domingo, marzo 09, 2014

La resaca del Oscar acabó bien.



Después de ver el estado en el que se encontraba uno de mis compañeros el último día de clase, llegué a la conclusión de que bien podría haberme presentado yo, con toda la resaca del Oscar, el lunes pasado. No lo hice, y no me arrepiento. Ese día la profesora, además de enfadarse por mi falta de asistencia, comenzó a tratar a los alumnos, no precisamente unos recién llegados a la universidad, en modo preescolar, incluso revisando los libros con sus notas como quien revisa los cuadernos de escritura que vendía yo en mi época de Pozuelo. Vapores del lunes, serían, que se le fueron pasando a medida que recordaba que yo, hace tres años, era un alumno bastante ejemplar en su asignatura, hasta tal punto que eso llegó a causarme problemas con otros de los asistentes. Al día siguiente, no me dijo absolutamente nada, y las tres jornadas de clase han sido provechosas, y con su punto justo de diversión, algo que no se puede decir de todas. Bien está lo que bien acaba. 
Tras ver una de las triunfadoras de la gala, Frozen, no puedo quitarme de la cabeza el tema que ganó la estatuilla. Natural. Además de ser un gran tema, en la línea de los mejores de la casa, el personaje que lo canta tiene varios puntos en común conmigo: prefiere el frío al calor (claro que eso puede formar parte de su maldición), y, al igual que otros héroes y heroínas Disney, le planta cara a las dificultades, aunque eso suponga construirse un enorme castillo en lo alto de la montaña, en el que disfrutar de sus poderes, poco comprendidos por los súbditos que acaban de coronarla reina. Yo, por fortuna, no estoy en un castillo de hielo, sino bien rodeado en esta por otra parte decadente ciudad, pero el ambiente nórdico que transpira el filme, con sus renos y sus trolls, me recuerda hacia dónde debo volver mis pasos. 

PD- Por favor, espero que esa nueva moda de las películas mastodónticas de temática LGTB sea pasajera. Tras las tres horas de Adele, ahora casi otras tres con Laurence anyways, filme que desbarra tanto que tal vez hasta el propio Almodóvar podría sentirse abrumado ante él. Si no estás contando epopeyas de la Tierra Media, más vale que no dejes en tres horas lo que puedes contar en dos... 

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