viernes, diciembre 30, 2011

Adiós, y no vuelvas.

Se acabó 2011. Pero, al hacerse duro de pelar, quiere fastidiar un poco en sus estertores y otorgarme cierta ración de malestar pre-nochevieja. Así pues, podrán subir los impuestos pero lo que siempre estará baja será mi tensión, ya veremos si mañana mejora porque me enfrento a una triple perspectiva interesante, cuasi imposible de afrontar si no es con energía. Y esto del estómago revuelto, ¿tendrá que ver con el menú de la comida de primos, que en mí consistió en porciones diversas de las pizzas de los demás, con especial mención de la Diablesa de Juancho, que con ese nombre no augura nada bueno? 
Sea como fuere, feliz año. Yo, salvo apocalipsis, acabaré la carrera, y lo que suceda a partir de entonces tendrá que ver con la opción de que las maltrechas arcas del estado puedan dotarme con una beca o no. Ya no hablo de ayudas al alquiler, ja, ja, aunque sí me gustaría alquilar alguna clase de zulo, cuando acabe la carrera o poco antes. Al menos, el hecho incontestable de que los alquileres son más baratos en León que en Madrid invita un poco al optimismo. Acabo, pues, no tiene sentido escribir en este estado, que no os deseo ni en la desolación post-nochevieja... Próspero 2012 y que el gobernador de Libia, quienquiera sea ahora, os ampare. 

miércoles, diciembre 28, 2011

Inocentada de libro.

Es increíble, a veces parece que las cosas solo existen si aparecen por  Internet. Ayer me sorprendió el escándalo que se había armado por la aparición en el portal digital de El Corte Inglés y otros sitios del libro Conocer y sanar la homosexualidad de Richard Cohen, editado por LibrosLibres. Libro que yo ya conocía desde... 2006. Yo lo había visto en el centro de Pozuelo donde trabajé y, si bien ha sido retirado de la red, no me cabe duda de que en este y otros centros comerciales seguirá, con la propaganda gratuita que se le ha concedido. 
Descubrí ese libro y, desde mi privilegiada posición de vendedor, hice lo mejor posible: llevármelo a casa. De este modo, caía en las mejores manos, sin posibilidad de hacer daño; yo no lo quería, desde luego, para curar mi inexistente homosexualidad, sino para conocer los argumentos de alguien que pretendía tratarla como si fuese una enfermedad. El libro, ante todo, es un fraude. Si alguien paga pensando que va a cambiar de orientación como quien cambia de camisa, mejor que vuelva a que le retornen su dinero. El libro, para mí, era involuntariamente divertido, aunque no pude soportar su lectura íntegra. Este tal Cohen, en realidad, antes que como enfermedad parece tratarla como un vicio, en plan de esos manuales de Usted puede dejar de fumar. El autor narra el vacío que le produjo su entretenida vida sexual y cómo por ello un día tuvo la revelación de casarse y tener hijos, con una mujer se entiende, pero no sin recaídas en lo que considera su antiguo mal. El libro, estoy hablando de memoria porque ya ha pasado luengo tiempo, tenía toda clase de obvios consejos, como que si uno quería curar su homosexualidad debía evitar a amigos homosexuales, y otras sandeces por el estilo. Lo que saqué en claro es que el tío probablemente se estaba reprimiendo, y no me extrañaría que todavía hoy, de vez en cuando, practicara lo contrario a lo que predica. 
Mi antiguo empleo tenía una ideología básicamente económica: vendía los libros que se vendían, ya tiraran más a la izquierda o a la derecha, como bien remarca mi colega Hall. A su favor recuerdo un cuento ilustrado que contaba la historia de dos papás y su hijo; yo, en mis dominios de la sección infantil, solía colocarlo en un lugar destacado para así escandalizar a todos esos defensores de colegios integristas y segregacionistas. También andaba por ahí el libro de cuentos de Ana Botella... Esa sí que es una inocentada, ja, ja. 
Conclusión: los escándalos son espontáneos y, a veces, contraproducentes. Alabo la determinación de todos esos colectivos LGTB que han conseguido retirar (parcialmente) el libro, pero también es cierto que han dado publicidad gratuita a una obra que pocas personas conocían, y algunas de rebote como yo; lo que es peor, ahora podrán caer en eso tan socorrido del victimismo. Pero que quede claro: la orientación sexual no es ningún tipo de enfermedad porque, si no, creo que surgirían muchas bajas laborales perpetuas, ja, ja. 

viernes, diciembre 23, 2011

¡Felices Fiestas!



Hace poco he recibido una felicitación de Navidad muy especial para mí; me ha emocionado, por lo que dice, aunque pudiera ser interpretado como una conjunción de lugares comunes, por su poso literario y, claro está, por la persona que la envía. El final de este año me ha traído agradables motivaciones, que antes no habría imaginado, y la esperanza, siempre el deseo de esperanza para un año que se abre, de que esas motivaciones sigan funcionando y los deseos, poquitos pero importantes, puedan cumplirse o al menos hacer avances para su cumplimiento. 
Soy consciente de lo arriesgado que es poner muchas esperanzas en una sola persona o una sola relación, pero ha llegado el momento de jugar con un poco de audacia. Luego siempre te podrán fallar, siempre habrá aprendices de Scrooge que no sean visitados por el Fantasma de las Navidades Pasadas, pero, a falta de otros milagros, yo nunca perderé la fe en que ciertas situaciones, a las que uno no comprende bien cómo se ha llegado, sean reversibles. Por eso, que paséis unos días plenos de alegría y, utilizando las palabras que me han sido transmitidas, que la esperanza llene siempre vuestro corazón. 

domingo, diciembre 18, 2011

Puente prenavideño (y III).


Domingo: hace una semana me desperté temprano y sereno, por lo cual fui hasta un sitio que habitualmente me tengo vedado por su peligro potencial: la cuesta Moyano, pero el coste me salió casi a cero; dos euros, dos libros. Uno de ellos para clase, el otro sacado de esa lista de futuribles que tengo y, como el resto, quizá lo lea en un tiempo o quizá no lo lea nunca, por un eurillo tampoco vamos a darnos prisa. Luego quedé con el viejo camarada de este blog, Hall; arriba podéis verme con el típico té chino del típico chino, en la calle de Hortaleza. Al fondo, aunque no puede apreciarse, había una nutrida mesa de comensales osos, no precisamente comedores de bambú. Sí, era una colonización extraña, empezaba a ver osos por todas partes: de compras, con sus maletas, cogidos de la mano en un gesto de envidiable normalidad... Luego me enteré de que no es que de repente hubieran aflorado las panzas ni las camisas de cuadros, sino que se debía a un encuentro osuno en Madrid, el MadBear. ¡Larga vida a la estirpe, pues, aunque yo no sea muy asiduo de ella! 



Gracias a mi fumada del lunes pasado, todavía me quedaba una tarde para disfrutar de una terracita en pleno diciembre. Aquí tenemos una auténtica, y literal, foto de perfil en La Latina, sacada por el amigo Nacho. El tono rojizo, que recuerda vagamente a un lupanar exterior, se debe en realidad a la razón de que no nos hubiésemos quedado ateridos allí, una especie de parrillas que desde el techo nos calentaban y, a mí particularmente, a veces me achicharraban, confío en que su radiación no fuese cancerígena. Respecto a esa aparición del fondo, no hace falta que la enviéis a Cuarto Milenio; no es un muerto, luego se levantó, aunque más bien con ayuda de la policía. 

Eso dio de sí el viaje. Tan breve como en su planteamiento, tan felizmente aprovechado como era mi deseo, si bien, claro, no pude ver a todas aquellas personas a quienes habría querido. Algunas, para estas próximas fiestas; las otras, para una visita posterior que estoy proyectando hacia finales de enero, como sea que el examen del 9 de febrero ni siquiera parece que vaya a ser de obligado cumplimiento. Y, si se hiciera, lo podré estudiar aunque sea enfundado en un forro polar y al lado del único radiador. Hala, nos veremos en las, es de suponer, últimas entradas del año. 

viernes, diciembre 16, 2011

Puente prenavideño (II).






Sábado: este fue el único día en el que comí en el piso de Legazpi, restillos que quedaban: un buen plato de pasta y unos nuggets congelados. Bastante es, habida cuenta de que nadie vive regularmente allí. Si en mi último viaje fui a finales de agosto para librarme de los rigores del calor, esta vez no pude evitar el frío, porque solo hay un radiador eléctrico para toda la casa, y la ausencia de muebles tampoco es que abrigue. No me sorprende que ahora mismo esté acatarrado, a ver si esto no persiste hasta navidades. Para colmo, al principio creí estar a oscuras allí, pero no era cuestión de las bombillas, sino de un mal contacto del interruptor que llegué a arreglar. 
Al estar solo tres días, resultará obvio decir que alterné bastante con amigos y permanecí poco en el viejo piso. El sábado por la tarde, en la foto de arriba, me podéis ver en un pequeño pub de Chueca. 





