jueves, marzo 31, 2016

Cuídate de los idus de marzo.

De nuevo en León, tras un mes de mucho rodaje y del que, aunque parezca mentira, hoy es su último día. En sus inicios compré los diarios de Gil de Biedma, y me da la impresión de que hayan transcurrido un par de  lustros desde entonces. Creo que se debe a la intensidad, para bien o para mal. Los idus de marzo pasaron y hemos sobrevivido a ellos. Pensaba que a partir de abril viajaría menos, aunque eso ya no depende de mis planes. En todo caso, ya lo decía ayer, las prioridades están claras. Y no voy tan mal de tiempo. No haré como la doctoranda del cómic que leí, tres años sin escribir una sola página de su tesis, pero sí un apasionante resumen de 69 páginas. Se burlaban en sus viñetas de la poca capacidad de síntesis de los investigadores humanísticos. Bueno, por fortuna yo sí la tengo, es por ello que, en esta última entrada de mes, preferiré ser sintético. Ha habido un aluvión de hechos, de palabras, de lugares. Ahora, para cerrar, silencio. 

miércoles, marzo 30, 2016

Bubbles.



Hello, darling! I´m Bubbles! Champagne for everyone! Muy lejano parece ya el tiempo de Little Britain, ciertamente. Las burbujas, estos días, han sido las que han surgido en el hidromasaje del gimnasio al que me ha invitado con generosidad mi hermano Paco en Santander, al igual que a otras cosas. En el Metropolitan, gimnasio y spa, he intentado contrarrestar la tensión de estos días mediante el ejercicio físico, por un lado, y la sauna, la piscina y los masajes por el otro. Pardiez, menudo mes de masajes, y todos bastante diferentes. El de la ducha a presión, podría decirse que me taladraba la columna y me dejaba rojo el culo, pero mereció la pena. 


Hospital-gimnasio-ruta gastronómica. Todo se puede compaginar, quizá salvo el doctorado. Al respecto de este, mi mayor progreso ha sido leer un cómic llamado Maldita tesis, en el que me he sentido tan identificado que me ha proporcionado una buena dosis de carcajadas. Lo encontré en la librería Nexus 4, donde también tenían varios ejemplares de Las horas perdidas del amigo Víctor. Por primera vez en una tienda de este estilo, comprobé cómo había una pequeña sección de cómic LGTB y novela fantástica de esta índole. Incluso un manga gay, demasiado explícito creo yo para llevarlo al hospital. Aunque, para cultura nipona, el restaurante japonés al que volvimos a ir. Ahí tenéis mi plato principal, a mí que todavía me sigue dando bastante reparo el pescado...


La esperanza nunca ha flaqueado. Y sigue en lo alto, como esa vigía de la escultura de abajo. Todo se relativiza, ya lo dije, y todo se supedita a un fin mayor. El doctorado, esa inmensa catedral de varias cúpulas tal y como era reflejado en la novela gráfica que leí, debe aceptar su lugar en la jerarquía. Aunque, si el mes que viene finalmente presento mi comunicación como está previsto, espero que eso suponga que he vuelto a viajar a esta ciudad por una razón mucho más satisfactoria. Hasta entonces, y usando una metáfora a lo Susan Sontang en uno de los ensayos que utilizaré para aquella, solo cabe decir que vamos a seguir dando batalla. Mucha batalla. 


viernes, marzo 25, 2016

Pons Ferrata: el paraíso recobrado.


Tenía sentimientos encontrados respecto a Ponferrada, aunque no sea una ciudad que me desagrade, desde luego. Ello se debía a mi estancia allí durante mis estudios que desembocaron en mi primer título universitario (ya lo he repetido aquí: el hecho de no ser homologado no lo convierte en menos título). Me ocurrió un poco como en Oviedo ahora. Me creo altas expectativas, que no se cumplen. Antes bien, conozco a gente que no es la adecuada, por norma general. El azar, o no. El caso es que, gracias a la invitación de mi amigo Gonzalo, pude resarcirme en menos de veinticuatro horas. Tanto en su casco histórico como en el bello entorno natural, Ponferrada me mostró una imagen que era la que deseaba descubrir: un paraíso recobrado. Y, cuando el autobús pasó por delante de mi antiguo campus, no pude evitar que se me hiciera un nudo en la garganta. 



