martes, diciembre 31, 2013

El No Aniversario.



Año tras año, este blog se reduce en entradas, quiero pensar que no en calidad (¡hay que ser optimistas, que estrenamos año!). No es falta de inspiración, desde luego: las crónicas escandinavas, un (muy) íntimo poemario, artículos para libros colectivos... y para qué hablar de los numerosos essays del máster, que también se basan en la escritura, desde luego. También estoy bocetando una historia de terror. Me encanta el género, no es por subirme al carro de mi buen amigo Hopewell, cuyas dos últimas novelas aún desconozco si han llegado a provincias. De ser así, Sus Majestades de Oriente ya sabrán qué regalo me hará especial ilusión. 
Lo positivo de enmarcar un evento de relieve en un día como hoy es que, al ser el último del año, es difícil que se olvide. Ahora bien, si dicho evento no termina como a uno le hubiera gustado, un día como hoy puede volverse muy cansino, con todo ese rollo de las uvas de la suerte, el champán y el inevitable epílogo del cotillón y la siempre caótica noche de salir todos y no encontrarse nadie. Bueno, ya he rebasado el mediodía del 31, y no me siento especialmente mal. Por Libia, no tendría por qué estarlo. 
El 14 se abre con muy buenas perspectivas, y una potente reserva de confianza respecto a los planes en curso, y otros que se otean en el horizonte. La consigna podría ser: confianza en mi trayectoria, y ningún respeto por quienes no confían en mi persona o en mi carrera. De hecho, es la consigna que he estado poniendo en práctica estos días. La segunda parte, solo si me obligan. La toxicidad, que solo venga de las rituales toxinas que se ingieren en noches como esta (pero es sabio moderarse año tras año, y que el naciente no se asuste ante nuestra espantosa cara post-celebración). 
Desconozco si el próximo año seré más o menos fiel que este al blog, lo que es seguro es que no tengo la menor intención de abandonarlo, pues ha registrado momentos muy importantes en mi vida, como en la críptica primera entrada de este año que se nos va, y que ni siquiera yo entiendo al leerla a día de hoy. Pero para eso estamos los escritores, para plasmar pensamientos alucinatorios y, llegado el caso, que los descifren, si pueden, los sufridos filólogos del mañana. Feliz 2014, y que el Gobernador de Libia, (who the hell is he?) os ampare. 

jueves, diciembre 05, 2013

Despedidas en la niebla.




Hoy ha sido una jornada un tanto crepuscular, con espesa niebla, el frío se da por supuesto y al menos han encendido las luces navideñas, pero es un espejismo para alegrar el puente, y el encendido permanente quedará para las fiestas. A pesar de hacer el máster en dos cursos, realmente la parte de más enjundia se la lleva este 2013, con 11 asignaturas cursadas de 15, comenzando a contar desde que en febrero me subí a este tren en marcha. Las clases se reanudarán tras los Reyes, y el trabajo, eso sí, continúa en casa. 
Además de despedir a mis compañeros y compañeras hasta el año que viene, aunque tal vez haya algún encuentro antes de esa fecha, despedí asimismo a un profesor que me ha impartido, parcial o totalmente, cinco materias. Curiosamente, esta ha sido en la que le he visto menos cómodo. Bueno, el tema tampoco era para sentirse de ese modo, pues, en los tres últimos días, hemos hablado sobre nazismo, además de la proyección de la estupenda película The Reader (El lector). Del mismo modo que en Cuarto nos invitó, el último día, a tomar una caña o lo que fuese en la cafetería, hoy la despedida ha tenido necesariamente un carácter más melancólico, con los poemas de Paul Celan, algunos leídos personalmente por el autor, antes de arrojarse al Sena. Me quedaba con las cañas pero, en fin, si el máster tiene entre sus fines el complementar la formación que hemos recibido en la carrera, entonces cabe señalar que de Identidad Europea poco dimos en Filología Hispánica. No es la rama que voy a seguir, ni en el trabajo fin de máster ni en el futuro, pero plantea un interés indudable, a la par que incómodas preguntas. 
Con solo un mes de retraso (no está mal para León), se ha estrenado La vida de Adele, y esa película sí será objeto de análisis, cuando pueda verla, eso sí, en versión original, y con la opción de detener su visionado para tomar notas. Mucho mejor que ir yo solo al cine, con la posibilidad de que se me siente un voyeur al lado. Sí, creo que el voyeurismo lleva afectando a esa película desde que ganó en Cannes. ¿Cómo es posible, si no, que yo haya podido ver sus escenas eróticas antes de ver la película en sí misma? Las mismas, por cierto, cortesía de un enlace de la versión digital de Cinemanía. Es un enlace a una página pornográfica, englobado dentro de una web de cine que no lo es. Me resulta absurdo, porque las escenas que he visto no son pornográficas, y mucho menos en el sentido de escenas entre mujeres que suelen verse en esa clase de sitios. Me han parecido realistas, y naturales, claro que necesito el contexto del filme en sí. Habrá que planear unos cuantos visionados. Y no porque las actrices sean guapas, que también... 
Hablando de mujeres con sexualidades no normativas, os dejo con este vídeo de Marlene Dietrich, referido a la última clase del año, la de hoy. Por hacer un contraste, bien pudiera haber colgado uno de Aquí llega Condemor o alguna absurdez similar, que siempre logran divertirme. No obstante, vaya este como mi particular homenaje a un profesor que me ha proporcionado muy buenos momentos a lo largo de estos años. 

viernes, noviembre 22, 2013

El largo parto.



¡Aquí está! Catorce meses después, el título de mi carrera, junto al plus del suplemento europeo, el papel bilingüe pensado, especialmente, para solucionarte la papeleta si hay que emigrar, como supongo que será mi caso. Tras una espera tan dilatada, al menos me concedieron como regalo una carpeta, cosa que no recuerdo en el caso de Cinematografía. Aquel no era un título oficial, y es de imaginar que, a menor caché, menos dispendios. 
El único mes íntegro en cuanto a docencia está llegando a su fin, y ha sido una balsa de aceite, excepto algún incidente aislado que no tenía nada que ver con la universidad y que, por algún motivo que ahora mismo no me explico del todo, llegó a salpicar el honorable templo del saber. Las clases se me han pasado tan fugazmente como imaginaba. Es una pena, porque, además, estoy conociendo a alguna persona interesante con la que, asimismo, coincidiré fugazmente a menos que haga algo para remediarlo. El trabajo de fin de máster estará basado, a grandes rasgos, en una comparativa entre el cómic El azul es un color cálido y la película que se inspiró en él, la célebre La vida de Adele. Célebre porque ganó la Palma de Oro en Cannes, pero, de hecho, a León no ha llegado, y si llega lo hará por los circuitos alternativos habituales. 
Habrá quien se pregunte que por qué tomé la decisión de hacer el trabajo sobre una película y un cómic que no había leído. Mi intuición, empero, no me traicionó. El cómic, novela gráfica si queremos ponernos finos, lo estoy terminando ahora. Sabía que iba a tocarme, así ha sido; es bello y triste, estoy escribiendo en el blog, en parte, para descansar antes de su desenlace. Creo que el trabajo podrá ser un broche muy digno para el máster, y quizá para mi estancia en la facultad, a falta de saber las opciones de doctorado. 


También he rememorado el aniversario del viaje a Suecia. Increíble, parece que haya pasado un milenio desde entonces. Pero mi percepción se debe a que en este año 13 que va llegando a su fin han sucedido toda clase de peripecias, buenas y malas, pero que en su conjunto podrían dar, desde luego, para otra emotiva historia del estilo de la que estoy leyendo. La espera de la Navidad, ya lo creo, se hacía más intensa en esos paisajes nórdicos, aunque aquí ya se haya alcanzado un frío tal que, si no nieva, lo hará en cuanto me despiste. La nieve traerá consigo otra copiosa palada de recuerdos... Quizá aún me de tiempo a visitar Madrid antes del fin del año, libre de basuras aunque quizá también libre de iluminación festiva, todo está por ver. Nada me impediría comprar las dos últimas novelas del amigo Hopewell, la última de las cuales se estrena hoy. ¡Felicidades! Nada mejor que auto-regalarse libros de amigos. De momento, mi obligación es regresar a la historia de Clementine (rebautizada a posteriori Adele) y Emma. Respecto al parto al que aludía en el título, se ha fraguado tras tres intentos y, si su obtención no ha sido algo tan extraordinario como el premio que obtuve en septiembre, podría no obstante dar pie a consideraciones acerca de la constancia, y también de la paciencia, la manera de evitar distracciones que pretenden desviarnos de nuestro camino y que a la larga se quedan, ¿cómo era?, en polvo, en sombra, en nada. 

domingo, octubre 27, 2013

El último curso.