A la hora de cenar también permanecimos por esa zona. Se puso a llover, y eso en Madrid puede constituir motivo de caos. Pequé de ingenuo. Pensaba que el Mercado de San Antón iba a ser un espacio tan diáfano como en mi último viaje, pero, teniendo en cuenta las riadas humanas en las que me había sumergido la jornada anterior, estaba claro que no iba a ser así. Suertudos nosotros, con todo, pudimos hallar un sitio casi en la salida de emergencia. Me tomé algo que no sabría si definir como copa de Lambrusco o cáliz de Lambrusco, con la pizza aparte. Mi amigo convino en ir a algún lugar de tapas más asequibles y numerosas. Es decir, algún lugar tipo los que hay aquí. Es que en este reconvertido Mercado, con su toque chic, puede notarse que lo chic tiene un precio, pues en León me ponen el Lambrusco y la pizza me la regalan, no va a aparte. 



De camino, tomamos un recuerdo fotográfico de la iluminación de la plaza de Chueca, que, se supone, es una bandera del arco iris, sui generis. A mí me recuerda más bien a tiras de regaliz... 



El tugurio en cuestión de tapas al modo leonés era una sidrería, El Tigre, y que yo recuerde es el único sitio en que haya visto un camarero que te acomoda ya no en mesas, sino en espacios de barra sobrantes, eso da noticia de cómo estaría el lugar, y eso que era la hora del fútbol. La tapa más abundante, sí, también más basta, la consumición algo más cara que aquí, nobleza obliga, y los vasos de sidra no eran de culo ancho sino más bien de coca cola, algo que muchos hubiesen interpretado como blasfemia. Mi noche acabó allí porque mi amigo curraba y unas compañeras de facultad, de turismo por la capital, decidieron permanecer en su alojamiento, ante el tiempo poco amigo. Eso me permitió, al menos, disfrutar de mi último día con energías renovadas, como podremos comprobar en la entrega final del viaje. 



martes, diciembre 13, 2011

Puente prenavideño (I).


Mientras llegan las fiestas en sí, vamos a hacer tiempo analizando esta breve, pero intensa, escapada prenavideña a Madrid; hacía bastante que no me pasaba por la capital en estas fechas y, ¡vaya ambiente! Excesivo, al menos en horas punta. Vayamos por días: 


Viernes: aunque en su publicidad se precie de tener el 98,4 por ciento de puntualidad, mi tren llegó un cuarto de hora tarde, un obstáculo liviano que no impidió mi ronda por el centro que, como no podía ser menos, comenzó por Sol, y su arbolazo de ahí arriba. Quizá esté de más subrayar el inabarcable gentío que se esparcía entre Sol, Preciados y Callao. La plaza principal, una vez desaparecidos los indignados, había sido tomada sobre todo por dos especies: la de vendedores de lotería y la de mimos o gente disfrazada con cochambrosos trajes de Pocoyó, Bob Esponja, Super Mario, etc. 

El Corte Inglés, puesto que celebra su mes grande, no había escatimado en iluminación, como podéis comprobar tanto en Preciados como en su clásica fachada de Cortylandia, que me recuerda tiempos pretéritos y el otro viernes andaba atestada de una tercera especie, la de vendedores de globos. En esta apoteosis del consumismo, todos tienen su hueco, aunque la faceta más ridícula es que la podremos comprobar a continuación. 



La Plaza Mayor, iluminada por una especie de pequeños ovnis de colores. El mercadillo este sí que es todo un clásico, pero no triunfaban los belenes ni los abetos. Ya no proliferaba una especie, sino una extraña mutación en las cabezas de muchos de los viandantes, en forma de gorros de todo tipo: el favorito parecía ser uno en forma de cabeza de reno, pero no faltaban setas, sombreros de Papá Noel, también pelucas a lo afro y otras más adecuadas para  la cogorza de Nochevieja. Puede que los gastos se hayan reducido un poco, pero sin embargo nadie parecía tener problema en soltar euros para lucirse de tal ridícula guisa. ¡En fin! Espíritu navideño, imagino, y también calentaría un poco la cabeza porque el tiempo ha sido coherente con estas fechas. 



Cuando ya me sentía engullido por esa avalancha de personas anónimas, me fui a alternar con los amigos de la capital, en el típico barrio de La Latina. El bar de abajo se llama La concha, pero bien podría llamarse La verga. Pagué la novatada de la cámara nueva y, por desgracia, se me acabó la batería, y es una lástima, porque yo quería dar fe de los dos cuadros que presidían ese salón. El de atrás era de un efebo desnudo, tumbado cual tomando el sol. Como tenía cuernos, yo no supe a ciencia cierta si era un efebo cornudo o un sátiro sin patas de cabra; los cuernos eran pequeños, pero no tanto como su órgano de la generación. Más tela traía el cuadro de al lado, un Martirio de San Sebastián en el que tanto el martirizado como los martirizadores eran hombres musculosos que solo portaban una especie de suspensorios. Ni en Chueca llegué a ver algo así. Pero, en fin, me recogí pronto, que los viajes suelen cansarme, y navegar entre la multitud ya ni os digo. Regresaré para narraros un sábado con más energía. 



martes, diciembre 06, 2011

Macropuente.

Esta semana no tenemos clase, aunque el país no se va a hundir por ello. No es lo mismo para trabajadores que para estudiantes, si bien quiero aclarar un concepto: la asistencia a clase es importante, sí, pero es en el trabajo de casa cuando uno se juega la posibilidad de subir la nota, venciendo todas las tentaciones que impulsan en contra del mismo. Es el cuento que me estoy aplicando estos días, al menos hasta el viernes; entonces me iré a Madrid, tan solo por tres noches, y sí que obviaré la carrera para aprovechar minuto a minuto el viaje. 
¿Si podrían juntarse los festivos? Bueno, no se, yo no los puse en estas fechas, je, je. Que haya fiesta por la Inmaculada Concepción ni me va ni me viene ni creo, valga la redundancia, en ese concepto de una concepción inmaculada, claro que tampoco creo en los Reyes Magos y sin embargo bien celebro su fiesta, je, je. Respecto a hoy, es el Día de la Constitución y todavía hay que esperar a que el de voy a gobernar para todos retire su vergonzoso recurso en contra del matrimonio igualitario. No lo hará, prefiere jugar con derechos costosamente adquiridos por un puñado de votos, así que espero que los jueces puedan poner cordura. 
Películas variadas para este parón; ayer cayó al fin La piel que habito, de Almodóvar. Me gustó, me gustan las historias retorcidas y creo que este director tiene la habilidad de lidiar con tramas que en manos de otros habrían resultado ridículas. Claro que hay momentos demasiado rocambolescos, como la aparición de ese tigre brasileño, pero al menos su presencia sirve para justificar el involuntario cameo de mi amigo Toño, disfrazado en la fiesta del Círculo de Bellas Artes. Lo que es evidente es que Almodóvar ya puede hacer lo que le de la gana, se arriesga y no se queda en meras comedias costumbristas. 
Bueno, con macropuente o micropuente, que disfrutéis estos días como yo espero hacerlo. 

sábado, diciembre 03, 2011

Sleeping Beauty.


Comentábamos en clase el otro día cómo los cuentos infantiles, en sus orígenes, ni estaban dirigidos al público infantil ni andaban faltos de connotaciones sustanciales. Por eso no sorprende que la clásica historia de La bella durmiente se haya convertido en una película que cuenta, desde las antípodas australianas, la peripecia de una joven pluriempleada que, ante sus apuros económicos, acepta un trabajo peculiar: primero como camarera en lencería, sirviendo las cenas de unos viejos ricachones y degenerados, y luego subiendo un escalón para hacer, no exactamente de prostituta a la vieja usanza, sino de bella durmiente que, bajo los efectos de un narcótico, se abandona a la lujuria de esos carcamales, bajo una regla precisa: nada de penetración (algo con su lógica, puesto que como dice un personaje, con un comentario jocoso, al menos para mí, solo se me pondría dura con un camión de viagra y que una chica me metiera un dedo por el culo). 
La cinta juega a ratos al feísmo, y sobre todo a subrayar el contraste entre la blanca y lisa desnudez de Emily Browning y la de sus partenaires, delicia de gerontófilos, algunos de ellos parecidos a Papá Noel y otros a algún hermano marista. A pesar de estar en la selección de Cannes y Sitges, la película fue injustamente vapuleada por parte de algunos críticos que a mi juicio no fueron muy comprensivos con ella; a mí me gustó aunque, con ese tema, me resultó necesariamente desagradable. Desde luego que no se explican todos los hilos de la trama, como la relación que tiene con ese amigo toxicómano, o cómo es posible que tenga tres trabajos y además vaya a clase. Eso sí, en vez de coger apuntes decide camuflar una videocámara, algo que podría darme ideas para alguna asignatura si no fuéramos tan poquitos en clase. 
Al menos os la puedo recomendar por la chavala, que es una delicia y además actúa bastante bien. Por mi parte, en otro momento podré hablaros de este macropuente que, pese a los gruñidos de algunos, dedicaré en su mayor parte al trabajo en casa, que a la hora de los resultados siempre es más determinante que el llevado a cabo en el aula. 

jueves, diciembre 01, 2011

Dialectos y condones de fresa.



