lunes, marzo 27, 2017

Cometcon.


 Sí, los idus de marzo han mostrado, de nuevo, su peor cara y es por ello, aparte de por otras razones más peregrinas, que tuve que ir en solitario a la Cometcon. No me sentí demasiado solo, no obstante, sino parte de una comunidad no tan minoritaria ni tan alternativa. Yo que me reía de la venta anticipada, porque el año pasado no la necesité para cualquiera de las ferias visitadas, ni hubo necesidad de tragarse cola, me planto alli el viernes y me topo con una señora cola que me llevó tres cuartos de hora. Eso sí, ya pillé la entrada para el domingo de paso. El viernes se desbordaron las previsiones y, entre que llegué tarde y la cantidad de gente, no permanecí demasiado allí, lo suficiente para dar una vuelta por los stand, ver el recinto en general incluyendo el auditorio y adquirir algunas fruslerías, tentempié de lo que iba a gastar (para bien o para mal) ayer.


Desde que estuve en la Expotaku con el mismo amigo que no pudo acompañarme a esta, bastante he avanzado en terrenos del frikismo no visitados (o poco visitados) hasta entonces. Ya en Gijón me tocó el póster de Tokyo Ghoul y comencé a ver el anime y luego a leer el manga, agotando ya la mitad de la serie y quizá luego compre el octavo volumen. Es mi buque enseña. Como se podrá comprobar en breve, mi primer atisbo de cosplay lo he llevado a cabo a imagen de Ken Kaneki, el protagonista, medio ghoul y medio humano. Un híbrido, y de eso estoy tratando mucho en la tesis. Aparte de ese manga, de tipo fantástico, también he leído yaoi, un tipo de historias de amor entre chicos, bastante castas (por lo general) y que suelen tener éxito entre jóvenes lectoras pero para mí me sirven tan bien como su reverso, las yuri, de amor entre chicas. Ayer adquirí un yuri, no exactamente del tipo purista japonés pero bastante inspirado en ese género. Arriba está la portada, que al menos muestra mujeres con curvas. Además, me lo dedicó su guionista, presente en el evento.



 La verdad es que ayer me lo tomé de un modo bastante más relajado. En un principio pensé en asistir los tres días pero el sábado hubo lleno total y lo único friki que llevé a cabo fue conseguir (a duras penas) la figura de Yoda que me acompañó como amuleto en la feria. Ayer me quedé a comer allí, tras descubrir finalmente el bar. Hacía un día estupendo, tras el cambio de hora, estuve en la terraza con mis ramen y la bebida abstemia que se imponía allí (why?). Con todos los palillos que hay en este piso, resulta que se habían quedado cortos y hubo que comer los fideos con tenedor. Sacrilegio. Y sacrilegio doble eso de no tener té. ¿Pero no era un evento japonés hasta las cejas? De todos modos, repuse fuerzas bien para seguir trotando y gastando. Algunos gastos pretendo amortizarlos, eso sí.



Esta máscara de Kaneki, que da un calor considerable (prefiero no pensar en el verano), me servirá una vez me haya puesto una peluca negra o blanca, según el grado de evolución del personaje. Y si no, también vale para una pseudo-versión de las sombras del Grey. Conste que yo quería unas orejas de gato pero no, yo solo no tenía gracia en absoluto. Para otra vez. La última parte de mi estancia la pasé en el auditorio, entre una pasarela de cosplay y un concurso de baile. No tuvo nombre observar a hombretones vestidos de guerreros al ritmo, no entendí bien por qué, de Beyonce. Da igual, una atmósfera queer se extendía por todo el evento y es por ello que ir a esos sitios me gusta el doble. Son los lugares con más banderas del arco iris después del Orgullo. Se nota un ambiente de inclusión, de respeto y libertad en pocas palabras. 



 De este modo, me alegré de asistir y, a la vuelta, ya pude quedar con el colega y darle algún souvenir, no fuera más que una chapita o algún método profiláctico dispuesto gratuitamente (¿frikis y sexo?). Cogí un folleto de la próxima feria, el Metrópoli de Gijón, aunque la mujer que los repartía no tuviese a bien ofrecerme uno. Se retrasa, así que no coincidirá con San Juan y San Pedro en León. Doy casi por hecho que pueda ir y, respecto al año que viene, no seguiré viviendo en Oviedo a menos que cambien mucho las tornas. En todo caso, eso no significa que no pueda repetir en la Cometcon, sea con alojamiento o no. Cada vez le tomo más gusto a estos eventos y no descarto ni participar de modo más activo ni que en el futuro pueda haber alguna posibilidad de ampliar horizontes laborales o creativos por esa vía.




sábado, marzo 18, 2017

Vuelven los idus de marzo.

Y solo hará falta rememorar las entradas de este blog de hace un año para constatar que entramos en una quincena dolorosa... A partir de mañana. Hace ahora justo un año, el 18 de marzo estaba yo tan alegre por haber recuperado Ponferrada como tierra en la que se puede ser feliz, aunque sea fugazmente, jamás pude esperar que de aquel paraíso natural, que los hay aparte de Asturias, iba a entrar en una deriva que todavía hoy pretendo sanar. Y hoy, hoy mismo los idus de marzo vuelven a amenazar con peligros muy similares a los de entonces; ahora no me afectan a mí personalmente, pero sí a una de las personas más queridas que tengo en Oviedo, una de las que más han facilitado mi estancia allí. Ojalá la primavera le traiga noticias favorables. Y si no, tendremos otro motivo para hermanarnos, uno de aquellos que preferiría desechar. Sea como fuere, allí estaré para dar fe de la verdadera amistad, esa que ha surgido durante estos años de cuando en cuando, quizá como contraste con otras formas que lo parecían pero que al final se quedaron en una superficialidad tan inane como la que los tiempos corrientes suelen fomentar. No temo ya la llegada de la estación del supuesto renacimiento.