Viernes de Dolores, sin que los hubiera. Celebración, que se cruzó con algunos actos iniciales de la Semana Santa, algo boicoteados por la lluvia. Nosotros estuvimos a resguardo en varios bares. Ninguno de ellos los recuerdo de mi carrera, pero es que ya ha llovido, valga la redundancia, y mucho. Lo que no hice fue cometer el error de beber tanto como en mis primeros días en esa ciudad. He llegado a una época en la que valoro mucho mi regeneración neuronal. Me va la tesis en ello. 


Pese a mi moderación, cierto que no tenía demasiado sentido hacer al día siguiente una excursión a las diez de la mañana. Con todo, había que aprovechar la estancia. Y a mí me vino estupendamente. La primera parada fue en la presa de arriba, con una fuente de agua sulfurosa que olía como huevos podridos. Eso sí, llené mi dinosaurio-termo con ella y de sabor no era desagradable. Es más, quizá el azufre me diese fuerzas para continuar por la Senda de los Romeros, que es la que tomamos después, a la vera del río. 


Aquí estoy, frente a un amago de las ruinas de Moria, intentando dar el pego de que me mantengo muy fresco en la ruta. El resarcimiento no solo llegó a la ciudad de Ponferrada, sino que también pudimos disfrutar de esa pequeña y bonita ruta, casi dos años después de que abortara mi estancia en Picos de Europa, por una serie de motivos que ahora, relativizados, me resultan ridículos. Lo que tiene la distancia... Hacia el monte, ya lo dije en su momento. Siempre el monte. Es esa una herencia familiar que jamás perderé. No es cuestión baladí que esa jornada fuese el Día del Padre. Una burbuja de felicidad, antes de afrontar acontecimientos más amargos. Pero los afrontaremos, aunque sea perdiendo el resuello tal como yo me veía cuesta arriba y apoyándome en esa fina vara. Welcome back, Ponferrada! Ojalá pueda volver antes de que acabe la primavera. 


jueves, marzo 24, 2016

El Silencio.


Hoy me he levantado pronto, rara cosa para un día festivo, envuelto en un profundo silencio. Considero esto necesario, después de la muy extraña semana que he vivido, con estancias en nada menos que cuatro ciudades norteñas, por motivos diversos. Ayer hubo que regresar a Santander, así como volveremos allí al final de esta Semana Santa, y durante el viaje de vuelta sopesábamos la posibilidad de toparnos con la única, que yo recuerde, procesión que pasa por esta calle, la del Silencio. Finalmente no aparcamos en la misma, pero justo cuando yo iba a cruzarla, ya es casualidad, me encontré con el cortejo fúnebre que reflejo en la foto de arriba. Fui respetuoso, al menos por esa vez, y no pasé la calle hasta que hubo un alto en el inexorable camino de los papones. Sí, es esa procesión que lleva el rótulo de Solo hombres, como es lógico por su carácter monacal y conexión con la orden franciscana. Me resulta coherente con el origen medieval de esta tradición. No se puede pedir igualdad en un evento que, por más popular que se pretenda, tiene una estructura tan jerárquica como la Iglesia a la que pertenece. Al menos, eso sí, había espacio para los monaguillos, de los pocos que no iban encapuchados. Hombres y hombrecitos, a lo que se ve. 



Es esta una ciudad de contrastes, desde los rebuznos del Genarín de esta noche (que los hay y bien que los he escuchado) hasta la seca y austera religiosidad del silencio de esta procesión. Es este el espíritu que se pretende en la Semana Santa leonesa, y que las autoridades cofrades se desviven en recuperar. Pero, en fin, lo que tira al final es el espectáculo, y no es de extrañar que anoche tan solo cuatro gatos asistiéramos desde la acera al paso de los hermanos. Una suerte, gracias a ello pude tomar las fotos. Desde un punto de vista estético, reconozco que me gustó el imprevisto encuentro con este desfile de penitentes. Aunque, claro, eso también se debía a la correspondencia con mi estado anímico. Si yo tuviera esas creencias, quizá me pondría asimismo un cruz al hombro y, descalzo o no, me purgaría solicitando el amparo divino, para mí y, en especial, para mis seres queridos. Pero no, yo no estoy en esa comunidad, mucho menos cada vez que algún obispo, urgentemente necesitado del mismo silencio de anoche, abre la boca. Valoro, en todo caso, la metáfora de que cada cual debe llevar su cruz a cuestas. Para lo bueno y para lo malo. De todo ello ha habido en la anterior, intensa, semana. Y de ello seguiré hablando aquí en estos días, supuestamente, libres. 

martes, marzo 22, 2016

Macabras coincidencias II.