Si el ritmo de trabajo sigue así, no habrá forma de llegar al centenar de entradas este año, je, je. Me llamó la atención el otro día una noticia de que el anterior gobierno municipal se había gastado tropecientos mil euros en impartir cursos de lengua leonesa, sin demasiada demanda. ¡Vaya! Y mira que, tras tantas clases de Dialectología, parece haberme quedado claro que el leonés/asturleonés/bable no es una lengua sino dialecto. Pero, en fin, estas consideraciones siempre andan sujetas a la política, también se habla de fabla, valga la redundancia, aragonesa y sin embargo yo hoy he expuesto uno de los dialectos aragoneses, el belsetán. Me fumé dos clases para repasarlo y templar los nervios, creo que mereció la pena. 
Me ilusionó, pero también me dio rabia, ver que en el hall de mi facultad los de Cruz Roja habían montado un puesto de información por el día contra el VIH. Ilusión, porque es necesario. Rabia, porque esa idea la había tenido yo y resulta que me la copiaron de forma inconsciente, ja, ja, yo no pude montar un chiringuito así, bastante tenía con memorizar todos los rasgos extraños de dicha habla pirenaica. Y no llevé condones a clase para repartir. No quería que alguien, con razón, pensara que estaba haciendo una proposición directa. En cambio, me dieron dos condones: uno normal, otro de fresa. ¡Yupi! Como sea que este último caduca en 2016, cabe la opción de que en los próximos años alguien vaya a darse un goloso banquete, si es que para ese entonces no han ilegalizado el sexo oral. 
También obsequiaban con un gran desconocido, el condón femenino; algún lumbrera había grapado uno en el corcho de clase, con el manual de instrucciones. Eso sí, no daban lubricante, al parecer no habían pensado en el público HSH (Hombre Sexo con Hombre, mejor esta etiqueta que aquella, poco precisa, de sexo homosexual). Resulta difícil ponerse serio cuando uno ha tenido un día intenso como este, pero quiero dejar constancia de mi deseo acerca de que en el futuro, bien sea Cruz Roja, Diversidad León u otras asociaciones, alguien lleve a cabo campañas de este estilo; todavía queda mucho por aprender.... y no solo modalidades lingüísticas titubeantes. 

martes, noviembre 22, 2011

La vida sigue igual (por ahora).

El pasado fin de semana asistimos a dos éxitos sobrenaturales e incomprensibles para mí. Por un lado, el de la enésima entrega de esa saga mormona de vampiros, a años luz de la JRR Tolkien que felizmente volverá al cine pronto; por el otro, el de los espectros del 20-N (casualidad o no), que amenazan con desenterrar ideas ya olvidadas. 
¡Ninguna sorpresa en ambos casos! Como la de mayo, esta victoria electoral ha tenido mucho de inercia. Inercia de quienes votaron, inercia de quienes no lo hicieron bien por principios bien por dejadez. El cambio por el cambio lo ha ofuscado todo. Estoy seguro de que algunos votantes no tenían ni idea de a qué candidatos elegían, y en cambio sí sabían bien que no van a hacer nada por esta ciudad, y sin embargo les votaron. El resto, una ley electoral injusta (se puede decir hasta la saciedad) y una avalancha que solo se paró en las tierras norteñas de los galos, digo los vascos, cuyos votos son tan respetables como los de la tierra no reconquistada. 
Por lo que a mí respecta, digo que no me identifico en absoluto con mi barrio; eso sí, no todos somos iguales (yo no lo soy, tampoco personas que conozco). La primera vez que bajé a votar había cola, entre la que destacaba un colorido fantoche, todavía joven, con su traje, patillas y corbata patriótica, que iba con su pequeña familia a votar, supongo que por el bien de la misma. Ante lo cual, subí a casa y esperé a que se vaciara la sala. Por fin pude votar después, ante la aburrida mirada de una cacatúa, miembra de la mesa, que no quiso saludarme. Conste que no quería recurrir a términos injuriosos, pero en algunas circunstancias me es imposible. 
Mi voto no influyó el bipartidismo que se vive aquí, cada vez más escorado hacia la derecha. Sea como fuere, antes de opinar habrá que esperar a ver qué hacen los futuros gobernantes. Yo, respecto a mi modo de ser y creencias, no suelo pedir comprensión aunque sí respeto; del mismo modo, no comprenderé lo que ha sucedido pero estoy dispuesto a respetar, claro está, siempre que me respeten y respeten los derechos que me afectan tanto directa como indirectamente. 

sábado, noviembre 19, 2011

Poca reflexión, mucha pereza.


El viernes pasado logré el objetivo de presentar a mi escritor (confesando que, si solo había leído un prólogo de él, procuraría reparar esa falta en el futuro). De propina, por esos cinco minutos fui obsequiado a cenar en el palacio Jabalquinto, la cena más lujosa de Filología hasta la fecha. La jornada se alargó, aunque podría haberse alargado bastante más, algo muy distinto de lo que me ocurrió ayer, que me estuve durmiendo casi toda la tarde; no se qué le pasa a mi cuerpo, cuando llega el fin de semana parece tener un chip para desconectar y apenas reaccionar ya hasta el sábado. 
Así pues, hoy habrá que trabajar aunque estoy en un proceso de depresión preventiva por el resultado (al menos el predecible) de las elecciones de mañana. Iré a votar, aunque por el camino tenga que encontrarme con montones de personas que voten en sentido contrario al mío. Qué le vamos a hacer, habrá que ser respetuoso, aunque cueste. Lamentablemente mi falta de tiempo me impide comentar las mentiras acerca de eso que se ha llamado matrimonio homosesuá, o algo así, o hacer un breve análisis de cómo ha sido mi existencia bajo la era ZP, que comenzó allá cuando estaba terminando mis estudios cinematográficos en Ponferrada, y continuó cuando ya había comenzado aquí Filología, tan solo matriculado de cuatro asignaturas. Yo ya tengo claro el sentido de mi voto, y no favorecerá el bipartidismo, y tampoco será eso llamado voto útil. Entre pequeños partidos de izquierda, algunos ya consolidados y otros nuevos, optaré supongo por lo mismo que en las de mayo. Yo no os animaré a que votéis por ningún partido concreto, pero sí a que votéis, por lo que sea y, si no, al menos a que votéis nulo (no en blanco). De lo contrario, podrá pasar el absurdo de que alguien como el alcalde de aquí diga que ha triunfado cuando se ha llevado el treinta y cinco por ciento de los votos. ¡Pues oiga, yo si en un examen saco 3,5 suspendo! 
Pues feliz reflexión, felices elecciones y, en el peor de los casos, con carreras como la mía siempre cabe exiliarse, je, je. 

viernes, noviembre 11, 2011

El minuto de gloria.


Esta tarde, en la conclusión de unas jornadas de tendencias literarias actuales, voy a tener la oportunidad de presentar a un autor, Juan Jacinto Muñoz Rengel. Juan Jacinto, si lees este blog (por algún casual) quiero que sepas que solo he leído un prólogo tuyo, que me gustó, y en el futuro procuraré leer más; ahora mismo, entre Carpentier, Azorín, etc. tampoco es que pueda dedicarme mucho a un género que me encanta como los relatos fantásticos. 
Agradezco la ocasión que me brindan mis profesores, José Enrique y Natalia, para, como dijo esta, promocionarme y tener un minuto de gloria, ja, ja, que espero aprovechar. Yo nunca he dejado de escribir, incluso aunque en este blog haya bajado el ritmo de entradas debido al trabajo de clase. La carrera es importante, puesto que de algo hay que vivir, pero la creación para mí siempre está en un primer plano. Siempre estoy dispuesto a aprender de esos escritores que no tienen que apoquinar por ver sus libros publicados. ¿Podré convertirme yo, en poco tiempo, en miembro de este grupo? Ya veremos, aunque tampoco hay que descuidar el auge de los soportes no físicos. 
Así pues, procuraré no ponerme nervioso y cumplir con el pequeño encargo que se me ha ofrecido. Hablando de responsabilidades, hoy fui nombrado vicedelegado de clase. No tiene mucho mérito, nadie más se presentaba y tampoco íbamos a quedarnos sin ese puesto. Al menos no acabaré la carrera sin haber tenido un cargo, ja, ja

viernes, noviembre 04, 2011

Del ABC al arroz.

Voy a dejar un rato el libro de Alejo Carpentier... Leerlo, condición obligatoria, es como ver crecer la hierba, y eso que es una novela de aventuras, a su modo. Eso sí, ahora dispongo de más tiempo de lectura en horas libres y huecos después de comer. Ello se debe a que han quitado la prensa gratuita de la facultad. Parece ser así, y no creo que regrese. Cierto es que la oferta era limitada: en ocasiones El Mundo, y siempre el ABC. Resultaban útiles para esos momentos en los que no había demasiado ambiente de conversación en clase, para las dilatadas esperas en alguna asignatura, por algunas noticias jugosas sobre cine y cultura, y también porque algunas exageraciones apocalípticas resultaban bastante divertidas. ¡Ahora ya no podremos seguir por esta vía la campaña electoral! El apocalipsis llegará después de la misma, pero no pasa nada, yo ya medito planes de trabajo en el extranjero.
Una pena. La crisis también les habrá hecho mella, imagino. Y yo que pensaba que ya no se regalaba nada y esta mañana, poco transitada ya la facultad, empiezo a ver a alumnos con bolsitas de papel de la marca Brillante. Calmadamente, sin el ímpetu de esos paisanos que son capaces de apretujarse por un kilo de pepinos, me acerqué a un improvisado stand a la entrada, con un par de, digamos, azafatas que me obsequiaron con otro par de boles de arroz para microondas. No es que me descubrieran América, porque llevo ya un par de cursos utilizando esos envases, bastante cómodos, sin renunciar al arroz de cazuela como el que acabo de tomar. Pero, en fin, me dieron en el gusto, no siempre te regalan algo que eres capaz de aprovechar. Lo que me sorprendió fue esta promoción alimentaria en pleno hall de Filosofía y Letras. Algo insólito. ¿Trasladarán algún día las fiestas de Erasmus, con sus sombreros mejicanos y sus pelucas de colores? En una facultad tan polivalente como la nuestra, todo puede suceder. 

lunes, octubre 31, 2011

Lluvioso Halloween.

