martes, mayo 31, 2016

La maldición erasmiana.

Vale que la última vez vine con una serie de buenas noticias. Pero, claro, en el doctorado sigue habiendo, y los habrá, despropósitos. El último viene de muy, muy lejos. No tanto, concedo. Desde octubre, pero, con lo intenso que ha sido el curso, ya pueden haber pasado varios eones. Yo ya imaginaba que habría terminado el plazo para la estancia internacional, pero no que pillara tan atrás. Las becas erasmus para los convenios finalizaron sobre los últimos días de octubre. A mediados de aquel mes, cuando yo había defendido la tesina, sin duda que vería la convocatoria por internet, pero no quise o no supe interpretarla. Estaba muy motivado por terminar la tesina, y me distraje, de forma más o menos voluntaria, con la cercanía de mi cumpleaños, con la decoración de calabazas y las temporadas nuevas y viejas de American Horror Story. Podría intentarlo para un cuarto curso, si no fuera por el hecho de que no quiero que dicho curso exista (de hecho, me lo tendrían que conceder). 
La estancia internacional no es obligatoria, en ningún caso, pero sí enfáticamente recomendada. Así, yo pondré el énfasis en lo que considero básico: hacer una buena tesis, sin atender a comparaciones y obviando que el 85 por ciento o 90 de tesis se diga que acaban en cum laude. En todo caso, 300 ñapas en Inglaterra tampoco hubieran dado para mucho. Queda esperar a ver qué opina el comité de seguimiento acerca de mi pequeño lapsus. Conste que, ya de no haberlo hecho en la carrera, sí quería haberme agenciado el erasmus en el doctorado. ¡Será que está maldito! 
No todo es negativo, eso sí. En vez de preocuparme por las eventualidades de una estancia fuera, podré centrarme en lo que tengo entre manos. En este mundo globalizado, ya no es tan necesario irse fuera para disponer de gran parte de las fuentes requeridas para la investigación. Una vez concluida esta, desde luego que el desplazamiento estaría mucho más justificado por motivos laborales, tal y como llevo sosteniendo aquí desde que decidí convertirme en doctorando. No ha sido el único error del curso, ni el más grave. En mis manos está compensarlo. 

domingo, mayo 29, 2016

El renacido.

Entre finales de abril y finales de mayo, el curso ha renacido, y yo con él: Research Matters, retomar el contacto con mi directora, el congreso, inicio de la tesis, calendario... No solo eso. Desde un punto de vista más personal, también ha habido motivos alentadores para mí: tensiones resueltas, reencuentros, próximos retornos, tiempos recobrados, lugares recobrados... En verdad que la primavera, finalmente, sí está haciendo honor a su nombre y está dando lugar a un renacer en ciertos campos. Tal y como la increíble chupa de agua que está cayendo mientras escribo, la lluvia se llevará los sentimientos negativos para dar paso a una nueva etapa que, en cierto modo, ya ha comenzado. Hoy no hay nada más que decir. Solo, en consecuencia con el inicio de esta semana, terminarla del mismo modo: manos a la obra. 

jueves, mayo 26, 2016

Show Must Go On.


Una de las enseñanzas que se pueden sacar de este congreso (ha habido varias), y no necesariamente zen, es que un inicial despropósito es susceptible de tornarse en todo un acierto si se sabe manejar bien. De la cara de pasmo que se me quedó cuando dijeron que me habían incluido en un panel en inglés (aunque jamás me obligaron a exponer en este idioma), al resultado óptimo del lunes. En realidad, también hubo paneles mixtos. Ayer se produjo una graciosa situación, lost in translation, de una compañera que dio su ponencia en inglés, luego otra ponente argentina lo hizo en español y, en el turno de preguntas, esta preguntó a la primera en español y la otra contestó en inglés. ¡Menudo guirigay! 
Exponer en este idioma era un reto que, antes o después, tenía que plantearme.Hubo varias personas que me felicitaron por considerarlo, de hecho, un reto, me dieron la enhorabuena por mi valentía, entre ellas mi directora, cual si hubiese ascendido al Aconcagua.

 

No era para tanto, pero, veamos. El contenido en sí, que era lo importante, lo llevaba bien estructurado y documentado. El power-point no me valió para nada porque el ratón petó. Gajes de la primera vez. Lo relevante fue que, pese a ser en un idioma no nativo, lo llevaba bien ensayado. No me pusieron atril (eso llegó luego) así que, en contra de mis deseos, lo hice sentado y, al menos, grabé el audio en el iPad. Recibí preguntas, a diferencia de en otras jornadas, y en estas ya lo pasé peor por no tenerlas previstas, pero, con cierto entusiasmo y las ideas claras acerca de lo que quería responder, salí airoso. La gran mayoría de las personas en este programa de doctorado son de Filología Inglesa, y creo que supieron disculparme al tratarse de alguien de Hispánica. Al basarse en la obra de la británica Jeanette Winterson, creo que tenía mucho más sentido hacerlo en su propio idioma.



