domingo, abril 29, 2012

Presentación de El cuarto jinete en León.


Ha sido esta una semana de tiempo furibundo, cuyo culmen llegó durante la presentación de ayer, de catarros, incertidumbres y también alguna alegría, como haber aprobado mi primera asignatura de la tanda que quedan. La inspiración pudo llegarme al fin para presentar esta obra, ya reseñada, en León, durante la feria del libro. Pese a ser sábado, la feria quedó desierta por una tormenta que en cualquier momento pareció a punto de desintegrar la jaima en la que estábamos. Lo curioso es que llegó una vez se había terminado el espectáculo de guiñoles vecino, cuesta imaginarse una atmósfera tan terrorífica para un tablado de marionetas, en cambio no para una novela como la de Víctor. Esta vez me sentí mucho mejor que cuando tuve que presentar a ese hombre a quien conocía y del que no había leído nada. Espero que la carrera de esta novela solo haya hecho que empezar... Y por lo que se refiere a mi propia carrera, no ha hecho más que acabar... je, je. Un mes queda, mayo mayete, y mi gran problema para centrarme es, de hecho, pensar en qué voy a hacer después. No obstante, empiezo a tener claras ciertas ideas, y os iré informando por aquí, siempre a sabiendas de que este año no va a ser el más abultado en cuanto al blog pero, en fin, tampoco parece que vaya a ser el fin del mundo, pese a apocalípticas tormentas como la de ayer. 

domingo, abril 22, 2012

Comercialidad y personalismo.




En este puente todavía puedo permitirme tiempo no solo para la pereza, sino también para la reflexión. A raíz de acontecimientos como la charla a la que asistí con Víctor en Madrid, la celebración mañana del Día del Libro o diversos consejos por parte de amigos dispares, me he planteado muy mucho qué direcciones seguir en mi próximo quehacer literario. 
Por suerte, me gusta la variedad. Lo mismo escribo aquí, que un poema, o preparo una novela. Es en este último terreno, la narrativa, en el que me surgen más dudas. Ahora estoy haciendo el borrador de una novela. La considero una mezcla entre guión y novela, por su formato y porque fácil y económicamente podría ser llevada al cine. Ahora bien, eso no quiere decir que el tema sea comercial. No, es una novela más bien personal, como las anteriores, en la que plasmo asuntos poco cómodos para nadie y en la que el tema de la sexualidad, si no de forma gráfica (pues no me interesa), sí está presente en toda la atmósfera y las acciones que mueven a los personajes. 
Creo que tras cinco novelas escritas en primer lugar pensando en mí como destinatario (incluyendo a esta que no está terminada), debiera ampliar un poco mis miras. Buscar un número mayor de lectores no necesariamente implica tratarlos como iletrados, o escribir algo que no pueda entusiasmar al autor. Combinando comercialidad y personalismo, lo iré pensando a medida que me surjan ideas, y alguna ya ha aparecido, al tiempo que continúo con la otra novela que, construida en mi cabeza, con dos escenarios y pocos personajes, no tardará mucho, a priori, en ver la luz. No corren buenos tiempos para nada, tampoco para la literatura, así que mejor será ir explorando nuevas vías de reinvención. 
Y, para celebrar el Día del Libro, os dejo una foto de mi primera visita, muy provechosa, a la Biblioteca Nacional. 

miércoles, abril 18, 2012

Consecuencias literarias.

Este viaje a Madrid ha sido muy productivo, aunque no estoy muy seguro de que vaya a poder contarlo aquí. A diferencia de en febrero, ahora hacía menos frío, pero lo hacía, puede que por eso haya cogido un virus que me ha convertido en un zombi lento, no zombi rápido, aunque espero que los efectos no pasen más allá de un constipadillo que me llevó a no ir a clase ayer por la tarde, para ir hoy y que no hubiera. ¡Pelillos a la mar! Al menos me podría haber unido al campeonato de Trivial de la facultad, para demostrar veteranía... 
Gracias al menor frío (y a la falta de estudio), pude escribir un poco en el piso. Los cónclaves con escritores y gente creativa estimularon el continuar una novela que estoy escribiendo en borrador, por ahora. Esta no creo que la vaya colgando por aquí, podría colgarla en otros formatos, eso ya lo vería. Estuve escribiendo ayer en la cafetería, y ahora me gustaría seguir también pero, ejem, maldito virus... Pero, en fin, ¿qué serían de estos restos de carrera sin algún virus? Este me librará de ir a la espicha de mañana de mi facultad aunque, de todos modos, tampoco tenía plan para ir. Triste, pero verídico. Sea como fuere, me quedo con la espicha de Segundo, que fue lo bastante surrealista como para llenar cinco años. 

domingo, abril 15, 2012

EL CUARTO JINETE.