Esta será la Noche de los Muertos... pasados por agua. La verdad es que esta costumbre del Halloween, aunque me gusta, la asocio sobre todo con niños, como los típicos de las películas americanas y sus bolsas de caramelos. Aquí en León casi solo he visto disfrazados a niños un tanto ya creciditos. Corrían el riesgo de que se les corriera el maquillaje de zombis. Claro, ninguno llevaba paraguas. ¿Acaso lo llevan las brujas, los demonios, los vampiros y demás hordas infernales? Por desgracia, los seres humanos sí tenemos que enfrentarnos con la gripe. De todos modos, la calidad de los disfraces tampoco era nada del otro mundo. Algunos se conformaban con un par de cuernos, o un par de orejas de gatita. Otros iban con una especie de corbata y sombrerito, como si en vez de a Halloween fueran a un baile de graduación lo más cutre posible. 
Por mi parte, mi mejor homenaje a esta fecha hubiera sido visionar una buena película de terror, no como las que echan en la televisión, salvo excepciones. Otra noche será. Ahora demos la bienvenida a otro mes de clase, el único íntegro en lo que resta de cuatrimestre (hay que empezarlo con ánimo positivo, si no vamos listos). 

lunes, octubre 24, 2011

Genealogía de móviles.


Poco importa que hoy haya sido el día más largo y pesado de la semana, no quiero que pase sin haber dejado constancia, aunque sea solo gráfica, de la celebración de mi cumpleaños. Por la tarde sufrí un boicot por parte de mi móvil, y suerte que pude cambiar la tarjeta a un primo lejano, más moderno, otro Nokia al que apodé El Rojillo, móvil de transición que he cambiado por su hermano gemelo, El Negrillo. No hay ninguna connotación aquí, solo los llamo así por su color, casi siempre he puesto apodo a mis móviles. Siempre en nuestro recuerdo estará el Huevomóvil, el auténtico móvil de los Abrasadores, con La cabalgata de las valkirias de Wagner. Pero, en fin, la vida de estos cacharros cada vez es más efímera. Y lo peor de todo es que de la noche a la mañana, sin dar síntomas, pueden estar a punto de arruinarte un evento así. 
La foto está tomada en Mary te Quiero, pizzería que sufrió una metamorfosis desde que era la Latina, hacia un decorado más kitsch pero que no ha cambiado como punto de encuentro para primos ansiosos por degustar las botellas de vino de Antonio Banderas o las de Lambrusco con las que estamos brindando. Una de las degustantes es de la propia Emilia, cuna del caldo italiano, y parece que al menos dio su aprobado a este. Con Juan y Espe presentes, pudiera entenderse el brindis asimismo como un recuerdo a la abrasadora Car, que podrá reintegrarse a la convención de MTQ, esperemos, en Navidad. Por cierto, en su afán de transformismo este lugar no solo tiene bancos multicolor sino que ha incorporado a la carta sandwiches como los de Rodilla, ¡qué recuerdos! En fin. Solo quiero dejar constancia de esto y de que lo pasé muy bien y que no debo sentir los años porque el Lambrusco, dentro de su traición afrutada, me produjo con treinta años, en la jornada postrera, el mismo dolor de tarro que con veintinueve. Pero mereció la pena... Y a ver la próxima celebración, en la que (digo yo) ya podré dármelas de licenciado. 

jueves, octubre 20, 2011

Bye, bye, gobernador de Libia.



Habrá quien no entienda, con toda razón, el epígrafe de este blog. Diré que tiene conexión con una canción de Franco Battiato, Carta al gobernador de Libia. Diría más, pero tampoco las fuerzas dan para mucho y... ¡he venido aquí para hablar no de mi libro, sino de mi cumpleaños!
El anterior gobernador de Libia, los de la boina, todos se conjuran para restarme protagonismo, ja, ja. Mientras sea para bien... Porque, tanto aquí como en Libia, es de desear que se abra una etapa de esperanza que además, simbólico evento, coincidiría con mi aniversario número treinta. ¿Acaso no es una buena noticia alcanzar una nueva década en la existencia? A mí no me resulta deprimente porque mi yo de treinta años ha evolucionado bastante a partir del yo de veinte (quizá en algunas cosas involucionado, eso sería caso aparte) y, si a partir de los veinte fui capaz de afrontar metas antes no sospechadas, no veo por qué ahora no vaya a poder suceder lo mismo. 
No podemos elegir, claro está, que el día de nuestro cumpleaños sea festivo, por eso ha caído en la jornada con más clases. Menos mal que el churrasco de la cafetería pudo elevarme un tanto la tensión; al final, recordando el reboot o precuela (?) de El planeta de los simios (excelente, por cierto), volví a mis ancestros simios y cogí el hueso con la mano para comerlo a mordiscos y dejarlo mondo y lirondo. En realidad, fue un acto de protesta; estoy ya cansado de esas personas que no saben comer un filete sin rallar con el cuchillo en el plato. O yo soy hipersensible, o la peña está abotargada. La primera opción es más viable. Un simio hipersensible. 
En fin, mañana, tras la única hora de clase, comenzarán los preparativos de mi celebración. Pretendo que sea austera, pero, no obstante, que marque cierta línea de lo que puede dar de sí esta década entrante. Sea como fuere, gracias por estar aquí un año más. 

domingo, octubre 16, 2011

Con alcohol no tiene sentido.

Espero que la universidad no se gaste demasiada pasta en la confección de mantelitos para bandejas en el comedor del campus, porque su mensaje no parece del todo efectivo. Su lema es: Con alcohol no tiene sentido y ponen a un tío y a una tía metidos en una suerte de burbuja, como si tuviesen una enfermedad contagiosa, y con un careto de alucinados que, eso sí, es posible alcanzar según hasta qué punto se beba. Deberían repartir esos manteles en las espichas, para que la gente pudiera apoyar el calimocho. De hecho, en el propio comedor sirven vino, aunque es sabido que su consumo con moderación puede constituir un buen elixir para alargar la vida. 
También pone: Con alcohol no sientes. ¿Qué es lo que no se siente? ¿Aludirá a los cinco sentidos o a otras sensibilidades que sí es posible activar, quizá ralentizadas, con el consumo de alcohol? Quién sabe, en todo caso veremos si mañana sigue el mantelito de marras. 
A mí el alcohol no me aísla pero, confieso, puede dormirme. Ayer me pasó. Además, antes había cometido un error que me resultó casi inexplicable. Por suerte, un bache de esos en los que te metes casi voluntariamente y luego, en la mayoría de los casos, eres capaz de salir por tu propio pie. ¿Estaba dicho error en relación con el alcohol? Bueno, se supone que esta sustancia me tendría que haber ayudado a evitarlo... En este primer mes he abierto algunos frentes y, la verdad, puede que haya que tener un poquito de paciencia para ver resultados, si es que los hubiera. Así que, señores ideólogos de la universidad, seamos francos: con alcohol, la moderación sí tiene sentido. Como en tantos otros aspectos de nuestra existencia. Esa sería la propaganda más eficaz. 

martes, octubre 11, 2011

Impresiones preliminares.

Asumo que me pongo a escribir aquí por no querer asumir poner orden en los apuntes, los libros de literatura hispanoamericana y el Lexikon der Romanistischen Linguistik, grueso volumen que, pese a lo que pueda parecer, está en español. En estas tres primeras semanas no puedo quejarme, las clases no son muy duras, con una excepción. Hay un profesor que, por lo visto, aspira a convertirse en personaje habitual de este blog. Yo, como diría este catedrático respecto a Pío Baroja, me limitaré a ser observador de la realidad (aunque confieso que no evitaré ciertos juicios, que para eso es mi blog). Leí que se cumplían sesenta años desde la creación de mi colegio, Maristas San José, y el espíritu que anidaba en algunos profesores ha regresado en una persona que es una contradicción en sí misma, pues por una parte cuenta en mucho nuestra asistencia a clase y, por la otra, ofrece pocos alicientes para la misma. Y no es que desprecie su erudición ni la materia que transmite, que ya me interesaba antes pero, en fin, ciertos tics y manías son poco asumibles para mí, cuando mi cumpleaños está cerca y ya voy teniendo una edad, je, je. No voy a hacer juicios prematuros, pues tenemos el curso por delante.
Y en ese por delante se incluyen los más de veinte libros, o así, que tengo que conseguir; ¡vayamos al tradicional mercadillo de lance a ver si cae alguna ganga!

miércoles, octubre 05, 2011

Quinto aniversario.


