viernes, diciembre 30, 2016

El Norte recuerda.


 Sí, creo que esta será la última entrada de este malhadado año. Malhadado pero con momentos muy positivos, no voy a sacar solo la ponzoña aquí. Por ejemplo, esta Navidad. Ha cambiado, todo cambia pese a que en ocasiones pensemos que siempre es lo mismo. Cambió y salió muy bien. Lejos del mundanal ruido. Sin apenas cobertura, fuera de la dictadura del wifi. En un castillo que valdría para jugar al Cluedo, pero sin intrusiones tipo The purge o similares. Con un spa en cierto modo mejor que el del gimnasio. Todo fue estupendo. Tanto la reunión familiar como el aislamiento, bien necesario, tal y como hoy mismo me he aislado aquí en casa para escribir esto. Y no solo el aislamiento de nuestro Winterfell, sino el que yo mismo experimenté en una excursión vespertina, a solas. Sí, no es muy responsable hacer rutas montañeras sin compañía pero disto de ser el único y, además, no me encontré absolutamente a nadie en el camino. De hecho, llegué a tener la sensación de ser el último hombre con vida en este planeta. Una lástima que esa sensación no la pudiera transformar en poesía para mi libro, que acabé en verano. Ya no es secreto, ya se reveló como mi regalo de Nochebuena. El lamento de las montañas. Y el recuerdo de las montañas, también. Ellas recuerdan, el Norte recuerda, nuestra familia recuerda y sobre ese recuerdo se vertebró esa pequeña y mágica escapada.



 Se acabó. El guión se repite, como otros años. Varios días muy intensos seguidos, por unas u otras razones, por unas u otras bacterias, de un cuerpo necesitando reposo. No fui a ver Rogue One, pese a la foto de aquí abajo con un sable láser prestado. Da igual. Ni siquiera es un episodio canónico, es solo para hacer caja. Pereza antes de que concluya el año. Tanta, que ni siquiera he encendido el MacBook que el buen Santa Claus yanqui tuvo a bien traerme. En cambio, escribo con este HP (la marca le viene al pelo) que se ha rallado en este penúltimo día, borrándome mis palabras como aquel día en que lo estampé contra la pared del cuarto de Oviedo (no se lo digáis a mi casera, es la única vez en dos años que he maltratado su piso). Confío en poder decir unas últimas palabras sin necesidad de estamparlo de nuevo. Dije pereza, pero es mentira. Mi actividad mental ha estado a tope. No en la tesis, pero soy consciente de que, a medida que la vaya completando, pasará a segundo plano frente a trabajos más lucrativos. Sí, si algo me ha enseñado este año (entre sus múltiples lecciones) es que, sin necesidad de ser rico, necesito los suficientes ingresos para llevar el tipo de vida que quiero llevar. Ese no es un deseo de año nuevo, es una pura obviedad. Por ello, he ideado un proyecto laboral que combina técnicas de mis dos carreras (incluyendo la primera, esa que a priori no sirve para nada). La idea, que mezcla otras que han ido surgiendo a lo largo del año, pretende ser innovadora y, horror, emprendedora. Lo que no se es si será exitosa, en esos casos solo tengo que fijarme en experiencias ajenas y observar cómo se puede caer veinte veces mientras vuelvas a levantarte. Ese es el espíritu. No diré feliz año, diré que trabajemos para hacerlo verdaderamente feliz.


jueves, diciembre 22, 2016

Último año (entero) ovetense.



Voy a brindar con un glögg de azafrán que pillé en Ikea por el desenlace de este año en Oviedo (el verdadero desenlace lo pasaré en León). Y merece la pena brindar, porque ha habido una mejoría evidente. No tanta como yo querría, pero mis expectativas eran bastante altas, expectativas e incluso fantasías que rara vez se cumplen. De todas maneras, la segunda mitad del año realmente ha tenido la consistencia necesaria para justificar la estancia aquí, más allá de la tesis que es la verdadera razón y en la que he cumplido el objetivo de tener unos cien folios antes del cierre de año. 
He tenido la suerte de conservar amigos que hice al principio, también de conocer otros como el que me hizo el retrato de arriba con Pingu, en la pista de patinaje en la que no patiné apenas pero, en fin, una experiencia más y un poco de variedad en los planes sociales. Tal y como he indicado en el título, creo que este será mi segundo y último año íntegro en Oviedo. Dije tres cursos, ese era mi límite. Si hay prórroga (motivada por detalles secundarios), la puedo pasar en otro lado. Aunque, claro está, no puedo mirar el futuro. Qué bien hubiera venido una bola de cristal a finales del pasado año... Pues eso. God Jul! Quedémonos con lo bueno y, de todos modos, ya dejaré las reflexiones para más adelante. De momento, hace un radiante sol de invierno en Pumarín City. Excelente para iniciar unos días de desconexión.

sábado, diciembre 17, 2016

Mi Black Mirror.

Muy buenas series estoy descubriendo, algunas pendientes desde hacía tiempo ya. Black Mirror y Westworld, cada una merecería su propia entrada de blog si no fuese porque el progreso de la tesis parece imparable, pese a todos los boicots de este año que concluye. Sí, este es el primer post del mes y vengo para contar una anecdotilla, que enlazaré con el comentario de la serie más antigua, la del espejo negro, cuya tercera temporada aún no he concluido. Ayer me agrega por facebook una chica que no conozco de nada, tipo modelo (normativo) y con una serie de fotos de esas que, siguiendo el lenguaje del doctorado, eran cosificadoras a más no poder. Yo ya sabía que era una estafa (no en vano, le han borrado el perfil hoy mismo) pero, como investigador de estos aspectos que soy, decidí seguir el juego a ver cuánto tardaba en pedirme pasta. De nombre extranjero y no muy buen manejo del castellano, nada más ser aceptada me somete a un tercer grado en plan si soy soltero, tengo novia, etc. Me propone una sesión de sexcam, no especifica a través de qué medio. Como sea que la lotería es el jueves y no creo que me toque nada ni tampoco que me caiga algún premio por adelantado, desde luego que hasta ahí llegó la broma. Le dije que salía a tomar algo con un colega y, ciertamente, no mentí. ¿Qué hubiese pasado si llego a aceptar? Puede que me derivara a una página de pago. Puede que fuera un hombre o cualquier persona que no concordase con lo que veía en la foto. Y puede, de ahí el título de esta entrada, que se tratase de un chantaje-hackeo-ataque, etc. 
En el tercer episodio de la tercera temporada de Black Mirror (uno de los peores, aunque sale Bronn), un chaval es chantajeado por unos desconocidos remitentes que le han grabado masturbándose delante del portátil. La serie tiene elementos de ciencia ficción, es inquietante y visionaria pero no por ello necesariamente realista. Vamos, que ya con el primer episodio del cerdo lo dejaba claro.Si el capítulo me pareció flojo es porque, aunque su carácter verídico no importaba gran cosa, me resultó absurdo el que un chaval llegara a embarrarse de tal manera solo para que no sacaran un vídeo suyo haciéndose una manuela. ¡Pero si todo el mundo se masturba! (Y quien no lo haga debería planteárselo). Mucho más me convenció el siguiente episodio, el de San Junipero. No por la nostalgia o por el giro sorprendente, sino porque la verdadera sorpresa fue la descripción de una historia de amor entre mujeres, en la que uno de los personajes es bisexual. 
En todo caso, mi fantasmática y efímera colega de red virtual se ha evaporado como cualquier otra fantasía de este vasto mundo cibernético. Mejor así. Mejor de carne y hueso, humano con todas sus fallas. Hala, vete con tus curvas a otra parte.

lunes, noviembre 28, 2016

Pavos y falos.


