jueves, septiembre 29, 2016

Ribadesella.


Un viaje inesperado y breve, pero aprovechado a la perfección y lleno de reminiscencias del pasado, fue el que llevé a cabo el fin de semana con parte de mi familia a Ribadesella, en la línea de las vacaciones de hace tantos años ya. Pasamos frente a la casa en la que los primos dormíamos y donde yo escribía en cuadernitos nuestras aventuras, al igual que ahora escribo en este espacio, de forma pública. Por lo que se refiere a nuestro alojamiento de ahora, el hotel es ese caserón de arriba, reflejado en las aguas de la propia playa. Una pausa en el San Mateo que incluyó una lujosa habitación con la terraza más grande del edificio. Abajo se puede comprobar cómo, dado que también nos agasajaron con una botella de cava, afronto en la tumbona la dura vida del doctorando.


Al día siguiente nos desplazamos a Tereñes, un bucólico lugar con una ruta de huellas de dinosaurios que he apuntado como posible excursión para otro momento, con más tiempo y mejor calzado. Ello se debe a que hay que llegar a acantilados como los que aparecen debajo, parajes de belleza tan cautivadora como peligrosa. Y el tiempo, ese excelente tiempo que ahora mismo me está cociendo y dificultando la escritura en el blog, nos respetó la visita y dio lugar a que pudiera guardar instantáneas como estas. Tan solo llovizneó a primera hora, cuando, tras un desayuno bufé de esos que son invitaciones a mezclas raras y a engordar, dimos el primer paseo bordeando la playa. A quemar calorías, se ha dicho.






Ha sido una semana perfecta en cuanto a descubrir y redescubrir sitios tanto en Oviedo como en el resto de Asturias, en buena compañía. En realidad, todo el mes ha seguido la misma tónica y puedo mostrar mi satisfacción, de nuevo, por ello. Esta comunidad, sin ser la más grande del país, alberga infinitud de rincones pintorescos que me gustaría descubrir, pero no será posible hacerlo en su totalidad. A fin de cuentas, no vine aquí a hacer turismo, del mismo modo que, si al acabar me voy al extranjero, no lo haré por visitar nuevos países. Sea como fuere, disfrutemos mientras podamos.




martes, septiembre 27, 2016

Re-Mateando.


 San Mateo, pese a que solo lo disfruté en su segunda mitad, perfectamente aprovechado. Y suerte que solo fue la segunda mitad, porque si no se habría caído ya en el exceso. Ni un extremo ni otro... Desde el comienzo de mi estancia en Oviedo, tuve la suerte de encontrar un piso estupendo y de conocer gente, pero, en determinados momentos, he notado un cierto déficit social. Pues bien, este ha sido dinamitado en la última semana, en la que he salido todos los días por Oviedo, a excepción del sábado, con el breve viaje a Ribadesella. No me puedo quejar, desde luego. Da la impresión, irónica, de que el a priori último curso del doctorado, aquel en que debiera encerrarme más por una buena causa, va a ser el que más recursos va a plantearme para salir de casa. De todas maneras, hay locuras que no podré repetir muy a menudo, a riesgo de alcanzar resacones como el del miércoles (no tan duro como los de otros tiempos). Además, lo llevé mejor con un bollu preñau en la Mateína, como se puede comprobar. El concurso (internacional) de tortiella que vimos luego fue, cuando menos, peculiar.



 El viernes, Día de la Bisexualidad, el Topu apareció así decorado y aproveché para retratarme con ese fondo para enviar la imagen a Xega, el colectivo que ha dispuesto esta campaña. Con sitios así da gusto. Esos días seguimos descubriendo nuevos lugares y viendo parcialmente algún concierto, como el de Sweet California, pleno fervor adolescente (y pre-adolescente). Se siguen resistiendo las dos calles amargas, en modo ya casi chistoso. Penetramos el umbral de la Batcueva, quizá demasiado pronto. Todavía estaban adecentando la cueva y cabe decir que no nos hicieron demasiado caso. Sería por la hora, o porque igual les sobran los clientes. Pese a todo, ya habrá ocasión de volver y degustar sus dudosos brebajes.



