miércoles, septiembre 30, 2015

La tesina llegó a puerto (y no en AVE).


Se supone que la cama es para dormir y para otras conocidas funciones, pero, en mi caso, también es una mesa supletoria. Muy útil para hacer acopio de fuentes, desparramadas por todas partes. Anoche, tras una nueva sesión de American Horror Story (la temporada 2, Asylum, tiene bastante que ver con el tema de mi doctorado pero no la he usado como referencia aún), vaya gracia que me hizo limpiar toda la superficie para poder descansar mi ya cargada cabeza. En todo caso, hoy madrugué para poder acabar el trabajo. No tanto como los que inauguraron hoy el AVE, pero más que otros días. Me alegro de que al fin haya llegado el tren a León, a Oviedo ya se verá. De todos modos, mis últimos viajes han sido en autobús. La competencia me beneficia a la hora de encontrar buenas ofertas. Esta semana no viajo, el sábado es la Noche Blanca o en Blanco (no me ha quedado claro) aquí, razón de más para celebrar la entrega de la tesina. 92 páginas y 84 referencias después, aquí está el taco de tesinas, ya depositado. Al margen de lo que ocurra en la defensa, su redacción se justifica por sí sola porque, de modo objetivo, creo que es mejor que el TFM. Más documentada y más larga, porque aquel estaba a doble espacio y esta a espacio y medio. Y, si uno de los objetivos era el entrenamiento para la tesis, entonces creo que he aprendido bastante durante el proceso. El ciclo no se cierra, hoy mismo voy a enviar un abstract para un congreso el año que viene, pues resulta una de las actividades obligatorias en este programa. Otoño empieza a tope, y así es como debe ser. 



miércoles, septiembre 23, 2015

Otoño pisando fuerte.



Hoy hay muchas cosas por celebrar. El Día de la Bisexualidad, sí, el primero, aunque siga teniendo una repercusión bastante escasa en los medios. Ha coincidido, por otra parte, con el fin de uno de los veranos más calurosos que se recuerden, si no el que más. Ya solo por eso merece la pena dar la bienvenida a la nueva estación, aunque es cierto que aquí en el norte los efectos de la ola de calor se han mantenido bastante al margen. No se si por todas esas celebraciones, el caso es que hoy no estoy haciendo casi nada respecto a la tesina. Una tutoría bailonga, mañana parece ser la fecha final, me ha hecho esperar para las últimas correcciones de aquella. Y, entre tanto, he procurado comenzar otoño con la mayor de las energías, al ritmo de una versión dance de Yo quiero verte danzar, de Battiato, en el gimnasio. Podría declararse un sacrilegio, pero no en ese contexto. Si yo seleccionara la playlist, se pincharía a diario, pardiez. Por otra parte, ahora que Halloween se acerca y este año tengo una compañera de piso que lo ha vivido con plenitud, he comenzado a ver con ella una serie que, de forma inexplicable, se me había escapado hasta ahora pese a que llevo un buen tiempo queriendo verla: American Horror Story. Hala, un empacho de cuatro temporadas antes de que empiece la quinta. Supongo que mis buenos resultados en la carrera pudieron deberse a que siempre fui más de películas, que duran menos... En todo caso, la tradición no decae. El otoño pasado ya vi alguna peli de terror ochentero con el primer amigo que hice aquí, y ahora vuelve la sangre y los gritos al salón, en este piso que, por fortuna, no parece encantado. Supongo que es demasiado nuevo como para albergar una historia con tropecientos crímenes, como ocurre en la serie. Y, tras tres meses viviendo solo, imagino que algún fenómeno extraño me hubiese llamado la atención. En fin, antes de que su lectorado y mi doctorado nos pongan las pilas, aprovechemos para estos sanos rituales de horror, en esta casi siempre encapotada ciudad. Confío en que de verdad el otoño haya supuesto una inyección de dinamismo, porque de eso voy a necesitar bastante hasta que finalice el mes. 

viernes, septiembre 18, 2015

Las pegatinas acusadoras.



