viernes, julio 30, 2010

LOS CERDOS. Entrega 12.

Al y Jonás habían llegado a una pequeña pero acogedora galería de arte en cuya entrada se anunciaba la exposición de una tal Penélope Palacios, cuyo escueto título era Los cerdos. No tardarían en averiguar por qué.

- Es una suerte que hayas venido- comentó Jonás, echando un vistazo al interior- No conozco a nadie aquí.

- Excepto a la vedette principal, ¿te parece poco? Curiosa fauna hay aquí. Curiosa pero variada, no veo predominio de tribu alguna.

El público era heterogéneo, como señaló Al, desde grupos de jóvenes hasta otros más maduros, y su número era considerable en proporción al tamaño de la sala y a la figura de la artista debutante. Los dos amigos comenzaron a hacer una ronda entre los diversos cuadros, también alguna escultura, y en todas las obras el leit-motiv era exactamente el mismo, el que aparecía en el cuadro de Jonás: figuras humanas convertidas en cerdos pero solo en el rostro, toda clase de personas en situaciones de lo más variopintas. Contemplaron, estupefactos al principio, toda esta serie hasta que fue Al quien quiso hacer la primera valoración, a su manera.

- ¡Vaya! Penélope Palacios… ¿Penélope? ¡Una Circe más bien! ¡Qué obsesión con convertir en puercos a la gente! ¿Crees que esa visión porcina que tiene del género humano estará motivada por el asco que siente ante esta sociedad, ante este cenagal hundido en la hipocresía donde solo los marranos pueden chapotear y vivir felices?

Jonás se encogió de hombros.

- No se… Ahí está ella, le podrás preguntar en persona.

Penélope se acercó hasta la posición de Jonás con una alegre sonrisa de sorpresa, es probable que no hubiese esperado la presencia de su antiguo compañero. Le saludó, y luego este le presentó a Al.

- Le he traído- señaló Jonás- porque considero que tiene bastante más sensibilidad artística, y creativa, que yo. Si nos vas a preguntar qué nos parece tu obra empieza por él, estaba haciendo ahora unos comentarios la mar de interesantes.

Al no supo en aquel momento si su amigo estaba comenzando una labor de celestinaje entre Penélope y él, en todo caso se quedó un poco cohibido

- Bueno…- comenzó, a medio gas- Te acabo de conocer, Penélope, y por tanto puedo juzgar tu obra de manera, digamos, objetiva, sin embargo me cuesta… Noto que esos cuadros quieren interpelarme, que son conscientes de la situación de profunda crisis en la que me encuentro y quieren solidarizarse conmigo, que comparta mi rabia con la suya. En ocasiones soy incapaz de mirar a mi alrededor y ver a mis congéneres como otra cosa que un inmenso bloque de ganado compacto, sin personalidad, sin nada que los diferencie.

- Has dado con la clave- le interrumpió Penélope, con la mirada brillante.

Esto empieza mejor de lo que pensaba, reflexionó Jonás.

- ¿Puedo aventurar- dijo Al- que, lo digo al menos desde mi experiencia, esas obras fueron paridas en parte por el sufrimiento?

- Un sufrimiento atroz- confirmó Penélope- Pero al final mereció la pena… Jonás, nunca te dije la razón de que abandonara la carrera. Ahora os puedo hablar a los dos de algunos años oscuros. Ya no me afectan, ahora soy una persona nueva, así que no me importa que vengan a enturbiar esta presentación…

- No es necesario si no lo deseas- dijo Jonás- Muchas personas dejan la carrera, y el motivo no es siempre la inutilidad… Por lo que yo recuerdo tú eras buena, desde luego.

- Gracias, Jonás, pero a ti no había quien te alcanzara… ¡Ja, ja! En realidad mi historia está ya muy vista, es el eterno conflicto entre la vocación y aquello que te puede dar de comer. Yo no quería hacer Química, pero me presionaron. Decían, ya os imagináis, que sería capaz de compaginar mi creatividad con un empleo seguro. Yo nunca lo tuve tan claro… Mi aspiración artística crecía cada vez más dentro de mí, y no encontraba manera de darle salida. Quizá sea mi carácter, que me impide concentrarme en dos actividades al mismo tiempo, al menos con la misma energía. Nunca quise ser como tú, Jonás, pero tampoco quería ser mediocre. Absorbida por una carrera que no me agradaba, guardaba dentro de mí demonios que no podía plasmar dentro mis obras. Y, claro, al final esos demonios me poseyeron.

- No me digas más. Intentaste suicidarte.

- ¡Al!

- No te preocupes, Jonás, tu amigo ha dado en el clavo. Sí, tuve una crisis, de las gordas. Lo primero que cayó fue la carrera, con la consiguiente decepción familiar. Luego caí yo misma, un par de veces. Dos intentos de suicidio.

- ¡Te gano, Penélope!- exclamó Al, con alborozo infantil- Yo tres. Bueno, quizá dos y medio.

Jonás los contempló como si se hallara en compañía de una pareja de pirados. Era él quien parecía haber dado en el clavo a la hora de juntarlos, sin embargo tenía sus dudas sobre que algo bueno pudiera salir de la suma de cinco, o cuatro y medio, intentos de suicidio.

- Por suerte- prosiguió ella- no era tanto que detestara mi vida como que necesitaba una catarsis, un cambio de rumbo. Creo que entonces me comprendieron: mis médicos, la gente que de verdad me apreciaba… Lo que pasa es que en aquella época yo no era muy capaz de transmitir amor. Estaba atravesando una fase de misantropía tan intensa que ahí estuvo el germen de esta exposición. Era incapaz de percibir la sociedad sin esa máscara porcina…

Lo sorprendente para Jonás es que ella estaba contando esas historias de suicidio y enfermedad con una tranquilizadora sonrisa en los labios, como si el relato de aquellos momentos oscuros en su vida no fuera más que una anecdotilla a la que sacar punta entre tres personas que aún no se conocen demasiado. No obstante, Penélope se dispuso luego a narrarles la parte positiva de la historia.

- Nunca tuve muchas esperanzas en mi recuperación, sin embargo en eso sí que he tenido suerte o de lo contrario no estaría aquí con vosotros. Tras la crisis, comencé a recuperar mi autoestima pero, como es lógico, aún tenía bastante vigilancia sobre mí, al final logré que, mientras pasaba mi convalecencia, pudiera matricularme a distancia de Historia del Arte, una carrera mucho más en consonancia con lo que buscaba.

- Me perdonarás que te interrumpa de nuevo, Penélope, - dijo Al- pero confieso que en eso he tenido mucha más suerte de lo que yo pensaba, porque siempre he estado en la carrera que he querido. Cuentan de un sabio que un día…

- El caso- prosiguió ella- es que al ser a distancia es más complicado, pero no tengo prisa por acabarla. Ahora sí compatibilizo la carrera con mi vocación artística. Luego encontré un empleo a tiempo parcial en un museo de la ciudad y a partir de ahí crecieron mis contactos y mis expectativas en general. Incluso he conseguido, aunque sigo viviendo con mis padres, alquilar un estudio, una vieja aspiración que nunca pensé que se cumpliría.

Jonás se preguntó si con esto último ella se estaría insinuando de algún modo, pero no vio señal alguna de ello, quizá su fantasía se hubiese desbocado por momentos.

- Bueno, - dijo, mientras esa reflexión se evaporaba de su mente- así que pese a todo la historia acaba con final feliz.

- Y estos cuadros- apostilló Al- son los hijos bastardos de la misma. ¡Buena sea la bastardía mientras de semejantes frutos!

- Y dime, Jonás, - inquirió ella- ¿qué te parece a ti la exposición? Porque, por mucho que digas, estoy segura de que existe bastante sensibilidad debajo de esa bata de científico.

