lunes, abril 09, 2012

El nabo (con perdón) que no dejaba ver el bosque.


Justifíquese este extraño título porque ayer vi Shame y, como todo el mundo más o menos enterado, desde luego que lo hice en parte animado por el mismo morbo que mueve al personaje de Brandon Sullivan. A todos aquellos que pretendían ver un filme casi porno les digo: no os molestéis. Si queréis algo así, haced como el propio Brandon y buscadlo en internet, eso sí, a ser posible sin pagar y sin hacerlo en el ordenador del trabajo. 
Así pues, no se entiende tanta literatura acerca del miembro viril del protagonista que apenas se balancea unos segundos al comienzo de la película. Quien solo vaya a ver eso, podrá salirse pronto. Visto en detalle (no penséis mal) y, más allá de la broma de George Clooney en los Globos de Oro, resulta una señora polla, sin llegar a falo pero quizá en proceso, adecuada a la estatura y el porte del actor que la luce, un actor por otra parte cuya desnudez más intensa en este papel no se limita al plano físico. En fin, creo que estamos pocos acostumbrados a ver penes en pantalla, de lo contrario no se explicaría la polvareda. 
Resulta del todo natural que un soltero se pasee en pelotas por su apartamento de Nueva York, y el principal conflicto de la película es la pérdida de intimidad que provoca la llegada de su un tanto desequilibrada hermana, un verdadero incordio para el desfile de prostitutas, ligues ocasionales, webcam, simples pajas de a pié y demás, porque el personaje es un adicto al sexo, término moderno para lo que habitualmente se conoce como más salido que el pito de un botijo. No es de tener relaciones estables. No le culpo por ello, yo tampoco, pues la estabilidad no puede encontrarse a cualquier precio. No obstante, cuando parece sentir algo más por una compañera de trabajo, es precisamente en el terreno sexual donde el asunto no funciona. 
Eso sí, resulta un personaje más positivo que su jefe, un patético ligón que engaña tanto a su mujer como a sus hijos. En el caso de Brandon, no tiene más lazos que los de su hermana, y, antes que intentar comprenderla, prefiere sumergirse en un torbellino de sordidez en el que descubrimos que su heterosexualidad tiene licencias y que, como diría algún obispo, busca el infierno. Pero el infierno, como yo mismo considero, es sobre todo un estado interior, el que este ejecutivo, sin problemas de crisis económica, se crea sin encontrar asideros para salir. La película tiene una estructura totalmente cíclica, acabando como comienza, posible signo de un círculo más que vicioso del que se sugiere no va a ser fácil salir. 
En fin, muy recomendable, no dejéis que los comentarios lúbricos oculten el bosque de la trascendencia. 

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