 El paréntesis de la estancia en Ribadesella me gustaría reseñarlo en otra entrada, terminaré ahora el fin de fiesta como lo empecé, con uno de esos incombustibles mojitos en chiringuito. Con azúcar moreno y lima, no está mal, hay bares en Madrid mucho más caros donde le ponen limón y azúcar blanco. Ejem. Ayer, día en el que ya iba a comenzar un (muy breve) período detox tras volver al gimnasio y spa, tuve la alegría de recibir la segunda visita de un amigo llegado desde León, en este caso Ricardo. Fue breve, pero la Ruta de los Vinos volvió a ser un lugar de inexcusable visita. La tierra norteña, antes del winter is coming, se engalana de fiestas: cuando acaba san Mateo, viene san Froilán. Pues eso, y un breve viaje pendiente desde el verano. Es todo lo que necesito para el tercio final de mi investigación, sin prórrogas indeseadas. No se cómo terminará el curso, pero este comienzo me ha parecido excelente.



miércoles, septiembre 21, 2016

Mateando.




Me alegra bastante el haber superado algunos problemillas técnicos del portátil, que me habían alejado de este blog. Llego justo a tiempo para San Mateo, cuya noche grande tuvo lugar ayer. Salí por la ciudad, como el año pasado, con la diferencia de que esta vez sí coincidí para los fuegos artificiales. En primer lugar, mojito en el chiringuito, por ridículo que suene. Como sea que lo de tomar copas se ha convertido en algo no habitual (por fortuna), aprovecho estas circunstancias para romper esa costumbre, a riesgo de que al día siguiente, hoy, no me vea muy capacitado para seguir otras tradiciones, como la de comer el bollu preñao en el parque. ¿Cuántos días de comer bollo hay en esta ciudad? Parece que solo dos, y ya en el otro lo comí, por mucho que no fuera en el campo. 





 En el chiringuito no me regalaron un sombrero de verbena sino un pañuelo del color de mi doctorado, con la leyenda que reproduzco, y suscribo, abajo. Creo que quedará muy apropiado para decorar la habitación. No faltó el Topu Fartón, esta vez con pegatinas del topo algo más recatado, escanciando en vez de folgando. Allí tomé algo con mi amigo Juanjo y una amiga suya, luego nos dirigimos a uno de los sitios que aún no conocía de Oviedo, pese a haber pasado docenas de veces al lado. Suele suceder.

 Es la plaza del Paraguas. ¿Por qué se llama así? Bueno, la foto de abajo es muy obvia. Es un apéndice de la Neocalle de la Amargura, esa suma de dos calles que sigue siendo un territorio comanche para mí. En la salida de julio, ni batcueva ni batleches. Después, ha habido alguna oportunidad de visitarla pero no llegó a buen puerto y no por mi culpa. Anoche tampoco, pero, en todo caso, el ocio nocturno ha sido cosa de plazas: Trascorrales, Puerta del Sol, Paraguas. Y la calle Campoamor, el fin de fiesta. Bajo la sombrilla u ovni gigante se puede ver un escenario musical, sin ser el principal de las fiestas se pusieron unos a tocar una especie de ska, el caso es que poco nos duró el concierto porque fuimos a recoger a otro colega y enfilar al parque de Invierno, para buscar un sitio apropiado para los fuegos. Parecidos a los de León, mereció la pena el paseo (cosa que no puedo decir si tuviera que repetirlo hoy para hacer la romería del bollo) y la noche terminó por la reducida, pero al menos existente, zona de ambiente ovetense. Me entristece decir que, aunque poco, es más de lo que hay en mi ciudad natal. No puede extrañarme que haya quien desde allí se pille el bus para hacer excursiones sabatinas pasado el puerto. Había menos gente de la que hubiera esperado por ser fiestas pero creo que, precisamente por ser el día grande de las fiestas, había verbenas y otros entretenimientos que pudieron restar público. Fue divertido, me trajo recuerdos del pasado reciente y algunas reflexiones sociológicas que ahora tampoco es plan de redactar aquí. Hoy es día de descanso (ya era consciente de ello anoche) y de pasar un San Mateo relajado. A fin de cuentas, es muy posible que el próximo ya no esté en Oviedo. Sin intención de adelantar acontecimientos, desde luego.


