jueves, marzo 31, 2011

Bienvenido, probable buen mes.

¡Se acabó el mes! ¡Y se acabó la semana de clase! Pronto, ¿verdad? Sí, pero es que mañana hay el tradicional viaje a Madrid para ver una obra de teatro, algo que ya no es obligatorio sino opcional. Yo solo hice una vez el viaje de vuelta, dándome cuenta de que, tras tanto Supra y Alvia, ya no estoy hecho para un autobús estilo cuatro latas. Sibaritismos de viajero, en fin, que volveré a la capital antes de Semana Santa y es mucha paliza para una sola jornada, no merece la pena.
Eso sí, me viene bien para seguir preparando el parcial, un parcial de fecha aún no sólidamente establecida. Pese a mis buenas intenciones, no he avanzado con la novela. Me enredé en algunas distracciones fílmicas como la Fotogramas o la primera parte de la última película (parece un trabalenguas) de Harry Potter. Pese a ser solo la primera parte, es larguísima, pero mucho mejor que la anterior; a ver si en el desenlace pueden arreglar el tremendo galimatías que se me ha quedado tras verla.
En mi descargo afirmaré que, cuanto más cerca está el examen, menos ganas siento de trabajar, por paradójico que resulte. Nada grave. Mañana, cortesía de los excursionistas, dormiré cual marmota y luego pondré la maquinaria en marcha.
Ave, abril. Es un mes deseado para mí. No se si será un buen mes, como puse en el título, pero es probable, sobre todo porque la segunda quincena es, casi en su integridad, vacacional. Hala, más munición para que nos llamen vagos a los universitarios (me gustaría verlos metidos en procesos morfológicos...). De todos modos, que nadie caiga en la trampa. Esa vacación, en la que también habrá que ir avanzando, no es más que el preludio a una recta final que este año se alarga, hasta el treinta de junio nada menos. Por ello, vaya la jerarquía por delante, que la novela llegará a su fin, si nada ajeno lo obstaculiza, con el verano, a lo sumo.
Que entre, pues, a ver si cumple al menos alguna de sus expectativas.

domingo, marzo 27, 2011

A las dó son las tré.

Como si el ser humano no tuviera ya tendencia general a desperdiciar el tiempo, encima hoy nos han quitado una hora. ¿Una hora de qué? La respuesta, a gusto del lector: de fiesta, de sueño, de estudio... Ejem. Con una hora menos, quizá no tenga mucho sentido el haber visitado el blog pero, en fin... Considero necesario estudiar la Gramática de mi lengua, por coñazo que me resulte a ratos, pues es la herramienta básica de la que me valgo para luego escribir aquí y en otras partes. Mi español no siempre es correcto, aunque mis pocos lectores no suelen recordármelo, je, je. Por suerte, la Gramática está a nuestro servicio y no al revés, si bien en momentos como este creo que el siervo tendré que ser yo.
Y es una pena porque esta semana he visto películas muy interesantes para comentar, y en clase han surgido ciertos temas, más enjundiosos o más absurdos, acerca del Romanticismo. Con todo, la actualidad manda y voy a seguir con la materia, en la senda de septiembre antes que la de febrero. Al tratarse de un examen opcional, tendré dos oportunidades más este año en caso de fallo, así que fuera pánicos. Me ha costado bastante no estudiar sino empezar a hacerlo, como sea que en su primera semana la primavera se ha mostrado caótica en cuanto al tiempo, y eso acostumbra a restarme fuerzas. ¡Bueno! Parece que el cambio horario se me está echando encima así que os dejo. Confío en que la semana que viene saldrá una nueva entrega de la novela, no estoy aún tan mal como para no dedicarme algunas horas de creatividad. Hala, que os divirtáis cambiando los relojes, yo haré lo propio con el mío en cuanto me crezcan las uñas.

miércoles, marzo 23, 2011

LOS CERDOS. Entrega 32.

X

Una jornada más del taller de carnicería llegaba a su ocaso y Jonás tampoco había aparecido, al menos hasta ese entonces. Él, sin ser el alma de la fiesta, sí que incidía de modo indirecto en la figura que desempeñaba esa función, Ari. Realizando esta una labor solitaria como la de pasar el mocho, sin necesidad de mostrar una máscara alegre de cara a sus compañeros, su melancolía había encontrado menos trabas para desarrollarse. Al monitor, pese a no tener un poso de maestro, no le habían pasado inadvertidos esos supuestos que afectaban, según creía, a dos alumnos, el ausente y la presente.

