al igual que el calor, haré una visita casi ritual a Oviedo y Gijón, por cerrar el ciclo que comenzó hace un lustro y por pisar la playa (y el mar, me bañe o no). Espero que esa tierra, ahora que tengo más amigos viviendo allí, me otorgue la misma suerte que, a la postre, me concedió para acabar mi proyecto. Las metas, de las que hablaba la última vez, siguen progresando, aunque con trabajo duro, como debe ser y como, a trompicones, ha sido durante estos cinco años pasados. 

viernes, agosto 30, 2019

Metas.

Anoche se cerró, en cierta medida, el mes, como el año pasado, con el último concierto de los jueves del Musac. Cambiando los amigos acompañantes, y ya sin episodios chuscos, el grupo de ayer era una orquesta de improvisación que, supongo que ayudaba el hecho de estar junto al altavoz, a ratos ofrecía una inmersión dentro de un completo caos cacofónico. El mes, por su parte, no ha sido demasiado caótico, pese a la existencia de días en los que, por la acumulación de visitas, la vida social se volvía complicada, antes ya de regresar a la mayor calma de septiembre. Lo cierto es que no me puedo quejar: en un mes he completado las dos metas principales del año, si bien una de ellas aún está por materializarse. Habiendo acabado con la tesis, he encontrado piso sin necesidad de buscarlo, como sucedió en Oviedo hace un lustro. Céntrico, precio muy atractivo, por no decir un chollo, y con varias habitaciones, de las que una podría servirme como estudio, un espacio que no puedo permitirme en mi residencia actual. 
¿Buscar piso antes de buscar trabajo? Bueno, eso es relativo. Trabajo ya tenía antes, dado que así es como considero la labor que estoy ejerciendo en nuestro piso turístico. De hecho, hemos hecho literalmente el agosto, dado que casi todas las jornadas de este han tenido ocupación en aquel. Esto forma parte de mi tercera meta, aunque, huelga decir, coincidiendo con mi mudanza voy a buscar empleos algo más relacionados con mis estudios, al igual que hice en Oviedo y al igual que intenté hacerlo el anterior otoño, sin resultados porque tampoco busqué demasiado. Por ahora estoy sobrecualificado, algo bastante común en la actualidad, por otra parte. Pero, sí, este año he tenido suerte y, si la cuarta meta prevista no llega a cumplirse, será debido a causas ajenas a mi persona, siendo lo más inteligente sustituirla por otra similar. Mientras desempolvo (metafóricamente, porque es un documento virtual) mi currículo, es posible que haga una excursión de un día a la playa, a Gijón, a donde no voy desde esa visita fugaz con el amigo influencer hace dos años. Esta sería también fugaz, que no estamos ni para perder tiempo ni para derrochar en hoteles, tan solo por probar agua de mar antes de que termine el verano. No lo considero vacaciones, para mí las vacaciones van a ser el irme a vivir a mi bola, que es, si nada se tuerce, lo que haré dentro de unas semanas. 

domingo, agosto 25, 2019

El río sigue.


Un río abre un ciclo, otro lo cierra; al menos, esa es la sensación que tuve ayer. Hace un año estuvimos en una helada presa y luego en un más apacible pantano, dentro de un plan establecido previamente, pero lo de ayer fue bastante improvisado, y resultó perfecto, como sucede en ocasiones, cuando todas las circunstancias se alinean en una velada que no se había podido prever. Hace una semana fui a comer con mi familia a Vegacervera, al mismo lugar en que celebramos la Navidad, y descubrí un recodo que difícilmente se podría haber aprovechado en invierno, la zona de baño habilitada en el río. Entonces ni siquiera me mojé los pies, pero ayer, pensando que iba a ir con amigas a la piscina del gimnasio, como en otras ocasiones, un plan perezoso dado que la noche anterior había salido un rato por el Húmedo, al final ellas sugirieron otra clase de baño, en el monte, por lo que me pareció buena idea estrenar ese rincón, ya que el tiempo acompañaba. 


De este modo, tras un segundo desayuno, partimos hacia allí para sumergirnos, de manera parcial eso sí, en las aguas del pueblo, experiencia revitalizante y muy veraniega, ahora que el otoño se va acercando con un nuevo ciclo y algunas de las visitas se irán marchando a sus destinos, más cercanos o lejanos. Después de introducir el cuerpo hasta la barrera, por así decirlo, de los pezones, huelga decir que endurecidos para la ocasión, tomamos algo en la terraza del bar de al lado mientras, que no falte, dábamos rienda suelta al frikismo de estrenar, por mi parte, un nuevo juego de cartas, basado en el Catán. ¿Se puede encontrar un medio de felicidad más sencillo y preciso? Además, en una semana en la que parezco haberme asegurado un lugar propio para iniciar una nueva etapa, que, dentro de su incertidumbre, resulta tan ilusionante como cuando, hace un lustro, decidí mudarme a Oviedo para comenzar el proyecto que acaba de terminar en este mismo verano. 


Doy gracias por todo ello, porque, en general, esta vez he aprovechado una corriente que corre a favor. Esta es la clase de momentos que merecen ser inmortalizados aquí, aparte, claro está, de en mi memoria y en mi bagaje sentimental. Lejos queda esa última excursión a la montaña, lastrada por el dolor de muelas y la mochila de esos artículos que, en su mayoría, ya están en el horno de la edición. De un río a otro, sin miedo a meter los pies, en buena compañía como los muestro en la imagen de arriba. 

jueves, agosto 15, 2019

Regresión postdoc.