Han pasado cinco años desde que vivía en el piso de la foto, cuando aquellas tazas de té aún no estaban destrozadas y el traje con el que me iba a disfrazar, pero con el que en aquel momento trabajaba, no había sido aún sustituido por el más informal uniforme de universitario. 
A finales del 2006, la eclosión de las redes sociales quedaba un poco lejos para mí, inicié este blog sin pensar en una posible continuidad a largo plazo. Las andanzas en el Corte Inglés eran lo bastante jugosas como para que evitara desperdiciar el plasmarlas en un blog al que al menos tuvieran acceso mis compañeros de trabajo y un reducido círculo de seguidores, algo que no ha variado hasta hoy, si bien hay ciertas rachas en las que he tenido múltiples visitas, incluso de lugares tan improbables como Irán o India. ¿Qué se les habrá perdido aquí? 
Bajo la invocación del Gobernador de Libia (el simbólico, el actual ya poco gobierna), comencé la nueva experiencia que me ha aportado sensaciones positivas, quizá también alguna negativa. Un espacio como este, claro está, depende mucho de los vaivenes de nuestro devenir. Yo en aquel entonces no tenía decidido completar mi antigua carrera aquí en León, de manera presencial. ¡Acabarla con treinta años! Al comienzo parecía deprimente, pero estoy a punto de cumplirlos y, francamente, se me ha pasado muy rápido. Es el curso final. La mayor parte de materias son atrayentes y, sí, tengo un cierto cansancio, pero no tanto por el trabajo en sí sino porque quiero abrir nuevos horizontes y dejar atrás esta etapa. Bueno, es cuestión de meses, digo yo. 
El blog ha bajado en número de entradas, sin que ello implique desidia por mi parte. Ni todos los años son iguales, ni siempre se tiene algo demasiado interesante que decir. Lo único evidente para mí es que, a menos que suceda algo imposible de prever, quiero continuar con este espacio que, en el efímero mundo cibernético, ha cumplido la respetable edad de cinco años. Aquí me tendréis, y aquí os espero. Gracias por haberme acompañado en el trayecto. 

lunes, septiembre 26, 2011

El día del No Comienzo.



Hoy ha sido el día de mi No Comienzo en clase. Por fiarme de los confusos horarios de internet, por no indagar y porque tampoco me informaron; al final, no obstante, no he hecho el viaje en balde; al menos ha servido para librarme de un par de créditos pendientes, y para aprovechar más el día, por ejemplo escribiendo aquí. 
Ayer vi la película del cartel. Ah, ¿que no sabéis polaco? Yo tampoco. Se llama Suicide Room, y es una de esas rarezas que solo se pueden encontrar rastreando. Probablemente, con ese título, no sea lo mejor para empezar el curso con buen pie, pero merecía la pena verla, aunque sea porque sale un chico bastante guapo, durante media película en calzoncillos (no tan guapos). Sí, claro, es deprimente, es la historia de un emo que se vuelve hikikomori, para esto es inútil el diccionario de la RAE. Y no sucede en Japón, sino en Polonia (a menos que haya entendido yo mal). Al comienzo, tras un baile universitario que parece de coña porque todos tienen tipo de modelo, se emborrachan y el prota, por eso de las apuestas, se da el lote con un amigo cachitas, mientras son grabados por móvil. Pero bueno, ¿qué diría Juan Pablo II? 
Luego, la cosa se magnifica por las redes sociales, el tío se reprime y decide pasar de las clases y encerrarse en su cuarto. Allí se integra en una pandilla virtual, esa Suicide Room, con tíos que tienen ridículos avatares de minotauros y robots, liderados por una chavala de pelo rosa y mucho peligro. A partir de ahí, veremos los esfuerzos de sus padres por sacarle de esa vida conectada a la red. Claro que, al final, aparte de predecible, la cosa parece un poco absurda: ¿por qué los padres no le cortan antes el internet? ¿Por qué no custodian mejor su medicación? En definitiva, ¿qué les llevó a tener un hijo, si con sus respectivos trabajos apenas podían disfrutar un momento de sexo en el coche? 
Yo nunca he sido gótico, ni emo. Mi palidez es natural, eso sí. El pelo liso no me quedaba mal, pero rizado me resulta más auténtico. Estuve tentado de ir a clase con la capucha echada y sombra negra en los ojos, pero pocos se podrían haber impresionado, puesto que no había nadie y, además, pintas más raras se han visto por allí. Si es posible, demando para este curso un erasmus polaco como el de la película, y no como las polacas del año pasado, que después de garabatear cuatro cosas que les dije para nuestro trabajo ni siquiera me invitaron a una birra... Mañana veremos. 

viernes, septiembre 23, 2011

Día de la Visibilidad Bisexual.



Os adjunto esta noticia aparecida en internet: 


http://www.ileon.com/actualidad/008965/los-bisexuales-reclaman-una-sociedad-plural

No está mal para una ciudad como León... ¡Feliz día!








jueves, septiembre 15, 2011

Red State.



God hate fags. Es posible que hayáis visto este lema en la televisión o en alguna película como la que nos ocupa. Ciertamente, parece incurrir en una contradicción. Si Dios odia a los homosexuales, ¿entonces por qué no dotó al género humano de una única orientación? No se si el pastor que protagoniza esta historia podría responderme en uno de sus delirantes sermones. Con todo, este es el punto de partida de Red State: un funeral por un joven gay asesinado, y al lado manifestantes de una extraña comunidad religiosa con carteles que señalan a la penetración anal como la vía más rápida para ir al infierno. ¡Por Libia!
Esta película es sorprendente en varios sentidos. Para empezar, es de Kevin Smith, que ha tocado muchos palos y se ha estrellado en unos cuantos. El comienzo es muy suyo: tres adolescentes acuden a la llamada del sexo fácil a través de internet con una mujer mayor que ellos. Vista en versión original, os aseguro que el fuckómetro (el medidor de la palabra fuck) está cerca de explotar por sobrepasar los límites. Sí, tiene detalles de humor que se podrían decir a lo Kevin Smith, como ese sheriff que hace cruising de incógnito (o al menos eso le gustaría a él). Pero, si al principio pudiera parecer una comedia, ¿en qué se convierte luego? Por momentos, en una especie de thriller con retazos de terror. Ya sabéis, los jóvenes encerrados que intentar escapar de un grupo de pirados. 
No obstante, hacia mitad de la película se produce un cambio, la historia se convierte en un asedio, con ciertos ecos del salvaje oeste, y termina como una metáfora de Estados Unidos tras el 11-S, y cómo para acabar con un grupo de terroristas (que no merecen mi compasión, desde luego) unos burócratas no dudan en dar órdenes de disparar a todo lo que se mueva, aunque sean niños pequeños. Al final, todo un caos en el que solo se salva la dignidad del personaje de John Goodman y que, curiosamente, concluye a través de una graciosa casualidad. 
Pues nada, si os animáis descubriréis a un director que se reinventa, una película que no es la típica de horror adolescente sino que toca las pelotas, y cómo la posibilidad de tener sexo gratis y fácil puede esconder una contrapartida chunga. ¿Y por qué se llama Red State? Bueno, supongo que si os metéis en internet podáis resolver fácilmente ese punto... 

domingo, septiembre 11, 2011

Estampas matritenses (y II).



Aprovechando que la edición de entradas de este blog parece haber felizmente cambiado a mejor, voy a dedicar esta segunda parte a la memoria de aquellos amigos a los que las razones profesionales, o de otra índole, han llevado a establecerse en la capital, como también yo en su día estuve allí hasta que decidí regresar a por Filología, pese a considerar que cinco años podían ser demasiados. Pues ya veis... Pronto empieza el último acto. ¡Telón!



Yendo por la céntrica Malasaña, te puedes encontrar de todo, como esta terraza situada enfrente de un cine X (¿pero queda alguien que vea ese tipo de películas en sitios así? O acaso irán a... Miedo). Ahí arriba estoy con Nacho, y este posa con Jose no en el sofá de su casa, sino en un bar de la calle Barco, con una decoración muy hogareña a la par que confortable. Tanto, que nos dejaron entrar con unas deliciosas pizzas cortadas al peso en un establecimiento de al lado, de una masa fina y muy diferente a los mazacotes de esos puestos abiertos hasta altas horas de la madrugada y cuyo fin principal parece ser el de absorber el alcohol a través de toda su grasaza. 



No querría terminar sin tener un recuerdo para un buen amigo y seguidor del blog. Una parada antes de bajarme en Majadahonda, en el tren sonó la metálica voz de El Barrial. Centro comercial, y sentí un escalofrío al pensar que había atravesado un agujero temporal para retornar a algún domingo en el que me tocara currar allí, como ese en que llegué un poco tarde y me cayó la bronca, para luego comprobar que el jefe picajoso se dedicaba a perder el tiempo de charloteo durante media hora. Nevermore! Costó que nos hicieran la foto, puesto que la cámara es ya una señora de edad que tiende a apagarse cuando siente el contacto de unos dedos extraños que no sean los míos. No obstante, aquí está la instantánea, y, si no me dan el coñazo con insistencia en la facultad, espero regresar para otro cónclave Hopewell-Tis, con la posibilidad de integrar otros invitados. 



Y ahora, vuelta a la realidad, próxima parada: automatrícula. Tiempo de parada: corto, como sea que ya he elegido las asignaturas y habrá que tocar madera para que no me haya equivocado. Así que a empezar con espíritu elevado, llevando el lema, aunque se repita, de El viaje llega a su fin

viernes, septiembre 09, 2011

Estampas matritenses (I).