Sí, el último, creo yo. Nunca se debe utilizar muy a la ligera cualquier referencia a una última vez; no obstante, considero que mañana comienza a efectos lectivos (tutorías ya he tenido algunas) no solo el último curso en la universidad, sino también el más corto, junto al anterior. Lejos mi intención de querer jubilarme como estudiante, como sugirió alguien poco informado de mis últimas andanzas. Si, como deseo, llego a hacer el doctorado, lo haré como un trabajo, con un salario; de lo contrario, no veré ningún sentido a investigar sin un mínimo sustento en que se base ese período de investigación. Soy consciente de que, para una parte de la población, solo trabajas si ganas dinero, algo tajantemente negado por mi parte durante los últimos años. Lo que sí tengo muy claro es que, por mucho que se hable de estudios de doctorado, en cuanto termine el máster me consideraré como un ex-estudiante, valga la cacofonía. Si preparo la tesis, entonces seré un investigador o, si nos ponemos finos, un doctorando. 
Bastó una tutoría la semana pasada para revitalizar mi optimismo respecto a una posible beca FPU para permanecer en la universidad. ¡Sí, parece que todavía hay becas! Y, en la misma sesión, se sentaron las bases para el trabajo de fin de máster. Por otra parte, hemos alcanzado la cifra de diez u once alumnos, según cómo se mire, y el curso no corre peligro en absoluto, es una cifra en la línea de la carrera, y se acerca a la media requerida por los organismos oficiales. Al igual que sucedió entre febrero y abril, las clases volarán en un suspiro. Una lástima, pero al mismo tiempo un alivio, porque, una vez finalizado el máster, podré enfrentarme a mi futuro próximo, que es lo que estoy deseando. No tengo mucho más que añadir ahora mismo, tan solo volver a acomodarme del modo menos lastimoso posible en las tablas de la facultad, no más de un par de horas al día, y dejarme llevar por este postrero viaje que, curiosamente, concluirá en los albores de la primavera (al menos en lo que se refiere a la docencia). 

domingo, octubre 06, 2013

Séptimo aniversario.


Ayer, en efecto, se cumplió el séptimo aniversario de este blog. Si no escribí esta entrada entonces no fue por falta de tiempo, sino por simple descuido. De hecho, estuve jugando una partida al Héroes, partida triunfal en la que llegué a amasar la suma de más de cuatro millones, para mí los quisiera en la vida real. Ese, el único videojuego al que dedico algo de tiempo, suele ser un recurso cuando no hay demasiados proyectos en rodaje; no obstante, creo que a partir de la semana que viene voy a retomar la escritura y la corrección de obras ya escritas, a la espera de ver qué sucede con el máster. 
Después de la consabida inyección de moral que supuso el premio, se cierne un nubarrón de dudas sobre mis actuales estudios. Ahora mismo hay tres personas matriculadas en el máster. Con tres personas, desde luego, no se impartiría. Pero hay otras dos que, como yo, han completado más o menos la mitad de las asignaturas, y por tanto se prevé que continúen. El número asciende a cinco, y hay otras dos alumnas que casi seguro van a formalizar su matrícula. Siete, pues, y, contando con alguna otra posible incorporación, lo dejaremos en nueve o diez. Se supone que el mínimo es diez, aunque siempre hay un margen de flexibilidad. Yo tengo la impresión de que la gente está tardando en matricularse, casi hasta el comienzo de las clases, tal y como, por otra parte, ocurría en la carrera. No creo que sea tan solo por dejadez, sino por cuestión de becas, presupuesto, etc. Yo no voy a mostrarme pesimista a este respecto, pero no me quedaré tranquilo hasta que no reciba un correo confirmando que el máster va a impartirse. 
Si no fuera así, sería un colosal cataclismo, aunque en León ya estoy aprovechando el tiempo, he comenzado a ir a clases de Inglés para preparar el Advanced, en la academia Galway, tras el coladero de pasta que supuso el TOEFL. Inglés y máster, eso necesito para irme fuera. Sobre todo lo primero, porque lo segundo sería más bien para el doctorado. 
Así, celebro este séptimo aniversario del blog con cierta incertidumbre, pero también con la seguridad de que, en muchos aspectos (no en todos), estoy mejor que cuando lo comencé como vendedor del Corte Inglés, antes de las crisis. Cierto que tenía un trabajo estable, que posiblemente hubiera conservado, pero me retiré a tiempo, e hice bien. Tampoco este gran leviatán del comercio ha sido inmune a la caída del consumo, y no hablemos ya de la venta de libros, que eso sí que ha caído tan en picado que, además de amenazar el futuro de las librerías, integradas o no en centros comerciales, echa un poco para atrás a quienes tenemos obras recién concluidas, que nos gustaría ver editadas. De todos modos, no es algo que me preocupe. Para escribir, ya lo dijo Virginia Woolf, hay que tener dinero y un cuarto propio. Lo segundo sí lo tengo, y lo primero, por ahora, no me lo va a proporcionar la escritura, así que voy a centrar mis esfuerzos en los dos factores que enumeré más arriba, pudiendo compatibilizarlos con cierta creatividad y con este blog, reducido pero nunca abandonado (a menos que surja una circunstancia muy adversa o, por paradójico que resulte, muy positiva para mí). 
Muchas gracias a quienes me habéis acompañado hasta aquí. Siento que me dejo ideas en el tintero, que no puedo expresar ahora mismo de forma correcta, ¡qué se le puede pedir a una mañana dominical, aunque no esté acompañada de resaca! De todos modos, me sorprende que haya sobrevivido siete años un espacio que comencé un poco como un juego, como una moda, con entradas cortas y no demasiado reflexivas acerca del absurdo diario en el centro de trabajo. Es verdad que el blog poético ha quedado congelado, pero no es menos verdad que, coincidiendo con ello, este es el primer año en el que he sido capaz de escribir un poemario completo. ¿Que se publica? ¿Que gusta o no gusta? Eso me da igual. El destinatario del mismo posiblemente nunca lo llegará a leer, puesto que ha preferido la comodidad de vivir entre las sombras. Esa historia sí que daría, además de para poemas, para unas cuantas entradas de blog, cuando no un extenso relato. Pero hoy celebramos a los Abrasadores, que hace pocas semanas se reunieron casi en su totalidad junto con el resto de familia, y todavía, por largos años sea, siguen bajo el amparo protector del gobernador de Libia. 

domingo, septiembre 29, 2013

En tiempos difíciles...



Llegó finalmente el día de la inauguración oficial, la apertura del curso académico 13/14, y con ella la entrega de Premios Extraordinarios de Fin de Carrera, como el que me dispongo a recoger en la foto de arriba. El momento capta las felicitaciones que recibo del rector; el señor con aspecto de maestro Yoda sito a la izquierda del mismo, que parece que me está dando la bendición, y el señor sito a la derecha, que es el consejero de Educación, cosa que yo desconocía pues pensé que se sentaría con las autoridades, y sin el uniforme característico. Tras la entrega de los premios, y la consiguiente huida de quienes solo hubieran ido allí para recogerlos o para asistir al acto de entrega, llegó la lección inaugural, acerca del sedentarismo y el ejercicio físico. Un tema muy de actualidad, curiosamente el doctor que la impartió no se mostró muy activo durante la misma, sino más bien imperturbable. Leyó su lecture sin que la era del Power Point hubiera llegado hasta él, ahora que durante el máster ha llegado incluso hasta mí. A su favor hay que reconocer que se la había currado y era muy interesante, además de limitarse a una media hora, con lo que el acto concluyó puntualmente, a las dos. 




La clausura, aparte del Gaudeamus Igitur que siempre suena en esta clase de actos, vino a cargo del rector. Hizo un discurso bastante reivindicativo, sobre todo teniendo en cuenta que sus peticiones se dirigían a la entidad que representaba aquel que estaba sentado junto a él. Eso sí, hay cosas que no llego a ver, como eso de conseguir 35 alumnos de nuevo ingreso por carrera, al menos en la antigua Filología Hispánica. Se mire por donde se mire, no se puede juzgar a todas las carreras por los mismos criterios. Parafraseando al consejero, podría afirmarse que no se trata de suprimir carreras, sino de hacerlas ya no más potentes, que también, sino más atractivas, el atractivo y el empuje del idioma español y su rica tradición literaria son un filón que debe ser explotado con más ahínco. Que se mire, si no, a China, donde Filología Hispánica sí tiene una gran demanda, y asimismo demanda profesores de Español (no en vano, había representantes del Instituto Confucio en el acto). La frase que sí subrayaría, desde luego, es aquella con la que el rector concluyó su discurso, en referencia al generoso donante anónimo que sacó de apuros a varios estudiantes pendientes de pago en sus matrículas: En tiempos difíciles es cuando se descubre a las buenas personas. No creo que la merma en las becas se pueda compensar con donaciones anónimas; no obstante, hasta que la situación mejore, es un clavo al que agarrarse. 