- Ari- le dijo- ¿sabes algo de Jonás? Ha faltado dos tardes seguidas, y me parece raro.

- Bueno, creo que estaba un poco cansado, por sus… experimentos- la colombiana estaba buscando una explicación que maquillara ligeramente los hechos.

- Entiendo. Quizá, ahora que ha vuelto a su verdadera vocación, esto le parezca un coñazo, y tampoco se lo afearía… Y mira que el chico le pone interés, pero, en fin, ya veremos qué pasa, si tiene una tercera ausencia sin justificar igual tengo que darle de baja en el curso. Y no me gustaría, desde luego.

- Bueno, hablaré con él- anunció Ari y, sin querer dar muchos más detalles, acabada la limpieza se juntó con el grupo para salir del centro.

El monitor quiso aprovechar luego para hacer un pequeño inventario de las existencias cárnicas de las que disponían en la cámara frigorífica. Al entrar allí, nadie podría notar el encontrarse en medio del estío. Él, sin necesidad de presumir de hombría, ya se había acostumbrado a trabajar allí y no necesitaba ponerse prenda de abrigo alguna, más allá del eterno mandil de cocinero que ya estaba algo sucio tras la sesión.

Bajo la tenue luz que ambientaba el espacio, el monitor se encontraba de espaldas a la entrada de la cámara, situado frente a una mesa en el medio de la misma. Encima de ella había colocado algunos trozos de carne, sobrantes del taller, entre ellos un par de piezas de ternera para filetear. Además, a otro lado de la mesa había alineado varios cochinillos, que luego tenía pensado colocar en las estanterías.

Jonás, habiendo aparecido cuando ya todos sus compañeros iban camino de sus casas, y penetrado con sigilo en el aula de carnicería sin que nadie pudiera haberlo notado, abrió muy lentamente la puerta de la cámara frigorífica. En la mano libre llevaba un cuchillo de filetear, lo sostenía oculto detrás de su espalda. Percibió, con satisfacción, que el monitor no se había dado cuenta de su presencia, y comenzó a acercarse a él poco a poco, sin bajar en ningún momento el cuchillo.

Cuando llegó a estar detrás de él, quien en aquel momento estaba cogiendo un cochinillo entre sus brazos, alzó la mano y descargó el cuchillo con rapidez, para clavarlo de un tajo en el centro del lomo de otro de los puerquitos. El monitor saltó, por el susto, y poco le faltó para agredir al invasor con la única arma de la que en aquel entonces disponía, el animal. Al reconocer a Jonás trató de sonreír pero no pudo disimular el momento de terror que había pasado.

- ¡Joder, Jonás!- gritó- ¿Es esta tu idea de una broma?

Sin querer parecer mal educado, Jonás no podía parar de reír, no como un jovencito bromista sino como un maniaco, pues no en vano delante de él se había formado una imagen pesadillesca: el monitor, cuyo rostro se había convertido en el de un cerdo, permanecía delante de él portando al pequeño gorrino. Esa estampa, vista a través de sus ojos, era tan grotesca como la de un híbrido humano-porcino que sostenía a una especie de retoño inerte. Y Jonás pudo comprobar cómo, a través de sus nuevas facciones, el monitor iba trasluciendo su cabreo.

- ¡Bueno, pues ya no le veo puta la gracia!- gruñó- ¿Sabes que me ha podido dar un infarto?

Jonás trató de sofocar su risa incontrolada.

- Lo…ja, ja… lo siento- se excusó- Es que quería darte una sorpresa, ¿sabes? No soy una persona muy acostumbrada a perder, así que, para remediar mis errores, me he quedado un par de días practicando en casa y me gustaría comprobar si ya se cortar bien un filete. Sí, vale, mejor sería haber esperado a la clase de mañana pero… Creo que me he dejado llevar por la euforia, je, je.

El monitor todavía estaba mosqueado, pero la declaración de Jonás picó su curiosidad. Notó que su alumno evitaba mirarle a los ojos. Lo interpretó como timidez, o vergüenza ante la broma macabra que le había preparado, pero lo cierto era que Jonás intentaba no encararse más con aquel engendro fruto de su mente.