Él trató de mantener la compostura porque, en efecto, creyó ver en la mirada de Penélope cómo hurgaba, de modo figurado, debajo de su bata, como si quisiera desnudarle. Notó esa sensación, no pensando que proviniera de un ataque de lubricidad que hubiese surgido en su cuerpo de forma espontánea.

- Bueno, confieso que el tema no me parece muy agradable… Me inquieta, pero no veo que eso tenga que ser algo negativo. En lo grotesco también puede existir la belleza.

- ¡Esa frase es mía!- protestó Al.

- Lo se, querido Al… No es la primera vez que te robo una, pero por eso te traje, ¿no? Je, je. Lo cierto es que la comparto.

- ¿Y hay algún cuadro que te haya gustado de una manera especial?

Jonás carraspeó. Sentía una gran necesidad de complacer a aquella antigua compañera de clase, suicida reincidente, pero no quería hacerlo al precio de quedar en ridículo. No quería escoger el cuadro que más cerca tuviese. Hizo un breve recorrido por el área en la que se encontraban, forzando su gesto de concentración, hasta que señaló uno, el que acabaría poseyendo. Penélope asintió, complacida.

- Me sorprendes, Jonás. Pensé que te verías obligado a elegir el primero que vieras, pero ese es uno de mis favoritos.

Jonás trató de sofocar su gesto de incredulidad. A su amigo le pasó lo mismo.

- Estoy dispuesta a regalártelo.

- ¡Oh, no!- replicó Jonás- No me interpretes mal, no es que lo rechace… Pero eres demasiado generosa, creo yo, seguro que este cuadro algún día valdrá un pastón.

- ¡Pelota!- le espetó Al, quizá molesto porque él por entonces estaba sin obsequio- No le hagas caso, Penélope, eso mismo dice de mis poemas.

- Tú también tendrás cuadro, Al. Pero, eso sí, no os los voy a regalar. Quiero una pequeña contrapartida a cambio.

- ¿Cuál?- preguntó Jonás, temiendo lo peor.

- Quiero que poséis para mí.

Las expectativas de Jonás no quedaron defraudadas, pero al principio se lo tomó a broma.

- No me importa desnudarme, pero paso de estar metiendo tripa todo el rato.

- ¿Qué tripa? De todos modos no soy especialista en desnudos. Casi mejor vestidos…

- ¿Nos vas a pintar con caras de puercos?

Penélope emitió una carcajada.

- Mi obra, como todas, evoluciona. No es siempre lo mismo…

- Por mí cojonudo- afirmó Al- No solo voy a tener un original de Penélope Palacios en mis manos, sino que además seré inmortalizado en otro. ¡Hoy debe de ser mi día de suerte!

Jonás observó a sus compañeros, y una vez más se sintió fuera de su juego. No obstante, estaba deseando aceptar la invitación de Penélope. Algo inconcreto, una fuerza que irradiaba de ella, le decía que no iba a arrepentirse en ese caso. No al menos por el momento…

miércoles, julio 28, 2010

LOS CERDOS. Entrega 11.

IV

La siguiente clase práctica, para alivio de Jonás, no giró alrededor de los filetes debido al cambio de animal. En esa ocasión iban a aprender a trocear conejos. Jonás, dada la amplitud semántica del término, pensó sobre si Ariadna lo aprovecharía para sus bromas procaces o estaría de un humor más apagado debido a la discusión espiada por él. Sea cual fuere la relación que la unía con ese hombre, lo cierto es que Ari se mostró como al principio, Jonás procuró calarse un poco más la gorra por si acaso ella pudiera reconocer su rostro, aunque no recordaba que se hubiesen cruzado por la vivienda.

No era una operación delicada, por ello Jonás podía asegurarse cierto éxito. Antes bien era un proceso un tanto brutal. Los cuerpos de los conejos, alargados y desnudos, los ojos inertes, eran colocados sobre la tabla de cortar y, tras su decapitación, en cuatro o cinco limpios tajos más eran troceados de cara a una futura paella, guisado o lo que los alumnos consideraran conveniente. Jonás observó la escena primero cuando el monitor practicó el ejemplo, después con otros compañeros, le producía algo de repugnancia si bien mezclada con fascinación, puesto que no separaba la vista del procedimiento, más allá de la necesidad de aprender.

Cuando le tocó el turno, Jonás se puso frente al conejo como si fuera a ejecutar su condena a muerte, pese a que esta le había llegado al pobre animal mucho antes. Con precisión de verdugo, primero cortó la cabeza de un golpe certero, elegante, y con pocos más completó su tarea.

- ¡Vaya!- comentó el monitor- Lo has hecho muy bien. ¿Has estado practicando en casa?

Jonás prefirió mentir.

- Qué va… Solo que esto es más fácil que lo de los filetes.

Su franqueza provocó la risa del monitor.

- ¡Bueno, no se si será más fácil, pero lo has clavado a la primera! Si sacas esa garra con todo, seguro que de aquí a poco te nos haces un experto.

Si tú supieras de dónde saco la garra…, pensó Jonás puesto que, en efecto, la mecánica del corte le había permitido liberarse de buena parte de su tensión acumulada. Para algo más le iba a servir ese curso, pese a todo.

Cuando los alumnos salieron del aula al supermercado, cargando con sus bolsas repletas de carne, Jonás temió un momento al que en otras circunstancias no habría dado mayor relieve. Había escuchado murmullos sobre confraternizar un poco en la cafetería del centro. Pese a que no se hallaba en una fase muy expansiva de su existencia, a él no le hubiera importado tomar algo con sus compañeros, fingiendo una cierta integración en el grupo, pero eso podría suponer que a la hora de marchar Ari descubriera su condición de vecino. Y la conocería, desde luego, pero Jonás no quería que fuese tan pronto. Hasta entonces no le había reconocido como tal, de eso estaba seguro.

En efecto, la colombiana se acercó hacia su posición, ostentando su perenne sonrisa. Jonás le devolvió otra, mientras se devanaba los sesos para idear alguna excusa creíble.

- ¡Hola Jonás! ¿Te vienes a tomar una cervecita con la gente?

Una servesita, a decir de Ari, le hubiera venido muy bien en ese momento, pero Jonás negó con la cabeza, mostrando una sonrisa más amplia que la anterior.

- Me temo que no puedo, tengo que llegar pronto a casa.

- ¿Vives muy lejos?

Jonás estuvo cerca de enrojecer, viendo lo mal que le había salido la estrategia.

- Eh… No mucho. Es que tengo, en fin, esto…

- ¿Una cita?

Jonás asintió, sin que le importara ser víctima de la picardía de la mujer.

- ¿Tienes que seguir practicando con el conejo?- exclamó esta, sacando la lengua en un gesto chistoso que Jonás ya había visto en un par de ocasiones.

El joven prefirió seguirle el juego en la conversación, mejor que esta fuese por esos derroteros antes que regresara al lugar de residencia de Jonás. Podría quedar de aburrido, pero al menos así no quedaría de puritano.

- Sí. Voy a degustar este conejo, aunque no se por qué manos habrá pasado…

Ari emitió una carcajada.

- ¿Y cómo te gusta? En mi tierra lo hacemos picantón…

- Mejor el sabor natural, creo.

Ari, el alma de la fiesta, fue llamada por el resto de compañeros que se dirigían a la cafetería, por lo que tuvo que despedirse.

- Bueno, mi amol, que lo disfrutes… a mi salud. ¡Ja, ja!