Desconozco si hubo un tiempo en el que obtener este premio conllevaba una recompensa económica. En todo caso, ahora ya no llega ni para el vino que tiempos ha ofrecían tras la inauguración. Yo no lo hice por el dinero, ni por presumir. Simplemente, era mi obligación. Solo lamento no poder viajar en el tiempo cinco o seis años atrás, para mostrárselo a quienes ponían en duda mi decisión de acabar la carrera. Todavía hay quien parece no compartir que quiera hacer el doctorado, pero, como son ejemplos aislados, algún converso al neoliberalismo de forma tan zafia que da vergüenza ajena, no voy a inmutarme por ello. De todos modos, a estos conversos habría que recordar que, en su momento, podría haber ganado una buena suma al mes en León como contratado por la Universidad, que ahora hace malabarismos para financiarse como dejó bien clarito el rector hace dos días. El doctorado no se estudia, se investiga, y, aquí ya no, pero en otras universidades conlleva un salario, como pude comprobar en Lund. Y, como sea que he considerado al máster como el germen del doctorado, y en dicha concepción voy a basar mi trabajo final de julio, confío en que a partir de la semana que viene, comenzado el mes, empiece a recibir noticias de los profesores y profesoras que deben enviarme sus indicaciones de cara a la preparación de las asignaturas. Sin son tiempos difíciles, también es tiempo de plantar cara. 

jueves, septiembre 26, 2013

Marranadas.


He convertido el Matadero de Madrid en una especie de cuartel general, dado que, hasta el momento, me resulta el sitio más cool de Legazpi (¿tal vez el único?), y además me permite usar el wifi de forma gratuita. Allí hay un cine y dos teatros, además de sus respectivas cafeterías o cantinas, y en una de las salas tenían en cartel una obra llamada Marranadas, basada en una novela que no he leído. Por lo visto, la protagoniza una figura porcina, supongo que hembra por la melena platino que se le alborota en la foto de arriba de grotesco modo; en el póster aparece un actor con una máscara de gocho, lo que hacía que los niños la confundieran con Peppa Pig. Confieso que me desagradó la similitud con el argumento de la novela que colgué en este mismo blog. ¡Todo está inventado, colegas! Mi novela, de hecho, estaba ambientada en el barrio, aunque el nombre de este no apareciera, y la conexión es lógica entre Los cerdos y el Matadero, no solo en la mía sino, supongo, en el hecho de quienes han escogido esa obra teatral para representarla en ese recinto. 
Para marrano, el estado de mi calle en este verano. Me quedé estupefacto al leer que desde el Ayuntamiento pretendían bajar la tasa de basuras. ¿No sería preferible mejorar la limpieza? No solo es culpa de quienes gobiernan, claro, que también hay gente bastante guarra; muy bien si quieren beber en la calle, pero al menos que se hagan cargo de los desperdicios... A tal grado llegó el asunto, que vino una vecina del bloque para que firmara a favor de mantener la calle más limpia, alegando que habían aparecido hasta ratas. ¡Bueno, yo ratas no he visto, bastante tuve en su día con las cucarachas! 
Por lo demás, el viaje muy bien, he visto a quien no pude ver en verano, y también a quien ya había visto. He descubierto un bufé asiático como los que había en Suecia, pero en plan vago. Es un bufé giratorio: los platos, en pequeñas raciones, van apareciendo junto a tu mesa. Al constituir una suerte de pequeñas tapas, permite variar entre sabores sin quedar excesivamente repleto.Lo prefiero antes que las grasientas tapas del Tigre, esa abarrotada sidrería. Por cierto, ahora que mi intención es recibir clases de Inglés, no pude dejar de notar un cartel que indicaba Hay un nuevo Tigre abierto en la calle tal y tal, con su traducción al inglés (porque los jóvenes y gallardos extranjeros van hacia ese lugar como mosquitos a la luz), que era esta: There is a new Tiger open... En su afán de traducción, tradujeron hasta el nombre del bar, que es como si al Burger King le llamáramos El Rey de la Hamburguesa, por no hablar de cómo sonaría Pollo Frito de Kentucky
En fin. Podría relatar muchas más anécdotas del viaje, pero me encuentro en la víspera de que me entreguen el premio de fin de carrera, entrega simbólica pues se tratará de un diploma, pero la solemnidad del acto, con todos esos catedráticos y el rector vestidos de colorida manera, me provoca cierto nerviosismo de chaval en la noche de Reyes Magos. En todo caso, es un magnífico pistoletazo, si no cañonazo, de salida para el medio curso que viene, el último en León a menos que quiera echar raíces aquí, algo que no sucederá si yo puedo evitarlo. 

domingo, septiembre 08, 2013

Calentando motores.

Ayer me confirmaron, como suponía, que no puedo acceder a la beca de colaboración para el máster por la peregrina razón de que estoy en segundo curso, y solo vale para el primero. En realidad, el máster no tiene dos cursos, lo que pasa es que, debido a mi viaje al extranjero, lo he dividido en dos mitades. Vamos, que no me han echado atrás por expediente académico, y en ese sentido me siento algo estafado. La llaman beca, pero lo cierto es que es un trabajo, para colaborar durante tres horas al día en el departamento de mi facultad. Tras un consabido recorte de cincuenta euros, la cantidad a ganar por mes me permitía aún aspirar a ciertos cambios en este último curso en la universidad. 
Hace unos días vi la película Weekend, de temática gay. No me atrevo a decir LGTB porque casi no aparece nadie más que sus dos protagonistas, gays, y el término bisexual ni se menciona. Narra una historia de amor fugaz pero intensa, con grandes dosis de realismo. Bueno, no se si todo me pareció igual de realista, porque el miembro más armarizado de la pareja, por así decirlo, tenía alquilado un piso individual con el dinero de su trabajo como socorrista, y todavía le sobraba sueldo para tomar copas en clubs nocturnos y gastarlo en drogas bastante conocidas en este país durante la época del boom. Bueno, tal vez en Reino Unido los salarios puedan estirarse más, en todo caso siempre me ha llamado la atención cómo, incluso en filmes que se pretenden naturalistas, las fuentes de ingresos de los personajes suelen ser un tanto oscuras. 
¿A qué viene esta digresión, aparte de para recomendar una buena película, de escasa repercusión más allá de los círculos a los que parecía dirigida? Bueno, es que, precisamente, el objetivo de la beca de colaboración hubiera sido alquilar un estudio, imagino que más cutre que el que se convierte en escenario recurrente del filme. León podrá ser una ciudad con limitaciones, pero al menos el alquiler es barato. Más lo sería compartiendo vivienda, pero la persona con la que pretendía hacerlo se ha evaporado, de modo temporal o definitivo, y tampoco quiero arriesgarme a soportar dosis de chaladura como las que viví en Suecia, si no conozco a otras personas en ese sentido. A pesar de que duermo mejor de manera individual, ya me gustaría tener una cama grande donde compartir momentos como algunos de los reflejados en la película. Todavía es pronto para saber qué sucederá en este curso. No obstante, el piso de Madrid sigue disponible, y allí iré dentro de poco, para disfrutar de unos días sin el agotador corsé del calor en agosto. 
Con matrículas más caras que en otras ciudades y menos becas, la estrategia no parece la mejor para retener alumnos, pero, como el máster me gusta y los resultados hasta ahora han sido muy buenos, me he puesto ya a preparar el trabajo final, que pretendo que sea el germen del doctorado (este, sí, a realizar en otra universidad). Ya ni sueño con aquella época en la que se me prometían unos mil doscientos del ala a cambio de hacerlo aquí. Con todo, en el fondo eso es positivo, porque me obligará a salir fuera y no eternizarme en esta ciudad. En algunos días de este verano me he sentido como inmerso en un círculo de difícil escapatoria, es por ello que tener un destino alternativo en el horizonte me entusiasma tanto como la perspectiva de terminar este máster con un trabajo interesante, moderno y que me abra nuevas vías de aprendizaje y también profesionales. Seguiré calentando motores con esa meta. 

miércoles, agosto 21, 2013

El Madrid surreal y bochornoso.


No tengo remedio. Me hice una especie de autopromesa, la de no permanecer en el piso de Madrid más allá de cinco días, mientras no se solucionara, al menos, el problema de la fuga de agua, ya que no el de poder ducharme. No cinco, sino ocho permanecí allí, con un calor como el que había esperado. Yo no soy un rata, aunque en los últimos días me parezca que alguien me lo ha llamado de forma más o menos indirecta (que me equivoque en esto, por favor, pues se trata de una persona a la que aprecio); no obstante, no quise llamar a ningún servicio de fontanería, temiendo que por cualquier nimiedad pudieran cobrarme más allá de esos ciento cincuenta euros que me cundieron para toda la estancia. A fin de cuentas, estamos hablando de un piso que apenas ya se utiliza, por lo que la posibilidad de arreglarlo, y el desembolso que conlleva, debe analizarse con más calma. 
¿Que hace calor en agosto en Madrid? Es como decir que lo hace en el infierno. Ya me tocó a mí trabajar en la capital durante ese mes, y bien lo sabéis por el blog. No es una circunstancia que fuera a echarme para atrás. Ni a mí ni a los miles de turistas que se agolpaban para poder ver la exposición de Dalí en el museo Reina Sofía. El artista, gran experto en marketing, estaría encantado de ver esas colas que parecían dignas de un concierto de una estrella de la música o similar. No conseguí ver la exposición junto a Oli. El primer día, la postergamos para después de comer; por la mañana habíamos visitado el Caixa Fórum (que ya es de pago) para entrar en una muestra sobre el visionario del cine, George Meliés, si es que lo he escrito bien. De vuelta a Atocha, no quedaban entradas. El domingo, tampoco. Y eso que la hora era más temprana, a mediodía. Con todo, pudimos acceder gratis para ver el Gernika, que siempre es una experiencia sobrecogedora y, al ser tan grande, no hay que abrirse paso casi con los codos, como me sucedió con Dalí. Finalmente, el jueves pasado, festivo, llego a las diez y media de la mañana, y tras tres cuartos de hora de cola consigo la entrada, establecido el pase a la una y media. Nadie crea que, por eso de compartimentar las horas, las salas estaban más vacías. Ni en sueños, es la exposición más masificada que he visto en la vida, y es una pena, porque estaba bastante bien organizada. Lo más ridículo fue ver a dos trabajadoras del museo chistando a la gente para que hablara más bajo, como si los cuadros sufrieran por el ruido, y pretendieran hacer creer a esos turistas en chanclas que estaban visitando una iglesia. Si no querían jaleo, tendrían que haberse planteado la exposición de otra manera, o subir la entrada de ocho a veinte euros... 