- Es un poquito tarde para que te de clase, Jonás- comentó- ¿Así que has estado practicando? Vaya, y yo que pensaba que nos habías dejado por tus experimentos… Bueno, pues hacer el viaje pa ná es tontería… ¿Y si le das un viaje a la ternera?

Jonás extrajo el cuchillo de donde lo había clavado, y recibió un guante protector y un afilador de manos de su maestro. Amarrando bien la pieza, relajó sus rasgos en gesto de concentración, como si se dispusiera a templar un violín, y tras ello realizó un delicado giro de muñeca, cortando un filete limpio y fino, al que luego fue agregando un par más. El monitor no salía de su asombro, mientras observaba que Jonás estaba realizando la tarea casi con los ojos cerrados, en todo caso seguía sin mirar a los suyos.

- ¡Vaya! Tiene mucho mérito, Jonás. Pero, ¿qué pasa, es que tienes miedo escénico? ¿Por qué no vuelves a clase y demuestras esta mejoría ante tus compañeros?

Jonás no contestó por el momento. Cuando hubo apilado varios filetes, se los ofreció a su profesor, como si fueran un tributo de agradecimiento, y lo hizo mientras realizaba el esfuerzo de mirar a su rostro y sonreírle.

- No, a mí no me los des- replicó, mientras los envolvía en un papel para luego devolvérselos- Resérvalos para una ocasión más especial… ¿Sabes que he estado hablando con Ari? La noté un poco apagadilla, raro en ella, ¿verdad? Invítala con esta carne que has cortado tan bien.

- Ya- exclamó con ironía, dando a entender que su indirecta no había supuesto un misterio para él- No es mala idea, pero ahora será mejor que me marche y te deje trabajar. Por cierto, ¡bonitos cochinillos!

- ¿Te gustan los cerdos?- preguntó el monitor, cuando él ya se estaba alejando.

- Últimamente no veo otra cosa…- masculló Jonás, pero para sí, el profesor ya no podía escucharle.

sábado, marzo 19, 2011

LOS CERDOS. Entrega 31.

Tras una tradicional sesión de lavandería en el baño de Ari, Jonás había conseguido, si no que las manchas desaparecieran, sí al menos disimularlas lo suficiente para el corto trayecto entre el piso de su vecina y el suyo propio. El calor se encargaría de secar la ropa que había dejado tendida en la ducha, salvo los calzoncillos. Dolorido por los golpes, el esfuerzo de frotar le había resultado mayor, así como iba a ser el de prepararse algo de desayuno. No quiso despertar a su anfitriona. Tendrían mucho que decirse, también ocasiones más oportunas de hacerlo. No creyó abusar de su hospitalidad abriendo el frigorífico y, entre algunos productos exóticos que fue incapaz de identificar, descubrió unas tiras de panceta que, por la irregularidad en el corte de unas a otras, supuso que procedían del taller, quizá alguna hubiese pasado por sus propias manos.

Aunque no era de desayunos muy fuertes, Jonás no creyó que Ari se molestara por quitarle ese fruto del trabajo de todo el grupo, echó varias tiras a freír y, mientras tanto, buscó papel para dejarle una nota. Le resultó, en principio, un recurso algo pobre, pero lo consideró más cortés que marcharse sin ningún tipo de despedida. Era una nota, no una carta, por ello Jonás fue parco y apuntó que no había querido despertarla y que probablemente no aparecería aquella tarde por el curso, pues necesitaba reposar de todo lo acontecido el día anterior.

A la vista de los acontecimientos Ari no quedó satisfecha con su nota, puesto que, una vez ella misma pudo arreglarse un poco, subió hasta la vivienda de Jonás. Pensaba que, tal vez, él no querría verla, no tan pronto al menos, y era consciente de las dudas que podían haber asaltado al joven en el momento de despertarse. No obstante, llamó y estuvo esperando hasta creer que, en efecto, él no abriría o no se encontraba allí. Cuando iba a regresar por la terraza, la puerta se abrió y Ari sintió un escalofrío al observar la figura que aparecía ante ella, cubierta de pies a cabeza por una bata blanca, guantes y una máscara antigás que era la que imprimía un matiz más inquietante al conjunto. No obstante, tras la máscara surgió de inmediato el rostro sonriente de Jonás, quien no parecía contrariado por verla.