El Día de Acción de Gracias del pasado año se formó una curiosa amalgama de gente nativa de Estados Unidos, Japón y España en el piso de Palmira Villa. De hecho, no hubo pavo (al menos no aquella noche), sino un taller de sushi con la posterior cena. Una experiencia a recordar, sin duda. Por lo que respecta al de la semana pasada, mi compi americana esta vez se fue a celebrarlo a Madrid. Yo, por mi parte, me limité a asar un par de jamoncitos de pavo con puré de patata. No me quedó tan bien como a alguien con más experiencia en estas lides pero lo disfruté y la foto al menos salió resultona. Por lo que respecta al fin de semana, vine a León, ayer se celebraba la clausura de la exposición sobre Feminismos León en el Musac, con una performance a cargo del colectivo Pelos Feministas. Como sea que en el último mes he conocido a una integrante del mismo, estaba al corriente del acto y no nos perdimos la cita. Eran cuatro fragmentos interpretados en el vestíbulo del museo, acerca de la violencia obstétrica, el tratamiento en los medios de comunicación de las noticias relacionadas con la violencia de género o con las mujeres en general, la subversión de los roles establecidos y el tabú de la menstruación. Por lo que toca a los temas que estoy tratando en la tesis, el tercer episodio fue el más cercano en espíritu, incluyendo un lanzamiento de falo que no causó ningún accidente. Tampoco, pese a los temores previos, fuimos rociados con la mezcla que hacía las veces de flujo menstrual. Por si acaso, yo fui de rojo. Al acabar, tapas enfrente y luego cena con pizzas de la Competencia. Este grupo, que no conocía hasta hace poco y de cuya existencia me alegro, realiza tertulias, charlas y eventos similares casi cada semana, yo me he comprometido (una actividad complementaria para el doctorado pero me hubiera comprometido igual aunque no fuera así) a preparar una ponencia-debate sobre algunos de los asuntos ya tratados por mí en el máster o el doctorado de Género: postporno, queer, etc. Dado que diciembre es un mes plagado de festivos y que me gusta preparar bien cualquier ponencia que hago por breve que sea (en colaboración con el colectivo, por otro lado), considero que después de las fiestas será el momento apropiado. Es lo mínimo que puedo aportar a una iniciativa tan loable. Lo lógico sería que en Oviedo, donde hago la tesis, me surgieran también oportunidades de este estilo pero, claro, la lógica no suele cumplirse. Y menos en este demencial año que pronto termina.



domingo, noviembre 13, 2016

Regreso a la facultad.


 De mucho se podría hablar esta semana. Resulta obligado señalar que el miércoles mi compi americana se mostró bastante indignada por la victoria de Trump, ella que ni siquiera pudo votar. Yo también estaba sorprendido, aunque le encontré cierta lógica. Entre otros factores porque, desde el doctorado en el que estoy metido, soy consciente de que buena parte de la población masculina se defiende panza arriba contra la supuesta pérdida de virilidad actual. Se pueden sentir identificados con un tipo al que las acusaciones de acoso sexual no le restan un voto pero, claro, una cosa es que se identifiquen y otra que puedan aspirar a hacer ellos lo mismo, que no tienen su poder ni su inmunidad. Lo de ir agarrando del pussy a quien les salga de los eggs no es algo que se pueda hacer alegremente. Con todo, solo hacer falta ver hoy que Dragó está contento por este ataque a la llamada ideología de género para comprender por dónde van los tiros. Hablando del doctorado, esta semana he vuelto allí a donde empezó todo (y que todavía se muestra como alternativa si lo de Oviedo acaba en catástrofe, esperemos que no): la facultad de Filosofía y Letras de León.


 Hacía bastante que no pasaba por allí y lo hice a una hora totalmente desusada, un viernes por la tarde. Fui al campus para buscar a mi amigo Robson, que no es de letras pero vino a León de fin de semana, ahora que está pasando el curso en Toledo. Fue como hace dos años, al inicio del doctorado, cuando él aún no había regresado a Brasil y coincidíamos por allí. Solo le conozco desde hace dos años, pero en espíritu bien podría decirse que somos amigos de toda una vida. Regresé a mi facultad, al té de polvos de limón y las transformaciones artísticas del vestíbulo, no vi a nadie conocido pero sí comprobé que había variado algo el programa del máster. Parece que a mejor, porque la investigación debería haber sido siempre obligatoria. Ya me ha dado problemas en la tesis, ¡y los que me dará! Al volver a ese recinto, con frío y oscuridad, sufrí una regresión, sin necesidad de hipnosis. Me di cuenta, aunque en el fondo siempre había sido consciente de ello, de que algunos de los problemas que me están limitando en Oviedo provienen de carencias o asuntos no resueltos de cuando estaba allí cursando la carrera o el maśter. En todo caso, considero que resulta absurdo tratar ahora de compensar esos asuntos pasados. Hay que mover ficha y seguir adelante, de lo contrario será imposible avanzar sin lastre.



Ahora estoy en otra onda. Ya lo dije hace poco en este mismo espacio, con respecto al botellón de otro campus, el de Oviedo, pero también podría asegurarlo respecto a otras experiencias posmodernas vistas recientemente, que me provocan vergüenza ajena y sobre las que prefiero extender un púdico velo. Yo no estoy allí y no quiero estar. Los ejercicios nostálgicos gozan de su encanto y las amistades deben conservarse aunque sea con la ausencia de largos intervalos, pero algunas cosas hay que dejarlas ir. Es una lección que voy a aplicar para el resto del curso y, por otra parte, me ayudará el hecho de que he conocido algunas alternativas que sí concuerdan más con la persona en la que me he convertido en estos tiempos.

sábado, octubre 29, 2016

El hueco del tiempo.

Tomo prestado el título de la última novela de Jeanette Winterson. Es una de las que más me han gustado y, al igual que con otras, comenzaré su análisis muy pronto, con el inicio del bloque comparativo de la tesis. El tiempo, una de las constantes de la autora, parece ser cíclico. Vuelve el mismo presidente (no voy a creer en sorpresas de última hora), vuelven también los planes de salir al extranjero pese a la supuesta mejoría nacional. Tras la buena suerte del prolongado fin de semana de mi cumpleaños, también esta semana vuelven algunas decepciones, de tipo afectivo o social. Previsibles algunas de ellas. Bueno, es parte de la vida, al margen de los años que cumplas. 
El mes comenzó mal, diría que va a terminar mal pero no ha concluido aún y, si en verdad la noche de Halloween la voy a pasar con parte de los Abrasadores, entonces difícil será que podamos considerarla mala. Este mes, aparte de situaciones que merman mi narcisismo, he tenido con todo la inmensa suerte de ver a todos los Abrasadores, algo que no sucede todos los meses. La familia ha gozado de una importancia considerable y más lo hará en el próximo día festivo, Todos los Santos, más allá de la americanización de la noche previa. 
De esta manera, sintiéndome querido como me siento, considero que los arrebatos de ira, asco e incluso odio que me han sobrevenido esta semana bien pudieran alcanzar compensación y, de hecho, canalizarse a través de mi creatividad, algo que ya he conseguido: los transformé en el esqueleto de mi primer libro de relatos, una novedad en mi trayectoria. 
Los años complejos, como este, pueden ser a la larga los que más nos influyan, o hasta beneficien. Quizá no tan duro, en comparación. Si vuelvo al extranjero, ¿acaso no sería toda una odisea de mucho mayor calibre? Aunque, claro, volvería mucho más preparado, más motivado. Habiendo tomado nota de los errores que no solo cometí en Suecia, sino también en el comienzo de mi estancia aquí en Oviedo. Ojalá pudiera abrir un hueco en el tiempo para averiguar si merecería la pena... Pero no, sin trampas. Estoy continuamente rodeado de gente que aceptó el reto y no les fue mal, o no demasiado mal. SI ellos pudieron, imagino que yo también. 

domingo, octubre 23, 2016

Cumpleaños fragmentado.