Tras salir del museo me di un paseo nostálgico, y caluroso casi hasta la extenuación, hasta el barrio de la Latina, pasando por mi antigua calle de Gasómetro, con la casa donde viví y el Telepizza en el que curré. No fue el único punto que me refrescara la memoria, pues en la calle de la Paloma, donde tomé esa foto con los monigotes, estaba el portal en el que residían, hasta hace pocos meses, Nacho y Jessica. Los bares de ambiente del barrio, como el que existe al lado del portal, se habían sumado a las fiestas de la Paloma con una sucesión de coloridas vírgenes y alguna drag queen animando al personal, lo cual daba una estampa como de película de Almodóvar en los años ochenta. 


Yo me tomé un vaso de sangría y continué caminando hasta hallar un sitio para comer que estuviese fresquito, y no se limitara a ofertar los grasientos productos que suelen destacar en las barracas al aire libre que se alineaban por las calles de la feria. Lo que hubiera dado entonces por llegar a la llamada playa de Arganzuela, que no debe pillar lejos de mi barrio, pero, aunque visité el Madrid Río, no pude caminar demasiado por las mismas y soleadas razones. Podría ser peor, desde luego, podría estar ahora mismo allí, con alerta naranja, y añorar las nieves eternas de Furulund, por fortuna he regresado a León y puedo afirmar, desde aquí, que Legazpi es un barrio más interesante de lo que puede parecer a simple vista. 


El Matadero es el buque insignia cultural del mismo; por desgracia, en agosto estaba prácticamente clausurado, pero al menos pude comprobar que tenía wi-fi gratuito, sin necesidad de ir a ningún bar a gastarse la tela para mandar algún que otro whats up. Y, respecto a Madrid Río, como podéis ver resulta un buen sitio para desconectar y pasear, si bien tenía, en ese tramo, poca arboleda para resguardarse del sol, por lo cual no pude ir muy lejos y me quedé en una terraza tranquila, con un precio como el que se acostumbra en Madrid y sin ni siquiera invitar a un cuenco de alpiste, supongo que lo que se paga es la vista... 


Por cierto, qué ironía me resulta, visto ahora, el nombre de la cerveza. El Matadero, nombre asimismo irónico para un centro cultural, queda al fondo de la estampa, al otro lado del río. La visita me ha parecido satisfactoria y bien aprovechada, sin importar el sudor, las carencias acuíferas y el surrealismo alrededor del surrealismo de algunos momentos. Al menos no hubo cucarachas. Bueno, cierto es que, si viniera otra plaga, apenas encontraría ya qué comer en toda la cocina, así que mejor que escojan un objetivo más suculento...

viernes, julio 19, 2013

Reencuentro con el mar.


Decidí tomarme un par de días para establecer un paréntesis en mis crónicas nórdicas e ir a visitar otra clase de mar, también frío aunque no tanto, desde luego, como el que fue testigo de mis aventuras allá por el otoño pasado. Estuve un par de noches en Gijón, para ver la Semana Negra, un evento literario, si bien con otras ramificaciones, en el que nunca había puesto los pies. También tenía ganas de bañarme en la playa, algo que hubiera sido muy desaconsejable de haberlo intentando a finales de noviembre en Malmö. Tuve la suerte, además, de que mi amigo Alejandro se encontraba allí pasando unos días, en el domicilio familiar alquilado en esa ciudad. Por tanto, no me sentí solo durante la estancia asturiana. Me llevó a ver el Elogio del Horizonte, y por el camino pude contemplar hermosas panorámicas como la de arriba. Frente a lo que sucede en ocasiones, la tierra astur nos regaló un tiempo espléndido. 


La Semana Negra celebraba su última jornada, en domingo, y no es de extrañar que se encontrase bastante concurrida, como puede comprobarse en esta instantánea, con esa curiosa escultura de una rubia de culo prieto que parece escalar por una montaña de libros. El recinto estaba un poco a desmano, y polvoriento, eso se notaba sobre todo a la hora de manosear los volúmenes, tanto si eran nuevos como de segunda mano. Al principio no veíamos los puestos literarios por ninguna parte, parecía una feria más, con su mercadillo de baratijas y carpas con churros y bollus preñaus. Finalmente llegamos a la calle de las librerías, y yo me llevé un ejemplar de recuerdo, tras comprobar con sorpresa cómo su precio variaba de los quince euros en un puesto a los siete en otro. 


El señor paseo hasta la feria se compensó al pasar por la Competencia de Gijón. A diferencia de la de Oviedo, allí sí nos pusieron la correspondiente porción de pizza. No faltaron las sidras, pero esa costumbre la reservamos para el día siguiente, tras una jornada playera tranquila, de lectura al sol y posterior baño en el Cantábrico, frío aunque calmado, con bandera verde. Hacía algunos años que no me bañaba en el mar, así que regresé aquí bastante relajado, si bien lo mejor estaba por venir. De modo inesperado, como suele suceder. Hace un par de días llegó una carta de la universidad, invitándome al Acto Académico de apertura del próximo curso, donde se entregarán los Premios Extraordinarios de Fin de Carrera y de Máster, puesto que yo soy uno de los premiados, en la promoción 2011/2012. Yo ya no esperaba ese premio, la verdad... Pero, al margen de la rentabilidad que pueda sacarle respecto a encontrar empleo, resulta una inyección de moral de cara al próximo curso, a la mitad de máster que me resta. Y un desafío, claro, el listón está alto y, si quiero un premio análogo respecto al máster, no habrá que bajar la guardia. 
Al final, los sacrificios llevados a cabo para obtener un buen expediente, ya lo creo que los ha habido, han merecido la pena. Y soportar los malos momentos que, puntualmente, han aparecido en la carrera. Aquí sí se ha cumplido la sentencia: a la tercera, la vencida, y la perseverancia ha dado sus frutos. 

domingo, junio 23, 2013

Noche de bruxas.



Llegan las fiestas, junto a algunas costumbres que se recuperan y otras que, quizá de forma momentánea, se pierden. Vuelven las cenas de clase, pese a que el curso ha durado para mí un par de meses, y lo hacen de forma armónica y novedosa, visitando un restaurante griego, acorde al tono internacional de la clase. Hoy no habrá, pese a la foto de arriba, fuegos artificiales desde el río. Pensándolo bien, los fuegos artificiales eran lo de menos durante las celebraciones del cumpleaños de Juancho, casi siempre los tapaban los árboles. Abandonada la ribera, desconozco si en verdad llegaré a verlos hoy. Uno pierde, asimismo, ciertas costumbres. Tras la cena de clase, y ayer las visitas de los amigos de Madrid, la noche de San Juan ha quedado relegada a una tercera instancia, no me veo yo con ganas. De hecho, ni siquiera debería estar escribiendo aquí. Por lo que respecta a este año, yo siempre quise celebrar esta noche de un modo diferente a ediciones anteriores, pero no ha podido ser así, imagino que eso me hace perder entusiasmo respecto a una noche en la que, según una presentadora de informativos y el ridículo guión que le tocó leer, no se duerme. Pues dormido he estado a punto de quedarme hace poco... Me pregunto cómo habrán celebrado en Furulund el Midsommar sueco, su particular noche de bruxas. He dejado inactivo este blog por redactar mis crónicas suecas, a un ritmo que se me antoja bueno, y creo que será un libro interesante, desconozco si también para las editoriales que puedan publicarlo. En esto, seguiré el ejemplo de Víctor, que ayer, aunque no estaba en León por motivos profesionales, no solo firmó su libro a dos fans, sino que también encontró una admiradora en potencia en la figura de la camarera que nos atendió. ¡Así se hace! En fin, voy a meditar sobre si hoy hay nit del foc o no, confío en que la próxima vez que visite este espacio pueda dar cuenta de todas las notas del máster. 

domingo, junio 02, 2013

El armagedón.