Ye lo que tiene. Empezamos las fiestas con agua, las terminamos con agua. Bueno, en realidad San Mateo no acaba todavía pero, tras haberlo disfrutado unas tres jornadas, creo que ya es suficiente y que puedo venir a León un par de días, después de pasar el que, tal vez, haya sido el período más largo en Oviedo de forma continuada. Eso sí, ayer estábamos preparados para la lluvia. Yo, con mi ruina paragüil, que resiste a todos los embates, y mi compi Jill con uno que acababa de comprar en el chino. No todo iba a ser malo, claro, el agua había barrido la clientela en las mesas al aire libre y, aprovechando un parón seco, nos dispusimos a achicarla y sentarnos, obviando advertencias pasadas como dolor de garganta, etc. Tomamos un mojito y luego nos pasamos al Topu Fartón, que siempre folla con condón según reza una pegatina que me había encontrado y que le regalé a Jill como muestra de la riqueza de nuestro idioma. Obviando, una vez más, las previsibles consecuencias de mezclar bebidas (y que arrastro hasta el momento actual), hubo que realizar un bautizo de sidra para que ella pudiera hacerme fotos y vídeos, no se dónde terminarán pero casi es mejor no saberlo. No me considero una mala influencia, eso sí, que además le estoy enseñando algunos detalles del español, como ese subjuntivo que siempre trae mártires a quienes lo estudian. Para quienes gustamos de escribir, la verdad es que resulta bastante útil. 
Hablando de pegatinas, nos sentamos en una mesa en la que resistían, pese a la lluvia, unas de la asociación Xega que alguien había pegado allí. Por ejemplo, la de la foto de arriba, a juego con la próxima celebración del Día de la Bisexualidad. Por alguna extraña pirueta del azar, me fui a sentar justo enfrente de donde estaba colocada. ¡Vaya con las pegatinas acusadoras! Aunque, en verdad, no podría hablarse de acusación. Yo suscribo al cien por cien el mensaje de la misma. Francamente, ya podríamos tener un chiringuito así en León durante el próximo San Froilán. Le daría color, incluso aunque no estuviese colocado justo enfrente del ayuntamiento. Si bien esta mañana tuve una tutoría, hubo que rematar la faena en la calle Gascona, ahora que había reiniciado a Jill en los arcanos de la sidra. En esta segunda ocasión, ya a mesa y mantel, con un buen plato de rabas y pimientos de padrón y un profesional escanciando, y no desperdiciando demasiado, el brebaje. ¡Vaya con los pimientos! Acostumbrado a los de aquí, con los huevos rotos, ya pensaba que no picaba ninguno. Pues ayer uno al menos sí. En todo caso, disfruté mucho de la velada. Así da gusto hacer de guía turístico, incluso en una ciudad que no es la mía. Mi estancia en León no podrá durar hasta que comience San Froilán, en todo caso podría regresar para el próximo fin de semana y visitar el tradicional mercadillo medieval, con jaima o sin jaima. Todo dependerá de esa tesina y el punto de cocción que alcance en los próximos días. Ya no soy el anacoreta que, a finales de agosto, se dedicaba a aumentarla línea tras línea, pero ahora hay motivos para la calma. Considero que quedará algo más larga, y mejor, que el TFM. El tiempo dirá, pero, como se ve, yo ya he tenido mi celebración por adelantado. 


martes, septiembre 15, 2015

La tortilla nostálgica.



El tema de subvertir los roles de género no debe quedarse solo en el doctorado y la tesina, sino que debe saltar a la vida real. Así pues, anoche enseñé a mi nueva flatmate cómo se hace una tortilla francesa (para la española no tenía patatas, las cuales acabo de comprar). La verdad es que es fácil, porque esa receta es como un contenedor en el que se puede echar cualquier cosa: rápido, barato, muy útil para un Master Chef PhD Edition Low Cost. Me quedó mejor de lo que esperaba, sería por el orgullo masculino. 
Masculinidad es lo que sobra en Jurassic World. Imposible verla con los mismos ojos que su primera versión, hace veinte años. En todo caso, busca emocionar, y lo consigue, a través de una catarata de guiños nostálgicos. ¿Cuándo aparece la música de John Williams? ¿Cuándo aparece el T-Rex? Bueno, es obvio cuándo aparece el T-Rex. Incluso, en un holograma, sale ese dinosaurio escupidor que mi primo Juancho tenía en versión de goma, al igual que el propio T-Rex. Es una verdadera tortilla nostálgica. 
Lástima que flojee en los personajes humanos. En la de Spielberg recuerdo buenas actuaciones y diálogos. Ahora no se si es por los actores, los guionistas o el director... Ese empeño por meter a un héroe de acción desemboca en la creación de un tarugo que, si puede comunicarse con los velociraptors, es porque tiene la misma sensibilidad que ellos, respecto al uso del cerebro reptiliano, nunca mejor dicho. No deja de tener lógica. Y la heroína es fuerte, sí. Me gustaría comentarlo con mi compi de doctorado Cristina, pues es el tema de su tesis. No obstante, lo ridículo de que vaya corriendo siempre con tacones no se hubiera visto con Laura Dern o Julianne Moore. En un momento dado le grita a su empleado inmaduro, que colecciona muñecos de dinosaurios: ¡Se un hombre y haz algo por una vez en tu vida! Lo que le estaba mandando era... abrir una puerta. Yo prefería caracteres como el de Sam Neill, un hombre de ciencia pero, tras la catástrofe, también un hombre de acción. 
Aunque lo que importan son los dinosaurios, ¿no? Y la aventura, eso está muy logrado. Ser niños, de nuevo, como el pequeño protagonista del filme, como cuando nos dejamos llevar por la avalancha de merchandising a primeros de los noventa, tal y como nos dejaremos embaucar en diciembre con el Episodio VII (No hace falta añadir más). ¡Qué remedio! No diré nada yo, que uno de mis regalos de Reyes fue una figurita de Bilbo Bolsón. Niños de espíritu, pero con el espíritu crítico de adultos. Al menos eso me sucedió a mí al ver la película, máxime con la investigación que estoy haciendo y los libros que estoy consultando. Chris Pratt: no ambiciones el papel de Indiana Jones, porque ese sí que solo hay uno. Si acaso, una aventura crepuscular más con Harrison Ford y fin de la saga. ¡No nos toquéis la nostalgia! 