Al acabar una empresa tan larga e importante como la que terminé el mes pasado, es normal sentir un vacío profundo, incluso cuando los rescoldos están aún lejos de apagarse; de hecho, ayer mismo me confirmaron que mi primer capítulo de libro colectivo está en edición, y en la segunda mitad del mes tengo previsto corregir, esencialmente en sus detalles formales, el artículo de la revista de la Uned. Si este último es confirmado, habré publicado cinco en este último curso. ¡Excelso final! De todos modos, la sensación de vacío es bastante tenue, porque, a pesar de la lógica vagancia de después de la defensa y propia de esta época, surgen proyectos apartados, en cierta manera, por el doctorado, y que voy a retomar ya libre de esas cargas académicas. 
Además del propio empeño que voy a tener que dedicarles, influirá, como en la tesis, el factor suerte. Tuve, y bastante, el mes pasado, hasta el punto de que mis coleguis ya me frotan resguardos de lotería en la espalda, cual si yo fuera Quasimodo. Les agradezco su optimismo, solo espero que la racha se mantenga este mes, al menos para los planes más importantes. Quizá haya tiempo aún para regresar algunos días por Asturias, ya solo por el mero placer de la visita; por ahora, como autoregalo de fin de doctorado, había pensado en libros, pero tengo ya quince lecturas pendientes del último lustro, algunas ya empezadas, por lo que opté por algo, ejem, menos académico. Quizá por la influencia de uno de los miembros más jóvenes de nuestro grupo, pillé una Nintendo DS de segunda mano, con el consabido juego de Pokémon, ahora que se cumplen tres años desde que instalé la versión para móvil. No me imaginaba que, convertido en dr. León Prieto, unas de mis primeras acciones sería comprar una consola, pero, en fin, esta regresión adolescente me está sirviendo para manejar las tensiones de comenzar un nuevo ciclo. Y no suelo echarle más de media hora al día, poco vicio. La asunción de nuevas responsabilidades no es incompatible con ese mundo en miniatura en el que una versión queer de mí mismo va a la búsqueda de bichos. Back to basics! 

lunes, julio 29, 2019

Defensa.


Hecho. Ya soy doctor, después de todas las vicisitudes narradas en estos últimos años. A pesar de todos los errores cometidos, una recta final imparable desde que comenzó la primavera me llevó, hace una semana, a la defensa de mi tesis en la sala de juntas del Departamento de Filología Clásica de la facultad de Filosofía y Letras de Oviedo. Ciertamente, no es la sala de juntas de mi propio departamento, en la que, a la misma hora, se celebró otra defensa de mi programa, a modo de competencia, por lo que no pude contar con la presencia de mi tutora, pero, a cambio, gané un escenario coqueto... y con una estatua de un, imagino, romano anónimo, un poco feo pero simpático, que se convirtió en la mascota del acto. 




La verdad es que, no lo digo por la euforia del momento, pero fue la defensa soñada. Un público pequeño pero selecto, entre familia, amistades, profesoras y compis del doctorado, y el mejor  tribunal posible. Sentía una gran confianza, compatible con los lógicos nervios ante mi exposición, que ventilé en veinte minutos, lo cual no es mal porcentaje para una tesis de cuatrocientas páginas. Si, a modo de representación teatral, hay parte de laudatio y otra de denigratio, debo decir que esta última ni por asomo hace justicia a la connotación negativa que sugiere. Yo no recibí críticas, tan solo sugerencias de cara a mejorar mi proyecto, sobre todo si lo convierto en un libro, tal y como me recomendaron con acierto. Tanto elogio me dio hasta cierto reparo, ¡pero no me quejo! Y la calificación fue la máxima, con el cum laude que no se ha materializado aún porque requiere de trámites burocráticos, imagino que interrumpidos ahora en agosto. 




Así que tenía motivos para el agradecimiento, al tribunal y, de modo más específico, a mi directora Luz Mar, que, puestos a usar recursos poéticos de baratillo, fue la luz que me ha guiado hasta aquí, sin la cual este trimestre no habría sido lo bastante productivo como para terminar ya en julio, mucho más pronto de lo que hubiera imaginado. ¡Seguiremos en contacto! Esta colaboración no se puede quedar aquí. Sin ella y sin mis padres, el doctorado se habría caído como un peso muerto. Es justo reconocerlo, como ya he hecho en la propia tesis. 






La tradición no escrita dice que hay que invitar a comer al tribunal, lo cual, digo yo, se justifica en cuanto a que no conozco a nadie que haya suspendido en la defensa de su tesis. Si te ponen un no apto, ¿a cuánto de qué invitar a nada? Al Burger King, si acaso. Desde luego, yo amorticé cada euro de la comida en La Corte de Pelayo, además en tan buena compañía. Y, si el tribunal quedó contento, mucho más yo. 





 Y fue un lujo poder contar en el mismo con mis profesoras y directoras del TFM de León, Natalia y Chían, eso ha dado un nexo, una conexión muy íntima entre las dos fases de mi formación en la última década, a caballo entre estas dos tierras hermanas, estas facultades hermanadas también, un lazo que no quiero perder, para seguir desarrollando mis investigaciones y mi trabajo. Se han plantado semillas a este respecto, que habrá que ir cuidando a partir del otoño. 


Oviedo ya se ha convertido en mi segundo hogar, poco importa que hace dos años que dejara de vivir allí. Fui con las expectativas muy altas, hasta tal punto que no siempre supe estar a la altura, pero eso no importa ya, los episodios negativos se perdieron como lágrimas en la lluvia y el día de mi defensa pude disfrutar de una celebración con ramen postdoctoral y un brindis en el refugio habitual, Per Se, con Juanjo, también presente en el acto. ¡Volveré! Supongo que este verano, pero, en todo caso, volveré ya libre de las cargas académicas para ir a la playa, la montaña, o revisitar ya doctor los escenarios que alumbraron la peripecia vital que me llevó hasta este desenlace perfecto. 


domingo, julio 21, 2019

Lo abyecto.




El título no solo alude a las teorías de Julia Kristeva que he utilizado en mi tesis, sino también al estado en que me encuentro durante este fin de semana, de forma inesperada, un último obstáculo a superar antes de llegar a la meta, en esa sala de juntas de Filología Clásica de la foto, con esa estatua romana, un tanto fea y creepy, que me acompañará durante mi defensa. Un virus tiene la culpa de que, en medio de la preparación de la misma, haya tenido que aguantar esta fase abyecta y escatológica de fluidos y órganos revueltos, verdadero boicot que, al menos, espero me deje fuerzas suficientes para los veinte minutejos en que tengo que resumir una obra de cuatro años. Pero, después de todo lo que he pasado, no me voy a rendir por un pequeño invasor veraniego. Llegaré hasta esa sala, supongo que sin necesidad de arrastrarme. Poco más puedo añadir ahora mismo, debo recuperar el tiempo perdido entre la fiebre y los mareos. Ya habrá tiempo suficiente para narrar cómo fue el acto, y todo el viaje, ahora tengo que retomar esos veinte minutos que ya se me escapan a treinta, eliminar redundancias y parloteo vano. ¡Hala! Llegó el momento.

jueves, julio 11, 2019

En imprenta.

