lunes, octubre 08, 2012

Mi no-Erasmus

Los recortes llegan a todos los ámbitos, ahora se habla también de que el programa Erasmus está en peligro aunque, en realidad, las becas que ofrece tampoco es que sean para vivir desahogadamente si no se tiene una subvención adicional. Para mi carrera sería una verdadera desgracia que no hubiera Erasmus, ciertas asignaturas se mantenían a base de alumnos extranjeros. 
Yo no hice Erasmus. Yo nunca he actuado en base de lo que se tiene que hacer, aunque ello me haya perjudicado. No creo en lugares comunes, ni mucho menos en eso de que constituye el mejor año de tu vida, clara hipérbole a menos que se trate de gente bastante desgraciada. Yo respeto y estimo a aquellas compañeras que se han ido o ahora mismo están fuera con Filología Hispánica. A mí me parecía absurdo irme fuera de España a aprender español. Si yo me hubiera ido de Erasmus, principalmente hubiera buscado aquello que los tópicos asocian a ello. Preferí mantener el expediente. 
Los tópicos tienen base de verdad, pero incluyen mentiras carcajeantes. La mayor, que el Erasmus provee un aprobado fijo. ¡Qué va! Anda que no he visto yo suspensos humillantes y, de hecho, hay profesores que no tienen especial predilección por estos alumnos. Tampoco tuvo piedad mi más reciente profesor de literatura con la única chica extranjera de la clase, que abandonó a los pocos meses tras ver el berenjenal en que se había metido. Hay gente que estudia, qué duda cabe, y con una buena organización le sobra tiempo para visitar España e hincharse a tapas. Otros optan por ciertas trampillas, fácilmente descubiertas, la whiskypedia o, si encuentran nativos receptivos como yo, les piden ayuda. Confío en encontrar gente tan colaboradora cuando vaya a Suecia. 
Salvando lo del idioma, todas las habilidades que se asocian al Erasmus se pueden desarrollar aquí. A mí me pasó en Madrid. Allí estudié y trabajé, compartí un piso donde cocinaba, limpiaba, etc. Incluso respecto al tópico más persistente, las oportunidades sexuales, os puedo asegurar que en Madrid surgían en grado mayor a las de León, y no será porque aquí no me las restrieguen a diario. En realidad, el tema no es el desplazamiento, sino la capacidad de sacrificio. Cualquier persona es susceptible de ser arrastrada por las fiestas, como lo fui yo el sábado hasta cierto punto. Frente a lo que opiniones ignorantes puedan sostener, yo tuve durante la carrera largas temporadas de fiestas tanto dentro como fuera de León. Pero las capé. Hubo que elegir. 
Otras opiniones igual de ligeras podrán pensar que no me fui por comodidad. En absoluto. De hecho, me voy ahora, dentro de un mes. Y voy a sacrificar, con alegría por mi parte, buena parte de la comodidad que tengo aquí. No importa, lo compensaré con otra clase de estímulos y desafíos que me saquen de este epílogo leonés en el que, convertido temporalmente en ni-ni, me siento en tierra de nadie si bien gracias a ello me permito disfrutar de los últimos vinos baratos y de los últimos trasnoches para ver Cuarto Milenio. 
A diferencia del Erasmus, yo me iré para siempre si veo que merece la pena. No es algo que pueda saber ahora... 

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