¡Ya estamos aquí! Y con dos semanas, poco más, de libertad todavía. A lo Mesonero Romanos, aunque con un espíritu menos castizo y conservador, puedo traer como recuerdo una serie de estampillas matritenses, de fotos realizadas por esa cámara que ya está pidiendo a gritos una jubilación. Cada vez que la saco, parece que me diera vergüenza, ya todo el mundo con sus teléfonos inteligentes (aunque si tan inteligentes son, que se presenten a los exámenes por mí), y cacharros digitales del tamaño de una libretita. Solo podría haber un shock más grande si sacara una de carrete, y desechable, como las que vendían no hace tantos años.
Pero relajemos y, antes de que llegue el mal tiempo (o bueno, que al menos nos libra del calor), ahí dejo mi estampa en la plaza de Chueca, degustando un mojito a las frutas del bosque en la terraza de la coctelería La mariquita (dejo en vuestras manos la decisión de si ese nombre revela mayor o menor gusto). No suelo tomar copas para el postre y esa, aunque estaba deliciosa, quizá no me sentó del todo bien. La culpabilidad estaría entre esta y el frappuccino del Starbucks en el que aproveché para colgar la última entrega de la novela. Nunca me sentaron demasiado bien las cosas del Starbucks, sus tés me han llegado a dar náuseas. Y no solo lo digo porque sea un sitio poco económico...


Antes de ese postre bautizado con hielo, estuvimos comiendo justo al lado, en el mercado de San Antón, uno que han reformado recientemente y que en su segunda planta tiene puestos de tapeo, no ciertamente al estilo leonés pero sí más exótico e internacional: que si un italiano, un japonés, un griego... Analicemos mi petit menú: ensalada de tomatitos, queso feta con pimientos, hamburguesa de solomillo con cebolla caramelizada, todo ello regado con una copa de Lambrusco, que quizá tenga que asumir parte de su culpabilidad en el malestar provocado junto al frappuccino y al mojito.


Aproveché la estancia en el mercado para el más difícil todavía, comer unos noodles con palillos. Los japoneses son listos, porque los comen directamente de boles que pueden acercar a la cara, y de esa manera es más fácil utilizar los palillos que en el absurdo caso de tener que acercar un plato hondo y enorme. Aquí acaba la lección gastronómica de hoy, en la próxima serie colocaré algunas estampas más con amigos, alternando a lo grande por Madrid o sus aledaños. ¡Buen provecho!

miércoles, agosto 31, 2011

LOS CERDOS. Entrega 48 y última.

EPÍLOGO.

Poco más de un año después de aquel funesto suceso, Jonás llegó en tren a una idílica residencia campestre, la cual celebraba una especie de merienda de confraternización entre los que permanecían dentro, los visitantes de fuera y aquellos que se encargaban de velar por el funcionamiento de la institución. Todos estaban siendo agasajados en los jardincillos que circundaban el complejo principal, un lugar de recreo que, no obstante, perdía fuerza frente a la majestuosidad natural del bosque que envolvía todo aquel recinto como una túnica protectora.

Penélope se encontraba disfrutando del animado ágape, una más entre familiares, compañeros y personal; residía aún allí, por su propia voluntad y sin sensación alguna de encierro, antes bien de una liberación que saboreaba al tiempo que los primeros instantes de su maternidad. Su pequeño reposaba en una sillita junto a ella, en sus pocos meses de existencia daba muestras de una plácida tranquilidad, dormitando ajeno a las risas que surgían del grupo en el que se había apostado su madre.

Cuando Jonás enfilaba la vereda que se dirigía hacia los jardines, se cruzó con otro visitante que también venía a reencontrarse con Penélope. Se trataba de Al; hacía un tiempo desde la última vez en la que Jonás había charlado con su amigo, y pudo comprobar que la metamorfosis en su nueva figura pastoril se había consumado con suma naturalidad, lejos de constituir una patochada como la que él había imaginado en sus primeras y mordaces consideraciones. Al, en efecto, iba vestido como un pastor, no necesariamente cual las figurillas de terracota de un nacimiento, aunque de ellas sí parecía conservar la estampa de entusiasmo y un corderillo al hombro de su rebaño, que llevaba como presente para el que podría ser su propio hijo.

Ambos se abrazaron con alborozo, y compartieron esos últimos pasos antes de llegar a la posición en la que Al no solo pudo saludar a Penélope, sino también a varios conocidos de la etapa en la que él residió en el centro. Admiraron al pequeñín pero sin levantarle, no querían turbar su sueño. Al sacó del zurrón una bota de vino, rebautizada como odre, y la alzó con el propósito de que todos le imitaran en el anticipo de un brindis.

- ¡Amigos reunidos en la floresta, salud! ¡Brindo por este infante, al que desde tierras norteñas le he traído como presente el corderillo más lozano de mi rebaño!

Todos brindaron y Al se echó al gaznate un trago generoso de vino, antes de que una mujer madura, residente allí y que siempre había albergado un sentimiento maternal respecto al joven, le interpelara en tono lastimero.

- Pero Al, no querrás que le hagamos daño a esa monada de animalito, que parece todo de algodón, ¿verdad?

- Bueno, Marisa, yo ya no soy el dueño de su destino. ¿Acaso se interesaron los pastorcillos que fueron al portal de Belén por si sus presentes se transformaban en chuletillas o algo así? Bueno, siempre podrá crecer aquí; no será por falta de pastos…

- Estoy segura de que a Jorge le encantará el regalo, y él todavía no puede comer chuletillas…- dijo Penélope, entre risas- Pero ahora está fuera de combate, y mejor será que así esté durante un rato. Aprovechando esta tranquilidad, me gustaría dar un paseo por el bosque, tener un paréntesis dentro de la merendola.

- Que te acompañe Jonás- sugirió Al- Aquí mis antiguos camaradas y yo vamos a rememorar una serie de batallitas, y no querría que fueras a acompañar a tu criatura al mundo de los sueños.

- ¡Justo a tiempo, pues!- exclamó ella, mientras con un brazo se amarraba al de Jonás y con el otro empujaba la sillita, orientando la expedición hacia la menos transitada espesura.

Paseando por zona tan alejada del bullicio, que no daba muestras de albergar otra presencia humana que las suyas, Jonás comenzó a observar a Penélope bajo otra luz, ya no la matizada por el carácter umbrío del bosque sino la que le otorgaba el sereno semblante de la maternidad.

- Cuesta creer que solo haya pasado poco más de un año desde la última vez que nos vimos, ¿verdad?- comentó- Desde el atentado. Nunca, en aquel momento, llegué a pensar que algún día podría verte así… en esta faceta.

- ¿Podría haberlo pensado yo?- añadió Penélope, con una sonrisa.

- He evitado la cárcel- continuó Jonás- He evitado todo lo malo que podría haber surgido de esa locura que me invadió. Y, lo más importante para mí, es que he conseguido lo que creí perder para siempre, la posibilidad de verte otra vez. En definitiva, que tu perdón ha llegado más pronto de lo que imaginaba.

- ¿Qué perdón?- inquirió Penélope, restando importancia al asunto- ¿El perdón porque nunca quisiste acabar con mi vida, como siempre supuse? Tú solo quisiste matar… a los cerdos. A veces es complicado saber qué es lo que va a perjudicarnos. Imagina que con tu actitud me hubieras evitado coger un tren que me llevaría a una muerte segura, por plantear una hipótesis. ¡Todo podría haber sucedido ese maldito día!

- Sin embargo- replicó Jonás, con una nota de amargura- creo que podría haber salvado a muchas más personas. Cuando vi a esa figura del baño, la del chándal…

- ¡No te culpes por eso!- le interrumpió Penélope- Lo que importa es que ahora los dos estamos bien. ¿Tendríamos que sentirnos culpables por ser supervivientes? Mira, Jonás, durante mi estancia aquí estoy sintiendo de nuevo los beneficios de ver las cosas con una mirada positiva. Y ahora ya me siento con ganas de abandonar el edén, de salir de este encierro en el que entré por mi propia voluntad, y por mi propia voluntad saldré en unos días. En realidad, me he tomado esa merienda como una especie de fiesta de despedida, lo cual es un poco egocéntrico por mi parte, je, je, en todo caso no me gustaría demorar mucho mi regreso allí, así que cuéntame tú qué tal durante este tiempo. ¿Has vuelto a tu tierra?

- Sí, y con más suerte de lo que pensaba. Una empresa me ha comprado la patente de mi último invento… Un arma mortal contra las cucarachas, ¿te lo puedes creer? Mientras esas pequeñas cabronas sigan repugnando al personal, creo que podré seguir ahorrando. Y me gustaría ayudarte un poco con el niño, si lo ves necesario, claro; más allá del posible vínculo que tengamos, podría ser el padrino. Un padrino sin bautizo.

Por respuesta, Penélope bajó la mirada hacia la cabecita dormida de su retoño, con embeleso.

- Tienes suerte- le comentó en un susurro- de tener un padrino que te manda corderitos, y otro que te manda billetes.

Jonás la imitó con una sonrisa, observando los rasgos del pequeñín.