Cuando se va a cumplir un año de aquella doble hostia inicial que mandó al cuerno mis dos primeros artículos (ambos ya rescatados, uno se va a publicar y el otro muy posiblemente), resulta que tengo ya la tesis en imprenta. Vamos, que la he terminado y, a priori, no voy a poner una coma, ni un número, más. Se dice pronto, pero el tramo final está yendo muy rápido, al estilo de esas retransmisiones de ciclismo tan características de esta época del año. Igual sí que me favoreció el conejito de la suerte que me tocó en la feria friki, aunque ello no suponga que lo vaya a llevar colgado en la defensa. ¿Defensa? Si nada se tuerce, llegará antes de lo previsto. Es normal que me ponga nervioso solo pensarlo, a pesar de que no conozco una sola persona que no haya salido doctora de ese trance (no se, a menos que te quedes en blanco o hagas un calvo delante del tribunal). Lo tengo claro, eso sí: cuanto antes, mejor. El ciclo se cierra, hay que ir iniciando otros. La primavera, al margen de cómo se haya portado en otros terrenos, ha cumplido la metáfora del renacimiento en este proyecto, que podría haberse ido a pique por la falta de previsión. Pero, no, por largo e irregular que haya sido el viaje, como digo en mis agradecimientos, aquí estamos. Corriendo con los lobos y aullando de alegría. Solo deseo que el fin de fiesta sea eso, una fiesta. Al margen de si tendrá relevancia en lo laboral o lo económico, siento que esta empresa, aunque no la que me ha llevado mayor tiempo, ha sido la más importante de mi vida. 

sábado, junio 29, 2019

Orgullo pasado y presente.



La verdad es que, tanta será mi indigencia intelectual hoy, que ni siquiera tengo ganas de rellenar algunas líneas por aquí, después de todas las que he ido modificando en esta semana para el penúltimo artículo. Y eso que anoche ni siquiera bebí mucho y, si trasnoché, fue en contra de mi voluntad. Me fui a casa a la una, otra cosa es lo que tardara en dormirme. No fui a la fiesta del Orgullo en Nox, sala que antaño también albergó celebraciones de Filología Hispánica. ¿Por qué no fui? Pues imagino que por un cóctel de cansancio, calor y ganas de desperdiciar quizá la única oportunidad del año de ir a un evento de esas características. Durante el doctorado me he ido especializando, entre otras cosas, en desperdiciar oportunidades, por lo cual sorprende que este haya llegado finalmente a buen puerto. No quiero ser más negativo de lo que corresponde, porque, al margen del espíritu lúdico que siempre es bueno combinar con la reivindicación, lo importante es que, un año más, asistí a la manifestación, al menos a parte de ella. Y es que ha sido la más larga que recuerde, y, a diferencia del diluvio del año pasado, el sol no daba tregua, por lo que me incorporé en el Ayuntamiento, hasta la catedral. Por el camino, fui encontrándome con fantasmas del pasado, bien vivos, y personas del presente y novatas en esta clase de saraos. Me quedo con la buena atmósfera que se vivió, reforzada como un epílogo por el concierto posterior de Rodrigo Cuevas, ya van dos seguidos por las fiestas, en el que me acompañaron amigos de siempre y alguna de esas nuevas incorporaciones. La jornada fue magnífica y no la empaña el hecho de que, ya fuera por el calor o la variación de temperaturas (por ejemplo, la que se produjo cuando me pegué el chapuzón inaugural en la fresquita piscina exterior del gimnasio), anoche pasé media noche en vela. Nada nuevo, nada que, con suerte, hoy no pueda solucionar. Que las neuronas no se van de vacaciones, aunque la mayor parte de su trabajo ya haya sido completado.


lunes, junio 24, 2019

Depósito.

Pozí, a lomos de este nuevo corcel blanco he superado el último filtro y la tesis ha quedado depositada, el 17 de junio, aunque no ha aparecido reflejada en la web hasta hoy (faltan las tasas, claro, pero las pagaré, esta vez, con gusto). De este modo, no he apurado el plazo hasta el final, esa fecha límite del 11 de septiembre para que el trabajo estuviese depositado. Yo, que solía fisgar casi a diario la página de las tesis depositadas, para ver si había alguna de mi palo y, a veces, comprobar cuán rarunas sonaban algunas y de qué temas tan variados estaban confeccionadas (hasta el agro-rock asturiano), al fin he visto hoy mi nombre reflejado allí. Un momento que he esperado tanto, tanto, que me llega en un día de cierta resaca como para celebrarlo, ja, ja. Así pues, habrá que pensar que lo celebré anoche, la mágica noche de San Juan con colegas, viendo los fuegos artificiales y haciendo un poco el friki, que siempre viene bien. En la hoguera ya se quemaron todas las incertidumbres que había venido arrastrando hasta aquí. Ahora sí que solo falta ya el último acto. Que comiencen, pues, los preparativos. 