Suele suceder. Cuantos más acontecimientos me encuentro en la vida, menos ratos libres en los que poder reflejarlos en este espacio. En el caso del fin de semana anterior, porque, una vez más, me llevé la tableta y no el portátil de viaje, y no quería volver a sufrir esos problemas de ajuste fotográfico. 
Me gustaría haber retomado el blog hablando de muchas cosas, de forma directa o sutil, de la enfermedad y el deseo, de la grandeza y la intimidad, de todas las cales y arenas con que la vida se torna en bandazos. Sin embargo, siento que debo continuar mi entrada del pasado noviembre. Ayer me llegó por correo (físico) un sobre con la información turística que había solicitado sobre la ciudad de Brujas, en Bélgica. Mi iniciativa se enmarca, por un lado, en un ejercicio de la clase de Francés; por el otro, en un posible viaje a dicha ciudad, para visitarla así como la exposición temporal que alberga, sobre las brujas de Brueghel. Operación Bruxas Constrictor, la había apodado. Sin embargo, decidí posponer el viaje, mucho antes del atentado de esta mañana en Bruselas, ciudad por la que también quería pasar. 
Primavera es una estación movida para el doctorado y, por otra parte, a fines de verano me había surgido una oportunidad más golosa en Irlanda, esta vez con amigos, no en solitario. La ciudad flamenca queda como posible destino, sobre todo ahora que me han llegado un par de mapas y una guía de sus museos. Mi hipotética excursión, por cierto, se me había aparecido como una revelación porque mi próximo artículo quiero hacerlo acerca de la brujería en una novela de Jeanette Winterson (y de paso compararlo con la rica tradición española, desde luego). Pero, en fin, no se puede tener todo. Mi cuota de viaje extranjero la cubrí, de sobra, con París, así que gracias si me escapo unos días, cuando ya haya avanzado con la tesis, a Dublín o alrededores. 
Así, si el viaje belga queda postergado, y no cancelado, no será por este nuevo acto de barbarie. En París, pese a controles de seguridad incluso en la Fnac, me sentí feliz, libre y satisfecho de contribuir con mi pequeño grano de arena al restablecimiento de una normalidad que nunca debió perderse. He de decir, a riesgo de que suene como una taza de Mr. Wonderful, que el amor puede ser mucho más potente que el odio si se lo propone. Yo he sentido amor, en diversas formas, en los últimos días. Amor y esperanza, de todo eso espero hablar aquí durante las jornadas libres de Semana Santa, si me es posible. Terrible comienzo de primavera, en una semana que, para mucha gente (también en el accidente de autobús con el grupo Erasmus) se ha tornado de verdadera Pasión. Frente a estos hechos, otros se relativizan. Y se puede tomar fe de la fortuna que, con todo, nos sonríe. 

sábado, marzo 12, 2016

Expectativas y realidad.