Madrugué en este jueves de cumpleaños, por ninguna razón en concreto, pero eso me permitió, por un lado, recibir el regalo de mi compi Melissa a primera hora, esa tableta de kit-kat con una tarjeta pintada y escrita por ella misma, en tres idiomas. Tendremos que compartirla... Por otro lado, pude sentirme joven (sin ser aún viejo) gracias a una circunstancia para la cual es mejor no entrar en detalles. Lo importante es que surgió. Más tarde comí la tarta con Melissa, la misma del año pasado. Por la noche nos fuimos de cortos por la recurrente Ruta de los Vinos y fue una velada breve pero espléndida. El prólogo de una celebración fragmentaria de cumpleaños que se ha extendido hasta hoy mismo. 
 

 

 No ha habido, pues, una gran celebración unitaria como la de hace dos años, esa de la que he estado hablando con nostalgia este mes, la de Dylan y los lugares y personas ya desaparecidos. El viernes, con mi familia y luego amigos. Claudia me regaló este original set de bolsitas de té con efigies de artistas y obras célebres. Por la noche cayeron dos libros más, dos más para una lista que este año se me antoja interminable, entre los compromisos de la tesis y mis propias elecciones. El tarot del Papus, que quizá me sirva para guiarme en un curso lleno de dilemas, y una bella novela de Kawabata.




 Ayer, ronda de cortos por el Húmedo con Antonio y hoy regreso allí con Juancho para ir a la plaza del Grano. Faltaron algunas personas, con las que quizá coincida el próximo Halloween. No se si será deducible por mi relato pero el caso es que, tres días después de mi cumple, me siento estupendamente. No más mayor y, desde luego, me gustaría pensar que más sabio para afrontar los interrogantes que me surgen. Otros interrogantes del pasado ya van obteniendo respuesta. Hice bien en esperar, en asegurar el piso y la estancia en Oviedo. Esta semana me reafirmo en lo expresado ya el mes anterior, que la vida social ha experimentado una importante revitalización allí y ello, si bien me resta tiempo para la tesis, también es beneficioso para esta por la gran motivación y bienestar que conlleva. Ojalá esta situación se mantenga para el resto del curso. En estos días me he visto invadido, a ratos, por lo bello y lo triste, como en el libro de abajo. ¿No suelen ir muy unidos esos dos conceptos?



lunes, octubre 17, 2016

Meada contracultural (o no).

Me acordaba hace poco de una canción de Bob Dylan, Knock, knock, knocking at Heaven's Door, si es que lo he escrito bien, en todo caso creo que es lo suficientemente conocida para entendernos. Me acordé por motivos tristes. Hace un par de años que en el también desaparecido (aires fúnebres) pub del Zoe nos pusieron esa tonada durante la celebración de mi cumpleaños, que ahora regresa coincidiendo con la fecha, en tono melancólico. No podíamos imaginar entonces que a Dylan le iban a otorgar el premio Nobel de Literatura. A mí no me parece mal, sí me lo pareció que no se lo quisieran dar a Tolkien porque les parecía muy infantil. Pero ya se sabe que los Nobel no siempre aciertan, al menos esta vez no se podrá decir que al premiado le conocerá su abuela. 
 Aquí en Oviedo ya se han afanado en recordar que le dieron un premio análogo a Leonard Cohen. Rapsodas modernos. No parece que se haya premiado a la contra-cultura. Esta semana vendrá Richard Ford (de quien no he leído nada aún) a dar una charla en la biblioteca del campus y confío en que no tenga que afrontar la estampa que yo contemplé el pasado viernes. Llegué a pensar que, como aquí en Asturias los campus están más repartidos, no se darían botellones tan masivos como los de León. Bueno, no tan masivo, desde luego, pero el viernes me topé de bruces con uno en el Milán. Y yo que solo iba a sacar un libro de Jeanette Winterson. Botellón casi a las puertas de la biblioteca, con un tío meando en la pared del edificio, menos mal que no le dio por hacerlo en el umbral mismo. Y digo yo que podía haber imitado a otros que fueron a usar los aseos (para eso están) de la propia biblioteca, ya fuese para descargar o para cualquier otro fin. ¡Se creería muy contra-cultural! Bueno, en realidad posiblemente no sabía que eso era una biblioteca. O ni siquiera era alumno del campus. Quién sabe. En todo caso, merecería una condena ejemplar. En primera opción se me ocurrió la castración con un gran ejemplar de las obras completas de Freud. ¡Quién mejor! Pero igual sería más instructivo un encierro tipo Gran Hermano, en la biblioteca, un mes sin más líquidos que los de la máquina del café y con todo el tiempo posible para ilustrarse en tan insigne morada. Lo acabaría agradeciendo. O tirándose por las escaleras. En fin. Yo también tuve mi (muy breve) etapa de espichas universitarias pero, por lo que se refiere a ahora, no se si es por mi edad o por mi propia personalidad... No envidio esas escenas, tampoco las fiestas-abrevadero con las que quienes vienen de fuera a estudiar aquí queman sus neuronas en brebajes anuladores de memoria. Y no es que yo no quiera salir. Ya salí el sábado, en un bar de variopinta (básicamente osuna) fauna. Pero los templos del saber deberían ser inmunes a tan rústicas libaciones. ¿O era un homenaje a Bukowski? Bueno, a él si que jamás le hubiesen dado el Nobel.

miércoles, octubre 12, 2016

El oficio de vivir. Décimo aniversario del blog.