EL CUARTO JINETE.






15/4/12 (Trayecto Madrid-León). 


Ayer asistí a un evento de mucho interés junto al autor del libro que pretendo reseñar, Víctor Blázquez. Era una mesa redonda (bueno, sin mesa) en la que una docena aproximada de escritores afectos o practicantes del género de terror debatieron sobre el propio concepto de este género, su futuro y, en especial, los grandes problemas que tiene cualquiera que quiera publicar literatura, ahí ya puedo sumarme. Me gusta el género de terror, siempre me gustó. Lo he leído, no lo he cultivado de manera específica aunque, ciertamente, algunos pasajes de mis escritos están inspirados por un ánimo pesadillesco. 


Me es imposible hablar de forma objetiva acerca de la primera novela publicada, que no escrita, por uno de mis mejores amigos desde el colegio. Ya durante esos años nos pasábamos nuestros escritos, por mi parte menos pues siempre he sido algo perezosillo, excepto en raptos de inspiración como el que tengo en este tren. Ya en esos relatos primigenios se vislumbraba lo que es El cuarto jinete. Bajo la influencia de grandes maestros del horror, en especial Stephen King, del que Víctor me animó a leer muy buenos libros, nos llega una pesadilla que también bebe, por supuesto, de la tradición audiovisual. Es casi imposible hablar de zombis y no referirse a La noche de los muertos vivientes de Romero, pese a que la figura del muerto viviente hunde sus raíces en épocas muy pretéritas, como se comentó en alguna docta intervención ayer. 


En esa película de los años 60 se habló de un mensaje de calado social, a merced del contexto, como podía verse en su célebre desenlace. Siguiendo esa línea, podría deducirse que la actual oleada, por no usar lo de moda, de zombis, se entiende en un contexto de crisis global. Podría ser y podría no ser. No veo que, para dar pátina cultural a un género, sea necesario el dotarle de un mensaje social. La consideración de los géneros llamados menores ha variado a lo largo de los tiempos, como he podido estudiar en este último curso de carrera. Eso debiera considerarlo quien se acerque al terror con prejuicios de antemano. 


Entrando en el libro, creo que, más allá de un mensaje, lo que contiene es una historia de supervivencia, y eso nos afecta a todos. Estoy siendo subjetivo, pero de modo objetivo diré que la novela me ha gustado, me ha cautivado desde que entré a saco en la acción en otro viaje de tren, el de llegada, y dos días después estaba terminada. Víctor (paso de decir lo de el autor, me siento raro) ha sabido crear un crescendo a lo largo de las trescientas páginas, de manera que el primer tercio es como un acto introductorio, con una notable presencia del narrador, que al principio consideré narrador testigo aunque luego comprobé que no era así. Este narrador usa la segunda persona del plural, rara avis, dirigiéndose directamente hacia nosotros, nos lleva a través del pueblo de Castle Hill como si fuera un escenario de cine. Un poco a la manera de El diablo cojuelo, levantamos los tejados de las casas para ver los vicios ocultos de esta pequeña comunidad, que ni se sitúa ni existe pero representa lo que más o menos entendemos por pequeño pueblo (interior) de los Estados Unidos. Con todo, perfectamente podría ser un pueblo español, con sus hipocresías y sus extremos, no pueden faltar ni una iglesia ni un (encubierto) burdel. 


Una vez visto el escenario y los candidatos a superviviente, entramos de lleno en el conflicto. De hecho, la expresión zombi, que cualquiera esperaría pronto, tarda en llegar. Pero, en fin, ya nos habríamos hecho a la idea con la portada, ¿verdad? Por fortuna yo no he tenido que enfrentarme a una situación como la que se describe, ni de lejos, pero resulta interesante ver cómo evolucionan los contendientes de esta carrera. Pues carrera es, carrera por la vida. Francamente, a mí nunca me gustó mucho correr, así que, si no fuera por astucia o por suerte, sería comida para zombis pronto. En El cuarto jinete no hay darwinismo. No sobrevive el que mejor se adapta, ni el más apto. Hay toda una serie de factores: la solidaridad de los demás, la insolidaridad o traición de estos mismos, la suerte o incluso la mala suerte de quedarse encerrado en algún lugar, o la intervención providencial de un ejército al que, no obstante, tampoco conviene acercarse demasiado, con toda su retórica de bajas colaterales y demás parafernalia. 