Se fue guiñando el ojo al joven, quien se apresuró a salir al exterior. Quizá Ari fuera así con todo el mundo (al menos con todos los hombres), pero Jonás había notado una actitud inquietante en ella, sobre todo de cara a cuando supiera que eran vecinos. No quiso amilanarse por ello y regresó a su casa dispuesto a seguir construyendo su lugar de trabajo. Pensó que, cuando pudiera dedicarse a aquello a lo que más estaba acostumbrado, quizá los viejos pensamientos se esfumarían o al menos sería más inmune a ellos.

La mesa dedicada a sus investigaciones estaba casi completa, en algún lugar de su equipaje descubrió un bulto envuelto por numerosos periódicos y trapos viejos. No era un elemento de trabajo sino de decoración, en realidad mucho más que eso. Jonás había meditado largo tiempo sobre si era conveniente llevarlo, no por el objeto en sí, sino porque este contenía parte del alma de su creadora, parte de sus sentimientos plasmados en ese cuadro que iba a avivar una vez más sus recuerdos. No obstante, él necesitaba abrirlo y que permaneciera a la vista, presidiendo ese santuario, quizá pecara un poco de masoquismo pero en todo caso él estaba seguro de que, aunque lo hubiera podido arrojar al fuego de la chimenea en el caso de que esta existiese, su fantasma no era tan fácilmente destructible, mejor enfrentarse a él cara a cara.

Por ello desenvolvió el cuadro, que hasta cierto punto no tenía nada de peculiar: representaba a un grupo de figuras humanas paseando por la calle. ¿Humanas? En eso residía la nota discordante. Por esta raza se las hubiera reconocido hasta el cuello, pero su cabeza, en todos los casos, era la de un cerdo. Jonás no podía contemplar aquella obra con la perspectiva de un espectador, digámoslo así, virgen. Él había conocido, en un breve pero intenso período temporal, a su autora, por lo que las claves de aquellas extrañas criaturas mutantes le habían sido reveladas. Colocó aquel cuadro en un lugar central dentro de su laboratorio, a sabiendas de que sería imposible no remontarse a aquella noche en la que lo había contemplado por primera vez.

domingo, julio 25, 2010

LOS CERDOS. Entrega 10.

Habiendo recuperado el vestido y la calma, Jonás se trasladó al futuro laboratorio para ir sacando los enseres que le iban a dar aspecto de tal. Entre ellos asomaba lo clásico: libros, probetas, compuestos, etc. No obstante, algunos elementos desentonaban, como un pequeño juego de ajedrez plegable que sacó. Este era del tipo que suelen usarse para viajes, con pequeñas piezas que se adherían al tablero mediante un imán en su base. Aunque Jonás no tenía contendiente a la vista, se puso a armar el juego, mientras una sonrisa delataba que le traía algunos recuerdos a la mente, los cuales no le habían provocado una reacción tan virulenta como la anterior.

Jonás recordó una auténtica partida de ajedrez, disputada en casa de su amigo Alonso Polión, conocido por él como Al. El tablero era bastante más grande, pero sus figurillas representaban absurdos personajes de dibujos animados. En contraste con ello, la concentración de los dos amigos parecía muy profunda. No se notaba casi ni que respirasen, hasta que Jonás hizo un rápido movimiento y anunció, con solemnidad impostada:

- Jaque mate.

Hecho este anuncio, Al, sin dejarle tiempo para la reacción, barrió de un manotazo todas las figuras del tablero.

- ¡Eh!- protestó Jonás- ¿Qué haces?

- ¿Qué más da?- replicó Al- Ya has ganado, déjame desquitarme. Mi casa, mis reglas…

- Pero es mi ajedrez.

- ¿Es tuyo? Joder, qué patético. Recuérdame que te regale para tu cumpleaños otro, a ser posible más acorde con tu edad.

No obstante, parecía tener cierto valor sentimental para Jonás, quien enfurruñado fue recogiendo las piezas, mientras su silencio daba vía libre a su amigo para que pudiera divagar un poco.

- No pongas esa cara, Jonás… Solo estaba representando una metáfora de la vida. O de lo que a mí me gustaría que fuera la vida. ¿Te imaginas que, al igual que en un tablero de ajedrez, pudiéramos reiniciar la partida de una forma tan sencilla como la que acabo de hacer ahora?

- Dudo que vayamos a reiniciar la partida, viendo tu mal perder de hoy- se burló Jonás- No obstante, puedes seguir filosofando si quieres, dado que alguna de las figuritas parece haber aterrizado a un kilómetro de aquí.

- No es filosofía… Es tan solo un reflejo de mi desencanto. ¿Sabes? Aunque esta sociedad tenga honrosas excepciones de personas excepcionales, como es tu caso, creo que me voy a borrar de ella. Dimito.

Jonás sonrió, con el aspecto de alguien que ya ha oído la misma cantinela unas cuantas veces. Lejos de aburrirse por ello, quiso seguirle la corriente.

- ¿Y a dónde irás?

- Quiero ser pastor. No, no te rías tan pronto. No me refiero a un pastor palurdo, sino a un pastor poeta. Voy a hacer un menosprecio de ciudad, aunque sea una ciudad pequeña como esta, y una alabanza de aldea. Cuidaré de mi ganado y compondré versos en algún locus amoenus, cantaré a los amores de alguna ingrata que será para mis ruegos más dura que las piedras. Mis pasiones serán puramente platónicas.

- ¿Y para amores ingratos no sería suficiente con que te quedaras aquí? En eso tú y yo tenemos bastante experiencia, vaya.

- Creo que lo entenderías mejor si estudiases mi carrera, por suerte tú no la desprecias como la mayoría de tus amiguitos de facultad…

- Antiguos compañeros, querrás decir.

- Iletrados con batas… Bueno, tanto como iletrados no, perdonarás mi hipérbole. Pero alguno merecería ser sodomizado con ese alfil que acabas de recoger. Y sin lubricante.

- Vamos, Al… Ignorancia y prejuicios, eso es todo lo que padecen. Yo creo que al menos tú tienes futuro en tu carrera. Sacas buenas notas, porque te lo curras, ¿de qué coño te serviría todo ese estudio si al final acabas con un rebaño de cabras?

- No estudio por el dinero, supongo… Estudio por placer, por raro que suene, por la mera adquisición de conocimiento. Ojalá esta me pudiese servir para un futuro, pero yo no veo futuro aquí. Lo veo en una vida más sencilla, en una pobrecilla mesa y muy pocos elementos: un jarro de vino, un trozo de queso, algún clásico grecolatino y una libreta por si las Musas son generosas, todo ello envuelto bajo una agradable y leve brisa de montaña…

- Será en verano…- musitó Jonás por lo bajo, mientras acababa la tarea de recoger las figuras. Le era en ocasiones difícil saber si su amigo bromeaba, al menos hasta cierto punto, pero en la mirada que entonces le dedicó Al pudo vislumbrar un intenso brillo de franqueza.

- Soy consciente, Jonás, de que estás llamado a saborear las mieles de la gloria, sin embargo… No sabes cómo me gustaría que compartieras mi destino. Yo sería el pastor Alonsino y tú… Bueno, tú ya tienes un nombre peculiar, no hace falta cambiarlo.

- ¿No crees que, tal vez, si tuvieras al alcance algún amor más carnal podrías renunciar a los platónicos y a esa vida de pastorcillo? Porque, ya que mencionaste a mis viejos compañeros de clase, creo que hay una con la que podrías hacer más que buenas migas.

Al no esperaba aquel giro en la conversación, y por un instante se mostró estupefacto, hasta que su amigo optó por explicarse mejor.

- No es como las demás, desde luego… Es ex- compañera, como todos, pero no llegó a acabar la carrera. Las razones no se las he preguntado aún, pero creo que está un poco pirada.

- ¿Y por eso crees que será apropiada para mí?