Cierto, el décimo aniversario fue el día cinco, pero entonces yo estaba entre Madrid y Granada, sin ordenador a la vista. Una década ya, enteros si bien con algunas bajas. Sin ser esta una empresa de dimensiones colosales, resulta meritorio. Esto no es un diario personal como el que compré esta mañana en la feria del libro antiguo: El oficio de vivir, de Cesare Pavese. Si comparo lo que he mirado por encima acerca de este, tampoco es que el blog abunde en reflexiones literarias, filosóficas, etc. No era la intención. Cuando lo inauguré, trabajando en una clase de vendedores de libros muy diferente, bastante tenía ya con dedicar unas líneas a lo que entonces era una novedad, hablando de conflictos de carros y resacas que abarcaban toda la jornada laboral. Eran otros tiempos. Entonces había que ir a la caza de clientes. Ahora, el antiguo camarada y yo cazamos pokémon por las calles de Madrid, tras habernos atiborrado de fideos chinos. Suena absurdo y posiblemente lo sea, pero la estampa de la inocua cacería virtual por el majestuoso Madrid antiguo bien merece una reseña. Digo yo. El imperio antiguo y la posmodernidad descocada. 
He ganado una carrera, un máster, un doctorado en ciernes si nada se tuerce y mañana me reuniré de nuevo con mi directora. Dice que le encantan mis nuevas divagaciones y eso siempre motiva, máxime cuando no las pude completar lo que quería por huelga de este ordenador. Hace diez años uno (al menos yo) se podía permitir el lujo de abandonar un trabajo y encadenar otro. Dejé esa dinámica e hice bien, pese a que siempre surgen dudas a posteriori. ¿Hablaba del fin de la inocencia? Bueno, en cierto modo, el ser humano es inocente hasta la muerte, de la que no sabe nada, pero la capa de inocencia externa sí que se suele ir despojando según los años y según las experiencias. Pese a la referencia Pokémon, creo haber madurado aunque siga viviendo en piso compartido (creo que no por mucho tiempo) y mantengo costumbres intemporales como el té y el incienso, que ahora me acompañan en esta escritura. Os invitaría a seguir en este espacio por diez años más, pero prefiero ser prudente. ¡Bastante que hemos llegado hasta aquí! El amparo del Gobernador de Libia ha decaído un poco pero aún se mantiene en plena vigencia. Los Abrasadores crecen y, por ahora, no han vuelto al terreno literario, pero no debe descartarse que lo hagan (también) evolucionados. Por lo demás, todavía no he visto El Gnómobil, he dejado de jugar al Héroes (no se si por falta de tiempo o falta de potencia en el sistema) y no comenzaré la entrada de mi cumpleaños diciendo: ¿Treinta y cinco? Pues por el... Al menos maduremos en eso. Me avergüenzo de algunas entradas del blog del mismo modo que lo hago de muchos hechos que haya podido cometer incluso hace un par de días. ¡Pero esa es la magia! Ni siquiera he querido borrar ni una sola, ni un solo comentario. Ahí está la estela, para lo bueno y para lo malo. En la nube, frágil y vulnerable, etérea cual Eteria. Es parte de su encanto y, si alguna vez se desintegra, al menos quede en nuestro recuerdo. Bienhalladas y bienhallados seáis una vez más. 

lunes, octubre 03, 2016

Del año malo.

Las palabras no bastan en estos casos, incluso cuando haya robado el título de Gil de Biedma. Venía de concluir uno de los meses más ilusionantes en Oviedo y, cuando vuelvo a León, la realidad me sacude otra vez, en este inacabable año, dejándome en estado de shock. Otra pérdida antes de tiempo. Otra pérdida inesperada. Circunstancias que uno quiere explicarse, sin conseguirlo. Pretender llorar, sin conseguirlo. Arrepentimientos que llegan, como de costumbre, tarde. Y recuerdos, muchos recuerdos. Poco importa que una persona solo apareciese en nuestra vida a modo de estrella fugaz, si su brillo nos ha dejado una honda memoria, imposible de borrar. Llamando a las puertas del Cielo, decía esa canción de la noche de mi cumpleaños en el Zoe. ¿Premonitoria? Tú no estabas allí, luego te vería. No se si estás llamando a la puerta de cualquier paraíso, pero has formado parte de una de las mejores etapas de mi vida. Y ese último vino en los comienzos de la primavera, con la plaza de San Martín casi vacía. Se van a cumplir dos años de esa noche de cumpleaños y creo que, esta vez sí, podemos decir que estamos ante el fin de la inocencia. Si el año ha querido probarnos, así sea. Vengan las pruebas que tengan que venir. Mañana voy al viaje comprometido e intentaré sacudirme la estupefacción en la que vivo desde ayer, la perplejidad ante la pérdida de alguien que estaba saliendo de la adolescencia, inteligente y sensible. Igual demasiado sensible para los tiempos que corren. Where are you now? Quizá en algún país de alegres duendecillos que se alimenten de ese brebaje ginebra-naranja que acostumbrabas a tomar. Tenemos un tequila pendiente, como el de la última vez. Hasta siempre, buen viaje.

jueves, septiembre 29, 2016

Ribadesella.


Un viaje inesperado y breve, pero aprovechado a la perfección y lleno de reminiscencias del pasado, fue el que llevé a cabo el fin de semana con parte de mi familia a Ribadesella, en la línea de las vacaciones de hace tantos años ya. Pasamos frente a la casa en la que los primos dormíamos y donde yo escribía en cuadernitos nuestras aventuras, al igual que ahora escribo en este espacio, de forma pública. Por lo que se refiere a nuestro alojamiento de ahora, el hotel es ese caserón de arriba, reflejado en las aguas de la propia playa. Una pausa en el San Mateo que incluyó una lujosa habitación con la terraza más grande del edificio. Abajo se puede comprobar cómo, dado que también nos agasajaron con una botella de cava, afronto en la tumbona la dura vida del doctorando.


Al día siguiente nos desplazamos a Tereñes, un bucólico lugar con una ruta de huellas de dinosaurios que he apuntado como posible excursión para otro momento, con más tiempo y mejor calzado. Ello se debe a que hay que llegar a acantilados como los que aparecen debajo, parajes de belleza tan cautivadora como peligrosa. Y el tiempo, ese excelente tiempo que ahora mismo me está cociendo y dificultando la escritura en el blog, nos respetó la visita y dio lugar a que pudiera guardar instantáneas como estas. Tan solo llovizneó a primera hora, cuando, tras un desayuno bufé de esos que son invitaciones a mezclas raras y a engordar, dimos el primer paseo bordeando la playa. A quemar calorías, se ha dicho.






Ha sido una semana perfecta en cuanto a descubrir y redescubrir sitios tanto en Oviedo como en el resto de Asturias, en buena compañía. En realidad, todo el mes ha seguido la misma tónica y puedo mostrar mi satisfacción, de nuevo, por ello. Esta comunidad, sin ser la más grande del país, alberga infinitud de rincones pintorescos que me gustaría descubrir, pero no será posible hacerlo en su totalidad. A fin de cuentas, no vine aquí a hacer turismo, del mismo modo que, si al acabar me voy al extranjero, no lo haré por visitar nuevos países. Sea como fuere, disfrutemos mientras podamos.




martes, septiembre 27, 2016

Re-Mateando.


 San Mateo, pese a que solo lo disfruté en su segunda mitad, perfectamente aprovechado. Y suerte que solo fue la segunda mitad, porque si no se habría caído ya en el exceso. Ni un extremo ni otro... Desde el comienzo de mi estancia en Oviedo, tuve la suerte de encontrar un piso estupendo y de conocer gente, pero, en determinados momentos, he notado un cierto déficit social. Pues bien, este ha sido dinamitado en la última semana, en la que he salido todos los días por Oviedo, a excepción del sábado, con el breve viaje a Ribadesella. No me puedo quejar, desde luego. Da la impresión, irónica, de que el a priori último curso del doctorado, aquel en que debiera encerrarme más por una buena causa, va a ser el que más recursos va a plantearme para salir de casa. De todas maneras, hay locuras que no podré repetir muy a menudo, a riesgo de alcanzar resacones como el del miércoles (no tan duro como los de otros tiempos). Además, lo llevé mejor con un bollu preñau en la Mateína, como se puede comprobar. El concurso (internacional) de tortiella que vimos luego fue, cuando menos, peculiar.