sábado, septiembre 12, 2015

Del Paraíso al Diluvio.


En vaya fregados que me meto, yo que esta semana solo pretendía repasar todos los capítulos de la tesina. Se cumple un año de aquella visita de la que hablaba con anterioridad, aquella en la que solo vi los preparativos de San Mateo, sin disfrutar de las fiestas en sí. En esta ocasión, no he llegado a ver el cartel de Stop Agresiones Sexistes. Aunque sea con moderación, debo disfrutar de estas celebraciones. ¿Quién sabe, con las vueltas que da la vida, si en el próximo San Mateo estaré aún en Oviedo? Además, tenía la excusa perfecta: enseñar la ciudad a mi compi de piso, en el momento en el que más visitantes tiene de todo el año. El tour comenzó por la Ruta de los Vinos, el lugar más frecuentado por mí. Pese a la fiesta ovetense, no dudé en tirar para lo mío y llevarla a los clones del Rebote y la Competencia (ya, esta última tiene muchos clones, incluso en la propia León). Pasamos luego a ver la verbena del campo de San Francisco, con una señora que me estaba dejando estupefacto al ver sus movimientos de cadera y pantalón apretado para darlo y marcarlo todo. Tiramos luego hacia el casco viejo, con todos los chiringuitos, incluyendo el del Topu Fartón, el único decorado con banderas del arco iris. Ya no nos movimos de la plaza de la catedral, donde estaba a punto de comenzar el concierto de D (valga la redundancia) vicio. Sí, ese grupo que sería injusto tildar de boy band pero, en todo caso, tenían una buena cantidad de público objetivo de boy band. Era como volver atrás en el tiempo. Y no hasta la adolescencia, sino casi hasta el propio Diluvio Universal. El Paraíso con el que cerraron su actuación, esa canción tan sonada el año pasado, se convirtió en una lluvia intensa para la que no íbamos preparados. 


Suerte que siempre se puede improvisar una especie de atuendo jedi con el que cubrirse. A mal tiempo, buena cara y a mantener el entusiasmo de la chavalería, aunque con una botella de sidra, como la que escanció el cantante desde el escenario, se hubiera mantenido mejor. El final del concierto fue, como es lógico, el final de la salida, a casa a secarse y a confiar en que no haya consecuencias para el trabajo. Si no las ha habido para escribir estas líneas, supongo que tampoco las habrá para repasar unos folios, mientras me pienso qué plan pueda seguir hoy. Más seco, en todo caso. Desconozco si me quedaré hasta el 21, en todo caso la matrícula de la tesina es hasta el 22, lo cual me deja un margen, siempre y cuando el paripé ese que tuve que gestionar para que me den el visto bueno funcione antes de esa fecha. Ahora me voy, no volando hasta el Paraíso Andrés (cuyo tupé quedó totalmente indemne del agua), sino a cocinar algo energético que me permita aprovechar algún trozo de tarde. ¡Feliz San Mateo! 

lunes, septiembre 07, 2015

Síntomas claros de inicio de curso.

