lunes, julio 29, 2019

Defensa.


Hecho. Ya soy doctor, después de todas las vicisitudes narradas en estos últimos años. A pesar de todos los errores cometidos, una recta final imparable desde que comenzó la primavera me llevó, hace una semana, a la defensa de mi tesis en la sala de juntas del Departamento de Filología Clásica de la facultad de Filosofía y Letras de Oviedo. Ciertamente, no es la sala de juntas de mi propio departamento, en la que, a la misma hora, se celebró otra defensa de mi programa, a modo de competencia, por lo que no pude contar con la presencia de mi tutora, pero, a cambio, gané un escenario coqueto... y con una estatua de un, imagino, romano anónimo, un poco feo pero simpático, que se convirtió en la mascota del acto. 




La verdad es que, no lo digo por la euforia del momento, pero fue la defensa soñada. Un público pequeño pero selecto, entre familia, amistades, profesoras y compis del doctorado, y el mejor  tribunal posible. Sentía una gran confianza, compatible con los lógicos nervios ante mi exposición, que ventilé en veinte minutos, lo cual no es mal porcentaje para una tesis de cuatrocientas páginas. Si, a modo de representación teatral, hay parte de laudatio y otra de denigratio, debo decir que esta última ni por asomo hace justicia a la connotación negativa que sugiere. Yo no recibí críticas, tan solo sugerencias de cara a mejorar mi proyecto, sobre todo si lo convierto en un libro, tal y como me recomendaron con acierto. Tanto elogio me dio hasta cierto reparo, ¡pero no me quejo! Y la calificación fue la máxima, con el cum laude que no se ha materializado aún porque requiere de trámites burocráticos, imagino que interrumpidos ahora en agosto. 




Así que tenía motivos para el agradecimiento, al tribunal y, de modo más específico, a mi directora Luz Mar, que, puestos a usar recursos poéticos de baratillo, fue la luz que me ha guiado hasta aquí, sin la cual este trimestre no habría sido lo bastante productivo como para terminar ya en julio, mucho más pronto de lo que hubiera imaginado. ¡Seguiremos en contacto! Esta colaboración no se puede quedar aquí. Sin ella y sin mis padres, el doctorado se habría caído como un peso muerto. Es justo reconocerlo, como ya he hecho en la propia tesis. 






La tradición no escrita dice que hay que invitar a comer al tribunal, lo cual, digo yo, se justifica en cuanto a que no conozco a nadie que haya suspendido en la defensa de su tesis. Si te ponen un no apto, ¿a cuánto de qué invitar a nada? Al Burger King, si acaso. Desde luego, yo amorticé cada euro de la comida en La Corte de Pelayo, además en tan buena compañía. Y, si el tribunal quedó contento, mucho más yo. 





 Y fue un lujo poder contar en el mismo con mis profesoras y directoras del TFM de León, Natalia y Chían, eso ha dado un nexo, una conexión muy íntima entre las dos fases de mi formación en la última década, a caballo entre estas dos tierras hermanas, estas facultades hermanadas también, un lazo que no quiero perder, para seguir desarrollando mis investigaciones y mi trabajo. Se han plantado semillas a este respecto, que habrá que ir cuidando a partir del otoño. 


Oviedo ya se ha convertido en mi segundo hogar, poco importa que hace dos años que dejara de vivir allí. Fui con las expectativas muy altas, hasta tal punto que no siempre supe estar a la altura, pero eso no importa ya, los episodios negativos se perdieron como lágrimas en la lluvia y el día de mi defensa pude disfrutar de una celebración con ramen postdoctoral y un brindis en el refugio habitual, Per Se, con Juanjo, también presente en el acto. ¡Volveré! Supongo que este verano, pero, en todo caso, volveré ya libre de las cargas académicas para ir a la playa, la montaña, o revisitar ya doctor los escenarios que alumbraron la peripecia vital que me llevó hasta este desenlace perfecto. 


domingo, julio 21, 2019

Lo abyecto.




El título no solo alude a las teorías de Julia Kristeva que he utilizado en mi tesis, sino también al estado en que me encuentro durante este fin de semana, de forma inesperada, un último obstáculo a superar antes de llegar a la meta, en esa sala de juntas de Filología Clásica de la foto, con esa estatua romana, un tanto fea y creepy, que me acompañará durante mi defensa. Un virus tiene la culpa de que, en medio de la preparación de la misma, haya tenido que aguantar esta fase abyecta y escatológica de fluidos y órganos revueltos, verdadero boicot que, al menos, espero me deje fuerzas suficientes para los veinte minutejos en que tengo que resumir una obra de cuatro años. Pero, después de todo lo que he pasado, no me voy a rendir por un pequeño invasor veraniego. Llegaré hasta esa sala, supongo que sin necesidad de arrastrarme. Poco más puedo añadir ahora mismo, debo recuperar el tiempo perdido entre la fiebre y los mareos. Ya habrá tiempo suficiente para narrar cómo fue el acto, y todo el viaje, ahora tengo que retomar esos veinte minutos que ya se me escapan a treinta, eliminar redundancias y parloteo vano. ¡Hala! Llegó el momento.

jueves, julio 11, 2019

En imprenta.

Cuando se va a cumplir un año de aquella doble hostia inicial que mandó al cuerno mis dos primeros artículos (ambos ya rescatados, uno se va a publicar y el otro muy posiblemente), resulta que tengo ya la tesis en imprenta. Vamos, que la he terminado y, a priori, no voy a poner una coma, ni un número, más. Se dice pronto, pero el tramo final está yendo muy rápido, al estilo de esas retransmisiones de ciclismo tan características de esta época del año. Igual sí que me favoreció el conejito de la suerte que me tocó en la feria friki, aunque ello no suponga que lo vaya a llevar colgado en la defensa. ¿Defensa? Si nada se tuerce, llegará antes de lo previsto. Es normal que me ponga nervioso solo pensarlo, a pesar de que no conozco una sola persona que no haya salido doctora de ese trance (no se, a menos que te quedes en blanco o hagas un calvo delante del tribunal). Lo tengo claro, eso sí: cuanto antes, mejor. El ciclo se cierra, hay que ir iniciando otros. La primavera, al margen de cómo se haya portado en otros terrenos, ha cumplido la metáfora del renacimiento en este proyecto, que podría haberse ido a pique por la falta de previsión. Pero, no, por largo e irregular que haya sido el viaje, como digo en mis agradecimientos, aquí estamos. Corriendo con los lobos y aullando de alegría. Solo deseo que el fin de fiesta sea eso, una fiesta. Al margen de si tendrá relevancia en lo laboral o lo económico, siento que esta empresa, aunque no la que me ha llevado mayor tiempo, ha sido la más importante de mi vida.