- ¡Vaya! Hola, Ari. Disculpa estas pintas. Estaba en mi laboratorio… Preparando una matanza, ja, ja.

Si bien sonaba a burla, Ari no supo cómo interpretar sus palabras. Comenzaba a ponerse algo nerviosa, algo que disimuló bajo su habitual buen humor.

- Te veo muy bien, Jonás. ¿Te ha dado energía la panceta?

- Oh, Ari, sí, me sintió un poco mal el cogerla sin preguntarte pero bueno… Casi no padezco ni los golpes. Te debo un par de raciones, je, je.

- ¡Nada!- replicó ella, alcanzándole un par de bolsas de plástico que había traído- Tonterías. Tú hoy no te preocupes ni de la carne, ni del taller… Aquí te he traído una bolsa con surtido, ja, ja, que me gustaría que aceptaras. Ah, y la otra es de casquería y vísceras. No se si te gustan esas guarradas, ja, ja, pero, en fin, pensé que igual podrías sacarle provecho.

Una sonrisa no exenta de malignidad asomó a los labios del joven, lo cual reavivó el nerviosismo de Ari, aunque a continuación se dirigió a ella con un tono de dulzura.

- ¡Muchas gracias! La carne… En fin. Tengo el congelador lleno, no creo que pueda aceptarla. ¿Y por ahí qué traes? ¿Sesos, tripas…? Ja, ja. Hum. Igual se me revuelve el estómago, todavía no he conseguido borrar del todo las manchas de sangre.

- ¡Oh, Jonás, lo siento…!

- ¡No, mujer! Estaba bromeando. Trae para acá esas vísceras, que algún uso les daré, aunque sea para un experimento. Bien, ¿y cómo te encuentras tú?

Ari se mostró un tanto indecisa a la hora de hablar, rasgo poco conocido en ella.

- Bueno… No me siento muy bien, Jonás. No querría que estuvieras en peligro por mi culpa.

- Tranquila, Ari. ¿Lo dices por tu antiguo… lo que fuera? Ya te lo dije ayer, no creo que vuelva. Perro ladrador… No creas que no voy a tomar medidas, pero tampoco puedo estar en un estado de pánico permanente.

- Sí. Espero que no vuelva. ¿Pero qué me dices del otro gallo? Ese vive aquí y en cualquier momento puedes cruzarte con él. Anoche mismo volvió a amenazarte otra vez. Bueno, nos amenazaba a los dos.

- ¿El novio de la choni me dices?- inquirió Jonás con no poca sorna- En ese caso, perrito ladrador… No se, Ari, ojalá tuviera todo el tiempo del mundo para dedicarme a esas niñerías pero antes debo seguir con este experimento. Cuando lo acabe ya intentaré arreglarlo, ¿merecerá la pena? Hablar, hablar, estaría cojonudo hablar con todas las personas con las que pudiésemos arreglar nuestros problemas. Pero… ¿en qué idioma habla esta gente?

- Yo puedo hablar con ellos. No me importa. Solo quiero, por favor, que no vuelvas a sacar esa escopeta. Las carga el Diablo, incluso si están descargadas.

Jonás sonrió, para tranquilizarla.

- No te preocupes por eso. Si trato el asunto, lo trataré con moderación, pero ahora mejor me vuelvo con mis probetas y mis cacharros.

- Vale. Me gustaría que descansaras pero, ¿vas a ir luego al taller?

Jonás creyó percibir un mohín en su rostro.

- ¡Buf! A clase no creo que llegue, podría hacerlo después, a última hora, si voy bien de tiempo. Pronto estaré más libre, y me encantaría volver a quedar contigo.

Las palabras de Jonás sonaron sinceras para Ari, pero seguían constituyendo un cierto misterio. Le pareció que las percepciones acerca de algunos fragmentos de la noche anterior no eran similares ni para ella ni para él. No obstante, tras el ofrecimiento de Jonás este se despidió con dos besos y cerró la puerta, cargando en una mano la bolsa de la casquería y con la otra volviéndose a cubrir con la máscara antigás.

miércoles, marzo 16, 2011

LOS CERDOS. Entrega 30.