Podría pensarse que, tras el derrumbe, viene el armagedón, pero no, esto no es una continuación de lo anterior excepto en el sentido de que también narra un viaje a Madrid. Por ese término aludo a la segunda parte de El cuarto jinete, cuya primera presentación tuvo lugar en la Fnac Castellana, el pasado sábado 25. Jornada muy completa para mí, por la mañana tomé el bus a Quijorna para asistir a la comunión de la segunda hija de mi prima mayor, junto a parte de mi familia de León que había hecho el viaje en el día. No dio tiempo a demasiada sobremesa, pues el acto comenzaba a las cinco y fue precisamente a esa hora cuando me subí al bus de regreso. Era consciente de que no llegaría a la presentación de Víctor, sí lo hice al desenlace. De todos modos, no se puede decir que el lugar estuviese muy acondicionado, al ser mitad sala de presentaciones y mitad cafetería, con toda la incompatibilidad que eso conlleva. Para más inri, estaba al lado de la librería infantil, colmada de libros de Pepa la Cerda, con perdón, y extraños asientos marcianos como ese en el que aparezco ahí debajo, todo feliz ya con mi ejemplar dedicado, otros de encargo y la pequeña antología Con Z de Zombie, un obsequio del autor. 



Deseo toda la suerte a Víctor en la feria del libro, a la que por desgracia no puedo acudir ya que me encuentro en el final del curso. Me queda una semana para sepultarlo, hasta octubre, y poder dedicarme a mis propios proyectos, que no se si serán de largo alcance, pero en todo caso motivación no me falta. No están claros los planes veraniegos, ni los posibles viajes. Si vuelvo a Madrid, será para resolver los problemas acuíferos del piso; si no, mejor tomarse un par de noches de hotel. Tal vez sea momento de aprovechar mejor los recursos de esparcimiento nacionales y dejar el extranjero para cuando no me quede otro remedio que encaminar mis pasos, de nuevo, fuera de aquí. 

lunes, mayo 20, 2013

El derrumbe.


No hay cascotes más grandes que aquellos que algunas personas se arrojan hacia su propio tejado. Y, dentro de esas auto-lapidaciones, suele haber víctimas colaterales, ya se sabe. Cuando las piedras llegan a una altura suficiente pueden provocar un derrumbe, mayor o menor según su envergadura, y algo de eso he tenido que sufrir este mes, por fortuna he sabido reducir el ataque a lluvia de guijarros por dos motivos principales: el primero, los trabajos de las asignaturas del máster me dejan poco tiempo para meditar en otras preocupaciones; el segundo, dos viajes a Madrid, y uno de ellos pendiente, comenzará en un par de días. 
Cuando un pequeño piso, no precisamente construido en los tiempos de la burbuja inmobiliaria, deja de usarse, es probable que su antigüedad y el desuso provoquen otra clase de derrumbe. Nadie se alarme, sigue conservando un sólido suelo y unas sólidas paredes, con algún desconchón. Fallan las cañerías, que, como las del ser humano, se obstruyen a veces, y en nuestro piso de Madrid lo hizo el ramal que llega hasta el cuarto de baño. Para colmo, la llave del agua que llega hasta la cocina tiene escapes, cosa en la que no reparé al principio y me encontré con un salón casi inundado. Suerte que las baldosas no hacen gotera, no querría verme enfrentado al vecino de abajo, desconocido para mí, aunque quizá no exista o quizá haya hecho los bártulos y regresado a su país de origen. 
Para mí es un privilegio el tener un piso en Madrid, a diez minutos en metro de Sol, y no me deprimí por volver a recursos de posguerra. ¿Que falla el calentador del agua? Pues se calienta en ollas. ¿Que la ducha no funciona? Pues uno se hace en los chinos con una bañera para niños pequeños, tan elegante como la que reflejo en la foto, al menos me parece a mí más elegante que una palangana de burdel. Y, a falta de ducha, ya veréis cuando me haga con una regadera esta semana. Claro que, tras esta recolección tan cutre, siempre cabe la opción de que cualquier día llamemos a un fontanero, si es que el coste no es demasiado para un piso que cada vez se usa menos, ya veis que yo no aparecía por allí desde que volví de Suecia. 


Una buena razón para ir allí, además de celebrar el fin de las clases y olvidar otras cosas, fue la visita de mi hermano Pedro junto con algunos de sus alumnos y otro profesor. Ahí estamos, en esa corrala que constituye el hostel de Malasaña donde estuvieron. Más barato que los suecos, debo suponer. Lo pasamos genial, lástima que estos viajes duren poco: de terracitas en el Retiro, con un calor de verano, que en León no ha existido, en una taberna andaluza por el barrio donde estaban, etc. Aparte de quedar con los amigos habituales. No pude hacerlo con el amigo Hopewell, pero no pasa nada porque el sábado que viene es el gran cónclave en Fnac Castellana, donde interviene con otros escritores y presentará El cuarto jinete: Armaguedón. (Bueno, no estoy muy seguro de cómo se escribe esta palabra, cosas de no leer la Biblia). A partir de las cinco de la tarde, yo no se cuándo llegaré porque por la mañana tengo una comunión, a las once, en el pueblo de Quijorna, y jamás he ido allí en autobús, quizá llegue tarde a la misa y a tiempo para el banquete, lo cual no sería motivo de mortificación. Necesito, pues, este viaje para atar cabos sueltos del anterior, y cuando regrese me haré del tirón los cuatro trabajos restantes, hasta el diez de junio. Ahora me iré a acabar una novela en inglés, bueno, en la que los personajes hablan en inglés del siglo XVII, que una profesora, graciosa ella, me mandó para hacer un trabajo comparativo. Ya haré la crónica al regreso de esa ciudad, más contaminada pero, con todo, tampoco puede decirse que el aire viciado de León no afecte a algunos de sus habitantes. 

domingo, abril 28, 2013

Millenium, al fin.



Decía mi casero sueco, un tipo peculiar que da mucho juego como personaje, que Suecia es un país muy feminista, y se quejaba por ello. Comentó de forma sardónica que él podría haber escrito el libro Los hombres que no amaban a las mujeres, pese a que se trate de una novela, precisamente, feminista, como las dos que la siguen. Yo no se si será un país feminista o no, y si algo tiene que ver en ello la actitud maternalista que tienen respecto al alcohol, lo cierto es que tras leer la saga se puede comprobar que allí, al igual que aquí, se ejerce la violencia contra las mujeres, de modo individual y social, quedando en muchos casos impune. 
Stieg Larsson parece escribir su trilogía como si fuera un imperativo moral, y eso es un lastre. No me cabe duda de que como periodista de investigación tenía que ser muy bueno, casi hubiera preferido leer un ensayo suyo acerca del mismo tema. No soy yo de los que creen que todos los best seller son malos, pero la verdad es que yo nunca hubiera leído esta trilogía de no ser por mis conexiones con Suecia. Decía el amigo Hall que en esta obra no hay demasiadas frases para el recuerdo, y es cierto. Solo me convenció la primera parte, con esa historia de la saga familiar en un pueblo del norte, bastante más frío que Furulund. Las otras dos, interconectadas, son larguísimas. ¿Y por qué? Pues porque introducen personajes prescindibles y subtramas igual de prescindibles que lo único que hacen es subrayar el tema principal: la violencia contra las mujeres. 
Y es loable que quiera hacer novela negra feminista, pues la novela negra no suele serlo, en absoluto. La desgracia es que, para ello, recurre a introducir personajes femeninos de peso, y a buena parte de ellos les dota con unas características que entran en lo irreal y lo absurdo, más bien como una película de espías en la línea del James Bond menos realista. No se olvide qué actor fue el escogido para protagonizar la versión de Hollywood. 
El que se tiene por gran hallazgo del libro, Lisbeth Salander, está fuera de toda lógica, no es más que Pippi Calzaslargas versión moderna, y es por ello que hay tantas referencias a este personaje. A pesar de tener un físico insignificante, resulta que va dando palizas a lo Bruce Willis, a tíos que son el triple que ella, y también entrena como boxeadora contra pesos pesados. Y no todo es fuerza bruta, porque la amiga resulta que además es superdotada: tiene memoria fotográfica y, cuando no navega por la red o está en la cama con alguien, se dedica a resolver enigmas matemáticos en cuestión de minutos. Nadie es perfecto, claro, y ella carece de habilidades sociales. No la criticaré por ello, pero sí por ser un personaje desagradable y cargante hasta el extremo, que va de justiciero, desfaciendo entuertos y ayudando a mujeres en apuros, pero luego resulta que no deja de ser una delincuente, pues roba la privacidad y los datos de quien le viene en gana, tanto de los buenos como de los malos. Y también roba dinero, a los ricos corruptos, pero se lo queda para ella y para especular desde Gibraltar, echándonos en cara de paso que hayamos ocupado Ceuta. 
Pero hay algo que al menos me gusta de ella: es una protagonista de best seller bisexual. Ella no lo reconoce, claro, es de no me gustan las etiquetas, pero ya lo hace su amante por ella. El término bisexual aparece con frecuencia, también referido al marido de Erika Berger, el clásico artista liberal que permite que su mujer se siga acostando con Blomkvist. No he hablado de este aún, porque al fin y al cabo es el personaje más simplón. Es el detective original de la novela negra, convertido en periodista: vacilón, mujeriego, heterosexual, etc. Si no su personalidad, al menos su manera de hacer periodismo sí representa la que abandera el propio autor. Y es una pena que este muriese antes de gozar las mieles de la fama y, tal vez, redactar alguna otra obra más compacta y acertada. En estas novelas vemos a los periodistas tomando café de continuo, durmiendo escasas horas y, en algunos casos, fumando. Este es, sin duda, el camino que recorrió Larsson hasta que un infarto le fulminó. 
El best seller que sí tengo ganas de leer es el último de Javier Sierra, a quien sigo con interés no en su faceta de escritor pero sí de colaborador de Cuarto Milenio; además, habla del museo del Prado. Y, por si fuera poco, ha sido el encargado de dar una patada en el culo a las cincuenta sombras de Grey, libro cuyo argumento ya me parece risible de por sí y que, ya que no pasará a la historia de la literatura, al menos ha servido para que en los sex shop se pongan de moda los packs con esposas, antifaces, fustas y otros complementos que yo no utilizo y que también remiten, en cierto modo, a la trilogía sueca. 