sábado, junio 15, 2019

3 HPs.

Este título puede parecer una broma pero, si lo fuera, me ha salido cara. Aprovecho la escritura de esta entrada, de hecho, para ir practicando con el teclado de este, sí, de este tercer portátil HP del doctorado (y, presumiblemente, el último). Esta semana, la gran noticia de que, al fin, la Comisión Académica ha aprobado mi tesis, se vio algo enturbiada por problemas informáticos que se hubieran evitado si, hace dos años, yo hubiese estado menos cutre a la hora de pillar ordenador nuevo. Si he tenido que comprar el actual, por otra parte, supongo que tengo que agradecérselo a otra comisión, la del doctorado en general, y su PDF editable del infernal Cuaderno de Actividades, que no había manera de bajar a menos que me descargara el Adobe Reader. Se puede imaginar cuán precario sería el almacenamiento de mi anterior (y todavía operativo) portátil, que no me dejaba ni descargarme ese ligero programa. Pero no había otra, por lo que tuve que borrar el Office con el único fin de rellenar el puñetero PDF sin el que no iban a dejarme defender la tesis. Y luego, voilá, ya no pude volver a instalarlo, había crecido en tamaño, tanto como mi cabreo. 
Como no quería cutreces ya a punto de finalizar el doctorado, me he visto forzado a adquirir y estrenar hoy este cacharro, que parece ir bastante bien, pasando de los miserables 30 gigas petados de actualizaciones de mierda a un tera, que no falte. Por el camino, un par de días perdidos, pero eso no me detiene. Todo lo contrario, esta semana, además de la hazaña que, de por sí, supone que la Comisión me haya dado el visto bueno, he asistido a cómo un quinto artículo consecutivo era aceptado (siempre con enmiendas) en otra publicación de la Universidad de León, y me ilusiona porque aborda el tema de la bisexualidad. Debo estar muy sobrado porque ni siquiera he leído los informes, basta saber que eran cuatro líneas y todavía tengo todo julio para corregirlo. Ya solo queda esperar a la burocracia del CIP para ver si la tesis finalmente se deposita antes de ser defendida. Para llegar hasta aquí, el viejo HP el Gris ha mutado en HP el Blanco, pasando por un estado intermedio azul que ya guarda poca relación con Tolkien. Larga vida al Blanco, color de esperanza, de la esperanza que he albergado durante todo el curso y que, al fin, ha prevalecido. Ahora toca recuperar un poco el tiempo. Y esperar al último filtro. 

domingo, junio 09, 2019

Última Comisión de Seguimiento.



Sí, la última, de eso cabe poca duda. A pesar de que la principal labor de dicha comisión es ejercer de filtro para ver si te dejan pasar o no al curso siguiente, ya no hay más cursos pendientes en este caso. Sin embargo, eso no impidió que tuviera que viajar allí y pasar una noche de hotel para una sesión de diez minutos a las nueve de la mañana que, eso sí, al menos resultó bastante positiva en su valoración. Para aprovechar el viaje, y amortizar lo gastado, llevé ya la tesis encuadernada para dejarla a otra comisión, la académica, que, no hay dos sin tres, decidirá si aprobarla y mandarla a la comisión general de doctorado. Antes del papeleo, por fortuna pude ir a cenar con Juanjo al Goiko Grill, en mi primera visita a ese lugar. Me he acostumbrado a cenas ligeras, así que tomé una hamburguesa vegana, si es que este término no es un poco contradictorio, con mogollón de patatas rústicas asadas en su piel, ante lo cual lo mejor fue acabar la noche con una infusión en el Per Se, uno de nuestros puntos de encuentro habitual. 


Medio año después, Oviedo no me recibió con grandes novedades aunque sí con alguna curiosidad, como este expendedor de productos y chuches japonesas, al lado del campus, que todavía no he probado. En cambio, preferí acudir a un lugar con el mismo espíritu y, probablemente, más calidad, como Miss Sushi. Es una cadena con una decoración tan sumamente rosa y púrpura, como puede observarse en las fotos, que, solo por este detalle, no encajaría mal en una hipotética comida post-defensa de tesis con el tribunal, comida que ya planeo aunque, como suelo acostumbrar, no aseguraré que algo así vaya suceder hasta que vea la fecha de defensa colgada en la web de la universidad. En todo caso, mi estreno en este sitio fue bastante positivo, con un servicio muy agradable y una variedad que me incita a regresar cuando tenga que volver, porque imagino que tendré que volver antes del hipotético momento antes citado. 




Confío en tener noticias, positivas, pronto. Mientras tanto, los frutos de la cosecha no se han agotado aún, me han aceptado otras dos reseñas (pleno: cuatro de cuatro) y otro artículo con enmiendas, el cuarto consecutivo, en una revista de la Uned. Viendo el informe y sus trece puntos de correcciones, que parecen las trece razones de la serie para suicidarse, supongo que debo alegrarme porque no me lo rechazaran directamente. No es mi prioridad número uno, ni algo necesario para finalizar el doctorado, pero procuraré mandarles una versión corregida, que no es plan de desperdiciar oportunidades. Quizá en una próxima entrada de blog pueda anunciar que he llegado al final del camino. Hasta entonces, un poco de incertidumbre, que ha sido la tónica general del proyecto. 


miércoles, mayo 29, 2019

Mejoremos el flujo.

Esta mañana, yendo hacia el gimnasio, me encontré a un par de chicos, uno cogido del brazo del otro, imagino que en la pausa del instituto, le iba contando que si le había comido el morro a uno y no se qué más, desconozco hasta qué punto sus comentarios eran reales o se estaba tirando el pego; el caso es que, al menos ese, entre los dos, era un adolescente claramente LGTBI y no es el primero que me encuentro en Padre Isla, una calle larga, por otro lado, y en la que te puedes encontrar de todo; hace poco, de hecho, juraría haber visto al coronel Pedro Baños, después de tantas madrugadas con Iker. 
En realidad, no debería haber ido al gimnasio, y tampoco debería estar escribiendo aquí. Esto es una locura, el lunes debo llevar la tesis completa (o casi) a hacer una encuadernación que me permita entregarla el miércoles en Oviedo, a ver si cuela. Si no, en julio. Escaparme al gym fue mi manera de desconectar, centrarme y reflexionar sobre ello, una medicina que ya he probado antes, la del ejercicio y el jacuzzi. Además, el ver a ese chaval viviendo su identidad con tanta desenvoltura (claro que yo he estado tres semanas seguidas quedando con uno con todavía más descaro) no es un hecho casual, sino que me motiva para dar más caña a esa tesis en la que las adolescencias diversas son expuestas con todos los peligros que, por desgracia, conllevan. Lástima que, en un trabajo de este tipo, no sea correcto poner anécdotas personales, porque vendría a cuento. En cambio, tengo pendientes decenas, si no centenares, de correcciones. Algunas se quedarán por el camino, la mayoría se resuelven en pocos minutos. Yo procuro organizarme bien, como siempre alaba mi directora, pero esta tarea no va a quedar perfecta, eso lo tengo claro. En realidad, ¿importa? Al menos mejoraré mi TFM y mi tesina. En el primero usé de referencia una columna de cotilleos; en la segunda, de nuevo, a Iker Jiménez. No tengo vergüenza... Como diría el Valle Inclán que presidió el Congreso por breve tiempo, habrá que ver cómo mejoro el flujo de mis correcciones. 

domingo, mayo 12, 2019

Viva forever.

