viernes, marzo 13, 2015

El ciclo hobbit se cierra (a priori).


Quizá suene ridículo confesarlo, pero la otra noche tuve un sentimiento de orfandad bastante profundo. No solo porque se cerrara la trilogía dedicada a El Hobbit, sino por todo lo que ha supuesto la saga de Peter Jackson, seis filmes a lo largo de trece años. Irónicamente, la primera de estas películas llegué a verla, por segunda vez, en Parque Principado, ahí donde me estuve cebando hace poco más de una semana. Hemos crecido con ellas. Yo al menos. Sospecho que este es el verdadero final, no creo que Peter se atreva con otras obras menos conocidas, o más complejas, de Tolkien. Seguro que le daría otra úlcera, definitivamente no puede ser bueno perder treinta kilos o así en tan poco tiempo. 
El sentimiento melancólico venía motivado, también, por los recuerdos que me trae el capítulo inicial de la trilogía: mi favorito, y no solo porque lo viera en Copenhague. De todo ello hablaba en mi obra Escania, cuyo subtítulo hacía un guiño explícito a la novela y las películas. Por cierto, hoy he terminado el borrador de otra novela, la que he venido escribiendo estos meses a pesar del doctorado. La escritura académica debe ser compensada con la creativa, bajo mi particular punto de vista. Seguiré hablando en el futuro de esa novela, ahora me centraré en despedir a Bilbo Bolsón, que en esta tercera parte aparece por duplicado, al igual que las figuritas que tengo el cuarto de León: joven frente a maduro. 
Después del interminable (e inventado) clímax de la segunda parte, con el dragón Smaug, otro de mis personajes favoritos, lo cierto es que la tercera entrega se me hizo cortita. ¿Un poco eyaculación precoz, aunque el símil no sea apropiado? Es, casi toda ella, batalla. Luego está el amor interracial, enano-elfa, invención asimismo de los guionistas como era de esperar. La elfa, cabe decirlo, se enamora del enano más guapo de todos, casi el único guapo y, curiosamente, el único que tiene rasgos afeminados pese a la barba. El resto, que se fastidien. Bombur, ya tendrás tu oportunidad (o no, con el amor a la comida ya tienes bastante). 
Para darle un sentido cíclico a la cosa, llegué a pensar que podría volver a Escandinavia para ver la última entrega. No solo para eso, claro está, sino dentro de un programa de doctorado. No salió, los requisitos varían bastante de una nación a otra, pero no me importa. Aquí en Oviedo estoy fenomenal. Verdadero santuario de la creación es este, como he podido comprobar hoy mismo y sigo comprobando, escribiendo en este blog unas líneas más. Y luego está el concurso literario de la universidad, un chivatazo que me dio mi compañera de piso y doctorado, Cristina, para entregar un relato largo (o novela corta) de entre 50 y 70 folios. Es factible. Me será difícil parar, o cortar, como siempre, pero puedo hacerlo. Si no para ganar un hipotético premio, al menos para mantener vivo el espíritu de la escritura de ficción, que en Oviedo no me ha abandonado ni un instante a lo largo del otoño y de este agonizante invierno. 

1 comentario:

claudine dijo...

Como siempre, no nos defraudas Tis... Coincido contigoen tus apreciaciones sobre la ssga del.Hobbit, q ha ido d mas a menos, siendo la ultima una sucesion d enfrentamientos con algun chispazo d amor jeje