 El viernes, Día de la Bisexualidad, el Topu apareció así decorado y aproveché para retratarme con ese fondo para enviar la imagen a Xega, el colectivo que ha dispuesto esta campaña. Con sitios así da gusto. Esos días seguimos descubriendo nuevos lugares y viendo parcialmente algún concierto, como el de Sweet California, pleno fervor adolescente (y pre-adolescente). Se siguen resistiendo las dos calles amargas, en modo ya casi chistoso. Penetramos el umbral de la Batcueva, quizá demasiado pronto. Todavía estaban adecentando la cueva y cabe decir que no nos hicieron demasiado caso. Sería por la hora, o porque igual les sobran los clientes. Pese a todo, ya habrá ocasión de volver y degustar sus dudosos brebajes.



 El paréntesis de la estancia en Ribadesella me gustaría reseñarlo en otra entrada, terminaré ahora el fin de fiesta como lo empecé, con uno de esos incombustibles mojitos en chiringuito. Con azúcar moreno y lima, no está mal, hay bares en Madrid mucho más caros donde le ponen limón y azúcar blanco. Ejem. Ayer, día en el que ya iba a comenzar un (muy breve) período detox tras volver al gimnasio y spa, tuve la alegría de recibir la segunda visita de un amigo llegado desde León, en este caso Ricardo. Fue breve, pero la Ruta de los Vinos volvió a ser un lugar de inexcusable visita. La tierra norteña, antes del winter is coming, se engalana de fiestas: cuando acaba san Mateo, viene san Froilán. Pues eso, y un breve viaje pendiente desde el verano. Es todo lo que necesito para el tercio final de mi investigación, sin prórrogas indeseadas. No se cómo terminará el curso, pero este comienzo me ha parecido excelente.



miércoles, septiembre 21, 2016

Mateando.




Me alegra bastante el haber superado algunos problemillas técnicos del portátil, que me habían alejado de este blog. Llego justo a tiempo para San Mateo, cuya noche grande tuvo lugar ayer. Salí por la ciudad, como el año pasado, con la diferencia de que esta vez sí coincidí para los fuegos artificiales. En primer lugar, mojito en el chiringuito, por ridículo que suene. Como sea que lo de tomar copas se ha convertido en algo no habitual (por fortuna), aprovecho estas circunstancias para romper esa costumbre, a riesgo de que al día siguiente, hoy, no me vea muy capacitado para seguir otras tradiciones, como la de comer el bollu preñao en el parque. ¿Cuántos días de comer bollo hay en esta ciudad? Parece que solo dos, y ya en el otro lo comí, por mucho que no fuera en el campo. 





 En el chiringuito no me regalaron un sombrero de verbena sino un pañuelo del color de mi doctorado, con la leyenda que reproduzco, y suscribo, abajo. Creo que quedará muy apropiado para decorar la habitación. No faltó el Topu Fartón, esta vez con pegatinas del topo algo más recatado, escanciando en vez de folgando. Allí tomé algo con mi amigo Juanjo y una amiga suya, luego nos dirigimos a uno de los sitios que aún no conocía de Oviedo, pese a haber pasado docenas de veces al lado. Suele suceder.

 Es la plaza del Paraguas. ¿Por qué se llama así? Bueno, la foto de abajo es muy obvia. Es un apéndice de la Neocalle de la Amargura, esa suma de dos calles que sigue siendo un territorio comanche para mí. En la salida de julio, ni batcueva ni batleches. Después, ha habido alguna oportunidad de visitarla pero no llegó a buen puerto y no por mi culpa. Anoche tampoco, pero, en todo caso, el ocio nocturno ha sido cosa de plazas: Trascorrales, Puerta del Sol, Paraguas. Y la calle Campoamor, el fin de fiesta. Bajo la sombrilla u ovni gigante se puede ver un escenario musical, sin ser el principal de las fiestas se pusieron unos a tocar una especie de ska, el caso es que poco nos duró el concierto porque fuimos a recoger a otro colega y enfilar al parque de Invierno, para buscar un sitio apropiado para los fuegos. Parecidos a los de León, mereció la pena el paseo (cosa que no puedo decir si tuviera que repetirlo hoy para hacer la romería del bollo) y la noche terminó por la reducida, pero al menos existente, zona de ambiente ovetense. Me entristece decir que, aunque poco, es más de lo que hay en mi ciudad natal. No puede extrañarme que haya quien desde allí se pille el bus para hacer excursiones sabatinas pasado el puerto. Había menos gente de la que hubiera esperado por ser fiestas pero creo que, precisamente por ser el día grande de las fiestas, había verbenas y otros entretenimientos que pudieron restar público. Fue divertido, me trajo recuerdos del pasado reciente y algunas reflexiones sociológicas que ahora tampoco es plan de redactar aquí. Hoy es día de descanso (ya era consciente de ello anoche) y de pasar un San Mateo relajado. A fin de cuentas, es muy posible que el próximo ya no esté en Oviedo. Sin intención de adelantar acontecimientos, desde luego.


domingo, septiembre 11, 2016

Fin de semana japonés.


 ¿Alguien pensó que ya se habían acabado todas las ferias frikis del verano? Qué va. Faltaba una, la Expotaku de Gijón. Yo ya conocía su existencia pero no tenía pensado ir. Lo que ocurre es que, a diferencia de lo que sucedió en el Metropoli, esta vez sí pude ir acompañado, no quise desperdiciar la oportunidad. Cierto que no soy un otaku, nunca he comprado un manga, pero siempre me ha gustado la estética y sí que he visto anime. Por otra parte, no sorprenderé a quien siga el blog diciendo que me encanta la cultura oriental y, en esa feria, también había su pequeña parte menos comercial y más alejada del manga. Lo que no quita, claro está, para que me dejara algunas ñapas en recuerdos más o menos chorras tipo tómbola. ¿Qué decir de este minúsculo pokémon? Ni siquiera se su nombre.


 Ya el viernes por la noche, en una perspectiva muy diferente, había visto el clásico El imperio de los sentidos. Censurado en Japón, también hoy en día, a mí me pareció un filme involuntariamente (¿o no?) cómico y, al saber que se trataba de una historia real, tampoco me sorprendió demasiado. Hay hechos reales, llevados al cine, que no pueden ser más absurdos. El caso es que, antes de ver la peli, me había cenado un huevo duro, entre otras cosas, y al ver el tratamiento que se daba a dicho alimento en el filme se me revolvieron un poco las tripas (¿de ahí viene lo de oviducto?). No tanto como con el final, pero es que el final ya lo conocía, mil veces espoileado en cualquier sitio. Moraleja: no practicar sexo si hay cuchillos cerca. Por cierto, los rasgos psicóticos e incluso físicos de la protagonista me recordaron a una mujer de mi pasado... Mejor no entrar en detalles. Por lo que respecta a la influencia del cine japonés, sería esta la que justificase la presencia de Star Wars en un evento otaku. Es más que evidente, no hace falta preguntar a George Lucas.

  
Además del bicho, la típica chapa y el póster de aquí abajo, me llevé un recuerdo literalmente tatuado en mi piel, pero que no durará demasiado: mi nombre escrito en japonés. Hasta ahora he evitado los tatuajes perennes, por la sencilla razón de que no encontraba nada que considerara lo bastante relevante como para grabármelo en el cuerpo. No se si en el futuro cambiaré de opinión...