domingo, septiembre 11, 2016

Fin de semana japonés.


 ¿Alguien pensó que ya se habían acabado todas las ferias frikis del verano? Qué va. Faltaba una, la Expotaku de Gijón. Yo ya conocía su existencia pero no tenía pensado ir. Lo que ocurre es que, a diferencia de lo que sucedió en el Metropoli, esta vez sí pude ir acompañado, no quise desperdiciar la oportunidad. Cierto que no soy un otaku, nunca he comprado un manga, pero siempre me ha gustado la estética y sí que he visto anime. Por otra parte, no sorprenderé a quien siga el blog diciendo que me encanta la cultura oriental y, en esa feria, también había su pequeña parte menos comercial y más alejada del manga. Lo que no quita, claro está, para que me dejara algunas ñapas en recuerdos más o menos chorras tipo tómbola. ¿Qué decir de este minúsculo pokémon? Ni siquiera se su nombre.


 Ya el viernes por la noche, en una perspectiva muy diferente, había visto el clásico El imperio de los sentidos. Censurado en Japón, también hoy en día, a mí me pareció un filme involuntariamente (¿o no?) cómico y, al saber que se trataba de una historia real, tampoco me sorprendió demasiado. Hay hechos reales, llevados al cine, que no pueden ser más absurdos. El caso es que, antes de ver la peli, me había cenado un huevo duro, entre otras cosas, y al ver el tratamiento que se daba a dicho alimento en el filme se me revolvieron un poco las tripas (¿de ahí viene lo de oviducto?). No tanto como con el final, pero es que el final ya lo conocía, mil veces espoileado en cualquier sitio. Moraleja: no practicar sexo si hay cuchillos cerca. Por cierto, los rasgos psicóticos e incluso físicos de la protagonista me recordaron a una mujer de mi pasado... Mejor no entrar en detalles. Por lo que respecta a la influencia del cine japonés, sería esta la que justificase la presencia de Star Wars en un evento otaku. Es más que evidente, no hace falta preguntar a George Lucas.

  
Además del bicho, la típica chapa y el póster de aquí abajo, me llevé un recuerdo literalmente tatuado en mi piel, pero que no durará demasiado: mi nombre escrito en japonés. Hasta ahora he evitado los tatuajes perennes, por la sencilla razón de que no encontraba nada que considerara lo bastante relevante como para grabármelo en el cuerpo. No se si en el futuro cambiaré de opinión...


Una de las consecuencias de mi visita ha sido que, como si no estuviera en el a priori último curso de doctorado, me he iniciado en un nueva serie anime, llamada Tokyo Ghoul. Yo escribí en mi mano Tokyo Go, quizá pensando en los pokémon y tal. Me enteré de su existencia por el póster que elegí en uno de los puestos, la chica me dijo que era una imagen perteneciente a la misma. Yo la escogí por ser tétrica, andrógina y queer, tres razones suficientes para tenerla colgada encima de mi cama. La serie comencé a verla anoche y me gustó, aparte de que su duración no va a condicionar en nada la entrega que tengo pensado hacer la semana que viene. Ahora ya solo me falta, curiosamente, ir a la propia feria de Oviedo, que me perdí el pasado mes de mayo pero espero reparar la falta el año que viene. Un año que, si el palillo de la suerte que saqué ayer no me engaña, va a ser beneficioso. ¡Esperemos que el palillo no mienta!




jueves, septiembre 08, 2016

Día de Asturias.