viernes, abril 19, 2013

Graduación.


No recuerdo ahora bien si en la carrera de Cinematografía llegó a a haber ceremonia de graduación. Si la hubo, no asistí, bien porque Ponferrada no está aquí al lado o porque no tenía motivación para ello. Lo que sí es cierto es que, en Filosofía y Letras, no todos los años ha existido dicha ceremonia, así que tenía que aprovechar la ocasión de que esta vez sí hubo. He podido asistir porque he regresado de Suecia, y ha dado la casualidad de que la fecha ha coincidido con el final de las clases del máster. No es el final del curso en sí, para eso debe esperarse al diez de junio. Lo que sí han concluido son las sesiones presenciales, quiero aclararlo para no echar leña al fuego de quienes consideran a los humanistas como a un puñado de perezosos. 
Mucho podría escribir acerca de esta semana y la última asignatura, Escritura Creativa. No era una materia el uso sino, como su nombre indica, un taller literario. Solo he asistido a un par de estos y, los escritores eran tan diferentes, que la conclusión es que lo mejor es escribir cada cual según el estilo personal que vaya siguiendo, en ocasiones lleva toda una vida encontrarlo. No hablaré de estas interesantes clases finales, voy a centrarme en el acto académico al que casi asisto en soledad. Soledad muy relativa, por supuesto: todos los que allí estábamos éramos como una gran familia, de docentes, alumnos, alumnas, incluso el rector podría considerarse. Al ser una facultad pequeña, el entorno se vuelve más confortable. 
Yo me refería a que la promoción de Filología Hispánica del 2012 parecía haber sobrevivido a una horda de zombis, amigo Hopewell, quedando solo en pie mi compañera Irma y yo. Exagero, claro está. Había otras personas tituladas que, o no vinieron, o su presencia estaba anunciada mas no se materializó. Una suerte que pudiera sentarme junto a Irma, y no lo digo solo porque ella me hizo una foto in situ, no como esa, digamos de estudio, que aparece arriba. Además, el maestro de ceremonias era uno de mis maestros, valga la redundancia, favoritos, José Manuel Trabado, a quien por fortuna volveré a disfrutar en el medio curso de máster restante. 
La charla magistral corrió a cargo de un catedrático de Arte, que habló de los orígenes de las Humanidades, remontándose hasta el Trivium y el Quadrivium, y la bastante reciente separación entre Ciencias y Letras, separación que en mi caso supongo que tengo que agradecer, dado lo negado que soy para las primeras. Un torrente de sapiencia, pero dejó la charla in media res porque el acto se ajustó bastante al reloj, al reloj de la comida. 


Llegó el momento de entregar el diploma y la insignia de plata al alumnado. Todos fuimos aplaudidos al salir, circunstancia factible porque tampoco éramos tantos. Yo solo me negué a aplaudir a una chavala a la que le presté un libro hace cinco años y todavía no me lo ha devuelto. El libro era un Corán y, de todos modos, no tengo intención de leerlo pese a mis circunstancias personales. Se lo podía haber echado en cara pero sus tacones estaban muy afilados y quizá me podría haber clavado uno en la yugular. However, fue un acto alegre, alejado de malos rollos anteriores en ese centro. El rector, al concluir, se encargó de remarcar la importancia que el idioma español tiene en nuestra tierra, y lo poco aprovechado que está ese factor. El coro universitario, con el himno Gaudeamus igitur, dio el broche final. Para mí, la carrera terminó el pasado septiembre, pero sin duda este desenlace era mucho más bonito. Creo que los titulados en el máster no son llamados a este ceremonia, así que, ¿cuál será la próxima? ¿El doctorado? Pues habrá que conseguirlo. 

lunes, abril 01, 2013

Fool´s Day.

Aunque ya hayamos importado ciertas celebraciones estadounidenses, no así la que hoy, primero de abril, llaman Fool´s Day, Día de los Tontos, algo así como nuestro Día de los Inocentes. Por lo que a mí respecta, la jornada de hoy no es ninguna tontería. En vacaciones de Pascua, como el resto de matriculados en la universidad, estoy aprovechando el tiempo de un modo muy positivo. Como podéis comprobar, estoy retomando el blog de forma paulatina. Pero, aunque tardara en retornar por estos lares, la causa estaría justificada, como sucedió en el pasado. La noche del Jueves Santo, muy proclive a deslices descerebrados que luego son recogidos en la información nacional para escarnio público, me surgió la idea de un nuevo proyecto, un poemario breve pero variado en cuanto a sus composiciones. Sí, su redacción compensa el abandono, ese sí total, de mi blog poético. No voy a colgar estos poemas porque quiero que permanezcan inéditos mientras busco la manera de publicarlos. Francamente, no debiera tener mucho problema en sacar a la luz un volumen casi del tamaño de un folleto y, si bien puede que el impulso poético no sea grande en mí como acusó mi profesor, no cabe duda de que sentimientos muy nobles y sinceros me han impulsado a escribirlo, haciendo un paréntesis entre las crónicas escandinavas. 
Seguiremos informando. Es para mí un placer compaginar estos dos proyectos, proyectos realistas que irán en paralelo con las dos últimas semanas de clase y la subsiguiente retahíla de pequeños trabajos hasta junio. 

jueves, marzo 28, 2013

El blog abandonado.

Mi abandono de este blog durante el tiempo que ha durado el máster (al que solo quedan dos semanas de clase durante este curso) no ha sido un hecho premeditado. Desde luego que podría haberme extendido aquí sobre variados asuntos, el caso es que, al igual que sucedió durante los años de carrera, me lo he tomado bastante serio, a pesar de mi retraso. El hecho de comenzar a medio camino me obligó a soportar un chaparrón de lecturas, algunas de las cuales fueron perfectamente prescindibles. Digo yo: si un profesor tiene cuatro días de clase, y va a dedicar apenas un cuarto de hora a comentar un libro que lleva bastante más tiempo de ser leído, ¿no sería mejor que se limitara a mandarnos algunos fragmentos significativos, y dejara las lecturas completas para los trabajos de final de asignatura? Es que se te queda cara de bobo si tienes que tragarte un artículo teórico, algunos en inglés, para que luego no sea ni mencionado en clase. No es que sea una pérdida de tiempo, porque siempre se aprende, pero es un tiempo que podría haber empleado, por ejemplo, en realizar alguna entrada aquí. 
Al margen de algunos fallos, el máster me encanta. Ninguna sorpresa, ya lo sabía desde el principio, desde cuando estaba en Suecia intentando aspirar al de Lund. Lo supe desde el principio pero no me arrepiento lo más mínimo de no haberlo hecho desde el principio. El paréntesis nórdico era más que necesario. Hay cosas que no se aprenden en la universidad, y en cambio te las puede proporcionar un viaje largo, o conocer a una persona clave en tu vida como aquella con la que por fortuna todavía estoy saliendo, y que dure. Por otro lado, este máster me ha permitido abordar temas que en Filología Hispánica jamás hubiéramos tocado, como las cuestiones de género, ecofeminismo o racismo ambiental, planteadas a grandes esbozos para que luego cada cual pueda profundizar en la medida de sus propios gustos. En ese sentido, este curso tiene cierto aspecto de coctelera. 
El actual paréntesis antes del final del curso corresponde a la semana santa, un período en el que, si me encuentro en mi ciudad, se debe especialmente a mi pareja, pues no me gustan los agobios como los que tendré que soportar aún durante tres o cuatro días. Me solidarizo, eso sí, con la gente que de verdad vive estos actos y los prepara durante todo el año para que al final, invariablemente, se suspendan por la lluvia. Poca misericordia divina veo... Comenzada la primavera, pronto me tocará pasar horas varias sentado aquí, con los trabajos finales y, si la predisposición a la pereza no me fustiga, arañaré ratos para regresar aquí, y también seguir con esas crónicas nórdicas que no voy a abandonar de ningún modo puesto que, escrito ya el prólogo del viaje, falta la parte más divertida en el entrañable pueblo de Furulund. Siento casi una obligación moral para redactarlas. Así pues, confío en despedirme hasta pronto. 

viernes, febrero 08, 2013

Giro de timón.