- No solo por eso- contestó Jonás con una sonrisa- Claro que yo tampoco puedo presumir mucho de cordura.

- Pero tú lo disimulas mejor… Bien, ¿y entonces qué tiene ese abortado proyecto de química que me pueda interesar?

- El arte. Por eso te estoy contando todo esto. El fin de semana pasado salí con la gente de mi promoción y, por casualidad, nos reencontramos con ella. Nunca hubo demasiado trato entre nosotros, sin embargo charlé un poco con ella y me invitó a asistir a una exposición de pintura esta noche.

- Ajá. ¿Y ella qué hace? ¿Cobra la entrada? ¿Cuelga los cuadros?

- ¡Ja, ja! No me fastidies, Al, ella es la pintora, la artista.

En el rostro de su amigo se pintó por un momento la incredulidad, pero no quería parecer descortés a ese respecto.

- Sí, bueno… No quiero decir que la gente de Ciencias no pueda tener inquietudes artísticas. Los genios del Renacimiento eran buenos en todo, claro que de eso ahora ya no hay mucho por desgracia… Pero esa chica para tener ya su propia exposición tendrá que ser buena, ¿no?

- Es una debutante, aunque eso no esté reñido con su calidad. Como te dije antes, ella nunca tuvo mucho interés por la carrera. Quizá fueron esas inquietudes artísticas de las que hablas las que influyeron en que la dejara. De todos modos, por lo visto su exposición va a tener lugar en una sala que se especializa en apoyar a creadores noveles.

- ¡Ah!- suspiró Al- Qué pena que yo sea un patán con los pinceles, eso me podría ayudar pero, en definitiva, el espíritu del Renacimiento queda muy lejos de mí. Bueno, pues me has picado la curiosidad. Creo que un espíritu abierto, como el que yo presumo de poseer, no debe caer en el tópico. ¿Por qué no va a tener la chiquilla inquietudes artísticas? Las tienes tú también, he podido comprobarlo.

- Cierto- afirmó Jonás- De todos modos aquí hablamos de conceptos diferentes. Yo culturalmente sí soy inquieto, en la medida en la que me lo permite mi verdadera vocación, pero no soy creativo. Ella sí lo es, tú también, y eso es lo que me hace pensar que al menos tenéis un fuerte nexo común.

- ¡Oh, sí, Jonás! Bueno, no quiero hacerme esperanzas. No obstante, en gratitud hacia tu iniciativa y como en efecto tienes intereses culturales, aunque poco tiempo para desarrollarlos, permite que te ofrezca este pequeño obsequio.

Al se dirigió a una estantería en la que los libros formaban pirámides irregulares, al borde del derrumbe. Como por un milagro consiguió extraer uno sin que la obra se viniese abajo, era un delgado ejemplar de las Bucólicas de Virgilio, el mismo que había estado leyendo Jonás la noche anterior.

- Toma- le ofreció- Este libro es bastante breve, ni siquiera tú tienes excusa para no leerlo. Así, si la mujer de la que me hablas al final se desvanece en polvo para mí, podrás irte imbuyendo de espíritu pastoril y quizá así comprendas mejor la decisión que estoy rumiando y que posiblemente seguiré más tarde o más pronto… Por cierto, recuérdame luego que te lo dedique si estoy inspirado, porque ahora me has creado un cierto estado de excitación…

En efecto, Al se levantó de un brinco para dirigirse a un armario ropero, en el cual imperaba un caos parecido al que se observaba en los libros apilados. Jonás observó la sencilla portada del libro, con una sonrisa de afecto. Lo cierto es que él no dedicaba mucho tiempo a leer literatura en sí, pero le gustaba que Al le recomendara o regalara títulos. No solía fallar. Su amigo se hallaba revolviendo entre su ropa.

- ¿Y cómo se supone que uno debe asistir a ese evento? ¿Es algo más o menos… contracultural? ¿Una reunión de bohemios de manual?

Jonás observó a Al y supo que, se pusiera lo que se pusiera encima, su personalidad siempre iba a sobresalir en el conjunto. Como pastor podría tener cierta gracia, con ese pelo rizado que se le alborotaba alrededor del cráneo en una especie de media melena, bajo el cual aparecían unas facciones que, dado el gusto neoclásico del joven, no hubieran desentonado tanto esculpidas en mármol en algún templo de la Antigüedad, aunque ciertamente en Al se rompían todos los moldes, también los de las estatuas.

Ahora él no estaba, ni para jugar ni para enviar a esas minúsculas piezas de ajedrez a arrastrarse junto a los insectos. Como suele suceder en circunstancias análogas, aquella noche él había errado, al menos en parte, el tiro, y aquella ex – compañera de facultad que quiso endosar a su camarada no era otra que la misma figura que en su recuerdo bajo la ducha.

viernes, julio 23, 2010

LOS CERDOS. Entrega 9.

III

Jonás había escogido como dormitorio el que lo fuera de sus abuelos. Este era bastante más amplio que el reconvertido en laboratorio, la mayor parte de su extensión la ocupaba una cama de matrimonio, lo bastante mullida como para dormir con placidez, aunque no parecía ser el caso en aquel momento. En principio él había abierto la ventana, luego la cerró al comprobar que los ánimos estaban también caldeados, y alguna que otra trifulca brotó desde los pisos vecinos. Prefería calor a ruido, a fin de cuentas estaba prácticamente desnudo, tan solo cubierto por unos calzoncillos tipo boxer. Se había desprendido de la sábana, que reposaba a los pies de la cama hecha un revoltijo, y daba vueltas sobre la superficie del colchón, demasiado extensa para lo que él estaba acostumbrado. En algún momento alargó el brazo como para abarcar, dentro de una ensoñación presta a quebrase, algo que reposara junto a él, quizá un cuerpo imaginario.

Finalmente se desperezó de mala gana. Temía quizá acatarrarse si se levantaba así del lecho, por ello había dispuesto un batín junto a la cama. Se lo puso sin molestarse en atarlo, no escondiendo una erección que se marcaba con insistencia pero que en ese momento nadie podía percibir salvo él. Cuando esa parte de su ser volvió un poco a la calma se dispuso a ir al baño para vaciar la vejiga. Algunas pequeñas cucarachas aparecieron por el lavabo, no las dio mayor importancia. Su estado no era óptimo, con cierta resaca y una ligera irritación en la garganta debida, supuso, a los cubitos de hielo. Jonás creyó recomendable tomar una ducha antes que el desayuno, ya la noche anterior había enchufado el calentador de agua, esperando que no fuera insuficiente para despejar su cabeza. Despojado de batín y prenda interior, entró bajo lo que confiaba que fuera una lluvia benefactora para su cuerpo y los sentimientos que este albergaba.

Colocó su cabeza justo debajo del chorro de agua, para obtener de ese modo un ligero masaje en aquella zona maltratada por el alcohol y por unos pensamientos que primero se habían adueñado de su pene y ahora amenazaban con atacar ese centro neurálgico, sin que el agua fuese capaz de arrastrarlos a través de las cañerías. Jonás sintió cómo sus fuerzas flaqueaban. Dentro del estrecho cubículo habilitado como ducha, tuvo que apoyar sus dos brazos en la pared, daba la impresión de no mantener un equilibrio. Mientras el agua resbalaba por su espalda, y pronto estaría gélida, recordó otra ducha, aunque fuera en otra ciudad, en otro momento y, sobre todo, en unas circunstancias difíciles de olvidar.

