domingo, septiembre 29, 2019

Changing.

Ayer fue un día histórico, aunque, a priori, un día nada fuera de lo normal. He heredado el ático de Claudia y Nuria y, por ende, esta residencia se convierte en la primera de la capital leonesa en la que viviré solo, que no solitario. De hecho, lo primero que hice anoche, según lo planeado, fue hacer el tour de bienvenida a Ana, Jara y Ale, amistades que ya me habían invitado a sus respectivos pisos; de forma breve, dado que era un día con variados compromisos, compartimos el pack de birras y mandanga, tan habitual, después de un merodeo por la casa y asentamiento en el salón. Por supuesto que todavía hay que llevar un montón de cosas allí, hay que personalizarlo incluso aunque, dentro de la dinámica laboral, yo mismo desconozca cuánto tiempo durará mi estancia allí. Sea como fuere, el cambio es bienvenido, y se enmarca dentro de un nuevo período del que, quizá, también formará parte el puesto de trabajo en el que puede que empiece la semana próxima, todavía me falta información en ese terreno. No se puede negar, en conclusión, que este año ha visto cómo los más importantes objetivos se iban cumpliendo. Con esfuerzo, claro está, por ello no voy a poder alargar más esta entrada de momento histórico, ya habrá tiempo para hacer reflexiones más profundas, ahora llama el trabajo en esta jornada festiva. 

domingo, septiembre 15, 2019

Regreso playero.


Tal y como anunciaba hace una semana, regresé de manera fugaz, pero muy intensa, a Asturias, para cerrar el ciclo del lustro, del doctorado, cinco años después de mi primera matrícula allí. Quería ver el mar, cosa que no había hecho ni este año ni el anterior, al margen de que fuera a bañarme o no en él. Tuve la, a priori, mala suerte de que coincidiera con una gota fría, la cual solo se dejó notar en Oviedo. Y bien está que así sea, ¿no? Es parte también de la tradición, como la gran chupa que me cayó en otoño del 2014, y como la que sufrí del mismo modo el día de la defensa, cuando, de forma absurda, me olvidé una vez más de llevar paraguas. Pocos días más sociales he tenido en esa ciudad que el martes pasado, en el que apenas pisé el hotel. Después de cambiar mi tarifa del gimnasio, lo que me permitió aprovechar el último (o penúltimo) día de piscineo también esta semana, visité a Jara, que comenzaba las clases este curso en mi campus del Milán, y cuyo piso es casi vecino del mío de Palmira Villa, los hago míos porque tanto el campus como el piso los sigo teniendo muy presentes en mi memoria sentimental (y al campus seguiré yendo, por uno u otro motivo). Tras tomar una pizza (comprada, ya es casualidad, en el mismo Alimerka al que iba yo) y el té, me despedí por el momento de ella y me instalé brevemente en el hotel, para ir de librerías y quedar con Juanjo y unos amigos. Regresamos al Pumarín, verdadero vórtice de mis andanzas allí, para ir a una cafetería-librería mejicana, llena de buen rollo y jóvenes queer. Luego volví a encontrarme con Jara y Ale, los acompañé a la última cena (antes de las clases), en un kebap cercano al campus, y luego momento Gascona, no puede faltar en recién arribados a Oviedo, un par de botellas de sidra que son poca cosa, si bien, por algún motivo u otro, me desvelaron un rato esa noche. 


Si la visita, siendo estupenda, no podía ser perfecta, se comprobó al día siguiente, cuando mi directora (ya no lo es, pero para mí sigue ostentando el cargo de forma honorífica) tuvo que anular nuestra cita en la facultad. Seguiremos en contacto, eso seguro. Tampoco pudo venir Juanjo a Gijón, pero al menos tomamos algo antes de que pillara el bus. Estos contratiempos se vieron compensados por el hecho de que, pese a las previsiones de mal tiempo, la velada playera fue todo lo buena que había esperado, con calor soportable y poca gente. Paré un rato en La Revoltosa y luego me hice el paseo de hace un par de años, obviando la playa principal, en la cual había bandera roja. No llegué hasta la nudista, ja, ja, aunque estoy dispuesto a ir en otra ocasión, como sea que durante el doctorado he perdido pudor e inhibiciones. En cambio, me quedé en la pequeña cala junto al camping, que también ostenta su rincón nudista, y la cueva del duende que reflejo en la foto. Estaba casi solo allí, pues el mar se estaba comiendo la mayoría de las rocas, no en vano resbalé en unas y me di un trompazo, leve recuerdo de la excursión. De allí me fui a la playa de los perros, no se cómo se llama pero es fácil bautizarla así, dado que es la única con presencia de perretes todo el año. Y tiene muy buen rollo, la verdad. 