El inicio del curso ya no es lo que era. Sin clases ahora, pero sigue habiendo síntomas claros que avisan de su comienzo. Desde hace tantos años, uno sería el arranque de la temporada de Cuarto Milenio. Durante la carrera no resultaba fácil quedarse hasta las dos de la mañana, como anoche, pero ahora, si bien las gestiones mañaneras siguen bastante presentes, por el momento lo de madrugar es optativo. Un inicio de temporada larguísimo, cierto es. Cuando ya había terminado el documental extramuros, con su emocionante desenlace, todavía restaba el programa entero, con su propio cierre, que también me resultó conmovedor pese a que, a esas horas, ya me había adormilado varias veces e incluso me había envuelto con la mantita. Esto último sí que constituye otro síntoma inequívoco del nuevo curso. Estaba enseñoreado, master of the house, hoy ya me toca compartir piso. 
La llegada de mi compañera y una nueva traba burocrática para la matrícula de la tesina (a este paso van a ser más arduas las gestiones que el hecho de terminarla), me distrajeron un poco del plan de trabajo, pero no lo llevo mal, máxime cuando estoy en la incertidumbre respecto a las fechas de cada trámite, fechas bailongas. Mañana es fiesta, pero eso no cambia nada. Ni siquiera sabía, hasta hace poco, que lo fuera, el Día de Asturias. Una gran suerte que en la biblioteca ofreciesen calendarios académicos, de lo contrario igual habría hecho el canelo otra vez yendo al gimnasio para verlo cerrado, como en aquel martes de campo cuya idiosincrasia todavía no he logrado comprender del todo. Lo haré a medida que me empape más del espíritu ovetense. San Mateo sería un magnífico marco para comenzar. El próximo día doce se cumple un año de mi primer viaje a Oviedo con motivo del doctorado, el primero de una larga terna. Quedé con mi tutora y casera de este piso (nunca imaginé que me sería tan fácil alojarme), luego cafetería en el campus viendo los periódicos con la Diada y demás, Gascona... Buen calor hacía, más o menos como el de hoy si te daba el sol de frente; a la sombra, fresquito y viento, un clásico de esta tierra. 
El curso pasado, con sus lógicas fallas que intentaré ir remedando, dio un balance positivo, y es por ello que estoy sentado aquí, en el mismo Pumarín, y ya he abonado la tutela académica correspondiente. Esta vez no empiezo in media res. Eso me da ánimos. Ahí están los síntomas, ahora a luchar por los resultados. 

viernes, septiembre 04, 2015

Catástrofes varias.


No, no voy a hablar aquí de catástrofes humanitarias como las que estamos viendo estos días a cuenta de la guerra y el desplazamiento de personas a costa de este y otros males. Sería un tema para la reflexión, ahora estoy en la fase final de mi trabajo y ni siquiera debería haberme pasado por aquí. Mis catástrofes son más ligeras en cuanto a que son virtuales, digitales. Los millones de personas que perecen no dejan de ser otra cosa que un producto de los efectos visuales. La noche antes de regresar a Oviedo vi San Andreas, me gustan los filmes catastróficos aunque, como ya se ha comprobado, tienden a mostrar personajes estereotipados y una ideología conservadora a más no poder. En este, la familia separada al final permanece unida, poco importa que para la reconciliación haya tenido que palmar buena parte de la población de California. Yo disfruté viendo la destrucción, de eso se trata, aunque me daba pena el estado en que quedó San Francisco, bastante bien recreada. Si el filme no adoleciera tanto de sentido del humor, debería haber aparecido algún sacerdote diciendo que el terremoto de 9,5 o 9,6 no era sino un castigo divino contra la ciudad del pecado y del Castro. Sin embargo, la catedral de la ciudad, que no se derrumba en la película, me pareció de las más liberales que he visto. ¿Cómo se explica, si no, el mural-recordatorio a las víctimas del sida que hay dentro, obra de Keith Haring? (Abajo). 




También resistía, a duras penas, la Coit Tower (abajo también, ¿de verdad se llama así? Lo cierto es que no recuerdo bien). En fin, una película para la nostalgia, aunque sea de tan destructiva manera. Lo que más me gustó, debo admitirlo, fue la versión de California Dreaming al final. Aquí en Oviedo, la naturaleza no es tan brutal pero hemos entrado de lleno en el otoño. Tengo un amigo aquí que, con el cielo despejado, decía que el tiempo andaba revuelto y por eso no salía. ¿Qué hará esta semana? ¿Se parapetará debajo del sofá? A mí no me importa este cambio. Nublado, feo, lluvioso, con todo este regreso me ha ido muy, muy bien. Vaya suerte la de ayer, viendo a la administradora, mi tutora y mi directora en poco rato, sin haberlo planeado. Y encontrar en las diversas bibliotecas todos los libros que buscaba, y alguno más. Todos gratis. En cambio, el libro más caro que he comprado en este mes me lo vendieron a cara de perro en una librería que, sin duda, se tiene por ilustre, pero la mujer que me atendió ostentaba una, asimismo, falta de tacto tan catastrófica que no me lo podía creer. Y allí no vuelvo. Estoy deseando acabar con la tesina para visitar las librerías-café que he visto en Gijón, qué duda cabe que serán sitios más constructivos para ampliar mi biblioteca o incluso para ampliar relaciones aquí. Catastrófico fue el fin de la escuela de cine de Ponferrada, y ayer me divertí de lo lindo al ver a Gonzalo Suárez, director honorario hasta su abrupta partida, haciendo de una versión de... Gonzalo Suárez en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Pardiez, deberíamos haber analizado esta película en la escuela, con él presente. Hubiera sido un punto. Aunque, para troupe a lo Almodóvar, los personajes que había allí. Serían otro catastrófico capítulo aparte, ahora toca volver a la escritura más seria. En la medida de lo posible.