Jonás se recordó tomando una ducha en compañía de una joven de edad aproximada a la suya. Ella era morena y un poco más alta que él, con un rostro de facciones extrañas pero no carentes de atractivo. Era de figura esbelta aunque esta se ensanchara en cierto modo de cintura para abajo. Pero, aunque su cuerpo desnudo dejara a la luz algunas imperfecciones, en Jonás se había desatado una frenética pasión hacia el mismo. La postura era incluso similar, con sus brazos extendidos pero no para encontrar un punto de apoyo sino para amarrarse a ella. Colocado frente a su espalda, Jonás pasó un brazo alrededor de sus senos, apretando su cuerpo contra el suyo mientras llenaba su piel de pequeños ósculos. Ella le correspondía, volteó el rostro para buscar su boca. Mientras se besaban ella, sin perder un ápice de fogosidad, comenzó a sentirse un tanto incómoda puesto que Jonás la estaba empujando hacia la pared.

El joven se encontraba, en aquella situación también, un tanto ebrio, quizá por ese motivo se había despertado en su interior una primitiva violencia cuyo fin no era hacer daño, nacía de la pasión desbocada y en su posesión del objeto querido le era complejo distinguir límites que no debían ser traspasados. Pero ella, antes que delicadeza, poseía una enérgica manera de contrarrestar su achuchón, no quiso interrumpir aquel arrebato cuyo recuerdo se había extendido por la mente de Jonás.

Este, en la ducha de su nuevo piso, quería revivir aquellos momentos embebido en ellos, como recrearlos a través de la mímica. Alzaba el brazo pero solo podía agarrar su propio pecho. Movía los labios, daba la impresión de besar a un imaginario ente pero en realidad solo el agua resbalaba por los mismos, como si Jonás fuera un pececillo boqueando. Su ensoñación era profunda pero no tanto como para impedir que se quebrara, a medida que iba saliendo de ella sus ojos se enrojecían, ya no de la resaca sino por unas lágrimas que él siempre intentaba reprimir. ¿Qué podía importar que surgieran entonces con libertad? El chorro de la ducha se confundía con ellas y las borraba al instante. Jonás creyó que su ánimo no se calmaría tan solo por sumergirse en el líquido elemento, y salió de la ducha, empapado y sin que su desnudez le importara, por otro lado había bajado las persianas para evitar que otros le miraran tal y como él había hecho ya. Nadie vigilaría sus acciones ni tampoco asistiría al resurgimiento de una erección más que inevitable tras recuerdos de ese calibre.

Al abrir la nevera para echar otro trago a la botella de whisky, una cucaracha fugitiva volvió a escaparse por la pared. En esa ocasión, sin miedo al asco, los reflejos de Jonás fueron más hábiles de lo que su situación prometía y aplastó al insecto con su puño desnudo. Algunas infortunadas compañeras de su especie habían salido al mismo tiempo y, ciego de ira, las fue persiguiendo a todas, grandes o pequeñas, llenando la cocina de cadáveres mientras sus manos adquirían el tono de un líquido repugnante. Poco le importaban entonces los miramientos, se dejó llevar en un par de minutos por una furia que acompañaba de aullidos amenazantes cada vez que arremetía contra alguna de esas invasoras. ¿Acaso iba a ser él el único que no gritara dentro del condenado vecindario? Pero Jonás sabía que esos bichos no eran tontos, y al poco ninguno dio señal de vida en la habitación. En el fondo a él no le gustaba dejarse llevar por la ira, ni siquiera contra esa plaga, pero consideró que ellas habían sido las culpables, habían invadido ya no solo su casa sino su intimidad, le habían sorprendido en un momento de flaqueza y detestaba que le vieran así, tanto humanos como los que no lo eran. No obstante, comenzó a calmarse en unos instantes, ayudado por otra pequeña cantidad de licor que le reconfortó. Cuando la tensión regresó a unos niveles considerados normales para él, se dirigió hacia la ducha una vez más, la cual no había dejado de funcionar. Sin importarle la temperatura del agua, volvió a meterse bajo el grifo y puso especial cuidado en lavar aquellas manos de las que aún chorreaban los restos de lo que habían sido vidas, por muy despreciables que le hubiesen parecido antes.

miércoles, julio 21, 2010

LOS CERDOS. Entrega 8.

Dado que esa sala, a juego con la casa, no era demasiado ancha, Jonás tuvo que reptar entre algunas montañas de cajas, erigidas por él en precario equilibrio. Puso su atención en un gran armario ropero que había al fondo de la habitación, cerca de la ventana. Este se encontraba abarrotado hasta los topes, no solo por dentro sino también encima de él, los bultos rozaban el techo. Jonás era consciente de que algunos de los objetos que contenía podían tener un mayor o menor valor sentimental, confiando en el que el reino de las polillas no hubiera llegado allá donde no lo hizo el de las cucarachas. No obstante, ese mueble le iba a ser imprescindible para remodelar el cuarto, por ello lo abrió sin miedo a ser sepultado. No fue así pero, removiendo un poco, varios trastos cayeron sin rozarle, entre ellos una vieja escopeta que llevaba adherida una instantánea, más reciente, de un pequeño Jonás junto a su abuelo, ambos vestidos con ropa de caza aunque el primero no hubiera llegado a ejercer.

El joven sonrió con cierta nostalgia, jamás llegó a entender del todo el funcionamiento del arma pero sí comprobó que estaba descargada, había una caja de cartuchos rondando por un rincón pero tan solo contenía otras fotografías del abuelo cazando junto a sus amigos. A Jonás eso le resultaba indiferente. Aún era pronto para saber si el barrio era más o menos inseguro, pero por ahora solo tenía que defenderse de los insectos, y no podía hacerlo a tiro limpio. En caso de peligro mayor, bueno sería tener sus cuchillos de entrenamiento a mano. Antes que como un instrumento de defensa, a Jonás le resultó interesante por su mirilla telescópica, parecía un añadido posterior por su modernidad y buen funcionamiento aún. A falta de una compañía que tampoco deseaba, y gracias a la disposición del edificio a modo de corral de comedias, podría curiosear entre sus vecinos, no por mero cotilleo ni por convertirse en voyeur (¿quién podría excitarle?), sino como un complemento para sus investigaciones. Al igual que utilizaba el microscopio en aras de progresar en su ciencia, al menos con su indiscreción lograría hacerse a la idea de qué clase de lugar había escogido para vivir. A juzgar por el primer recibimiento que tuvo, no le parecía algo descabellado. Si todos iban a ser hostiles, mejor adelantarse en conocer sus puntos débiles. Por otro lado, su cara se iluminó por completo al descubrir la auténtica golosina que le habían dejado como legado, una caja de puros y dos botellas de whisky añejo, bastante mejores que aquella con la que había bautizado el piso. El joven no fumaba por lo general, pero esos habanos eran del tipo que solía emplearse en grandes eventos y, desde su humilde posición, ese descubrimiento le pareció de por sí una ocasión propicia para darse el capricho. Las botellas sí las reservó para ulteriores oportunidades.

Tras reponer la copa, Jonás se sentó a la mesa con el puro humeando en un cenicero, la escopeta apoyada en la pared, al lado de la silla, y leyendo un delgado volumen que había rescatado de su equipaje. Era un ejemplar en rústica de las Bucólicas de Virgilio. Jonás no solía dedicar tiempo a libros que no trataran sobre temas relacionados con su investigación, pero podía hacer excepciones según la circunstancia. En ese caso por la persona que le había regalado el libro. Jonás consideró que el alcohol le estaba empujando hacia el resbaladizo terreno de los recuerdos pasados, y no quiso dejarse consumir tan pronto por esos rescoldos. Cerró el libro y se dispuso a buscar un entretenimiento fácil con el papel de fisgón que había imaginado. Tomó primero unas mínimas precauciones, como apagar la luz y bajar la persiana hasta cierto punto.