Una de las consecuencias de mi visita ha sido que, como si no estuviera en el a priori último curso de doctorado, me he iniciado en un nueva serie anime, llamada Tokyo Ghoul. Yo escribí en mi mano Tokyo Go, quizá pensando en los pokémon y tal. Me enteré de su existencia por el póster que elegí en uno de los puestos, la chica me dijo que era una imagen perteneciente a la misma. Yo la escogí por ser tétrica, andrógina y queer, tres razones suficientes para tenerla colgada encima de mi cama. La serie comencé a verla anoche y me gustó, aparte de que su duración no va a condicionar en nada la entrega que tengo pensado hacer la semana que viene. Ahora ya solo me falta, curiosamente, ir a la propia feria de Oviedo, que me perdí el pasado mes de mayo pero espero reparar la falta el año que viene. Un año que, si el palillo de la suerte que saqué ayer no me engaña, va a ser beneficioso. ¡Esperemos que el palillo no mienta!




jueves, septiembre 08, 2016

Día de Asturias.


Sí, hoy es el Día de Asturias y es fiesta aunque, para quienes trabajamos en casa y sin un horario específico, podría decirse que todos los días son iguales. Hoy seguiré un rato repasando la tesis, igual que durante toda esta semana. ¿Será mi último Día de Asturias en Oviedo? Es posible. Soy consciente de que yo no siempre acierto en mis predicciones, pero ya estoy comenzando a preparar el Oviexit. 




 Desde luego que he pasado buenos momentos en esta ciudad, y en el resto de Asturias, algunos de los cuales he reflejado en este mismo espacio durante los últimos meses. No obstante, esta es una estación de paso para mí, ya voy teniendo de ganas de empezar de cero en algún otro lado. Siempre sostuve esta postura, no resulta una novedad. Me lo debo, y se lo debo a otras personas que confiaron y confían en mí. Hasta entonces, sigo descubriendo la ciudad, algunos planes se caen y otros surgen. Lo mejor para conocer, sin duda, callejear, sin rumbo fijo. Mi colega y yo nos topamos con un bar que tenía un stormtrooper en la puerta. Buena señal. La bola de cristal se llama, y hace un uso más generalizado de la nostalgia, todavía, que la serie de Stranger Things. Me gustaría saber, eso sí, quién puso el póster de Emmanuelle, que ni siquiera es peli de los ochenta, junto a otros de tipo más familiar.


Todo un hallazgo. Confío en que para San Mateo, una vez solucionen o no todos los problemas que están surgiendo para esta edición, pueda seguir conociendo rincones pintorescos que jalonen la parte final de mi estancia aquí. Es posible que, con el tiempo, los recuerde con nostalgia, como la que puedo sentir cuando veo ahora ese rótulo de Phoskitos.

domingo, septiembre 04, 2016

Vuelta al pupitre.

¡La dura vida del doctorando! Entre el fin de semana pasado, la ascensión al Cristo y la bienvenida a mi nueva compi, en total seis días seguidos de planes sociales en Oviedo. Al séptimo descansó (no porque quisiera) y en este fin de semana otra vez cumpleaños y tapeos en León. Y es que el verano, que no ha terminado aún, además nos castiga con un calor no muy propio de septiembre. El martes vino Melissa y, aprovechando que fui a enseñarle dónde estaba el Alimerka más cercano, visita obligada, tomamos unas cañas en la plazuela junto a nuestra calle. Ahí se condensa el espíritu del barrio de Pumarín, totalmente auténtico y a ella le gustó. Más natural que el centro turístico, desde luego. 
Al día siguiente fue la despedida de Jill, la antigua compañera, que se va su país con perspectivas de regreso. Como también vino la casera-tutora, me dio unas sugerencias muy bienvenidas para la tesis. No todo iba a ser holganza. La comida, en la calle Gascona, excesiva como siempre, pero no tanto como en ocasiones pasadas. Lo malo fue que luego dimos un paseo hacia el sur, Parque de Invierno, que de invernal no tuvo nada, el sol pegando con intensidad no muchas veces vista en Oviedo. De vuelta a casa nos repusimos con un té a medio camino. 
Fue una semana muy agradable, sobre todo por inesperada, pero no descuido la verdadera razón de mi permanencia allí. La primera mitad de mes, básicamente, se dedicará a la corrección del segundo capítulo que, tras los ajustes que preveo, se convertirá en la segunda parte del primer capítulo. Reajustar el esquema derivará en una tesis más compacta y con una mayor significación en sus bloques. Al menos eso es lo que a priori me parece. Voy a centrarme en ello, pues, al margen de unos vinos pendientes en la ruta de los ídem y algunas actividades más como un intento de rescatar el programa padrino (en Oviedo se llama de otro modo), ese que en León solo dio frutos bastante lamentables. La maquinaria regresa, y vuelta al pupitre. El pupitre de casa, ya que otros ya no los frecuento.

martes, agosto 30, 2016

Regreso al Naranco- El Cristo.


Ha sido un fin de semana no solo satisfactorio sino, además, imprevisto. A modo de recopilación, todos aquellos planes que había llevado a cabo durante este mes, en solitario, los he repetido acompañado y, además, en calidad de guía. Por otro lado, todo ha sido posible gracias a una serie de recursos que yo ya había abandonado y despreciado. Error. ¡Nunca se sabe dónde van a surgir las segundas oportunidades! El caso es que, además de regresar al Naranco, a las iglesias prerrománicas y a la pista finlandesa, ayer también fui bien guiado hasta la cumbre, al Cristo que al fin, antes de que el mes llegara a su conclusión, he podido ver y registrar.


El camino más directo hacia el monumento, como suele suceder, era el único que no había tomado la otra vez. Para regresar, eso sí, lo hicimos por la carretera, sin mayor percance pese a alguna cruz adornada con flores que descubrimos por el camino, lúgubre recordatorio de alguna pérdida en el mismo monte. La ruta de ida era plenamente agreste, montañera, y además se desviaba en algunas frágiles construcciones tipo Refugio o Lavadero, que alguien había organizado al estilo de oasis con sillas de plástico como un chill out en plena naturaleza. Por lo demás, rampas empinadas con las que hacía bastante que no me atrevía, pero mereció la pena cuando en lontananza pude ver nuestro objetivo de espaldas, junto con los inevitables coches de turistas veraniegos, al margen de que fuese lunes. La mayoría, posando en imitación de la postura del Cristo remedo del que hace poco fue símbolo de los Juegos Olímpicos de Brasil. Yo no, desde luego.


La excursión no solo me sirvió para descubrir el Cristo, también pude vislumbrar el inicio de otras rutas montañeras que (igual parcialmente, pues son más largas) podrían aprovecharse, además de un merendero estupendo para algún pic-nic con el que airear ideas de tesis. Por otro lado, aunque no hay ninguna cafetería o bar allá arriba, en el regreso paramos en una parrilla argentina, para refrescar la garganta con unas buenas vistas de la ciudad. Una jornada excelente, la de la víspera de la llegada de mi nueva compañera de piso. Ahora me siento preparado para poder ser yo mismo guía, para ella o para alguna otra persona de paso como la que conocí este fin de semana, hasta la cumbre del Naranco. Pero, a priori, prefiero no tener que repetir esta semana...

jueves, agosto 25, 2016

Procreaciones.