El cómic de Maldita tesis sigue siendo una de las grandes obras de referencia de este doctorado, pese a que no lo he utilizado como fuente (y no es posible que lo haga, a menos que lo introduzca en los agradecimientos). Sin embargo, ¿podría decirse que esta tesis está maldita? Cada vez lo parece menos. El lunes me llegó la bala de plata, último recurso que, irónicamente, llegó en tercer lugar, cuando ya apenas hacía falta. El artículo basado en mi ponencia del congreso de Mundo Hispánico fue pre-aceptado, como suponía, con los mejores informes hasta la fecha. De hecho, la coletilla de publicable con enmiendas se la pusieron las y los editores, no los informes. Ayer lo envié de nuevo. 
Se rompió, al menos, una maldición este año, la de los artículos; no obstante, a lo largo de este doctorado he sufrido varias pérdidas, de personas más cercanas o de paso más ligero por mi vida, y no solo yo, también amigos o personas relacionadas con la tesis tuvieron que sufrirlas. Esta semana se confirmaron mis peores augurios, aquellos que me surgieron el año pasado pero que, hasta ahora, no me había atrevido a investigar a fondo. Se ha ido uno de los primeros amigos que hice en Madrid, allá por 2005. Es cierto que, una vez me trasladé a León para retomar la carrera, el contacto se había ido perdiendo, pero no del todo, seguimos viéndonos en mis visitas anuales a la capital, hasta que, ya el año pasado, debido a la pérdida del piso allí, a mi trabajo con la tesis y al disparatado precio de los alojamientos, decidí no bajarme.
Pues bien, desde finales del 2018 mi amigo se había sumido en un insólito silencio en las redes sociales y, como sea que esta clase de espacios al menos sirven para no perder de vista a las personas lejanas, al final confirmé, a través de sus contactos, que ha fallecido y, con él, una pequeña parte de mi vida. 
Pequeña pero muy significativa, con él recuerdo las primeras rondas por el barrio de Chueca, los sábados noche en el Long Play de Vázquez de Mella, ahora Pedro Zerolo (llevo dos días tratando de acordarme del nombre de esa discoteca y, pese a la resaca, me acaba de surgir. ¡Suerte que conservo neuronas!). Fue la década pasada y parece que fuera hace un siglo. Todo ese petardeo, que a veces viene bien, se ha perdido, al igual que llevo tres años seguidos perdiendo a personas con las que tenía mayor o menor contacto, me temo que en las mismas circunstancias. ¿Un poco maldita no estará la tesis, pues? Por favor, que sea la última baja del doctorado. Con mi tesis no solo quiero hacer un trabajo científico o ganar un título, también considero que arrojo, en cierta manera, una advertencia sobre cómo la opresión sobre las personas con una sexualidad o identidad diferentes, aunque ya no tan grave como en épocas que reflejan Beatriz Gimeno y Jeanette Winterson, sigue existiendo. A veces bajo capas de glamour, de superficialidad y hedonismo vacío, pero ahí está. Y yo no quiero seguir ese camino. No lo haré. En tu recuerdo, como fan acérrimo de las Spice, titulo esta entrada, y siempre me quedarán esas memorias, a veces tan esperpénticas como las cenas en un lugar llamado Pink Pollo. Forever. 

martes, abril 30, 2019

Noche de Walpurgis.

Ya lo he dicho por aquí, en más de una ocasión: a veces, basta quejarse de que algo no aparece y... ¡voilá! Ahí lo tenemos. No había habido sorpresas positivas en el mes, lo dije el sábado y, la misma jornada por la noche, en realidad las dos de la madrugada del domingo, curioso momento para que me confirmen que tengo mi primer artículo de revista académica publicado, el de Cuestiones de Género. Y, además, de aquí de León, de la que considero mi universidad de siempre, he sido profeta en mi tierra. ¡Pues se acabó la espera! No era mi candidato a artículo salvador, pero, en fin, eso también forma parte de las sorpresas y los giros de guion de este doctorado. El artículo sobre las brujas en Winterson, ¿cómo no iba a darme suerte en vísperas de la Noche de Walpurgis? No en vano lo envié ya hace un año, cuando tenía en mi poder la agenda de las brujas. 2018 resultó más positivo de lo esperado, al igual que el cuarto curso. La ruta ha sido larga y todavía hay mecha; sobre todo, falta por conocer el resultado del artículo de S. XXI, que tenía mejores informes que el otro. Si ya me publican dos, me sobro; y eso que todavía falta por saber el destino de la supuesta bala de plata, del capítulo para el libro basado en el congreso de Mundo Hispánico. 
Así pues, todo lo demás es irrelevante. Ni una sola diva podrá arrebatarme la satisfacción de haber conseguido el objetivo detrás del que llevo, por lo menos, un par de años. Si los árboles no dejan ver el bosque, la odisea del artículo no me dejaba ver la propia tesis, que no he podido trabajar tanto como quería. Pues bien, ahora llega el momento de la tesis, de pasarla por el tuneo de las referencias científicas y el corsé de la apariencia académica. ¡A ver si cuela! Nada hay imposible para los Abrasadores. Y que vivan las bruxas. 

sábado, abril 27, 2019

Sentencia de muerte para la grosería.