Jonás y Penélope se encontraban abrazados bajo la sábana, que en su momento había sido disfraz, en un instante de abstracción post-coital. Él dejó que su mirada se perdiera a través del cuarto, iluminado por una cantidad de velas tan inmensa que temió alguna vez que se quedaran dormidos y amanecieran achicharrados.

- ¿Hemos bajado bien la persiana?

Penélope se encogió de hombros.

- La persiana es una ruina. ¿Qué más da? Que nos despierte el alba. Eso sería muy poético, ¿verdad?

Jonás sonrió. Quería decirle algo, sin saber cómo empezar.

- Penélope… ¿Crees que he estado un poco bruto? En la ducha, me refiero.

- Oh, Jonás… ¿Bruto? Pasional, si acaso. Tampoco traspasaste ningún límite… Solo sacaste un poco al animal que llevas dentro. En general, creo que eres una persona zen. Y yo también, ¿no has visto todas esas velas?

- Ja, ja. ¿Sabes, Penélope? Estoy confuso. Creo que esta vez tú y yo hemos funcionado mejor. Querría creer que todo ha sido mejor…

- Entre tú y yo, sí. Vas venciendo tus dudas. Pero la situación no ha sido mejor, Jonás. Ha faltado él. Lo encontraremos. Te doy mi palabra.

Penélope apretó con fuerza la mano de Jonás, como para sellar de ese modo el compromiso. Pasados unos segundos, Jonás se echó a reír.

- ¿Sabes?- dijo- No quiero estar triste. Supongo que eso no es lo que querría Al. Así que me he puesto a imaginarme como un animal, como un cerdo…

- ¿Dos cerdos haciendo cerdadas?- apostilló Penélope con sorna.

-… y entonces- continuó él- por asociación de ideas he llegado hasta una vieja cancioncilla de mi infancia. Una nana. ¿Crees que podría hacer que te durmieras con eso?

- Bueno, no tengo tres años. Quizá con otro polvo sí, ja, ja.

- Es lo mismo, de todos modos solo recuerdo el principio…

Los cochinitos ya están en la cama.

Muchos besitos les da su mamá.

Como si siguiera la letra de la canción, Jonás empezó a dar muchos besitos por el rostro de Penélope, hasta que ella le amarró en uno en los labios, que se abrió para ser profundo preludio de otro retozo animal.

Jonás se despertó. En efecto, la persiana había dejado filtrarse los rayos de luz. A su lado, Penélope seguía sumida en el sueño, boca abajo. No tenía intención de sacarla de ese estado, pero la visión de su espalda desnuda, como una cuesta lisa y muy apetecible, le impulsó a posar los labios sobre su columna vertebral, sin que ella se inmutara. Jugueteando un poco con sus cabellos, a Jonás comenzó de nuevo a entrarle el sopor y fue a acompañar a su amiga hacia el territorio onírico.

Cuando Jonás despertó, Penélope ya no se encontraba allí. O, al menos, no se encontraba a la vista. Él seguía tumbado en una cama de matrimonio. Seguía desnudo. Una persiana seguía filtrando la luz del sol. Pero, junto a él, existía un bulto cubierto con una sábana que no pudo reconocer en principio como el cuerpo de Penélope. El bulto emitía ronquidos que Jonás tampoco recordaba como familiares. ¿Qué sitio era aquel? ¿Se encontraba soñando todavía? Realidad o sueño, lo que más deseaba era que, al levantar esa sábana, pudiera encontrarse de nuevo con la espalda de Penélope y recorrerla de arriba abajo como una escalera, depositando un beso en cada escalón. Sin embargo, no había ninguna señal de que eso pudiera producirse. Temeroso, haciendo pinza con dos dedos, cogió la sábana por un extremo y, queriendo desterrar esos temores que quizá no tuvieran ningún fundamento, de un tirón retiró la tela para encontrarse con las rotundas formas de Ari, dormida, asimismo, boca abajo.

Ella también estaba desnuda. Sin llegar a monstruoso, su cuerpo al natural disimulaba mal sus defectos y, sobre todo, no resistía comparación con el que Jonás había deseado encontrarse allí. Además de sorpresa, su vista causó una impresión tan fuerte en Jonás que tuvo que reprimir un grito y, casi saltando de la cama, se dirigió fuera del dormitorio, buscando el cuarto de baño. No iba a vomitar, no otra vez, en cambio metió la cabeza debajo del grifo, tenía que refrescarla y aclarar sus ideas.