Voy a exponer dos motivos por los cuales quizá este año me veáis menos, si cabe, por este blog. Dos motivos positivos, por otro lado. En primer lugar, de aquellos breves apuntes que iba dejando por aquí durante mi viaje al extranjero estoy extrayendo un libro en forma de crónica, que me gustaría publicar pero en condiciones, aunque sea con una editorial y una tirada pequeñas. 
Dicha obra iba a ser mi principal ocupación hasta que decidí investigar acerca de si podría engancharme al máster en Literatura Española y Comparada, que ya lleva desde noviembre. Había ciertas dudas al respecto en un principio, pronto disipadas. Supongo que, merced al clavo que ya me han metido (más suave si se divide entre dos cursos), poco les importará que me matricule de 21 créditos y no llegue a los 30 requeridos. Se trata de la mitad de las asignaturas. La otra mitad, junto al trabajo de fin de máster, las cursaría a partir de noviembre, confiando en que no haya cambios que me dejarían en una situación muy delicada. 
Yo estoy muy contento, porque al final ha dado tiempo a todo: viajar, encontrar pareja y finalmente esto, cuando ya daba por hecho que este curso no sería universitario para mí. Las clases, por la tarde y nunca con demasiadas horas al día, se alargarán por espacio de dos meses hasta mediados de abril. A continuación habrá tiempo para realizar las tareas solicitadas, hasta el comienzo del verano. Con todo, voy a seguir teniendo tiempo para continuar con mi crónica nórdica, que no quiero que alcance excesiva longitud para que así, tal vez, sea más sencilla de editar y distribuir. Lo que me importa en verdad es que esté bien escrita, bajo mis parámetros. 
Así pues, vamos allá. El máster para mí es un mero trámite que debo asumir para mi verdadero objetivo, el doctorado; no obstante, quiero disfrutarlo, la mayor parte de las materias abordan temas atractivos para mí, y no hay nada más motivador en ese sentido. Regreso a la vieja facultad... 

lunes, enero 28, 2013

El sexo de los ángeles.



Ya nos hemos acostumbrado a que una parte considerable de noticias bizarras lleguen desde China, pero la última me pilló por sorpresa, la verdad. En un país con una censura tan paternalista que quitan un pezón de la versión tridimensional de Titanic para que al público no le entren ganas de tocarlo, o que se ventila una buena porción del metraje de Cloud Atlas, en especial la historia romántica entre dos hombres, una película como la que reflejo arriba no tiene la menor opción de abrirse hueco. Excepto, claro, en los incontrolables terrenos de la red. Aunque me cueste creerlo, esta historia a tres bandas arrasa en las descargas, por supuesto, ilegales. 
Yo, respecto a ello, he llegado más tarde que buena cantidad de chinos, pero he de confesar que ya le había echado el ojo a este filme desde hacía bastante, bastante tiempo, ya desde que se anunció su rodaje. Tanta antelación se debe a que conocía algunos detalles sobre su trama, y por ello albergaba un gran interés personal por ver cómo reflejaba un tema poco tratado en el cine (y en otros artes). No solo el público oriental, cualquiera podría alegrarse de ver una historia desinhibida que muestra el amor entre tres atractivos jóvenes; con un erotismo, eso sí, de buen gusto y plenamente justificado. Con todo, quizá demasiado atractivos. La trama no me acaba de parecer creíble, lo cual tampoco es obstáculo porque yo nunca he pensado que el cine deba por necesidad ser un espejo de la vida, ni mucho menos. El desenlace de este filme, que no contaré, resultaría extraño, pero no imposible, en el día a día cotidiano. 
Pero películas como esta, en China o en León, pueden producir efectos muy positivos en sus espectadores. Movido por esta, o quizá por la Paulaner que me estaba tomando, pude informar a mi pareja sobre facetas de mi personalidad que no conocía, y su reacción fue sorprendentemente... buena. Ahora la quiero más que antes, y no es que antes la quisiera poco. Me tomé al pie de la letra eso que dicen en el guión: Si no arriesgas, estás muerto. Pese a ello, creo que flaquea un poco en el diálogo. No me toméis por vanidoso si afirmo que yo los podría haber moldeado para adquirir mayor consistencia. En los actores, algunos de ellos con poca experiencia fílmica, hay de todo. Querría conocer, eso sí, cómo fue el proceso de doblaje de la película, sobre todo respecto a esa actriz francesa o de raíces francesas, que era una sirenita en la última de Piratas del Caribe y ahora se ha desprendido de su cola para que veamos qué había debajo de ella. Si esa es su voz original, me parece bastante menos sensual que el conjunto. 
Y, por cierto, se agradece que al menos una vez, a lo largo de todo el metraje, apareciera el término bisexual, no en boca de ninguno de los protagonistas, quienes se limitaron a soltar algunas vaguedades como no hay que comerse el coco, etc. Donde la película no ha tenido la menor repercusión, aparte de en la taquilla, ha sido en los Goya: cero nominaciones. Y no es que sea un filme excelente, pero yo no entiendo, como se preguntaba la revista Fotogramas, por qué los académicos tienden a votar siempre a las mismas películas, sea en el apartado que sea, ¿es borreguismo o es que solo ven seis o siete por año? No hablaré de Lo imposible, no me apetece y mucho menos después de la insufrible paliza de dos meses que en la cadena productora dedicaron al autobombo menos disimulado. 
Los caminos del éxito son inescrutables y solo me queda felicitar a los creadores de este filme por su valentía, abordando un tema incómodo, desconocido, y que, si bien no ha encontrado su público en España, puede que en el futuro se convierta en un título, si no de culto, al menos de referencia. 

domingo, enero 20, 2013

Por el Culis.


Los dos días que he pasado en Oviedo pudieran parecer inútiles, pero no lo son. Inútil, en todo caso, fue el dinero que invertí en realizar el test TOEFL allí. La academia oficial a estos efectos estaba siguiendo la estela de ese Culis Monumentalibus que expongo arriba, rotundo en sus formas y brillante del aguacero que cayó en la ciudad desde que puse el pie hasta que cogí el tren de regreso. Un culo asexuado, sin ninguna reminiscencia genito-urinaria y, la verdad, me gusta más que otras muchas estatuas que jalonan la ciudad de León. Si hay culos que son todo un monumento, no veo por qué no hacer un monumento al culo, una de mis partes preferidas del cuerpo humano, una parte democrática que no hace distinción de género. 
Pero, en fin, no quería desvariar en exceso porque me había quedado en la academia de inglés, ¿verdad? Resulta obvio decirlo, pero no es igual hacer un test de prueba en la tranquilidad de esta habitación, con todo el tiempo del mundo, que enfrentarse a la prueba en directo. Yo juraría, estoy casi convencido, de que los textos del examen eran más complejos que los del manual. En todo caso, ya sabía lo que me iba a encontrar: un test que poco tiene en cuenta la posibilidad de que los alumnos de Humanidades también quieran hacer carreras y posgrados en el extranjero. Si es que la lista de temas me dio tanta risa, a posteriori, que incluso la apunté: los efectos de los períodos de sequía, la formación del suelo en diversas capas, la organización centralista de la civilización inca, la alimentación de los peces en el océano profundo y superficial, una antigua ruta del mar de China, una luna de Saturno, los sulfitos, los insectos luminosos, bla, bla... Tan solo un par de estos temas podrían tener algún tipo de relación con el máster que yo quería estudiar: Literatura, Cultura y Medios de Comunicación. ¿Por qué pelotas tengo que desentrañar preguntas capciosas sobre temas que no entendería aunque estuvieran en español?
Poz no. El Inglés, ya se sabe, la asignatura pendiente de esta nación. Pero, en lo que se refiere a esta prueba, me pareció una tomadura de pelo. Y un buen negocio para los organizadores. Así pues, cancelé el examen. Para que me manden resultados mínimos, prefiero que no manden nada. Allí se queden ellos con su burrocracia y su etiqueta. En los exámenes de Filología al menos podía tomar agua, o alguna pastilla de regaliz. Aquí ni eso, por no hablar de las campanas de la iglesia de al lado, que tocaban Asturias patria querida cada hora, y de que hubo una manifestación, como no podía ser de otro modo, con petardos. Como si por usar petardos les fueran a dar más la razón. 