Disimulando de esa manera, hizo una panorámica con la mirilla a través de las ventanas y terrazas de la vecindad. Ya se ha mencionado que Jonás no tenía la intención de ser voyeur, no buscaba sexo ajeno, ni siquiera desnudos; sin embargo, con lo que primero topó fue con una escena de porno amateur protagonizada por la que dio en llamar como choni principal. Esta se encontraba cabalgando sobre un joven, Jonás supuso que quizá sería su novio, ese del que se quejaba y con el que tal vez se estuviera reconciliando de aquella saltarina manera. El maromo estaba tumbado, Jonás no pudo percibir ni sus rasgos ni si estaría durmiendo mientras la otra se movía encima de él, en una mecánica tan rutinaria que hizo imposible que Jonás se excitara, ni siquiera observando el continuo bote de sus bien torneados pechos. No, si necesitaba masturbarse mejor sería esperar a conseguir una conexión decente en ese piso…

El siguiente descubrimiento le interesó mucho más. Escuchó gritos en el balcón que quedaba, una planta más abajo, enfrente del suyo. Debido al calor la mayoría de las ventanas permanecían abiertas y no era raro escuchar discusiones de mayor o menor virulencia, pero en esa ocasión Jonás reconoció una de las voces que disputaban como la de Ariadna, su compañera de curso. Pese a tener el cerebro un poco embotado por el alcohol, el joven comenzó a atar cabos mientras contemplaba la escena, tan cercana que apenas necesitaba de la mirilla. Ari se encontraba junto a un hombre negro y corpulento, quizá algo mayor que ella. La colombiana sacó las llaves del piso, de lo cual él dedujo que era su vecina, descubrimiento que no le hizo mucha gracia a priori. Notó que ella quería acabar la discusión entrando y dando con la puerta en las narices a su novio, su amante o lo que fuera ese hombre. Jonás no lo tenía claro, le parecía una clásica situación de celos pero ambos se gritaban a la vez, a una velocidad y con un acento al que todavía no se había acostumbrado mucho.

La palabra más repetida era puta, que caía como un chaparrón sobre Ari sin que se inmutara lo más mínimo. Pese a que Jonás veía a esta como lo que suele denominarse una mujer de armas tomar, llegó a temer que al hombre se le fuera la mano. Pensó en cómo reaccionar en ese extremo, si llamar a la policía o erigirse él mismo en autoridad con su arma, por otra parte descargada. No fue necesario delatarse, Ari cerró de un portazo su domicilio y el enfurecido varón se tragó por esa vez el orgullo y abandonó la terraza.

Jonás pensó por un momento si no debería bajar a ver cómo se encontraba su compañera y vecina. Pero no era recomendable hacerlo con la escopeta, y si no la llevaba podría regresar el hombre y hacerlo sucumbir entre sus poderosos brazos. Decidió que no debía sobrepasar su tarea de mirón; si acaso, cuando Ari le reconociera como vecino (y seguramente sería pronto), él podría demostrar cierto interés por su historia y conocer las verdaderas circunstancias de aquella escena. Claro que entonces igual se vería enredado en problemas ajenos, y él había llegado a esa ciudad huyendo de los suyos, tanto los reales como los que su enfebrecida imaginación pudiese inventar. Consideró que, con su travesura, ya había descubierto mucho más de lo que hubiera pensado en un principio, por lo cual se dispuso a arrojarse a la cama y pegar ojo en la medida en la que ello fuera posible.

martes, julio 20, 2010

En capítulos anteriores...

Pese a que no me han abandonado ni la pereza ni el calor, he continuado con la novela y, al margen de la calidad literaria de lo que surja ahí, estoy contento a ese respecto. Creía que reengancharme al Age of Mythology, en su expansión The titans, iba a impedirlo, por fortuna la campaña era breve y en pocos días pude sofocar la rebelión de titanes para ponerme con esta novela que también guarda cierta relación indirecta con la mitología clásica. Dado que ha pasado cierto tiempo desde que comencé a colgar las entregas, voy a incluir unos enlaces para quien quiera revisar la historia, o por si alguien la descubre por primera vez. Gracias de antemano por vuestra atención, y espero que ahora lleve ya un buen ritmo, sin prisa, pasito a pasito puesto que, a diferencia de la universidad, aquí no tengo plazo de entrega.








viernes, julio 16, 2010

A tope de batas.

He visto hoy un reportaje sobre las carreras a las que aspiran los nuevos universitarios y, todo sea dicho, no hay grandes sorpresas. A la espera de ver si ponen Medicina (cosa que dudo, la tónica es quitar carreras y no ponerlas) parece que, aunque iletrados, vamos a tener una excelente salud, tanto nosotros como nuestras mascotas. La mayoría de los alumnos se apuntan a Enfermería, Veterinaria, Fisioterapia y Ciencias del Deporte. Ahora la Selectividad ha cambiado y se puede alcanzar hasta catorce puntos, ¡nada menos! No se cómo será ahora, pero no me cabe duda de que más sencilla que en mis tiempos, y no es que me quiera colgar medallas. Cabe pensar que los exámenes de Inglés ya no serán corregidos por la colonia de monos de Gibraltar, si no es así no puedo explicarme cómo fui suspendido tras sacar una media de Sobresaliente en esta materia durante el bachillerato. Y no fui el único... En el grado de Lengua Española y su Literatura ya mendigan a gente con cinco, y si les dejaran seguramente cogerían hasta con cuatro. De todos modos, la cosa tampoco pinta tan mal en proporción. De 25 plazas, se han apuntado 15, y eso es un abismo en comparación con los seis o siete españoles que solemos ir a clase. El próximo curso lo presiento bastante vacío, veremos si los Erasmus nos salvan y no se eliminan demasiadas optativas. Claro que quizá en la repesca (segunda, tercera, vete tú a saber qué opción) aterrice más gente en mi recién metamorfoseada carrera. Quizá comiencen a disiparse esos absurdos mitos de que en la misma no puede encontrarse trabajo. Quizá algunos de esos enfermeros, enfermeras y futuros profesionales en el bienestar del cuerpo opten por ocuparse del bienestar de la mente (me atrevería a decir del espíritu), por lo menos yo siento mi cabeza más sana desde que he continuado esta carrera.
En fin. Ellos sabrán lo que se pierden. Por lo que a mí respecta, este es mi mes virgen (de estudio). El que viene volveré a currar, lo cierto es que julio está siendo muy poco proclive a la disciplina. Es natural. Mi cuerpo se rebela, prefiere distraerse machacando titanes en el Age of Mythology y leer volúmenes atrasados antes que establecer una plantilla de trabajo para la novela. Pero eso no quiere decir que la haya abandonado, ni mucho menos. En todo caso, cuando siga confío en colgar los capítulos atrasados, será bueno refrescar la memoria, empezando por la del propio escritor...

martes, julio 13, 2010

Mitología comparada.