Desterrando el recuerdo de Penélope, se centró en lo que había sucedido con Ari, en lo último que tenía en la memoria. En el sofá de su casa… Se quedó dormido. Sí, tal vez encima de ella. No recordaba el traslado al dormitorio, tampoco haber sido desnudado ni que se desnudara ella misma. Quizá estuviese malinterpretando el asunto. Como a un niño, Ari le quitó la ropa y le metió en la cama. Pero, ¿toda la ropa, aun con ese calor, y ella misma también?

Hasta entonces, Jonás solo había centrado sus pesquisas en Ari, pero la noche anterior le había dejado huellas mucho más visibles que lo que pudiera haber pasado entre él y ella. Jonás fue consciente de eso de una manera dolorosa al ver reflejados los moretones y marcas por todo su cuerpo en el espejo del lavabo, recuerdo del que ya consideraba como ex – novio de su vecina. El hecho de contemplar su cuerpo desnudo con tales estigmas provocó que el dolor de estos, que hasta entonces no le había preocupado gran cosa, se avivara. Jonás sintió un mareo y tuvo que agarrarse al lavabo. En el espejo observó no ya su cuerpo, sino su rostro, porque le daba la impresión de estar perdiendo el juicio. Junto al lavabo había una cuchilla de afeitar, muy usada, supuso que otro souvenir del hombre que le había utilizado de pelota de fútbol. Jonás la cogió y, lentamente, comenzó a pasársela por las muñecas. Se echó a reír, de forma macabra. Esa hoja, desgastada hasta tal punto que ni siquiera sería capaz de cortar un pelo del bigote de su antiguo dueño, tampoco podría cortarle las venas a él.

Asqueado, Jonás trató de serenarse y arrojó la inútil cuchilla a la papelera, para luego lavarse ambas manos. Las reflexiones que empezaban a surgirle le convencieron de que, en primer lugar, si pretendía volver a su casa vestido, tendría que eliminar, todo lo que pudiera, las manchas de su propia sangre en su ropa. Por ello, regresó al dormitorio por ver si podría rescatarla sin despertar a Ari.

martes, marzo 15, 2011

Escenas matritenses (y III).


Hace justo una semana tuve mi día cultural en Madrid, por la mañana el Museo del Romanticismo ya mencionado y a la tarde fui con un amigo y viejo conocido de este blog desde sus inicios a ver una exposición sobre Alejandro Magno en el Centro Canal, situado junto a las Torres Kio como se puede ver en la foto. A la entrada había controles de seguridad como los de los aeropuertos, si acaso menos exhaustivos, no se por qué, quizá por si alguien pudiera llevarse las monedas de oro de hace más de veinte siglos. En todo caso la selección de piezas era interesante, si bien no atendí de forma muy intensa al recorrido porque íbamos charlando sobre temas diversos, que no todos los días tiene uno la oportunidad de bajar por Madrid y hay que aprovechar las ocasiones...
El próximo viaje será, por fortuna, después del parcial de Gramática. Respecto a la novela Los cerdos, la buena noticia es que ya he revisado lo que llevaba escrito y tengo en mente lo que sigue; la mala, ese mismo examen. Con todo, creo que podré compatibilizar un poco de escritura y un mucho de estudio. Si me equivoco, lo sabremos con la nota. Así pues, mis regresos a este blog serán poco frecuentes a menos que sean para colgar los fragmentos con los que avance. Si alguien estaba siguiendo la novela, más valdrá que refresque un poco aquellos trozos diseminados a lo largo del blog, el último en octubre... Hay que echar el resto. Gramática no es ninguna tontería, y no quiero que me deje para septiembre la misma profesora que el curso pasado. 8 de abril, esa es la fecha.

sábado, marzo 12, 2011

Escenas matritenses (II)