Sí, hoy es el Día de Asturias y es fiesta aunque, para quienes trabajamos en casa y sin un horario específico, podría decirse que todos los días son iguales. Hoy seguiré un rato repasando la tesis, igual que durante toda esta semana. ¿Será mi último Día de Asturias en Oviedo? Es posible. Soy consciente de que yo no siempre acierto en mis predicciones, pero ya estoy comenzando a preparar el Oviexit. 




 Desde luego que he pasado buenos momentos en esta ciudad, y en el resto de Asturias, algunos de los cuales he reflejado en este mismo espacio durante los últimos meses. No obstante, esta es una estación de paso para mí, ya voy teniendo de ganas de empezar de cero en algún otro lado. Siempre sostuve esta postura, no resulta una novedad. Me lo debo, y se lo debo a otras personas que confiaron y confían en mí. Hasta entonces, sigo descubriendo la ciudad, algunos planes se caen y otros surgen. Lo mejor para conocer, sin duda, callejear, sin rumbo fijo. Mi colega y yo nos topamos con un bar que tenía un stormtrooper en la puerta. Buena señal. La bola de cristal se llama, y hace un uso más generalizado de la nostalgia, todavía, que la serie de Stranger Things. Me gustaría saber, eso sí, quién puso el póster de Emmanuelle, que ni siquiera es peli de los ochenta, junto a otros de tipo más familiar.


Todo un hallazgo. Confío en que para San Mateo, una vez solucionen o no todos los problemas que están surgiendo para esta edición, pueda seguir conociendo rincones pintorescos que jalonen la parte final de mi estancia aquí. Es posible que, con el tiempo, los recuerde con nostalgia, como la que puedo sentir cuando veo ahora ese rótulo de Phoskitos.

domingo, septiembre 04, 2016

Vuelta al pupitre.

¡La dura vida del doctorando! Entre el fin de semana pasado, la ascensión al Cristo y la bienvenida a mi nueva compi, en total seis días seguidos de planes sociales en Oviedo. Al séptimo descansó (no porque quisiera) y en este fin de semana otra vez cumpleaños y tapeos en León. Y es que el verano, que no ha terminado aún, además nos castiga con un calor no muy propio de septiembre. El martes vino Melissa y, aprovechando que fui a enseñarle dónde estaba el Alimerka más cercano, visita obligada, tomamos unas cañas en la plazuela junto a nuestra calle. Ahí se condensa el espíritu del barrio de Pumarín, totalmente auténtico y a ella le gustó. Más natural que el centro turístico, desde luego. 
Al día siguiente fue la despedida de Jill, la antigua compañera, que se va su país con perspectivas de regreso. Como también vino la casera-tutora, me dio unas sugerencias muy bienvenidas para la tesis. No todo iba a ser holganza. La comida, en la calle Gascona, excesiva como siempre, pero no tanto como en ocasiones pasadas. Lo malo fue que luego dimos un paseo hacia el sur, Parque de Invierno, que de invernal no tuvo nada, el sol pegando con intensidad no muchas veces vista en Oviedo. De vuelta a casa nos repusimos con un té a medio camino. 
Fue una semana muy agradable, sobre todo por inesperada, pero no descuido la verdadera razón de mi permanencia allí. La primera mitad de mes, básicamente, se dedicará a la corrección del segundo capítulo que, tras los ajustes que preveo, se convertirá en la segunda parte del primer capítulo. Reajustar el esquema derivará en una tesis más compacta y con una mayor significación en sus bloques. Al menos eso es lo que a priori me parece. Voy a centrarme en ello, pues, al margen de unos vinos pendientes en la ruta de los ídem y algunas actividades más como un intento de rescatar el programa padrino (en Oviedo se llama de otro modo), ese que en León solo dio frutos bastante lamentables. La maquinaria regresa, y vuelta al pupitre. El pupitre de casa, ya que otros ya no los frecuento.