Creo que en esta historia hay heroísmo, pero no hay un héroe que sobresalga sobre los demás. Y, si el lector creyera encontrarlo, convendría no perderle de vista en lo sucesivo para ver si responde a esas expectativas. Sí hay evoluciones de personajes. Me conmovió sobre todo la del cínico periodista Mark, que acaba exponiéndose a una misión suicida para rescatar a una niña que ni siquiera es su hija, pero por la que siente un súbito sentimiento paternal. ¿Cuántos de nosotros seríamos capaces de lo mismo? No es fácil de responder. 


El terror, se decía ayer asimismo, es ante todo un sentimiento interior. Lo que mueve historias como esta es la inminencia de la tragedia. Cámbiense los zombis por una catástrofe natural, por la guerra, el hambre o la miseria, y se tendrá también a un grupo de humanos enfrentados a los dilemas más cruciales en el menor de los tiempos. En ese sentido, el terror no es solo dar sustos. 


Concluyo. No quiero acabar con la paciencia de los lectores ni del propio autor, je, je. Además, acaban de servirme un zumo y, como diría Mark, es jodidamente difícil estar a las teclas y al zumo en este espacio. Os recomiendo El cuarto jinete y, de hecho, yo todavía tengo muchos cumpleaños y posibles citas para regalarlo, aunque habrá quien se asuste de la portada… Creo que este será el primero de una fructífera serie de libros, por parte de alguien que ha mamado la literatura y ha cogido su primer lápiz para inventar historias desde una edad casi prescolar, como en mi caso. Y me enorgullezco de haberle acompañado en este viaje, y mucho más porque se haya acordado de mí en los agradecimientos de esta su novela. Os aseguro que no me ha subvencionado para que le haga propaganda, ja, ja, y, si con toda sinceridad, os recomiendo esta novela es porque, de las pocas verdades absolutas que podemos asumir en este mundo, creo que una es que la literatura está para disfrutarla. 

lunes, abril 09, 2012

El nabo (con perdón) que no dejaba ver el bosque.


Justifíquese este extraño título porque ayer vi Shame y, como todo el mundo más o menos enterado, desde luego que lo hice en parte animado por el mismo morbo que mueve al personaje de Brandon Sullivan. A todos aquellos que pretendían ver un filme casi porno les digo: no os molestéis. Si queréis algo así, haced como el propio Brandon y buscadlo en internet, eso sí, a ser posible sin pagar y sin hacerlo en el ordenador del trabajo. 
Así pues, no se entiende tanta literatura acerca del miembro viril del protagonista que apenas se balancea unos segundos al comienzo de la película. Quien solo vaya a ver eso, podrá salirse pronto. Visto en detalle (no penséis mal) y, más allá de la broma de George Clooney en los Globos de Oro, resulta una señora polla, sin llegar a falo pero quizá en proceso, adecuada a la estatura y el porte del actor que la luce, un actor por otra parte cuya desnudez más intensa en este papel no se limita al plano físico. En fin, creo que estamos pocos acostumbrados a ver penes en pantalla, de lo contrario no se explicaría la polvareda. 
Resulta del todo natural que un soltero se pasee en pelotas por su apartamento de Nueva York, y el principal conflicto de la película es la pérdida de intimidad que provoca la llegada de su un tanto desequilibrada hermana, un verdadero incordio para el desfile de prostitutas, ligues ocasionales, webcam, simples pajas de a pié y demás, porque el personaje es un adicto al sexo, término moderno para lo que habitualmente se conoce como más salido que el pito de un botijo. No es de tener relaciones estables. No le culpo por ello, yo tampoco, pues la estabilidad no puede encontrarse a cualquier precio. No obstante, cuando parece sentir algo más por una compañera de trabajo, es precisamente en el terreno sexual donde el asunto no funciona. 
Eso sí, resulta un personaje más positivo que su jefe, un patético ligón que engaña tanto a su mujer como a sus hijos. En el caso de Brandon, no tiene más lazos que los de su hermana, y, antes que intentar comprenderla, prefiere sumergirse en un torbellino de sordidez en el que descubrimos que su heterosexualidad tiene licencias y que, como diría algún obispo, busca el infierno. Pero el infierno, como yo mismo considero, es sobre todo un estado interior, el que este ejecutivo, sin problemas de crisis económica, se crea sin encontrar asideros para salir. La película tiene una estructura totalmente cíclica, acabando como comienza, posible signo de un círculo más que vicioso del que se sugiere no va a ser fácil salir. 
En fin, muy recomendable, no dejéis que los comentarios lúbricos oculten el bosque de la trascendencia. 

sábado, abril 07, 2012

Balance semanal.