En este mismo espacio decía, no hace demasiado tiempo, cómo las experiencias es preferible juzgarlas con una cierta perspectiva. En lo que se refiere al curso actual, sigo creyendo que es la mejor estrategia. Hace un par de días narraba aquí cómo me surgió, de manera bastante inesperada, mi primer alumno a quien impartir clase, en sí, de Español. Pese a que tuve que repasar sobre la marcha las nociones de análisis sintáctico y gramatical de mi carrera, considero que la clase salió bien y, en la medida de lo posible, pude aclararle algunos conceptos de cara al examen que tiene el martes. 
No obstante, a pesar de que ayer yo ya tenía pensado permanecer en Oviedo para impartirle otra clase de refuerzo, me llamó por la noche para decirme que había encontrado otro profesor que, dado que él vive en un pueblo, podía asistir a su domicilio y, por lo tanto, le resultaba más cómodo. Me parece bien. Otra cosa, por supuesto, es que supeditar el aprendizaje a la comodidad no siempre es una buena idea. No se quién será ese profesor, yo no me considero un profesional, no todavía, y solo espero que de verdad le ayude con la asignatura. Este fugaz alumno, eso sí, me ha vuelto a poner de relieve las peculiaridades de este trabajo que, por ser parcial, no deja de ser trabajo. 
Ye lo que tiene ser pseudo-autónomo. No aguanto a personas mediocres en el puesto de jefe (es feo decirlo, pero eso pienso) como pasaba en Madrid; no obstante, la estabilidad no es tan grande como si me hubiesen contratado en una academia. Si el chaval paga un mes en un centro así, se lo piensa dos veces antes de abandonarlo tras el primer día (o no, como esa gente de Francés que ha pagado por todo el curso y apenas ha aparecido un mes). Abonando el montante de hora en hora, la perspectiva es diferente. Además, el caso de este alumno es sintomático. Es que ya me pasó algo casi igual durante la carrera. Llega un examen o una recuperación. La madre, casi siempre es la madre, se rebota y busca lo que sea para que su hija o hijo no se la carguen. Pasado el examen, o incluso antes, encuentran a otra persona más barata, o más flexible, y se cambian como quien cambia de camisa, incluso sacando a la palestra excusas absurdas (Es una profesora de toda la vida). 
No es serio, claro, pero es la ley de la oferta y la demanda. Yo no he firmado ningún contrato. Si me establezco realmente como autónomo (en otro país sería más factible), me contratan en una academia o monto la mía propia, entonces ya hablaríamos de otro sistema. Por ahora, yo estoy con la tesis y no puedo establecerme como primera ocupación en ese ámbito. Me alegro, eso sí, de que me sigan saliendo empleos. Un empleo de una hora, sí, el paradigma de un país que se cree en post-crisis, pero no está seguro. Recomiendo el documental En tierra extraña, de Iciar Bollaín. 

jueves, marzo 10, 2016

Vuelve la sintaxis.

Si no me he pasado por el blog hasta el día de hoy, en lo que a marzo se refiere, ha sido por razones bastante sólidas. La dos patas, por así decirlo, que sostienen mi estancia en Oviedo, se han reforzado de cara a la entrante primavera. Respecto al doctorado, ya me he inscrito en un simposio en Santander para el mes que viene. Organizado por un compañero doctorando, que pertenece a un asociación de profesores de literatura, el tema no podría encajar mejor en mi línea de investigación: la diversidad en la literatura en lengua española. Además, le ha parecido interesante tanto mi comunicación como que la haga sobre Beatriz Gimeno, una de las autoras que se tratarán en las jornadas. Así que regresando a tierras cántabras, esta vez por motivos de investigación. Y a desempolvar los apuntes del curso de Comunicación Oral, que ahora es el momento óptimo para sacarles jugo. Además, ya tengo un plan de escritura para la tesis este año, me han mandado la lista de universidades extranjeras con convenio para nuestro programa y me ha surgido la idea de un próximo artículo, que quizá conlleve un viaje. Eso lo dejo para otra entrada. 
Por otra parte, respecto a mi corta pero variada trayectoria como docente, además de mis dos alumnos universitarios y del chaval que mañana cumple siete añitos, ayer me llamaron sorpresivamente para impartir, por fin, algo relacionado con mi especialidad: Sintaxis para segundo de bachillerato. Hacía bastante que no refrescaba esa materia (no se olvide, la que más problemas me dio en la carrera); no obstante, gracias al conocimiento adquirido en las clases de Manuel Iglesias y de Carmen Lanero, así como al libro escrito por ellos junto a Salvador Gutiérrez, me he podido defender bien. Lo repasé por cuestión de una hora, y ya en León haré acopio de apuntes y ejercicios de Sintaxis y Gramática. Si el chaval aprueba el examen que tiene el martes, con tan solo un par de clases por mi parte, podré sentirme contento. La sintaxis es un hueso duro de roer y he de confesar que, si me dificultó la carrera, me lo pone fácil para impartir Español a españoles, sobre todo de cara al instituto y la selectividad. 
Un trabajo parcial ya es más que no tener ningún trabajo. No se si me podría dedicar profesionalmente a esto, en todo caso soy consciente de que lo más importante ahora es la tesis, que me permitiría llevar la docencia, y la investigación, a un nivel más adecuado a mis estudios y mis intereses. Sea como fuere, interesante revival sintáctico...