viernes, enero 23, 2015

Tocaba nieve.



Pero menuda maldición informática que he tenido que soportar en el piso de Oviedo. ¿Se arreglará la semana que viene, como si se rompiera un hechizo de la Bruja en el musical Into the woods? Nada más regresé, tras Reyes, fui a visitar una delegación de una conocida empresa de telecomunicaciones de Asturias. La mujer que atendía no se daba demasiada prisa, y yo me esperé mi buen rato para nada, para que ella o su base de datos me dijeran, por unas o por otras, que no se fiaban de mí. Resulta que hace cinco años, un fantasmal inquilino de mi piso, del que nada conozco, dejó un pufo allí, por las razones que fueran. Yo no tenía la menor idea de quién sería aquel, pero querían que demostrara mi identidad para que se comprobase que yo no era él, o que no lo tenía viviendo dentro de un armario. No me valía ni el DNI, que se supone que vale para eso, ni nada que no fuera el contrato de alquiler, y este todavía no hemos podido concretarlo. Solución: al día siguiente volví a mi vieja compañía, y allí me atendieron con rapidez y eficiencia. Gracias a la tarifa de datos del móvil, he podido seguir con mi vida social en Oviedo sin necesidad de rapiñar wifi en bares o en el campus. 



Más complicado fue lo de instalar Internet en el piso. Pensaba que el proceso sería más inmediato. No, hubo que esperar siete días laborales y allí se planto el técnico, quien de verdad se portó muy bien en todo el proceso. El hecho de no tener ni idea en estos asuntos me hacía pensar que la cosa sería enchufar un cable, configurarlo un poco y carril. Qué va. Hubo que abrir un cuarto abajo, gracias a lo cual al menos ya conozco al portero y tengo su número. No encontrábamos la entrada principal de la línea y, voilá, estaba detrás del cabecero de la cama, contra el que ya me he llevado algún que otro cabezazo. El sitio que menos hubiera imaginado. A punto de instalarlo, por rollos burrocráticos de la empresa hubo que dejarlo para la semana que viene. Dijo que solo sería cuestión de un cuarto de hora. Esperemos que sí. No quiero tener que escribir el blog en el aulario del campus, por no hablar de tantas otras cosas. 

Por lo demás, cabe decir que a Oviedo no ha llegado la nieve. Estas fotos son del viaje en tren desde allí hasta León. Un viaje con un paisaje bellísimo, para mí, que me hizo recordar al de Escania. Además, durante el mismo fui avanzando con la lectura de Jeanette Winterson, con ideas frescas y prometedoras para la tesina y la tesis. Año de nieves, año productivo. Para compensar la ausencia del blanco elemento, en Oviedo sufrí lo que allí es habitual: lluvia. El domingo, diluvios de quince horas seguidas y rachas de viento tan fuertes que, viviendo en un ático, pareciera que las ventanas iban a separarse de cuajo. Cuando estaba viendo Cuarto Milenio, con esos alienígenas que dan tanto mal rollo, el viento aullaba con tanto ruido que casi no podía escuchar la televisión. La nieve es un fenómeno más tranquilo. Vine aquí por pocos días, a diferencia de en las fiestas, para hacer algunas gestiones que han salido bien. Desde luego que también espero ver a algunos de los amigos que han sobrevivido a la desbandada tras Navidad. Y alguna tapina gratis, ¿no? Tampoco demasiadas. En febrero espero ir a algún gimnasio barato de esos que se llevan ahora. De rebajas, lo único adquirido hasta ahora, ya compré el pantalón de chándal marca-culos. Mens sana...

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