Así que, lejos de limitarme a contemplar la eternidad azul del mar, al final me metí dentro, con precauciones, claro. Que estaba picado y arrastraba, me comí algunas olas y al final me cubrió por entero, de forma breve, si bien simbólica para los objetivos que llevaba. Por la tarde, paseo de vuelta, caña de IPA asturiana en el Green Zone y autobús. El ciclo ha terminado y, de hecho, mañana tengo la primera entrevista de trabajo (presencial) de la nueva era. Vale que no está exactamente en la misma onda del doctorado (dije ya que había estado en el departamento de Filología Inglesa, ¿verdad?), pero ser profesor de Inglés se acerca más a mis estudios que empleos anteriores, como servir sándwiches... O lavar ropa, desde luego. No tengo ni idea de cómo irá la cosa, tampoco me preocupa excesivamente porque es un trabajo de pocas horas, pero me permitiría ganar, además de dinero, experiencia, por lo cual me lo voy a tomar lo más en serio que pueda. Y es de agradecer que ya al primer intento de búsqueda haya respuestas. Eso motiva y ofrece una buena pista desde la que despegar en esta nueva etapa.

domingo, septiembre 08, 2019

English Week.

En semanas como esta, uno llega a olvidar que es licenciado en Filología Hispánica (si bien, cabe recordar, el doctorado lo he hecho bajo el departamento de Filología Inglesa, Francesa y Alemana, obviando estas dos últimas acepciones). Le he sacado buen partido al certificado Advanced que obtuve, precisamente, justo antes de comenzar dicho doctorado. Es cierto que la vertiente oral fue la más compleja para mí, alcanzando una calificación borderline que no hace presagiar nada bueno; sin embargo, me he defendido. Este curso no he hecho tándem, apenas he podido conocer a gente con la que practicar el inglés y, de repente, en una semana me veo obligado a refrescarlo por razones profesionales de todo tipo. 
En el piso turístico, si mi labor básica es la de ser (un doctor) laundry boy, en esta semana he recibido a tres grupos. El primero puso la nota chusca y netamente hispánica, la del grupo de despedida de soltera disfrazado, al menos en las orejas, de Minnie Mouse. El domingo pasado ya la cosa se complicó, una endiablada jornada en la que tuvimos nuestra primera avería, externa al piso, se cortó el suministro de agua en todo el edificio, algo que tuve que explicar como buenamente pude a un grupo de peregrinos australianos, esfuerzo un tanto baldío porque, como es lógico, no se quedaron, al no repararse la avería. Y ayer, habiendo recuperado el normal funcionamiento, me encontré en el portal con otras ocho peregrinas sudafricanas, con txapelas rojas customizadas del Camino de Santiago. 
Entre medias, algo más serio, a la par que motivador. Primera semana de búsqueda de trabajo (de otro trabajo, aparte de Airbnb), primer CV enviado, primera entrevista realizada. No está nada mal para el comienzo. En realidad, el enlace me lo pasó Ricardo, hace un par de semanas, cuando aún me hallaba inmerso en la vorágine social de agosto. No respondí a la oferta hasta el martes, para una academia de inglés que enseña a niños. No es mi especialidad, pero no en vano estuve durante todo un curso dando clases particulares a un chaval allá en Oviedo. ¿Por qué no probar? Pues me llamaron el jueves por la mañana, primero para entrevistarme en español, y quedaba la prueba de nivel, que no tenía claro cuándo iba a llegar, porque también iba a ser vía telefónica. Ya ni recuerdo cuándo fue la última entrevista de curro que tuve, pero desde luego que no fue ni a través del móvil ni, mucho menos, en inglés. En vez de preparar las posibles preguntas, comencé a repasar el libro del Advanced, y la llamada me pilló un poco en bragas, aunque solo fueron un par de minutos. Si resultó exitosa o no, eso solo lo sabré cuando me respondan para confirmar o no el trabajo (suponiendo que respondan). Sea como fuere, me quedo con lo positivo de haber obtenido respuestas ya en la primera ocasión; tan solo serían cuatro o cinco horas por semana, así que la pérdida tampoco sería demasiado grave. 
Al igual que hace un año, pero de forma más sistemática, mi primera idea es poner carteles y anuncios, físicos y virtuales, para dar clase, de español, que es lo mío. Antes de ponerme con ello, ahora que el ritmo de coladas ha bajado al igual que el calor, haré una visita casi ritual a Oviedo y Gijón, por cerrar el ciclo que comenzó hace un lustro y por pisar la playa (y el mar, me bañe o no). Espero que esa tierra, ahora que tengo más amigos viviendo allí, me otorgue la misma suerte que, a la postre, me concedió para acabar mi proyecto. Las metas, de las que hablaba la última vez, siguen progresando, aunque con trabajo duro, como debe ser y como, a trompicones, ha sido durante estos cinco años pasados.