- ¿Sabes? Siempre se me dio mal sacar parecidos respecto a bebés, frente a esos que se los sacan ya a las pocas horas de vida. Sin embargo, este niño me recuerda más a Al. ¿No tienes curiosidad al menos por saber quién es su padre?

Penélope se encogió de hombros, indicando que le resultaba indiferente.

- Si acaso- sugirió, con acento irónico- podríais alternaros los papeles entre Al y tú, ¿no crees? Una vez harías de papá, y otra de tío.

- Eso suena mejor que irnos alternando como papá y papá.

Este último comentario provocó una carcajada en Penélope, tan entusiasta y limpia como los trinos de los pájaros que se refugiaban en las altas copas de los árboles. Ella siguió riendo, sin importarle el sueño de su hijo, que continuó estable por momentos, y Jonás dejó también que su alegría escapara a borbotones hasta que, de una forma espontánea y que no había premeditado en modo alguno, sus labios se juntaron con los de Penélope, sin que ninguno de los dos supiera a ciencia cierta quién había sido el primero que inició el acercamiento.

Ese beso, al que habían llegado de una manera tan natural como incierta en sus inicios, tuvo un espía, una suerte de peeping tom que, despertado de su siesta al resguardo de un arbusto cercano, observaba las evoluciones de la pareja con niño. Se trataba de uno de los internos, un vejete de apariencia tan inofensiva como su curiosidad, que solo quería solazarse con esos instantes de felicidad captados de la manera más casual, y que estaba contemplando con una enigmática mueca en el rostro, difícil de interpretar.

Si pudiéramos haber adoptado su punto de vista, observaríamos cómo Jonás y Penélope eran transformados en dos humanos con rostro porcino que juntaban los hocicos y luego los separaban con una beatífica sonrisa.

FIN

domingo, agosto 21, 2011

Cerrado (o casi) por vacaciones.

Se ha vaciado Madrid. ¡Aprovechemos para ir! Ha terminado lo que ha constituido un verdadero vía crucis para no creyentes y creyentes que no han compartido esta explosión de alegría. Una pena que el Vaticano sea pequeño y el papa no se pueda llevar en su regreso a Rajoy, los Borbones y toda la corte de pelotas oficial. Dicen que ha sido un éxito el evento. Natural, ya lo puede ser trayendo a gente de todo el mundo. Al margen del éxito real o relativo, lo que sí es absurdo es esa manía de compararlo con lo que llaman orgullo gay. Eso sí, nadie podrá hablar de imagen estereotipada de los peregrinos, no son tan diferentes. Llevan tops, pantaloncitos-calzoncillos, hacen botellón y duermen en el suelo, unos al lado de otras y sin camiseta. Es un comentario poco espiritual, pero bastantes me alegraron la vista. Casi me dio pena no haber adelantado el viaje, pero, no, me hubiera dado una lipotimia...
Cuando el papa cogió el avión, yo me encontraba pecando. Bueno, pecando, eso es lo que diría él. Luego me calló un chaparrón, podría entenderse como castigo divino pero lo cierto es que ni el papa se libró de la lluvia. ¿Y si me hubiera confesado con él en el Retiro? Buf, igual llega la próxima edición de Río de Janeiro y todavía no hemos terminado. Y si al menos pensara que la mayoría de esas faltas son verdaderamente censurables...
Pues lo dicho. Que si puedo volveré por aquí a escribir, a saber cómo. Disfrutad lo que queda de verano...

martes, agosto 16, 2011

Follow me!


Dije en su momento que no, que ya andaba sobrado con los feisbuks, blogs, tuentis y similar, pero finalmente me he hecho de Twitter. @TisLeon, para quien le interese, no se si hay algún modo de enlazar el Twitter al blog pero todavía no he investigado. Me falta por colgar el epílogo de la novela, pero, francamente, con esta temperatura no es que apetezca (a diferencia de otras novelas mías, en esta no hay sorpresa final). Si no lo escribo ahora lo haré durante mi viaje low cost a Madrid. Sí, espero gastar poco, aunque imagino que más que los peregrinos que, debo suponer, solo dejarán beneficios en McDonalds y, claro está, en los chinos, que nunca dejan pasar este tipo de eventos.
Pues nada, no se si me cundirá lo del Twitter, si tendré muchos seguidores, lo que está claro es que, a diferencia de este blog, en 140 caracteres no puedo explayarme mucho. ¿Servirá ese invento para ligar también? Porque en ese espacio habría que ser más bien directo...

domingo, agosto 14, 2011

Camp Hell.


Buceando por ahí me encontré con esta película de dos títulos, Camp Hope-Hell, cada uno de los cuales tiene su propia lógica, no se ha estrenado en las salas y podría catalogarse como filme de terror, aunque no es un terror al uso me ha parecido a mí. He querido traerla a este blog porque resulta como el reverso perverso de toda la peregrinación que estos días está pasando por mi ciudad, como anticipo a la JMJ de Madrid.
La película dice basarse en hechos reales, algo habitual cuando se trata de una historia un tanto absurda, y que ya hemos podido ver en otras películas de temática demoníaca. Habría que ver hasta dónde llega la realidad y dónde empieza la cosecha del guionista y director... El Camp Hope del título es un campamento cristiano para adolescentes, con una ideología que, al menos desde mi perspectiva, peca de integrista. Allí llega un chico aquejado de pesadillas en las que el Diablo le atormenta, y de visiones extrañas. A medida que se le va la pinza cada vez más, pide ayuda al sacerdote que dirige el campamento; mal encaminado, pues el cura ya ha enviado al manicomio a un antiguo asistente, interpretado por Jeese Eisenberg. El guía espiritual, obsesionado con la masturbación y los pecados de la carne, tratará de inculcarle un camino de pureza que se pierde por culpa, claro, de una tentadora Eva en forma de compañera de campamento, con la que el joven tiene relaciones sexuales, si estimáis llamar así a un magreo con frotamientos varios y pegajoso final. A partir de esa polución, esa falta, el Diablo ganará fuerzas y el Camp Hope se transformará en el Camp Hell...
Aunque la película me dejó impresiones enfrentadas, en conjunto creo que me gustó. Para mí el Diablo no deja de ser un producto de la imaginación, pero ciertos momentos me resultaron inquietantes. No obstante, el mayor terror es el que se desprende del hecho de que ideologías así existan en la realidad y puedan quebrar la entereza de ánimos jóvenes e inestables. No parece el caso de los peregrinos que han llegado este fin de semana, se los ve felices e incluso podría envidiar parte de su entusiasmo. Me parece bien que vayan a ver al Papa, no tanto toda la lista de privilegios en la que se ha convertido esta visita, una suerte de carta a los Reyes Magos que ha conseguido paralizar Madrid, motivo por el cual yo no pondré mis pies ahí hasta que no acabe todo el tinglado.
Mención aparte, por supuesto, merece la cabalgata de pelotas a la que vamos a asistir la semana que viene, entre ellos también los de este gobierno en el que hace tiempo que dejé de creer. ¿Alguien puede extrañarse de que pierdan, si no saben encontrar a su público? En León ya han perdido. El nuevo alcalde que han puesto dijo el otro día, si no leí mal, que debemos aprender de los peregrinos para luchar por los valores tradicionales. Si esas son las preocupaciones que reflejan las encuestas...

martes, agosto 09, 2011

LOS CERDOS. Entrega 47.


Dentro de su habitual ronda para la inspección de actividades no programadas en los retretes, una pareja de guardas de seguridad descubrieron a Al, dormitando en uno de los mismos, con los pantalones en su sitio y sin ofrecer a priori una imagen de vagabundo o toxicómano habitual. Habitual no pero quizá episódico, los guardas pensaron que posiblemente estaría drogado; así era en verdad, aunque no llegara a ese estado por voluntad propia. Arrastraron su cuerpo hacia el lavabo, para pasar su cabeza debajo del grifo y que de este modo pudiera ir recobrando la consciencia.

- ¡Venga, chaval, espabila!- le dijo uno, sujetando la nuca de Al bajo el agua.

Este comenzó a rumiar unos sonidos inconexos, que se dirían leves protestas ante quienes intentaban sacarle del profundo sueño inducido. Al ver que el joven estaba, poco a poco, de vuelta, el guarda cortó el agua y le incorporó, sujetándole todavía por si acaso.

- ¿Qué mierda es lo que te has metido?- le preguntó el otro, mientras Al les dirigía una entrecerrada mirada, cual si fueran imágenes producidas aún por el sueño.

- Hum…- balbució Al- No me acuerdo… No me acuerdo…

- ¡Qué sorpresa!- comentó el primero, sonriente.

- Aunque…- añadió Al, tratando de recuperar las imágenes previas- Sí, Jonás…

- ¿Jonás?- repitió el segundo guarda- ¿Fue él quien te dejó así? ¿Te dio algún tipo de droga para… ya sabes…?

Antes de que el vigilante pudiera utilizar sus dotes para la mímica, el ruido de una tremenda explosión, procedente del andén, llegó hasta los aseos, haciendo que los cristales se resquebrajaran. Los guardas soltaron de repente a Al, quien, todavía aturdido, tuvo que apoyarse en el lavabo para no terminar en el suelo; no fue el único, también los guardas sufrieron un shock de tal calibre que por poco no acabaron perdiendo el equilibrio. No obstante, la entereza profesional se impuso y, sin mediar una palabra con el joven a quien estaban interrogando, salieron corriendo del aseo, dejándole en un estado de tal confusión que no estaba demasiado seguro de haber despertado por completo.


