lunes, agosto 13, 2012

Abrasado.



El viernes, después de comer, comencé a oler a quemado, y al principio consideraba que se trataría del incienso, vía chino, que había encendido. Pero ya cuando vi que no se había puesto niebla, sino un humo denso que impedía abrir las ventanas en una de las tardes más calurosas del verano, comencé a sospechar que habría un incendio cercano, quizá algún cateto al que se le habían quemado las lentejas. Nunca hubiese imaginado que el foco estaba en el vecino (aunque, por suerte, al otro lado de la calle) Ayuntamiento. Ni que desde mi propia terraza podría divisarse una llamarada de tal consistencia como la de la foto de arriba, un tanto cegada por el humo. 


El caso es que ahí estaba, y yo, castigando mis pulmones como no lo hacía desde que terminó lo de fumar en los bares, decidí creerme un poco el reportero y buscar eso que, en la asignatura que pronto comenzaré a estudiar, se llamaba el instante decisivo. En todo caso, significativas sí son mis fotos. A nivel nacional cabe decir que la noticia no influyó demasiado. Tal vez, de haberse confirmado que era un acto terrorista o un sabotaje, sí hubiera tenido más relevancia, no digamos ya si hubiese fallecido alguien. Los informativos dedican más espacio cuando hay muertos... Accidente o venganza de algún ex-trabajador puteado, eso todavía no se sabrá. Eso sí, fue todo un espectáculo ver al alcalde, con su aspecto de curilla, subido a una grúa en plan El coloso en llamas. ¡Pobre hombre! No gana para disgustos. Si al menos se hubiera quemado el edificio antes del 28 de junio, ya tendría una excusa para no colgar la bandera del arco iris. 
Sí, no quiero hacer leña del edificio chamuscado, pero este alcalde, surgido casi de la nada tras el tsunami popular del fatídico año 2011, lleva dos años negándose a hacer ese gesto de visibilidad, cuando esta misma semana, un par de días antes del siniestro, resulta que recibió a un grupo de jóvenes antiabortistas del extranjero, que venían en peregrinación y no tuvieron nada mejor que hacer que pasar por aquí, donde el cupo de beatos ya no da más de sí. Sea como fuere, el aura de santidad de nuestro regidor no impidió que el viernes se desatara el pánico con todas las llamas del averno, no sofocadas hasta la madrugada. 


En fin. No tengo claro si este es el principio del final o la consumación del desenlace. He visto ratas por la calle, he visto el entorno de los Maristas, tan frecuentado por mí en tiempos, destrozado, y ahora esto. A comienzos de año fuimos noticia por el olor a estiércol, ahora por este suceso que congrega a ociosos, obstaculizando mi calle, y me ha quitado el sitio donde solía quedar con bastante gente, uno de mis puntos de encuentro. 
Yo lo tengo claro, desde luego. El fin de semana pasado, con sus puntos de interés, fue mediocre, las expectativas no fueron cumplidas. Más allá del humo, ya disipado, en esta ciudad hay una atmósfera enrarecida que provoca que algunas personas no progresen en sus comportamientos, o que muchos planes se malogren. No quiero quitarme, con ello, responsabilidad en mis errores pero, francamente, yo solo vine para hacer la carrera, y es momento de marchar. A ello me pondré a partir de hoy mismo. No soy yo el que se ha abrasado, no obstante creo que hay que resurgir de cero, desde las cenizas. 

lunes, agosto 06, 2012

Verano olímpico.

Debo agradecer a mi hermano Paconcio el que no solo me proporcione materiales para estimular la mente, como el flexo, la silla o el propio ordenador en que escribo, sino que también se preocupe por mi bienestar y forma física, últimamente un poco descuidada entre tapas, birras y similares tentaciones. Por eso me ha financiado el gimnasio para un par de meses, no tendría sentido un compromiso de permanencia anual porque la idea de continuar en León en agosto del año que viene es una idea que no concibo, salvo en mis pesadillas. Ahora que llevo tan solo una semana, y asombrado de que tres días hayan valido para un inicio de metamorfosis corporal tan marcado, pienso que debería haber tenido yo esa idea a comienzos del curso, o incluso a comienzos de la carrera. 
Aunque, eso sí, habríamos contado con los obstáculos de rigor, la falta de tiempo y de dinero. Yo ahora, al menos este mes, procuraré aprovechar, llevando a cabo un plan de tres días alternos para el ejercicio. Los otros tres los dedicaré, si acaso, al spa, que un buen jacuzzi o una buena sauna seguida de un caldero de agua fría arrojada sobre la cabeza también purifican lo suyo. Y el domingo es poco probable que vaya, habrá que estar al tanto de las posibles resacas, muy pocas porque actualmente poca gente se apunta a planes que sobrepasen, con creces, la medianoche. Quizá mejor así, porque las copas engordan y porque, dentro de poco, las energías que ahora aprovecho bien en el gimnasio o bien en escribir estas líneas serán canalizadas, todas las posibles, en la salida profesional que no puede demorarse, en ningún caso, dentro de un curso de barbecho. Eso costará más, imagino, que machacarse los deltoides y toda esa innombrable retahíla de músculos dentro de ese circuito de aparatos de tortura, gustosamente pagados eso sí, que, al no matarnos, sí nos hacen más fuertes.