Termina el mes, que no ha seguido la senda del anterior. Nada de sorpresas imprevistas y motivadoras, antes bien la tensa espera, el silencio, en ocasiones, incomprensible, y mucho esperpento, mucha mala educación. El título de esta entrada corresponde a uno de los relatos de la antología Prohibido a nerviosos, presentada por el amigo Hitch(cock). Al protagonista le diagnostican unos cuatro meses de vida, ante lo cual decide ir ejecutando a personas que se muestran gratuitamente groseras, a veces con verdadera alevosía y mala fe. No es que yo pretenda seguir esa línea, ni que la recomiende, aunque, la verdad, es una fantasía común en muchas mentes. Aunque yo mismo pueda pecar de falta de modales, de vez en cuando, no lo hago de manera sistemática, ni tampoco con la descarada falta de seriedad que ostentan otras personas con las que tengo la gracia o la desgracia de encontrarme.
Este mes ha sido espectacular respecto a realidades de este tipo y no, no me refiero solo a la tensa espera de los artículos, sino a gente que deja de hablar, que no contesta a saludos, que se muestra simpática para darte la espalda al día siguiente, o que no aparece a la hora fijada y tampoco se disculpa por ello. Son algunos ejemplos, imagino que habrá habido más. Mucha reina de baratillo, mucha diva, muchas ganas de marear ahora que no necesito que me mareen, que necesito guardar las neuronas que me queden para solucionar un proyecto que, a día de hoy, todavía no puedo dar por seguro. Así que, en fin, sentencia de muerte es excesivo, pero fuera de mi vida estas reinonas e inestables, al menos hasta que termine con esta agonía doctoral. Ya solo me faltaba que este curso se hubiera convertido en el curso de las reinas. 

domingo, abril 14, 2019

Conejito de la suerte.



Dos semanas después, ya he enviado los dos artículos con enmiendas, y ahora toca seguir con la conocida dinámica del doctorado: la espera, o la tensa espera. Con la salvedad, eso sí, de que el plazo se está terminando, por lo que confío en que este mes pueda recibir al menos una de las respuestas. Ayer, después de la entrega del segundo artículo, me pasé por la pequeña feria friki de Espacio Vías, que el año pasado me había sorprendido a finales de Semana Santa, y este lo hizo al comienzo. Como suele suceder en esta ciudad, logré que algún amigo se me uniera en la expedición geek, a pesar de que el nivel de hormonas adolescentes del recinto era todavía más desproporcionado que en sus hermanas mayores, como el Level Up, no digamos ya el CometCon o Metrópoli. 
Sin embargo, ya he resaltado varias veces por aquí cómo es un ambiente en el que me siento como pez en el agua, no solo como friki, también friki queer: con sus chicas envueltas en banderas del arco iris, tíos haciendo cosplay travesti, y chapas que ponen Fuck gender roles. Por no hablar de las coreografías de pop coreano que estaban montando en el escenario, y que eran el verdadero espectáculo del momento. Dado que no había demasiados puestos en los que dejarme la pasta, al final, por tradición, pillé un sobre sorpresa libre de etiqueta de género (había otros rosas que ponían solo para chicas) y, pese a su supuesta masculinidad, me tocó un colgante de conejito con el que no se si me admitirían a alguna cofradía de papones. El conejo parece tener cierto gesto psicópata pero, aunque yo no soy de llevar colgantes y, por ahora, lo tengo aquí junto al ordenador en un rincón de recuerdos frikis, espero que sea mi conejito de la suerte para las semanas decisivas que se aproximan. Ahora voy a seguir con la tesis, el proyecto principal que, irónicamente, ha venido jugando un papel secundario con esta mandanga de los artículos. 

sábado, marzo 30, 2019

Aceptación (II).

Ha llegado el reverso luminoso de aquella infausta semana de julio en la que recibí el rechazo de mis dos primeros artículos revisados. El tercero de aquella lista, se quedó fuera de plazo y han tardado un año en contestar pero, he ahí la sorpresa, a la tercera fue la vencida y me lo han aceptado... con enmiendas, faltaría más. Dos en una semana, las tornas cambiaron de forma totalmente imprevista. Y esta vez el mensaje no me llegó recién amanecido, sino de tapas por el Cid, buen momento para la celebración. Si finalmente me lo publican, y muy mal tendría que hacerlo para que no fuera así, me hará especial ilusión porque es una revista de la que sigo considerando mi principal universidad, la de León, aunque no sea de mi propia facultad. 
Los dos informes son positivos, si bien en uno de ellos se me envían como cuarenta notas de correcciones. Resulta curioso que, pese a tal meticulosidad, la revisora se olvidara de que, a priori, el informe es anónimo, y se le colara su propio nombre. Por eso se que es revisora, y, además, ella ha inferido que yo soy autora, ja, ja. Dice que tengo problemas de redacción y puntuación, me lo han dicho en otros informes y llegaré a pensar que el premio fin de carrera en Filología me lo saqué en un rasca de la feria. Es cierto, yo escribo como me da la gana. Lo llevo haciendo doce años aquí y es tarde para cambiar, aunque trato de amoldarme, qué remedio, a ese lenguaje pretendidamente científico. Además, no hace falta insistir en que la publicación de artículos de esta índole puede llegar a ser una pesadilla kafkiana y esquizofrénica, con informes de doble ciego en los que un ciego se contradice con el otro y no sabes a cuál seguir, o directrices que mi directora me sugirió y que en estas ocasiones me anulan o me las dan la vuelta. 
En todo caso, es evidente que estoy feliz. Llevo mucho tiempo esperando esta oportunidad, que voy a aprovechar aunque solo me den de plazo hasta el jueves para corregirlo. Es el momento más delicado. Y más dulce, también. A las puertas. Alea jacta est

domingo, marzo 24, 2019

Aceptación.

