miércoles, enero 28, 2015

Mefistófeles y el arte.


¡La modernidad ha llegado a mi refugio ovetense! (La posmodernidad ya lo había hecho hacía tiempo). Ayer al fin me instalaron el wifi, debo agradecer la profesionalidad del técnico, batallador frente a contratiempos varios. Me está funcionando bastante bien, salvo anoche, que quería hacerme un amago de boicot. Para paliarlo, me puse a ver Whiplash, una de las pocas candidatas a la terna de los Oscar que me faltaban por ver. Se da por fijo el premio para JK Simmons, y lo comprendo, su personaje es bastante más redondo e impactante que los de sus competidores. Interpreta a un mefistofélico profesor de conservatorio, que escupe más insultos homófobos que un instructor de marines, el cual establece una especie de pacto masoquista con un alumno: le llevará más allá de sus límites para sacar el genio que hay en él, pero a costa de debilitar su vida privada, familiar, su cordura e incluso sus dedos. El filme indaga en las relaciones entre el arte, el arte sublime y la locura. Los dos personajes son psicóticos, aunque se necesitan. 
El tema de la película es la música, el jazz, pero en verdad que podría extrapolarse a muchos otros campos. Los dilemas que plantea  admiten diversos planteamientos: ¿Merece la pena el esfuerzo, casi inhumano, si el resultado va a ser la gloria o incluso la inmortalidad? Un personaje con los métodos de ese instructor no duraría no dos días en un instituto público español, acabaría en la cárcel. Por lo que se ve en la película, su motivación cala en el alumno, pero a costa de socavar su integridad psicológica. Las obsesiones, a menudo, dan resultado, mas conllevan contrapartidas. En el terreno académico, por ejemplo, yo nunca llegué a obsesionarme, aunque hubiese quien sostuviera lo contrario (tampoco me obsesiono ahora, porque si no estaría escribiendo la tesina y no aquí). En los últimos años, sin embargo, sí me he visto rodeado por algunas personas que, por unas razones u otras, se han obsesionado por sus estudios en cierto grado, y yo me he visto afectado por las consecuencias, dado mi estado de implicación emocional con las mismas (a uno u otro nivel). Mis felicitaciones y admiración por su grado de compromiso, lo cual no me evita formular la incómoda pregunta: ¿ha merecido la pena o merecerá la pena lo que se deja por el camino? Yo, en mi propio campo, que no es otro que la escritura, por si a estas alturas alguien lo dudaba aún, creo que lo mejor será seguir ensayando casi a diario, como procuro hacer. Ya se sabe, ese rollo de ningún día sin una línea y demás. 
En todo caso, os recomiendo Whiplash y manifiesto mi sorpresa porque, según recoge Fotogramas, la corona de mejor película del año para la crítica haya pasado de un filme como La vida de Adele a otro tan distinto como Boyhood. Y eso que ambos recogen un proceso de adolescencia, pero desde puntos de vista bastante enfrentados. Boyhood es una película experimental pero, en lo temático, heteronormativa a más no poder, tan normal que se me hizo banal. Y, para sus aires de telefilme, bastante larga. ¿No podrían haber cortado alguna escena? Por ejemplo, aquella de camaradería adolescente en la que vuelan pullas machistas y, una vez más, homófobas. No pretendo dármelas de contestatario, a mí el filme me gustó pero sobre todo como documento de una época y de los cambios producidos: las consolas, el whats up, la música pop, Harry Potter, Star Wars, etc. No soy el único, varios de mis amigos tampoco la perciben como obra maestra. Sus tópicos americanos los he visto ya mil veces. Así que apuesto por Birdman, un filme mareante, sí, pero excelente (y que también tiene solos de batería). 

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