Hablaba el otro día del sexo posmoderno y no se me ocurre mejor película para representarlo que una reciente, que vi anoche, Theo y Hugo París 5.59. Creo recordar que la han traducido así, con este absurdo título que se diría sacado de una escaleta. El original en francés, más poético, decía Theo y Hugo en el mismo barco. ¿Qué barco? El del sida, al parecer. Uno del que es difícil bajarse. Para ilustrar esta historia de la generación Tinder/Grindr/Bender (este último rimaba mejor que Wapo), a los directores se les vino la inspiración y decidieron ser no-originales e incluir escenas de sexo explícito. Como si nadie hubiera hecho lo mismo en los últimos diez años. En ningún caso el hecho de introducir una secuencia en un cuarto oscuro de esta guisa, de cuarto de hora o poco más, intensifica la sensación buscada. Aburre y redunda. Yo la hubiera dejado en cinco. Igual es que querían espantar a público y críticos, o hacer un documental reducido sobre esos espacios a los que no todo el mundo puede y / o quiere entrar. 
La tesis parece ser que del sexo anónimo se puede llegar al amor, en la misma noche y en cuestión de una hora y media, que es la duración de esta historia a tiempo real. El sentimentalismo, en el otro extremo de la deshumanización inicial, se termina antojando algo ridículo. Con todo, creo que es una de las mejores pelis de temática LGTB que he visto recientemente. En Francia saben moverse en ese género. Y, desde luego, no hay comparación posible con Blue is the Warmest Colour... No lo digo por el cariño que le guardo a esta peli tras mi TFM.
Complementé esa con un documental sobre la supuesta sobrepoblación del planeta. No lo hice de manera intencionada. Es cierto que algunos polemistas bragados, estilo Dragó y demás, creen que la homosexualidad sirve para equilibrar la demografía planetaria, idea un tanto peregrina pero que no era la tratada en la película. En realidad, se desmontan los mitos acerca de esta pretendida superpoblación. No es que seamos muchos, es que los recursos están mal repartidos. Parece obvio, pero conviene señalarlo. De hecho, la despoblación es un problema, ese sí, preocupante, no digamos ya aquí en Asturias y en otras regiones.  Así se fue la noche, entre procreaciones y no-procreaciones, antes de volver a la tesis que, a fin de cuentas, se mueve en una onda similar.

martes, agosto 23, 2016

Headache.

Creo que ya tengo guía sherpa para la excursión al Cristo. A menos que haya rajadas, claro. En relación a coronar otros montes, ayer vi un artículo interesante en el Diario de León sobre cómo la sexualidad de los hombres está evolucionando, seguro que habría suscitado el interés de Masters y Jhonson de seguir con vida. Estoy terminando la tercera temporada de la serie y en la temática abundan ahora las disfunciones sexuales, en especial referentes al varón, como la impotencia, en sus distintas variantes. 
El artículo hablaba de la falta de deseo sexual, que solía atribuirse a las mujeres pero, ahora, lo de me duele la cabeza también se puede aplicar a los hombres. Los tópicos van variando y la sexualidad misma parece que se ralentiza con la irrupción de la tecnología. Porque, con todas las similitudes que han surgido entre el juego Pokemon Go y las diferentes aplicaciones para ligar, cabría preguntarse si no será más fácil buscar un pokémon perdido que una relación casual de efímeras consecuencias. El sexo está al alcance de un clic pero, claro, consumarlo sigue requiriendo de ciertas dosis de acción. Por lo que a mí respecta, una de las circunstancias más dañinas para lograr una intimidad física satisfactoria es el calor. Y todavía tengo que padecer la no se qué número de ola de calor actualmente... Imagino que por eso tendré dolor de cabeza, por eso y por las variaciones temporales de un día para otro. 
El fin de semana que viene, por unos condicionantes u otros, albergo ciertas expectativas que, en mi estado actual, distarían mucho de cumplirse. Si así fuera, corramos el telón y pasemos a septiembre, un mes de comienzos, un mes que no siempre ha trascendido pero siempre me ha gustado. 

lunes, agosto 15, 2016

Naranco.


El hecho de llevar un tiempo viviendo aquí no significa, en absoluto, que haya visto todo lo que me gustaría en la ciudad y alrededores. Ya el mes pasado intenté engañar a mi visitante para subir al Cristo que corona el monte Naranco, pero pasó. Hizo bien, ya lo creo. Desde mi sofá la estatua se ve pequeñita, casi al alcance de la mano, pero subirse allí arriba a pie tiene cierta tela. De haberlo hecho (si hubiésemos llegado), no doy un duro por tomar una copa luego a la noche en el Antiguo. Me gustan los planes conjuntos, cierto, pero no estoy dispuesto a rehuir una oportunidad que me tiente si puedo aprovecharla por mi cuenta. Es por ello que, en estos días tontos y demasiado calurosos para lo que se estila en esta zona, me he puesto a completar la tríada del Naranco. Tríada que, en mi optimismo, llegué a pensar que se podría concluir en una sola jornada. 



Bueno, veamos, desde luego que se podría haber llevado a cabo en un solo día, pero el de ayer, por la tarde, sí lo dediqué a actividades sociales, aunque caseras: ver Viernes 13, partes 2 y 3, por eso de que pegan mucho ahora los campamentos veraniegos junto a un lago. Campamentos que, eso sí, nunca llegan a inaugurarse. Así pues, solo disponía de la mañana y, al margen de lo que diga mi directora, no fui nada organizado, por lo que perdí algo de tiempo. Subí hasta la ruta del Prerrománico, como se puede comprobar en estas fotos, Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo. Estos dos monumentos estaban bien señalizados, desde luego. Para subir al Cristo (Monumento al Sagrado Corazón me pareció ver en el Google), no me informé bien de antemano. Eso sí, iba por buen camino; más que camino, una carretera que, en festivo, estaba bastante transitada y malrrollera para excursionistas de a pie, estrechándose a trozos y en otros un poco al borde del abismo, algo que nunca me ha agradado pese a nuestra experiencia desde la infancia triscando como cabras.



¿Llegué al Cristo? No. La carretera, además de sinuosa, da un importante rodeo, así que me quedé a medio camino, digamos. Para otra vez, con dos etapas, bocata y demás, seguramente lo consiga. Tal vez como el último puntal de agosto, antes de abandonar mi vida monástica aquí. También pasé por la pista finlandesa pero, como no había señalización alguna, me perdí la entrada y regresé esta mañana. Las fotos de arriba y abajo las saqué allí. No es tan larga como creía pero, dado que tardo media hora en llegar allí y otra media en completarla, no parece mal sustituto al aire libre del gimnasio que me acaban de cerrar.



En todo caso, ha sido mi primera aproximación a unos lugares que, seguramente, podré disfrutar en más ocasiones y estaciones. El monte siempre me ha ofrecido un efecto balsámico y, para un doctorado, en este caso resulta una herramienta excelente para airear ideas oxidadas y desenclaustrar cuerpos.




domingo, agosto 07, 2016

Epílogo freak / Masters of Sex.