Ha sido una semana con suerte, sí. Bueno, no todo en esta vida se puede justificar a través de la buena o mala suerte, también influyen otros factores, como, en el caso del doctorado, el esfuerzo y la progresión continua. Hay un camino desde julio del año pasado, con sus dos artículos rechazados en la misma semana, hasta el día de hoy, en el que, al fin, he recibido uno con los dos informes positivos. Aceptación condicionada, sí, pero así pasó también con mi primera reseña, ha habido una importante evolución desde el curso pasado y, ya en sí, resulta un hecho positivo. Tendré que incorporar las recomendaciones, no imposiciones, las cuatro cosas que vienen en los informes y esperar que sirva, pero lo más difícil ya se ha conseguido. Además, de modo inesperado, un domingo a las ocho y media de la mañana; ni siquiera debería haber estado despierto pero, como me he acostumbrado a los buenos hábitos, por así decirlo, me llegó el mensaje en directo y confieso que se me humedecían los ojos, pensando en todo lo que ha pasado hasta llegar a este punto. Así que ahora no voy a defraudar. Ni con este artículo ni con la tesis. No será la mejor tesis, ni yo el mejor investigador, y puede que ni siquiera esto me proporcione una carrera en ese mundo académico en el que, ya se sabe, si no publicas, pereces...
En todo caso, el doctorado sí lo tengo que sacar, y, aunque siempre hubiera dudas, los últimos obstáculos se están disipando y el camino está ahí, a mi alcance, si quiero darlo todo y superar la última prueba. 

domingo, marzo 17, 2019

(Semi) Cerrado.

No, no parece que en esta primera mitad de año vaya a pasarme mucho por aquí. Mi escritura se centra en la tesis, en esas líneas que procuro repasar de forma minuciosa, antes de lanzarlas a la pasarela de escrutinios. He establecido un calendario de entregas de capítulos, que ha apreciado mi directora, siempre dispuesta a elogiar mi sentido de la organización. Pues sí, ya que quizá en otras facetas no sea posible que me admire tanto, ja, ja, al menos que lo haga en esa y, de hecho, ya hoy cumplí a tiempo mi entrega del primero. Por lo demás, sigue el Esperando a Godot de los artículos, salvo una reseña sobre Gimeno que apareció publicada en la revista Raudem. Debo decir que, por pequeño que fuera el paso, el ver ese PDF en el que venía mi nombre, por primera vez en una publicación de ese estilo, me hizo sentir un pequeño orgullo. ¿Valdrá para algo? A saber. Sigamos al acecho, mientras, además de las sempiternas distracciones de uno y otro tipo, también han aparecido buenas noticias relativas a la salud y el dinero (¿el amor? No, por ahí vienen las distracciones). Y también progresando en el mundo artístico visual, con el primer retrato que, a mi juicio, ha quedado aceptable. ¡Veremos si el retratado opina lo mismo! Este espacio permanecerá (semi)cerrado, pero todo dependerá, claro, de si hay novedades de interés, para lo bueno y para lo malo. 

domingo, febrero 24, 2019

Nostalgia de Oscar.

Esta ha sido una semana marcada (entre otros asuntos) por la nostalgia. Nostalgia que trae lugares, personas, ambientes e incluso absurdas situaciones de vuelta. Y esta noche también habrá, por supuesto, como sea que la retransmisión de los Oscar forma parte de mi evolución como persona (mucho antes incluso de que los domingos noche estuvieran capitalizados por la nave del misterio). ¿Habrá noche golfa, como el año pasado? ¿Noche golfilla, al menos, para cumplir viendo el comienzo, o la mitad? Esta vez quieren hacerla más corta, se han cargado al presentador y casi se cargan algunos de los premios. Veamos. Mañana toca comprar, poco, algo de colada, rutinaria, clase de arte (qué diferencia con aquella clase del máster que me fumé tras los Oscar y provocó la indignación de una profesora con comportamiento indignante), y quizá repetición de cita, ojalá... ¿Puedo arramblar con todo ello si hoy trasnocho? Cosas peores se hicieron si, una vez más, volvemos la mirada hacia el pasado. Los Oscar no solo forman parte de mi desarrollo personal, también de mi memoria sentimental, comenzando con la más reciente. Un ciclo llega a su fin y noto cómo hay heridas que van a ser exorcizadas de un modo u otro. Quizá antes de que el ciclo termine. Estos Oscar forman parte del final de esa época y, tan solo por ello, quizá debiera darles la cortesía de una media hora. ¿No va a comenzar la gala, según decían, con el Bohemian Rhapsody (ahora sí lo he escrito bien)? Pues qué mejor que eso para cerrar una semana en la que, como en esa canción, he pasado por toda una serie de estados eufóricos y delirantes. La respuesta, tonight. La mandanga ya está preparada. 

viernes, febrero 22, 2019

Rechazo (II).

Puede ser el número dos respecto a los episodios de rechazo este año, pero no el último. Ahora bien, no quiero que pueda parecer que el comienzo de 2019 se ha caracterizado tan solo por este sentimiento. Esta misma semana, también he gozado de lo opuesto al rechazo, y he gozado lo mío. Mi cuerpo sí fue mi gozo, volviendo a la sempiterna novela de Gimeno. Por otra parte, los rechazos asociados al doctorado fueron de entidad menor: una reseña enviada en julio, nada menos, sobre la que me mandaron la típica contestación de que no se ajusta a los parámetros de la revista, que si tengo que leer la sección About o no se qué leches. Bueno, si la revista se llama Masculinidades y mi reseña era de un libro sobre prostitución masculina, supongo que algo tendrá que ver con la masculinidad, ¿nop? Y, si me rechazan la entrevista a la propia Gimeno, es indiferente, porque esta me va a servir en mucho para el aparato crítico de mi análisis, además de constituirse en apéndice del trabajo.
Hoy es un día de reminiscencias nostálgicas, un día para afirmar la lucha y seguir adelante. Cuando existen personas que, consciente o inconscientemente, pretender establecer boicots a mi proyecto, yo digo que por ahí no paso. Después de cuatro años de trabajo, que se coman su intento de boicot con patatas, porque yo tengo a quien imitar en los ejemplos de luchas, yo no me rajo y voy con esto hasta el final. He dicho. 

domingo, febrero 10, 2019

Rechazo.