Mientras sigo con Las metamorfosis, ayer vi una película de tema asimismo mitológico, aunque no es original sino un remake, Furia de titanes. Cabe pensar, como en otros casos, si merece la pena haber hecho una nueva versión de un filme relativamente reciente, que tendrá más o menos mi edad. La distancia es cada vez más corta entre original y copia, no en vano este mismo mes saldrá la nueva Pesadilla en Elm Street. La mayor diferencia, como es obvio, está en los efectos especiales, aunque hay que reconocer que los del original de los ochenta, si bien menos sofisticados, tenían un encanto especial.
En la mitología clásica Perseo era un semidiós, engendrado por Zeus tras fecundar a Dánae convertido en lluvia de oro. Esta lluvia dorada desaparece en la película, curiosamente se coge la estratagema de otro mito, el de Hércules, y Zeus se disfraza del marido de Dánae, el cual luego, lógicamente, tiene un gran cabreo y arroja al niño al mar en un ataúd. Así comienza la película, con el descubrimiento del héroe de una manera, ironías de la vida, bastante bíblica. La trama nos muestra a unos humanos descreídos y vanidosos, y a unos dioses que, faltaría más, quieren vengarse de ellos a través de todo tipo de plagas. Aunque no se de muy buena imagen del Olimpo, lo cierto es que al final se cae en la trampa de establecer una dicotomía Bien vs. Mal, encarnados en las figuras de los hermanos Zeus y Hades. Que nadie se equivoque, Hades no es el dios del Infierno tal y como nosotros lo entendemos. Es el dios del inframundo, le tocó la peor parte del sorteo y no es de extrañar que esté mosqueado con Zeus. El Infierno cristiano es un invento más tardío, al comienzo todas las almas iban al mismo sitio, luego surgió el espacio de los Campos Elíseos para héroes y figuras destacadas. Lo cierto es que Zeus no es más respetable que Hades. Este último raptó a Perséfone pero el primero, con mejor gusto, raptaba a todo el mundo mientras le gustara, ya fuera Ganímedes, Europa, etc. etc. La cosa es que esta película necesitaba a un villano fuerte, ¿y quién mejor que Hades, aunque sea inmortal? Nada nuevo, ya fue el malo del Hércules de Disney y en el Percy Jackson lo tomaron más a chufla y apareció como una satánica estrella del rock.
Como en la original, el grueso de la acción corresponde a una serie de peripecias mitológicas y batallas contra escorpiones gigantes, Medusa, etc. Perseo se hace acompañar de un grupo bastante heterogéneo, desde barbudos viriles hasta efebos como Nicholas Hoult, más maquillado y menos atractivo que en Un hombre soltero, donde pese a no hacer de griego quedaba mejor con toalla y sin ella. También hay unos extraños seres, como híbridos entre ents y momias, y una mujer cuya presencia supongo que obedece a motivos comerciales, pero a la que no puedo adscribir a ninguna categoría exacta. Curiosa es también la caracterización de Zeus, en el cielo como un cruzado y en la tierra una especie de Gandalf.
A diferencia de la mitología clásica, aquí no hay boda al final, y en cambio sí una posible opción a segunda parte, cosa que no sería sorprendente puesto que la fuente es inagotable y además no hay que pagar derechos de autor...

domingo, julio 11, 2010

Los gafes éramos nosotros.

Cuando éramos más jóvenes, y no es que ahora ya no lo seamos, nos gustaba ir a ver los partidos de la selección española, aunque por lo general acabaran en fracaso. Ahora ya no, y por lo visto los gafes debíamos ser nosotros, porque sus triunfos han aumentado sobre todo de dos años a esta parte. Yo desde luego que me alegraré si gana la Roja, pero no será por la barrila con la que nos han estado friendo desde hace unas semanas, no digamos ya hoy. ¡Hoy no hay noticias prácticamente, todo es fútbol! El hecho de que sea algo histórico no justifica los infantilismos que tropecientas veces he visto por los medios, algunos me han puesto colorado, como si no lo estuviera ya por el calor.
No me parece normal que la primera imagen de un informativo sea la de un pulpo pitoniso. ¿Qué será lo próximo, nombrar a Manolo el del Bombo ministro de Cultura? Es bueno que gane nuestro país, aunque yo personalmente no voy a ganar nada; sí lo harán los jugadores, con unas cifras que a más de uno le harán replantearse si se habrá equivocado de carera. En fin, sea como fuere pasado mañana ya se vuelve a la vida normal. Y, faltos de originalidad, dirán que la noticia ahora es que es julio y hace calor. La noticia sería que hiciera frío, una noticia que me alegraría enormemente... Nos puede asombrar esto del fútbol, pero este país va por modas. Hubo un tiempo en el que el deporte nacional, por así llamarlo, fue el teatro, y creo que fue una época, al menos desde el punto vista artístico, bastante más brillante.

viernes, julio 09, 2010

¡A metamorfosearse!


Por si fuera poco con la pereza, ha tenido que sumarse, parece que por breve tiempo afortunadamente, la enfermedad. Bueno, tiene su lógica. Ya he dicho que el calor me sienta mal, tanto respecto a la tensión como otros factores. Si de mí dependiera, el verano no existiría, al menos desde el punto de vista meteorológico. Además, cuesta en mayor manera cuidar la garganta. Yo me prometí que no abusaría de los cubitos de hielo pero, con el mismo espíritu suicida que a mi juicio poseen aquellos que estos días se ponen a correr detrás de morlacos, parece ser que he irritado a mi garganta y en castigo ayer tuve algo de fiebre, nada grave en todo caso pero que me dejó en casa cuando en verdad tenía ganas de salir. Habrá que estar al loro para lo que resta.
Por no poder ni siquiera pude leer, ahora me he metido con un libro que me ha ayudado en parte en la adquisición de una o dos matrículas, Las metamorfosis de Ovidio. Esta es la principal fuente de la que bebían los poetas del Renacimiento y el Barroco a la hora de adaptar los mitos de la Antigüedad grecolatina a la moralidad cristiana. Hay que reconocer que, sin esa moralidad, el libro es una sucesión continua de monstruosidades capaz de poner los pelos de punta. Si acaso se puede salvar a algún personaje, como Orfeo, sobre el que hice mi último trabajo. Pero, ¿qué decir de los dioses, mucho más abyectos que los seres humanos? No son más que un puñado de vengativos violadores, un grupo de criminales entre los que no destaca ni la propia diosa de la Sabiduría; están a años luz de lo que yo considero que debería ser un dios, en el caso de que existiera.
No es de extrañar que la mecha del cristianismo prendiera pronto, su mensaje era mucho más positivo, al menos cuando aún no estaba desvirtuado. Hoy en día ya nadie cree en los dioses grecorromanos, a menos que esté mal de la cabeza, y yo me pregunto si llegará el día en que los libros ahora considerados como sagrados se verán como un catálogo de mitos, al igual que el volumen de Ovidio. Es posible, pero ninguno de nosotros vivirá para verlo, digo yo. Por lo que a mí respecta, seguiré leyendo el libro y procuraré hacerlo no desde mi perspectiva contemporánea sino poniéndome en contexto, para ver si así se me hace más digerible esta serie de incestos, canibalismo, matanzas y demás lindezas varias. Feliz fin de semana, moderado en mi caso si no quiero recaer.

martes, julio 06, 2010

Porca pereza!

Lamentablemente es comprobable que nuestro cuerpo, o partes de él, tiene una gran capacidad para la insumisión. Yo esperaba comenzar esta semana a reanudar la escritura de Los cerdos, esa novela cuyas partes ya se han perdido hace tiempo en este blog. No se si podrá ser... Yo estoy escribiendo, desde luego. No solo aquí, también algo de poesía, un género del que soy bastante devoto desde hace una temporada, y en otros lados. Lo cierto es que la novela requiere de un poco más de disciplina, y la disciplina casi la agoté mientras estuve estudiando los exámenes y haciendo los correspondientes trabajos. El calor insoportable (aunque menor que en Madrid) tampoco ayuda bastante. Y no es que León se caracterice por estíos muy duros, pero, aunque este año el calor se haya resistido, yo nunca me acostumbraré a esta temperatura. Me invita a la vagancia, por mucho que tenga una asignatura que recuperar. Así que no prometo nada. Puede que me de la inspiración, pero de todos modos estoy deseando hacer un par de viajes a los que no tengo pensado llevarme ordenador para escribir, aunque sí mis fieles libretas. Por suerte lo que sí puedo hacer es leer ejemplares de mi biblioteca que tenía en lista de espera, cosa que me dispongo a hacer ahora mientras me llega el sueño, llegará pese a todo.

sábado, julio 03, 2010

Reflexiones (cuasi) pornográficas.

