Aún cuando no estuviera previsto, el sábado tuve una salida muy femenina, plural y divertida. No todo va a ser ascetismo. Hubo que ponerle los cuernos a Benito con un sacristán, y luego repartir el ocio en una tríada de antros que han sido muy especiales dentro de mi corta vida: el Pinocho (Pichocho), el Traga (Putraga) y el Korova (Putova- Ya veis que este idioma artificial no tiene mucho ingenio) Yo, por ahora, me quedo con el primero. Cuántos buenos recuerdos, aunque algunos ahora traigan regusto amargo, tengo de allí. Y su poción mágica, devastadora. Pedimos un cachi de Pinocho, no se si estará hecho con licor de madera o algo así, pero su fórmula es altamente engañosa. Si sabe a Trina de limón, su efecto no es el mismo en el cerebro. Ni en el organismo al día siguiente. (Por cierto, Hopewell, dos canciones de Héroes nos pusieron, y eso que no era el Zoe jeje)
Yo ayer no estaba tan mal como en otras jornadas, aunque, por unas o por otras, sí que fue un día apagado, que no trasmitía vibraciones positivas. Aunque también hubo tiempo para algunas birras y risas. Como soy algo masoca, me puse a ver una película en la que dicho término juega un papel relevante. Se llama A la caza, pero su título original, Cruising, es mucho más significativo para quien esté metido en materia. Yo tenía muchísimas ganas de ver este filme, que allá en su estreno, 1980, montó un pifostio de campeonato, con piquetes de gays protestando a la entrada de los cines. Dirigida por un entonces famoso William Friedkin, la película es aceptable como intriga, pero es muy sensacionalista. Refleja solo una parte del colectivo homosexual, la más cerrada, excluyente y sórdida: esos bares en los que la gente suele ir vestida de cuero, de uniforme o directamente sin ropa, y allí practican todo tipo de actos extremos: lluvia dorada, fist fucking, sado, etc. Yo respeto, faltaría más, pero no comparto. Por aquella época aún no se había desatado la psicosis del sida. Ya se sabe, aún era el tiempo del sexo libre y a saco, sin muchas medidas de prevención. Pero en esta película quien mata es un asesino en serie, acuchilla a gays en sitios típicos de cruising (= ligar en sitio público, de ahí el título) como sex shops, parques, etc. ¿Y a quién mandan a infiltrarse en ese ambiente? Pues nada menos que a Al Pacino, rescatado para la Ley tras liderar a los Corleone, si bien sus compañeros policías tampoco es que sean unos angelitos.
Lo que cabreó de la película fue, sobre todo, su ambiguo final, que no revelaré. Dijeron que provocaba el odio hacia los gays. No se. No lo he pensado aún, pero en todo caso la libertad de expresión es sagrada tanto para el director como para el guionista, que en este caso son la misma persona. Películas como Chuecatown, con todas sus buenas intenciones, también pueden crear ese sentimiento. Por lo tanto, os recomiendo que la veáis y saquéis vuestra propia conclusión.
2 comentarios:
Esas películas son las que dan una imagen que, al fin y al cabo, es la que algunos ignorantes se quedan.
Suerte que otros veamos más allá xD
Si por peliculas fuera... "que pueblo tan raro los españoles, que adoran a sus santos para luego quemarlos" (,mission impossible 2, lo que tiene rodar la semana santa sevillana en valencia y confundirla con las fallas)
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