En el fondo, fue algo muy de Woody Allen, no en vano tiene una estatua en la ciudad, de la que dice que es como de cuento de hadas (algo que bien podría aplicarse también a esta en la que resido). Una experiencia surreal, como cuando en Vicky.Cristina. Barcelona le dio por poner un tablao flamenco en Asturias. La habitación del hotel valía la mitad que los albergues de Suecia y era mil veces mejor. Como no todo va a ser positivo, cabe apuntar que el wifi era atroz, y el desayuno no estaba incluido. Me calcaron cinco euros por un buffet que incluía bollería industrial y té Hacendado. Si lo llego a saber, empiezo a meter donuts al bolso y así ya tengo merienda. Eso sí, comí de más. No voy a ahondar en el tópico de lo bien que se come en Asturias, pero así fue, y no me salió demasiado caro. Con mi gula llené las carencias que me había dejado el examen, todo ello regado de buena sidra. Por cierto, ¿no habría que pasar también un examen para saber beber sidra? Porque se me antoja tan ceremonioso como el ritual japonés del té. 


Esta cacharra de arriba es un self-service de culines, o podría decirse auto-escanciador de sidra. La primera noche yo no los bebía del trago; tampoco echaba el poso en el cubo, porque, la verdad, cuando pago por algo no me apetece desaprovechar la mitad, sobre todo si es alcohol. La segunda noche ya vino un camarero a corregir mi ignorancia de guiri (guiri aunque vecino) y escanciarme él mismo. No es que me guste depender de terceras personas para beber, pero lo hizo con arte y le dejé un euro de propina en agradecimiento. Se lo que algunos estaréis pensando, que no es inteligente meterse una botella de sidra y un plato de choricines antes de un examen, pero, creedme, con total sobriedad lo habría hecho igual de mal. Casi mejor hubiera sido llevarse la sidra al aula, y así poder insultar por el micrófono a mis anónimos evaluadores. 


Pero no, no ha sido un viaje inútil. Nunca lo será una visita a la Vetusta de Clarín y la Regenta, novela que se cuenta entre mis favoritas y que, lejos de resultar aburrida, es una de las que más me hubiera gustado escribir a mí. ¡Ojalá en León hubiéramos tenido un cronista parecido! Pierdo un máster, sí, pero gano otro, el máster que me gusta, que quiero hacer y que espero no se vaya por el sumidero con estas turbulencias que reflejé en la universitas legionensis. Y, de rebote, gano una relación sentimental, por si no lo habíais inferido, que espero duradera. Por eso, estoy satisfecho, y empieza un período en el que puedo seguir con el Inglés (pero con el Advanced, me paso al inglés británico, aunque para pronunciarlo deba tomar un par de pintas); puedo seguir preparando la docencia con clases particulares, a pequeña escala o en academias, no mucho más trabajo puede ofertar esta tierra en el tiempo presente. Y, por último, mi viejo sueño literario, expandir el espacio de este blog para realizar una crónica de mi viaje a Escania (la región en la que principalmente residí). Inspiración no me falta; tiempo, bueno, deseo que sea un escrito breve pero, valga la redundancia, bien escrito. Es compatible con el empleo, el aprendizaje o el amor. Al menos eso considero ahora, veremos en cuanto me ponga dedos a la obra. Ha sido, por lo general, un mes con suerte, y eso no lo cambia el episodio de un fracaso anunciado, que yo ya conocía pero no por eso quise arrojar la toalla sin haberlo probado. 

lunes, enero 14, 2013

Quo vadis, universidad?

Estoy de resaca de Globos de Oro. El año pasado no fue posible, porque un lunes como hoy, último lunes del primer cuatrimestre, debía estar sereno para hacer una presentación y, en cambio, hoy solo he pasado por la facultad a modo cuasi de observador, de ex-alumno en trámite, quién sabe, de volver a serlo. 
Yo no tiro la toalla por adelantado, por mucho que ahora hayan surgido motivos por los que bien valdría la pena permanecer en León. Si los suecos, una vez superado el snaps y las cervezas de tres con cinco grados del supermercado, quieren seguir sacándome la pasta a través de compulsas que en realidad son firmitas por valor de doce euros cada una, lo asumiré, así como el test TOEFL del viernes; no tan malo, a priori, como imaginaba, pero dudo que llegue al nivel que me piden. No ayuda que, queriendo hacer un máster sobre literatura, deba escuchar charlas en inglés sobre los hábitos alimenticios de las cebras, raíces o planetas distantes. 
En mi regreso a la universidad me llevé una desagradable sorpresa. Tras hacer el camino a pie, el autobús era mucho lujo para recoger unos simples papeles, deseaba reponer fuerzas con una caña y una tapa en la cafetería central, punto neurálgico en mi devenir por esta carrera, y resulta que estaba cerrada. Y no era que hubieran alargado las vacaciones navideñas, es que todavía permanece así, con todas las sillas recogidas dentro formando un paisaje fantasmagórico, precisamente en ese espacio que tanta vida rebosaba, que tanto jolgorio en ocasiones me martilleaba los oídos.
Culpa mía, supongo, por utilizar ese espacio a veces a modo de biblioteca donde pasar apuntes, leer textos o dar clases improvisadas a mis compañeros. Pero también sirvió de punto de encuentro, de relax pre y post exámenes, para comer (la función más básica), para vegetar cuando me escapaba de la facultad por el catarro o la tensión baja, etc. ¿Cómo habrá pasado esto? No será por falta de clientela. Me resulta sorprendente, mucho más que cuando en Suecia me enteré de que había aparecido un tipo encapuchado con el pene al aire, sin duda para rechifla de los estudiantes. 
Espero que el cierre sea temporal. De lo contrario, se perdería un sitio que, tanto en el último curso como en los anteriores, fue una pieza clave en los resultados que obtuve en la carrera. ¿Qué quedaría, si no? Ya cerraron la cafetería III, por así decirlo. No comprobé si seguía la pequeña, de arriba, con amplia terraza primaveral pero escasas mesas dentro, y alguna otra, privada, algo más lejos del recinto. Por no hablar de las máquinas de chuches y alpiste, ja, ja, que son más bien un recurso entre clase y clase. Los recortes están haciendo estragos. Primero fue el Albéitar. Cierto que yo no estudiaba allí, siempre he tenido la suerte de concentrarme en esta misma habitación. Ahora dicen que en los exámenes de enero tampoco abrirá por la noche la biblioteca central, recurso para aquellos que desean chapar de madrugada, algo que no me parece recomendable pero que respeto en todo caso. 
Y, finalmente, mi facultad, siempre en estado de sitio, podría perder cuatro de sus seis carreras, todas menos las filologías. Y la mía no porque haya muchos alumnos, sino porque, a fin de cuentas, ya somos quinientos millones de hispanohablantes y es un sector con futuro económico, no cabe duda, y que además atrae a bastantes erasmus y extranjeros que dan vidilla y euros a la ciudad. Pero, vaya, con cuatro carreras menos yo pienso que tendrán que realquilar buena parte de las aulas para otros menesteres. Al menos los másteres se salvarán de la quema, porque bien nos cobran por ellos. Si el de Lund, por cualquiera de los motivos, no llega, podré reengancharme al que estuve a punto de hacer este curso. Al ser las clases vespertinas, notaré menos la ausencia de la cafetería si es que sigue en el estado actual. 
Todavía es pronto para saber cómo estará la universidad para el 13/14. Yo, mientras continúo con los trámites de Lund (me piden casi todo menos el certificado de virginidad), estaré pendiente y expectante por el giro que pudieran tomar los acontecimientos. Me encantaría volver a la que ha sido como mi segunda casa durante años, pero temo ante un proceso creciente de desmantelamiento. Las humanidades no nos sacarán de la crisis económica pero, por lo que se refiere a los valores, creo que pueden ayudarnos a ser mejores personas. Eso no se paga con dinero. 

sábado, enero 05, 2013

Done

Hay días en los que uno empieza un nuevo año en el blog aunque no tenga ganas de hacerlo. Hay días que uno no sabe si considerar días. Hay días en los que los propósitos para el año nuevo explotan en tus manos sin que aún hayas superado la nochevieja; es más, sin que aún hayas superado el viaje que debiera haber sido la recompensa a cinco años de carrera. No lo ha sido. No, al menos, de forma completa. El final de la recompensa estaba por llegar. Hay días en los que uno querría llorar de emoción, pero solo llega a dar cabezadas. Hay días que es mejor no planificar. Hay días en los que los errores una dos, tres, veinte veces repetidos no te pesan, y las marcas pasajeras oscilan entre la ocultación y la autoafirmación vanidosa. Hay días en los que las dudas surgen; sí, siempre dudas, en un mar de dudas nos anegamos desde un principio pero eso no impidió llegar a buen puerto. Hay días en los que uno pasa de previsibles preguntas; que hablen los hechos, y que los hechos sean bien interpretados. Hay días en los que los regalos llegan por anticipado, y no se sabe para cuánto tiempo se van a quedar. Hay días que uno no quiere que nunca terminen aunque solo lleven una hora de existencia. Hay días en los que no se sabe qué historia es más interesante: si la que teclean los dedos, o la que los propios dedos pudieran contar. Hay días en los que lo mejor es escribir de forma críptica. Al menos lo más elegante. Tiempo habrá para reflexionar. Luengo es el año. ¡Feliz 2013!