martes, octubre 16, 2012

L(o)uis

Yo nunca tengo problema en dar la razón a buenos amigos, aunque me fastidie. Muchas veces, eso sí, lo que me aconsejan es algo que yo ya se, de modo explícito o implícito. Después de cinco años, es muy difícil buscar piso. Yo querría un apartamento individual, pero para eso, por ahora, no llega el presupuesto. Así que toca compartir, y encima buscando en el extranjero, desde León. Todo ello da lugar a errores absurdos, como el que he sufrido, de una imbecilidad digna de una novela de Houllebecq, como la que leí ayer. 
En español tenemos la raíz -a, que permite distinguir entre pares de nombres como Luis/Luisa, por ejemplo. Ello no pasa en el extranjero, países no hispanohablantes  Tenemos Louise, Louis, etc. Así pues, fui tomado como una señorita por una estudiante de Lund, poco avezada por lo visto en eso de buscar compañeras de piso. Tras verme vía Skype, dijo que, de compartir, hostias. ¡Vaya! Es decir, que, cuando no sabía mi género, dijo que yo era agradable, y luego... ¿De qué colegio de monjas se ha escapado usted, señorita, que no tiene puta la idea de cómo soy, ni de qué busco, ni de que no soy Alfredo Landa persiguiendo suecas o no suecas? 
Pues nada, espero que tenga suerte y más ojo la próxima vez, aunque otra parte de mí (la parte angry) desea que se joda y se chupe todo el alquiler del mes ella sola, como castigo ejemplar... ¡Serenidad, pese a todo! Creo que ya tengo habitación en un pueblo cerca de Lund, en una casa grande con jardín, compartiendo con estudiantes hispanohablantes y un casero sueco que parece inteligente y divertido. Así pues, este tropezón no será para tanto, en peores me encontraré una vez llegue allí, mañana hablaré con quien imagino será mi casero y ahora me voy a tomar un vaso de cola zero para reponerme del susto. Ciao cho chin! 

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