Hay museos que hay que saber visitar en el momento adecuado. Eso me pasó con el Museo del Romanticismo, antes conocido como Museo Romántico. En la céntrica calle de San Mateo, habré pasado bastantes veces por delante de su puerta sin detenerme. Y no porque no estuviera en mi lista pero, en fin, la espera ha merecido la pena puesto que ahora estamos viendo el período romántico , respecto a la literatura pero también en su contexto sociocultural y echando un vistazo al panorama europeo de la época. Ha sido el complemento perfecto para las explicaciones.
El martes fue el día cultural del viaje, por la mañana tocó este museo. Primero había una pequeña e interesante colección de cajas que contenían objetos relacionados con Larra y, lo que es la exposición principal en sí, que por suerte me salió gratis, consiste en la recreación de una casa típica del s. XIX, con toda suerte de objetos y cuadros de entonces, hasta curiosidades como el retrete de Fernando VII, sito de forma poco solemne en el palacio en el que ahora está el Museo del Prado. Incluso los guías del museo parecían imbuidos del fastidio vital propio del Romanticismo, pues no hacían más que gruñir, quejándose de sus horarios, vacaciones, etc. y una me llamó la atención porque, en mi arrobo, me había salido del felpudo y estaba pisando una alfombra centenaria.
A la vista del clavo que supuso el ya citado metrobús, decidí no gustar mucho durante el viaje. Por ello pasé por la tienda del museo como alma que lleva el diablo, tan solo fijándome en algunos libros que ya he leído y otros que tengo en la libreta de futuribles. Eso sí, tomando un té me empecé el Don Álvaro o La fuerza del sino. ¿Dónde mejor? Además, siempre me ha gustado más que el Don Juan Tenorio, el cual leí casi íntegramente en el tren de regreso.
Pues nada. Os recomiendo esta visita, aunque sea más somera que la mía y no tengáis por qué deteneros en todas las baratijas curiosas que a mí me llamaron la atención. Además, acabo de saber que mi primer parcial de Literatura ha tenido una buena nota, así que confío que para el segundo, que abarcará este período, pueda superar la marca.

viernes, marzo 11, 2011

Escenas matritenses (I).


Siendo una visita muy positiva, al comienzo me encontré con una desagradable sorpresa, y es que mis dos metrobuses habían caducado tan solo unos días antes... Es por ello que tuve que apoquinar la asombrosa cifra de 9,30, casi a euro el viaje. No menos alucinante es que, como supongo que habréis escuchado, el consejero de Transportes de esa comunidad haya negado la existencia de ese abono, que llevo comprando desde que no costaba más allá de cuatro o cinco euros. Bueno, a partir de ahora habrá que evitar viajes innecesarios, asunto bastante arduo si lo que se quiere es aprovechar el tiempo.
Esa ha sido mi estrategia, pasar pocos pero provechosos días en la capital. Desde el sábado por la noche, el único momento en el que se sintió la fiesta carnavalera con sus disfraces, también agobios, y acabé pillando el primer metro de las seis para darme en retirada. Ciertas noches cambian poco a lo largo de los años, y esa me resultó bastante similar a alguna de mi etapa pre-Filología en León, respecto a la discoteca, la compañía, el ambiente... Digamos que con todo lo ventajoso y también lo viciado que tiene Madrid.
Seguiré comentando mis experiencias, de momento os dejo con un poco de cultura. Y no es que vaya a hablar de la nueva entrega de Torrente, sino que he colgado una foto del Instituto Cervantes, su sede central, puesto que, más allá de ser ruta turística, para mí es un posible puesto de trabajo futuro, aunque no tanto en Madrid como en cualquier otro punto del globo. Si licenciados con notas bajas han podido ir hasta Japón, digo yo que surgirá un amplio abanico donde elegir (y que no me pille un terremoto, si tengo esa suerte).

viernes, marzo 04, 2011

De Carnaval.

A tontas y a locas este blog ya lleva más de diez mil visitas, y eso que no lo promociono... Tanto el blog como yo nos tomaremos un descanso hasta el miércoles que viene. Llega el Carnaval, aunque a mí como fiesta me importa poco, solo quiero aprovechar los días libres. Ciertamente me podría tomar toda la semana, puesto que en total solo voy a tener tres horas de clase, pero existen otras razones para regresar: dentista, un examen que ver corregido y otro que comenzar en cuanto antes. En Madrid no voy a ver a todas las personas a las que quiero ver, y quizá no haga todo lo que me gustaría, pero para eso está la Semana Santa el mes que viene. Aquí en León no me pierdo mucho, la única novedad consiste en un concurso de Drag Queens el sábado por la noche, al que no voy a asistir aunque tengo sospechas sobre la identidad de algunos participantes...