Cuando Jonás y Penélope salieron del túnel, pudieron obviar toda la escena que había tenido lugar dentro del mismo; creyendo escapar del infierno, habían desembocado en otro similar. Él cortó sus ligaduras y, mientras ella se desentumecía, contemplaron el andén, convertido en caos después de que otro tren, que circulaba en dirección contraria, hubiera explotado también al tiempo que llegaba a la estación. Había un vagón ardiendo, y los usuarios estaban huyendo como podían, obviamente bloqueando las escaleras de subida al vestíbulo. En esa ocasión, fue Penélope quien tuvo que coger del brazo a Jonás para tirar de él.

- ¡Jonás, rápido! ¡No sabemos si va a explotar algo más!

Se dejó llevar por aquella mujer a la que poco antes había tenido atada y a sus pies. Parecía bloqueado por el pánico, aunque en realidad lo que se estaba gestando dentro de Jonás era un proceso de transformación que difería radicalmente de lo que había sentido al bajar desde el tren. Contemplando, absorto, aquellas imágenes de puro miedo y dolor que se sucedían alrededor, veía a esos humanos, antes orgullosos y seguros dentro de sus trajes, ahora comportándose propiamente como animales sufriendo en un matadero del que pretendían escapar dentro de una monstruosa avalancha.

El cambio consistió en que ya no aparecían como cerdos para Jonás. Habían recuperado una faz tan humana como la que él mismo lucía, aturdida, doliente, desesperada ante la incertidumbre de si podrían respirar de nuevo el aire libre, de si llegaría el final para esa jornada que habían comenzado como tantas otras. Las lágrimas en los ojos empezaban a provocarle que contemplara borrosas aquellas figuras que se habían desprendido de su basta y alucinatoria apariencia. A contracorriente, una de aquellas sombras, que jamás se había confundido como animalesca a los ojos de su amigo, se encontraba bajando las escaleras mientras, a gritos que apenas podían destacar entre el bullicio, pronunciaba su nombre y el de Penélope.

A riesgo de ser aplastado por aquella marea que solo se guiaba por la supervivencia propia, Al se hacía paso a empujones, lo hubiera hecho incluso a mordiscos si eso hubiera supuesto alcanzar la posición en la que Penélope alzaba su brazo, esperanzada pero al mismo tiempo incrédula hasta que no pudiera reencontrarse con su acompañante perdido. Jonás, cada vez más cegado por la cortina de su propio llanto, apenas pudo observar cómo su amigo al fin llegaba a abrazarse con Penélope.

domingo, agosto 07, 2011

LOS CERDOS. Entrega 46.

Jonás condujo a Penélope hasta el extremo del andén. Ella iba imaginando hacia dónde desembocaría esa especie de secuestro pacífico en el que estaba involucrada.

- Jonás- exclamó, adivinando su intención una vez se encontraron al lado de la abertura del túnel- Si quieres acabar con mi vida, con la tuya o con las dos, te podría indicar formas más agradables de hacerlo.

- El tren todavía tardará un rato en llegar- dijo él, a modo de respuesta- ¿Nos está mirando alguien?

- No, Jonás- replicó ella, con burla- Al menos no en teoría, si no contamos las cámaras de seguridad. Oye, ¿has planeado mucho lo que quiera que estés haciendo ahora?

Jonás se encogió de hombros.

- No demasiado. Hasta esta mañana, esto no era más que el producto de una oscura fantasía que me había cruzado la cabeza varias veces. Ahora estoy improvisando un poco. ¡Quién sabe! Quizá dentro de unos minutos esté en comisaría. Entonces, tendré que seguir improvisando.

Jonás la impulsó a bajar hacia las vías, que fueron siguiendo mientras se adentraban en el túnel. Jonás abría la marcha, colocándose en la frente un potente foco que había traído en la mochila para alumbrarse.

- ¿Hasta dónde tendremos que caminar?- preguntó ella, más por romper el silencio que para obtener una respuesta clara.

- Hasta que lleguemos a un punto en el que nadie nos moleste desde afuera.

Y no debió de ser muy lejos, porque tras algunas decenas de pasos más Jonás se detuvo.

- Ahora túmbate encima de la vía- le ordenó, mientras extraía algunas cosas de su mochila.

- Vaya- comentó Penélope, si bien obedeciendo con docilidad- ahora llegamos a la parte menos amable, ¿verdad?

Jonás no contestó, tan solo comenzó a atarla de pies y manos, con unos nudos resistentes que intentó no ceñir demasiado.

- ¿Aprietan?

- ¿Qué cojones importa que aprieten?- gritó ella, irritada por su actitud- ¿Te preocupas por los nudos antes de hacer que me pase un tren por encima?

- Tú no sabes qué es lo que quiero.

- No- admitió Penélope- pero lo imagino. Ya lo imaginé ayer, cuando quedamos y pude comprobar que necesitas mucha más ayuda de la que estás dispuesto a asumir. ¿Sabes por qué he venido hasta aquí, siguiéndote como un perrito? ¿Sabes por qué no te he dado una patada en los huevos y he echado a correr? ¿Sabes por qué estoy relativamente tranquila? Pues porque tengo la sensación de haber pasado por lo que tú estás pasando. Por eso, creo que estás llevando a cabo un intento de homicidio, al igual que yo tuve mis intentos de suicidio. Estás buscando un desesperado intento de llamar la atención, Jonás, eso es lo que significa toda esta inmensa escenificación, con las cuerdas, la oscuridad, el tren, y supongo que el cuchillo tampoco te lo habrás olvidado.

Jonás no se dejó impresionar por sus palabras.

- Debería haberte amordazado antes de atarte. De hecho, es lo que voy a hacer.

Jonás extrajo un esparadrapo que pudiera sellar al fin la boca de Penélope, pero al verlo ella se precipitó a hablar.

- Espera. Antes de que lo hagas, me permitirás que diga una última cosa: estoy embarazada.

Jonás, por un momento, se quedó estupefacto, para luego mofarse de ella.

- Ahora sí que te has ganado el esparadrapo. ¿Eso era lo único que se te ocurría?

- Es lo cierto. Ahora bien, ¿quién es el padre? No tengo ni idea, aunque tú tienes un cincuenta por ciento de posibilidades. El otro cincuenta estaría en manos de Al. Lo creas o no, solo me he acostado con vosotros en los últimos meses. Y suelo tomar precauciones pero, en fin, el exceso de Lambrusco puede ayudar bastante a concebir hijos.

Jonás se quedó con el esparadrapo en la mano, meditabundo, hasta que decidió introducirlo de nuevo en la mochila.

- No te cuento esto para inspirar compasión, ni tampoco estoy llorando por eso- dijo Penélope mientras, en efecto, las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas- Pero tenías que saberlo, era mi obligación. ¿Lo has oído? ¡Tú sabrás si quieres que tu posible hijo, en vez de mediante pastillas o mediante garfios muera aplastado bajo las putas ruedas de un tren! ¡Prefiero que me degüelles! ¡Venga, si de verdad estás tan tarado, rájame el cuello como si fuera un cerdo de esos que ves!

Jonás, al dejar el esparadrapo, sacó el cuchillo fileteador, y se agachó junto a ella, indeciso, como si se estuviera meditando entre liberarla o herirla. Finalmente, le dirigió unas secas palabras.

- ¿Y de verdad pretendías parir al niño en ese manicomio? Si no me mientes, la mayor tarada aquí eres tú.

- ¡Parir o no parir!- se mofó Penélope- Pues, francamente, yo todavía no tenía decidido qué hacer: si tenerlo o no, si decírtelo a ti, o a él… Me has obligado a precipitar las cosas, Jonás, ahora apechuga con las consecuencias.

Antes de poder contestar, Jonás comenzó a escuchar cómo el tren se aproximaba. Por instantes se quedó sin aliento. La máquina se dirigía hacia su posición antes de lo que hubiera esperado.

- Yo de ti me apartaría a un lado- le dijo Penélope, con la mayor frialdad.

Pese a ello, la joven aún albergaba ciertas esperanzas de que Jonás cortaría las cuerdas con el cuchillo, pero tendría que actuar con rapidez. No pudo. Mientras el tren se estaba acercando, de pronto escucharon una terrible explosión, cuya onda expansiva arrojó a Jonás hacia el suelo. Provenía del tren, que pudieron percibir no lejos de ellos como una gigantesca bola de fuego. Sin dudarlo un instante más, Jonás se enderezó sin aparentar que la caída le hubiese provocado dolor y, recuperando el cuchillo, se dispuso a preparar una huida desesperada antes de que el humo, que ya les estaba haciendo toser, pudiera asfixiarlos o, peor aún, que la explosión consistiera tan solo en el preludio de una serie. Sujetando el mango del cuchillo entre los dientes, levantó a Penélope con los brazos y, lo más deprisa que pudo así cargado, corrió de vuelta al andén, que, en sentido ya no solo metafórico, podían vislumbrar como la luz al final del túnel, si bien el humo les había envuelto en una nube tóxica, fiel reflejo del caos que había comenzado y del que pensaban que podrían escapar una vez llegados a la salvación del andén.