REFLEXIONES (CUASI) PORNOGRÁFICAS.

No voy a hablar del Orgullo porque sería repetirme, pese al día que es hoy. Este año no asisto por motivos varios, de todos modos espero que vaya bien, pese a estar contraprogramado con el partido de España. Curiosamente hoy ya hubo una manifestación, en contra del aborto, pero ambas no van a coincidir y por tanto que nadie espere una batalla campal con fetos de plástico y taconazos. Yo me quedo con una frase que escuché a uno a quien entrevistaron en la plaza de Chueca: Es que nadie lleva goma, coño, que siempre la tengo que poner yo. Ya sabéis, llevad gomita, aun en el caso de que no tengáis pensado usarla.

Donde no se usa mucho de eso suele ser en las películas porno. Hoy voy a hablar de porno, no porque necesite subir el número de lectores del blog, sino porque creo que tanto estos como yo somos lo suficientemente maduros como para abordar el tema sin sonrisillas de picardía. Ayer, después de acabar un poema que colgaré luego, me quedé a ver un poco el filme porno del Plus. No os llevéis a engaños; el fin no era, a priori, el habitual en estos casos. Un escritor tiene que buscar la inspiración en los motivos más variopintos, y es por ello que yo ahora escribo sobre esa película cuya estrecha vía argumental versaba sobre una especie de Gran Hermano erótico. Hubo un tiempo, antes de la eclosión de Internet, en que el porno del Plus era como un sancta sanctórum en el que los adolescentes descubrían secretos vedados hasta entonces (¿en verdad habría quien lo viera codificado?). Yo ahora me puedo permitir observarlo por encima del hombro, no lo necesito y me puedo acercar con un fin sociológico. Sí, en serio, parece broma pero no lo es del todo.

Por lo general, el porno heterosexual me parece bastante detestable. Suele haber un contraste entre chicas guapas, pelín artificiales, y chicos y no tan chicos no tanto, al menos para mi gusto, quizá con porte de sementales pero poco atractivos en conjunto. No hablo ya de Ron Jeremy, digo que sobre gustos no hay nada escrito pero para mí las estrellas masculinas más guapas están en el porno gay; claro que la virilidad y yo estamos algo reñidos… En realidad las películas heterosexuales son, por lo común, bisexuales, salvo que los personajes bisexuales son siempre mujeres. Una morena, con camiseta de Hello Kitty, decía a cámara, en un confesionario poco pío: Los chicos me han gustado y las chicas están también muy buenas. Yo soy bisexual y las tías están tremendas. De Perogrullo, querida. Tú y las otras tres. No es necesario el decir por qué, lo sabe todo el mundo y yo lo expuse en un pasaje de El diez por ciento. Se apuntan de forma más suave estrellas como Madonna y Britney Spears al darse un beso, o incluso la conversa Miley Cyrus parece que ha amagado con ello.

Por lo que a mí respecta, lo tengo claro. Si prefiero las escenas sáficas es sencillamente porque ganan en estética, por lo mencionado antes. Suelen destilar mayor belleza. Y parece que el reglamento de este Gran Hermano se habría adaptado a estas características. Cuando una rubia de poderosa delantera trató de seducir a otra morena delgadísima y tatuadísima (todos llevaban tatuajes, reales o no), la cual la rechazó por razones que estuvieran en el guión, apareció luego una cortinilla con este mensaje: Fulanita tiene un punto más por su acercamiento a Menganita. Menganita sufre una penalización de un punto menos por resistir el avance de Fulanita. ¡Por Libia! Me pregunto qué hubiera pasado si alguno de los tres maromos hubiese intentado un acercamiento a otro. ¿Tarjeta roja? ¿El doble de puntos y el doble de abonados menos en el Plus? En todo caso, lo que sí es doble es el rasero por el que se regía ese concurso, en el cual me importa un carajo quién hubiera ganado al final. Me quedé con las ganas de ver a la morena declarada bisexual en acción, era el personaje que gozaba de mi mayor simpatía. Pero Morfeo no lo consideró así y me mandó a la cama.

Yo me quedo con el porno bisexual, por desgracia es bastante invisible al igual que la orientación en sí. Al menos el bisexual en todo el sentido del término, no el bisexual femenino dirigido a un público masculino. Como sea que en el Plus no van a escucharme, ya lo buscaré yo. Aunque prefiero la realidad…

En fin. Rehuyendo del tópico de que el fútbol solo es para heterosexuales, espero un gran éxito hoy en el Orgullo, en la selección y ya sabéis, si salís por la noche no olvidéis la goma (a ser posible de vuestra talla).

jueves, julio 01, 2010

El orgullo leonés.


EL ORGULLO LEONÉS.

El próximo día 4 de julio, domingo, se ha convocado en Rodiezmo el primer Día del Orgullo Leonés (u Orgullo de Ser Leonés, para no crear malas interpretaciones). Sus razones tendrá el convocante, la Unión del Pueblo Leonés, yo no entiendo ni la fecha ni el lugar, y me cuesta entender los motivos. Curiosamente es un día después del Orgullo LGTB de Madrid, yo no voy a asistir ni al uno ni al otro. Al primero porque yo no siento orgullo de ser leonés, ni tampoco me avergüenza. Soy leonés, y punto. Al segundo no iré este año por una serie de motivos, como podrían ser el calor que ya me está afectando aquí o, un hecho menor pero patético a mi juicio, el que Karmele Marchante haya estado entre los encargados de leer el pregón. Volviendo al principio, lo cierto es que si el líder de la UPL en verdad quiere una ciudad de futuro, moderna y que no invite a los jóvenes a la emigración o al exilio (como me invitaría a mí si no estuviese con la carrera), aparte de su particular Orgullo podría haber venido al que se celebró el pasado lunes junto a sus compañeros en el equipo de gobierno del Ayuntamiento de León.

Algún diario local, de venta conjunta con el ABC, destacó que el Orgullo no había salido a la calle en León. ¿Cómo? No importa el número, precisamente. En las grandes ciudades también se empezó con medio centenar de personas, y ahora ya veis. Desde luego que se puede aspirar a más, a mucho más, pero no es fácil. No en esta pequeña sociedad que es un gran baile de máscaras, infestado de espías y de armarios a prueba de bombas. Así que, si lo que quieren es que me enorgullezca de ser leonés, primero que comiencen a echar los cimientos de una ciudad del futuro, y el futuro no se construye con folclóricas excursiones campestres; el futuro no se construye obsesionándose con el pasado. Ya llegarán las vacas flacas, ya llegará la época de elecciones y entonces quizá la gente empiece a ver la patita al lobo y se piense lo de salir a la calle para ser visibles.

Lo que sí tuvo un público envidiable fue la cabalgata fantástica que desfiló el mismo lunes 28. Impresionó sobre todo la marioneta de diez metros de altura del final. El hecho de que la hubiesen bautizado con el nombre de Salvador me hizo pensar en que tal vez cobraría vida, un leviatán furioso a la manera de heraldo o profeta, para advertir a los ciudadanos sobre la decadencia progresiva que podría afectar a esta sociedad, con el riesgo de un coma irreversible a menos que se tomaran medidas en el futuro cercano.

Pero bueno, tampoco hay que ser tan catastrofistas. Lo que importa es que el Orgullo se celebró y ya van tres seguidos. Y, como nota positiva, diré que el cartel sobre sexo seguro que quedó colgado en la plaza de Botines aún no había sido arrancado a las tres de la madrugada. Aunque, claro, es posible que quienes pasaran por allí estuvieran ya tan borrachos que ni siquiera hubiesen reparado en el mismo…