Ciertamente que estuve pensando en pasar en Madrid estos días centrales de Semana Santa, porque en los últimos años ya me cansaban lo que, se supone, son las fiestas grandes de León, por así decirlo. Pero, en fin, la capital se vacía bastante así que no se si tiene mucho sentido ir allí, a menos que uno quiera desconectar de forma tajante. 
En algo hemos mejorado. Yo el año pasado estaba bastante indispuesto, de modo que no salí, a ningún sitio ni a ninguna hora, miércoles, jueves y viernes. Tampoco el tiempo invitaba a hacerlo, pues cayeron unas trombas de mayor calado que las que también han aparecido en este año. Eso sí, lo de ahora tiene muy mala leche, y hace desconfiar de la providencia divina, pues yo no recuerdo que de enero a marzo hayan caído más que algunas gotas dispersas. Quien no tiene fe, o quien quiere dar argumentos ajenos a la fe, valora la Semana Santa en virtud al turismo, que no obstante también habrá sufrido pérdidas ante la suspensión de bastantes procesiones y las terracitas abandonadas a la intemperie. 
Lástima que parte de ese turismo se limite a ser turismo etílico, como en la noche del Jueves Santo, un remedo de lo que pasa en Cataluña pero sin playa. En ninguna otra noche me preguntan tantas direcciones. ¿Dónde está la catedral? Pues si no se sabe ya eso... ja, ja. 
De todos modos, yo salí pero evité toda ruta relacionada con el Genarín, que ni siquiera se si salió en cuerpo y monigote. Opté por algo más alternativo, con mi prima Espe y sus colegas, para ya a ciertas horas de la mañana volver a lo mainstream, a la plaza mayor con los soportales abarrotados. Como el sentido común, y las neuronas que aún me hacen falta para aprobar lo que queda de carrera, me desaconsejan salir dos días seguidos, ayer tocó descansar y hoy habrá que despedir la semana antes de las verdaderas vacaciones para mí. 

miércoles, abril 04, 2012

Las apariencias.

Cuando quedan un par de meses para terminar la carrera (y en el presente solo resta un número reducido de clases), uno puede reflexionar con mayor distancia sobre los aciertos y desaciertos cometidos a lo largo de la misma. Por lo general, siempre traté de respetar las opiniones ajenas, pero siempre contrastándolas con las surgidas de mi propia experiencia. Es lo que me ha sucedido, por ejemplo, con las opiniones acerca de profesores. 
A ninguno de estos llegué a poner cuernos y rabo. No me gustan las visiones maniqueas pero sí me gusta estar prevenido. En ciertos casos, la valoración de la vox populi acertó e incluso se quedó corta; en otros, ciertas exageraciones o ciertos resentimientos personales la enturbiaron. Son cosas a tener en cuenta el día de mañana, pues al fin y al cabo las posibilidades de que yo mismo me convierta en profesor no son pequeñas. Y, al margen de las amenazas preventivas, algunos leones no resultaron tan fieros como los habían retratado. 
Sirva la parrafada para expresar mi sorpresa cuando en el parcial de Literatura, cuyo profesor ostentaba la leyenda urbana de que nunca ponía una nota de más de siete, yo superé ese listón, sin tampoco llegar al resultado de otras materias. No me enorgullezco, lo cierto es que estudié para aprobar, simplemente, ante toda esa rumorología, y quería asegurarme tanto el aprobado que al final he llegado más lejos. No cabe duda de que ese profesor es de la vieja escuela. Y cree en la cultura del esfuerzo. Yo, que no suelo albergar ideas muy conservadoras, sí considero que un poco más de esfuerzo no vendría mal, eso sí que contribuiría a levantar el país, y no precisamente los recortes en becas... (a ver si no tengo que sufrirlos en mis carnes). 
Así pues, me cundieron las tres semanas, no íntegras, en las que preparé el examen, que por otra parte no fueron monacales sino que me permitieron seguir quedando con mis amigos y con gente a la que quiero, o estoy en proceso de querer, je,je; me he quitado un gran peso para junio. Con cansancio acumulado me despido, espero descansar este fin de semana aunque haya quien tenga la absurda pretensión de que la ciudad estos días deba convertirse en una suerte de sucedáneo del turismo etílico, sin playa...