Sin grandes tragedias, pero no puedo afirmar que el año haya comenzado de buena manera. La tónica general es positiva, eso sí, pero, por el momento, ha habido importantes temas en los que me he dado de bruces con la inmovilidad y el rechazo. Aunque el único rechazo importante, en realidad, es el que tuvo lugar este jueves cuando, una vez más, el mi pobre artículo sobre Deseo, placer, de Gimeno fue rechazado por la misma revista (que, a modo de premio de consolación, al menos sí me aceptó una reseña). Creo que lo peor fue el modo de fracaso porque, ya de fracasar, hacerlo con todo el andamiaje. Pues no. Ha habido importantes mejoras, y eso es positivo, pero me ha dejado con la sensación de coitus interruptus, ahora que estoy leyendo libros sobre sexología. De los dos informes del artículo, uno era favorable y el otro desfavorable; no he leído este último ya que, a estas alturas de la película, me trae sin cuidado y, por otra parte, era más de lo mismo, que si falta bibliografía (pese a que incluí cuarenta referencias), que si Foucault, que si esto o lo otro. Pero bueno, ¿tanto le habría costado a esta entidad anónima poner aquello de aceptación condicional? Esto empieza a parecerme una farsa. 
Pero hay, aún, tres artículos en reserva, además de otro que acabaré hoy y este pobre huérfano que, sin cambiar una palabra, probablemente tendrá una última oportunidad si lo envío la próxima semana a una revista de la Uned. Ironías de la vida, el viernes vino a León la autora motivo de mi análisis, pero mi cuerpo no fue mi gozo, a diferencia de su novela, y me asaltó con un catarro pasajero que me dejó fuera de combate. Lástima, aunque, francamente, no creo que el hecho de conocer a Gimeno en persona vaya a cambiar la suerte de mi doctorado. Presentaba un libro que conozco de memoria, como sea que es sobre el que me aceptaron la otra reseña pendiente. Me gustaría conocerla, sí, aunque tal vez mejor después de que defienda la tesis, si es que dicha defensa llega a materializarse. Para que así sea, voy a darlo todo. Otras metas podrán esperar unos meses, dado que en esta el calendario es el que es. Hay algo de lo que estoy seguro, y es de que todos los rechazos acaecidos en lo poco que llevamos de año son reversibles. O insignificantes. 

domingo, enero 27, 2019

Under pressure.

Aprovecho el título para hacer referencia a la canción de Queen, ya que esta semana estuve viendo Bohemian Rapsody, espero haberlo escrito bien, la biografía del grupo que ha recibido, merecidamente, críticas por su carácter comercial y falseador de la realidad. Habrá que ver en el futuro si alguien se atreve a hacer otra versión, sin las interferencias de la banda. En todo caso, me alegro de que en el filme más taquillero del año en España se pronuncie la palabra bisexual, aunque solo sea para que un personaje la niegue, del mismo modo que me alegré el otro día al ver en la biblioteca pública que habían llevado el libro sobre bifobia del que envié una reseña. 
Pero, por lo demás, no se puede decir que esté bajo excesiva presión todavía. Me encuentro finalizando el que será el último artículo de la terna, salvo posibles recursos de última hora. Cuando lo mande, retomaré la versión final de la tesis, un trabajo mucho más agradecido en cuanto a que, si bien es necesario mantener una serie de formalismos, al menos los corsés no son tan rígidos como los que imponen las publicaciones. El doctorado puede perjudicar gravemente la salud (deberían poner el aviso en los folletos informativos) así que este año lo he comenzado cuidando y mejorando mi salud. Retomé el gimnasio y, sin duda, recordaré la visita de la semana pasada, coincidiendo con la primera gran nevada del año en la ciudad. La sensación de remojarse en el jacuzzi mientras en el exterior caen las copos en constante fluir resulta un contraste que sumar al ciclo del gym, que este curso empezó con esa sesión, tan lejana ya, de tumbarse en la piscina y hablar del futuro. 
El mes corto del año comenzará con un cumple y seguirá con el regreso a mis viejos y queridos capítulos, que, en un modo u otro, han evolucionado a la vez que yo también lo he hecho. No se si habrá visita a Oviedo, porque la salud puede ser cara y he de moderar mi presupuesto. En retrospectiva, siempre supe por qué el año pasado no hice viajes al extranjero ni, por primera vez en mucho tiempo, a Madrid. Había que reservarse para gestas más necesarias. De todos modos, sí que haré excursiones de un día. Alguna excursión burocrática me tocará, qué remedio. Quizá de esas en las que haga falta llorar un poco, ja, ja. O ejercer presión. 

domingo, enero 13, 2019

Llegará el crepúsculo y tendrá tu nombre.



¿Podría ser este un año crepuscular? Quizá, aunque eso no es algo negativo de por sí. Cambios habrá, ya los ha habido en el poco tiempo transcurrido desde una Nochevieja que fue, por suerte, tranquila. Amigos que, a priori, parecían eternizados aquí, pero que se van, con un futuro bajo el brazo como el que otros y otras andamos buscando. El crepúsculo (violeta, faltaría más) del doctorado se acerca. Acabo de enviar mi bala de plata, o algo así, el artículo derivado de mi ponencia en el congreso de León. Puedo asegurar que está más logrado que aquellos que me devolvieron el pasado verano, aunque, a saber, mucho dependerá también de lo que opinen los Pares Anónimos. ¿No es este un buen nombre para una asociación? La tesis no es el único ámbito en que se debe avanzar, también sigo con las clases de arte, realizando algunas obras bajo el signo de Hitch, cuyo blog quizá debiera rescatar. ¿Y si se diera el irónico caso de que encontrara mayores salidas en este ámbito que en el de la investigación que he venido desarrollando estos años? Cosas más raras he visto. No voy a cerrar ninguna puerta, lo que está claro es que apuntarme a esas clases, algo para lo que Ana me dio un empujón decisivo, ha sido uno de los mayores aciertos del curso. Aunque la tesis, hasta cierto punto, se pueda desarrollar de modo creativo, la verdadera creatividad libre y sin freno se debe encauzar por otras vías, complementarias y confluyentes, en ciertos casos, con mis temas de estudio. Esta es una buena actitud con la que comenzar el año.