Por lo que respecta al resto del congreso, y pese a que no asistí de forma íntegra, me resultó muy satisfactorio. Entre lo que no me perdí estuvo la entrevista a la artista irlandesa Amanda Coogan, cuya performance en el Niemeyer no vi porque estaba en León. Ayer, ponencias sobre una serie web de tipo lésbico canadiense, y sobre transexualidad (bueno, mejor dicho sobre drag queens). La guinda, inesperada y por ello me supo mejor, fue el recital poético de una joven creadora que tiene un poemario asimismo de sensibilidad lésbica, que espero leer pronto y posiblemente aprovechar. Lástima que no pudiera hacerle una pregunta, porque tenía que irme a currar. Por lo que respecta a otras preguntas, que debería haber planteado en inglés, no las supe estructurar bien y, por ello, me reafirmo en el error de no haberme apuntado al tándem o algún tipo de clases de conversación o intercambio.Nada que no se pueda arreglar el curso que viene. Todo fue tan british que incluso el avituallamiento vino en forma de té y pastitas... Bueno, imagino que tampoco iban a poner bollus preñaos. En suma, estoy contento y este fin de semana voy a comenzar la tesis en sí, aprovechando en buena parte material de la tesina y otros trabajos. El show solo acaba de empezar...

martes, mayo 17, 2016

Martes del Bollo.





 ¡Martes del Bollo! En verdad que algunas coincidencias parecen diseñadas por alguna malévola entidad que dirija nuestros azares. Martes de Campo o Martes del Bollo, o Fiesta de la Balesquida, tales denominaciones recibe la fiesta que se celebra hoy en Oviedo. En contra de lo que pensaba en un primer instante, no es una celebración en loor a la gula, sino que se remite al siglo XIII. Pero no voy a soltar el rollo histórico. Digamos que lo tradicional es salir a alguno de los espacios verdes de la ciudad para degustar el clásico bollu preñau con vino o sidra.


 

 Como sea que tengo congreso el lunes, opté por apagar la fame en casa. No se de qué añada sería el vino, pero por un tiempo me permitió continuar con la ponencia. Si hablaba de coincidencias fue porque hoy también se celebra el Día contra la LGTB (y más) fobia. ¿Más bollos? Sí, desde luego, los que reflejo en el escrito que estoy preparando para el evento. Bollería elevada al cubo. Había una concentración delante del teatro Campoamor. Un puñado de gente, sobre el mismo número o quizá algo inferior que la última vez que dicho acto se celebró en León; con todo, personas concienciadas y, además, el día me estaba reservando otra sorpresa: un festival de cine LGTBIQ en Avilés, en el centro Neimeyer. Complementado, eso sí, con algunas charlas sobre la materia que serán impartidas por profesoras de mi programa. Mi directora está entre ellas y me encantaría ir a verla. Así que es posible que se avecine excursión, sin descartar pasarme a ver alguna de las pelis que exhibirán. 


En definitiva, puedo decir que, aunque al principio me resultaba extraño este día festivo a destiempo, y pensé que tal vez me estorbaría en la preparación de mi ponencia, finalmente ha sido una jornada bastante bien aprovechada, andariega, que me ha abierto nuevas posibilidades y me ha hecho un poco más ovetense de adopción, regresando a muchos lugares de memoria reciente. Los espacios, tal y como escribí en mi ponencia, no suelen ser neutrales. Están cargados. Yo ya deambulo por lugares cargados en Oviedo, algunos de ellos me producen gran emotividad por pertenecer a la cartografía de mis memorias y sentimientos. Así, al menos, veo esta ciudad menos extraña. La hago un poco más mía. Como dice Jeanette Winterson en una entrevista que menciono en mi ponencia, las ciudades son entes vivos.  No se si el curso que viene seguiré aquí o no, imagino que sí. En todo caso, no podré decir que no he almacenado ciertos momentos para el recuerdo, algunos de los cuales habéis podido ver reflejados aquí.

domingo, mayo 15, 2016

El cabaret de los horrores (y errores).