Llegó agosto, camaradas del blog, y eso significa que no estamos ante un mes muy productivo. O sí, según cómo se mire. Esta semana ha sido una de las que más, si no la que más, compromisos sociales he tenido del año. No obstante, la tesis avanza. Una lectura detallada y crítica de la bibliografía, incluyendo caritas burlonas dibujadas en los márgenes de los libros  cuando hay algo que me produce hilaridad para bien o para mal, es algo tan relevante como cuando comienzas a escribir. No es que la mía sea una investigación científica del tipo de Masters and Jhonson pero bueno...
Además de tomar tapas e ir a la piscina, esta semana he ido avanzando en una de las actividades más recomendadas cuando este termómetro parece congelarse (irónicamente) ad infinitum en los 37 grados: recuperar series que quería ver desde hacía bastante. Es el caso de Masters of Sex. Pero, oiga, ¿es esto ocio? No lo veo así, la pareja de investigadores antes mencionados aparecen en mis fuentes y no descarto citarlos de forma directa o utilizar la propia serie como base. La primera temporada, que acabo de terminar, ha satisfecho mis expectativas, a sabiendas de que no podía esperar un Juego de Tronos o similar. Machismo, homofobia, prejuicios... Todos los temas que estoy tratando se ven reflejados allí. Siempre me interesó la investigación sexológica (que también es un área de autoconocimiento) aunque no sea el campo principal de mi tesis. No descarto que, si en verdad consigo establecerme con un trabajo lo bastante remunerado, pueda seguir estudios en esa línea.
Pero, al tiempo, he acabado la primera temporada de una serie muy distinta, que se ha convertido en un fenómeno (previsible, claro está) del verano: Stranger Things. Es el epílogo freak perfecto para mis devaneos en las tres ferias weirds del último mes. Es que es tan friki, tanto, tanto, que parecen haber aplicado una fórmula matemática para alcanzar la mixtura perfecta y apelar a la nostalgia. De forma un tanto fría y calculada, eso es lo que no me gustó. Por lo demás, es el tipo de producto que yo mismo podría haber escrito (con variantes, posiblemente lo habría convertido en una aventura de los Abrasadores). 
Voy a seguir con Masters, antes de que comience la cuarta temporada el mes que viene, y vuelva asimismo esa AHS que tantos buenos ratos nos dio el otoño pasado en Oviedo. Nada más por ahora. El organismo necesita descansar de estos días, así que mutis por el foro.
 

domingo, julio 31, 2016

El ecuador del período monástico.

Aquí estoy, escribiendo un domingo por la mañana, un domingo no-veraniego de Oviedo en soledad y total calma, salvo el sonido de las palomas y poco más. Me encuentro a la mitad de mi estancia solitaria en el piso. En un mes llegará mi nueva compañera y, desde luego, no voy a juzgarla de antemano. Ahora mismo, con todo, la impresión monacal no deja de ser un recurso poético. Como ya he reseñado a lo largo del mes, he recibido visitas y también he hecho excursiones con amigos a Avilés y a Gijón, por no hablar de León, a donde me dirigiré de nuevo mañana. Hoy mismo, de hecho, conoceré un nuevo lugar y a una nueva persona en Oviedo, alguien con inquietudes creativas. Así pues, mi labor de monje se reduce a ciertos momentos, variados, en los que he seguido mis proyectos a buen ritmo, tal y como me recordaba mi directora en una tutoría que tuvimos el viernes en Avilés. 
Ella me marcó el planning doctoral (o más bien me lo supervisó, que ya me había hecho yo algo a la idea) pero, en el terreno más creativo y literario, soy yo quien decide el camino a seguir. Ya he estado escribiendo este mes. Poesía, rara cosa, un recurso al que solo acudo cuando en verdad lo veo necesario y que este año resulta muy simbólico para mí. No obstante, también quiero levantar proyectos de más alcance, a priori. Transcurrido un mes con triplete friki, debo decir que no fui a esos eventos como un mero espectador, como un fan sin disfrazar pero marcando camisetas temáticas. No, también fui a buscar ideas e inspiración, que he encontrado. Ya tengo la idea de una novela netamente friki, de explotation, por así llamarla. Comercial, si se quiere, porque considero que se pueden alternar proyectos más limitados en cuanto a su ambición, como los versos que estoy reflejando en mi cuaderno, junto a otros a los que pueda ver más como divertimento y que quizá consigan llegar a un público específico, pero más extenso (o no, los caminos de la literatura son inescrutables). 
Sea como fuere, se trata de un proyecto que se puede compatibilizar perfectamente con la tesis. Se puede y, quizá, se debe, porque el contraste que crearía con esta me sería muy útil como un método de escape y un complemento ideal. Eso sí, no faltarían en la novela elementos, no teóricos, exportados de los estudios de género, queer... Como creador no voy a dejar de reflejar estas nuevas sensibilidades que estoy tratando y que, a mi juicio, me han enriquecido como persona. En agosto, manos a la obra. Me pondré con otro cuaderno, del tipo de los que utiliza James Patterson según cuenta en sus clases magistrales (regalo online de Paco). Solo utilizo el boli para el esquema general, que no es poca cosa. Creía que este año no iba a surgir ninguna idea (a desarrollar) de novela. Por lo que respecta a las ideas no desarrolladas, siguen durmiendo el sueño de los justos hasta que alguien vaya a rescatarlas, quizá cuando yo mismo me rescate del doctorado. Así que, en fin, no son planes de playa y piscina, pero yo siempre detesté a la una y a la otra por lo que implican de monotonía (para un rato están bien). Feliz mes, y hagamos un responso final por mi gimnasio, el M3 (Maximiza tu Mecánica Muscular, eso son nombres y lo demás chorradas), que se ha visto obligado a cerrar sus puertas. Para una vez que consigo pasar más de un año en un gimnasio... El ejercicio ligero es útil para la creatividad, así que ya buscaré parques, montes o recursos similares donde seguir maximizándome, ejem.

domingo, julio 24, 2016

Orgullo Friki Strikes Back.


En efecto, ya lo advertí, había posibilidad de un triplete freak en menos de un mes y así ha sucedido. Tanto el Metrópoli, cuya visita ya reseñé, como el Celsius de Avilés y el Level Up de León son festivales norteños jóvenes, cada uno dentro de sus peculiaridades y posibilidades; en todo caso, las tres estancias me resultaron bastante estimulantes y las de este fin de semana ya en buena compañía. El Celsius acentúa la parte literaria, yo compré un par de libros ilustrados por Martín para Paco y me llevé de recuerdo esa camiseta de Hulk (de la versión moderna de Hulk, a diferencia de la otra que tengo), la cual estrenaría al día siguiente en León. Arriba, mostrándola en plaza del Ayuntamiento de Avilés. 



 El Level Up, por otro lado, supuso un reencuentro con mi facultad de siempre, mi favorita, excelente marco para un evento de estas características. A fin de cuentas, creo que, en el campus, la mía siempre ha sido más asociada al ámbito creativo, bien representado en el festival. Y, también, hay una atmósfera bastante libre, de exaltación de la rareza, que hace no sorprenderse ni aunque te cruces con alguien travestido de Sailor Moon (o similar). Creo que el espíritu de Filosofía y Letras también concuerda bastante con la letra, valga la redundancia, de estas jornadas. Arriba, con Claudia y Nuria, que me acompañaron en la exploración del hall transformado del edificio. Abajo, los caballeros medievales. Ya son ganas, con el calor que hacía.



 Quizá en un futuro próximo deba regresar, por temas de investigación relativos al doctorado, pero de momento ahí dejo una instantánea de la facul en todo su esplendor. También, el souvenir que en este caso me tocó en una de esas tómbolas que sortean chapas, llaveros, colgantes y demás. Supongo que ahora solo me queda asistir a la propia feria análoga de Oviedo, soy consciente de que existe pero nunca me ha pillado en la ciudad... Habrá que ver si en las próximas ediciones de estos eventos también me apunto, aunque el año que viene tampoco se presenta como para gastar tiempo mirando chapas. En todo caso, ahí queda este mes abierto y cerrado con un ciclo friki en diferentes escenarios y atesorando buenos recuerdos. Un poco de evasión inteligente que siempre será un complemento necesario para un proyecto que sigue su marcha sin interrupciones (y que así continúe).