Sí, este mes va a ser parco en entradas. No queda otra. La preparación para el congreso de Oviedo me está resultando un cúmulo de despropósitos. No es solo que, a diferencia de otros congresos, no me respondieran para confirmarme si aceptaban mi ponencia o no, con lo cual me enteré tarde y con escaso tiempo para la preparación; además, el mero formalismo de que les enviara el abstract en versión bilingüe, español-inglés, les hizo deducir que yo iba a exponerlo en esta última lengua, y me han colocado en un panel en dicho idioma. ¡Y vaya panel! El primero, el que romperá el hielo el lunes a las diez. 
Me daban la opción de hacerlo en español, pero quedaría bastante cutre. Puede que en inglés también sea cutre, pero mi pronunciación no será peor que algunas de las que he escuchado en el programa de Género y Diversidad, ya sea máster o doctorado. Huelga decir que lo llevaré ensayado al dedillo, más o menos como la canción de Say yay!, o como se diga, de Eurovisión. Si fracaso, mi fracaso siempre será menor que el eurovisivo. Y me trae sin cuidado, porque yo solo quiero el certificado para mi colección de cromos doctorales. Lo peor que me podría pasar es que alguien me haga una pregunta y no la entienda. Si es así, puedo fingir que debo visitar el baño con urgencia. Quizá ni siquiera sea fingir. 
Por lo que respecta a este fin de semana, tuve dudas sobre en qué lugar debía quedarme para crear un clima de concentración. He conseguido pergeñar un primer borrador y, en todo caso, el momento clave en su preparación será la semana que viene. Nada mejor que una absurda fiesta como la del martes, con la excusa de ir a comer bollus preñaus al campo, para interrumpir mi recolección de fuentes para la ponencia. Aunque, claro, en veinte minutos... ¿Cuántas fuentes pueden salir a flote? Pocas. Confío en que lo haga medianamente bien, pero tampoco me preocupa mucho. Lo importante es la tesis, no los créditos acoplados a la misma. Ya que el congreso trata sobre los espacios, si quiero hacer la defensa lo antes posible tendré que remodelar mis propios espacios de trabajo. Ya no vale solo con el cuarto propio a lo Virginia Woolf. 

domingo, mayo 08, 2016

Regreso al paraíso.




 Hay que asumirlo: mi anterior visita a Ponferrada me pareció perfecta, pero la perfección siempre puede mejorar. Lo he conseguido este fin de semana. En marzo, mi estancia allí se vio empañada por ser el preámbulo de malas noticias. No sucedió así en estos últimos días. Además, ha llegado en el momento oportuno, antes de que comience la preparación de una ponencia para el día 23, cuyo resumen ya he estado redactando antes de regresar al blog. El congreso, llamado Urban Encounters o algo similar, se celebrará en Oviedo y, aunque había mandado ya el consabido abstract, reconozco que se me había olvidado. En especial, porque nadie me confirmó que mi colaboración hubiera sido aceptada, hasta hace algunos días. No importa. Este sí que voy a hacerlo, sea bien o regular, a menos que una nueva catástrofe particular o colectiva se ponga en medio. 














En mi ponencia hablaré del contraste entre espacio urbano y espacio rural. De nuevo, dicho contraste existió en nuestra ruta berciana. Viernes noche, tapeo por el casco viejo ponferradino, no hasta muy tarde para que el sábado por la mañana se pudiera hacer una breve, si bien intensa, excursión a la naturaleza. Nos desplazamos al cercano pueblo de Molinaseca que, además de ser bonito, no puede estar mejor pertrechado para los peregrinos que continuamente están pasando por allí, tal y como pudimos comprobar. Desde allí parte una ruta, algo referente a Las puentes de Malpaso, aunque al final no hice foto del cartel y no puedo comprobarlo. 


Sea como fuere, no caminamos demasiado ya que amenazaba lluvia, que no llegó (bastante de eso ya hay ahora mismo aquí en León). Eso sí, la exuberancia vegetal de ese paseo nos transmitió una agradable sensación de serenidad e infundió ánimos para las respectivas responsabilidades que teníamos que seguir desarrollando el fin de semana. Valga el ejemplo de este imponente castaño, no se si centenario o incluso milenario, que da fe de nuestra propia pequeñez como especie, frente al crecimiento continuo y, a priori, inmutable, si causas externas no lo impiden, de estos colosos testigos del paso de los tiempos. 






Sería un buen momento para aferrarse al estoicismo y comprobar la insignificancia de nuestro paso por esta tierra, y cuán quebradizo es. No obstante, dado que la noche anterior pasamos por un bar de ambiente mejicano con divertidas y coloristas alusiones a la muerte, mejor será olvidar ese tono fúnebre y celebrar el aquí y ahora, en consonancia con el libro de temática oriental que acabo de terminar hace poco. Si algo me ha enseñado este fin de semana, y lecciones ha habido varias, es que merece la pena esperar, siempre que sea posible. La retribución, que no venganza, termina llegando y se planta como un faro en medio del océano, como una flecha de peregrinaje indicando el regreso a ese paraíso que nunca llegué a perder del todo. La prima vera, en fin, ofrece sus frutos y yo no voy a desaprovecharlos para producir los míos propios.