domingo, febrero 19, 2017

Amor y amistad.


No se por qué ambos conceptos se diferencian. Amistad es amor. El amor que yo entrego a amigas y amigos, además del que recibo por su parte, merece ser tenido en cuenta. Otra cosa es el amor romántico, la noción que tenemos de él, que de eso se supone que trata el San Valentín de esta semana. Si he de ser justo, debo decir que es una celebración a la que sí me he sumado en algunos momentos, ya sea de forma oficial o extraoficial. Este año, no. Ya se lo dije a mi compi Melissa: Books are my lovers. Me regalé uno, gasto nada baladí pues se trata de un libro de muy saludable lectura, y tomé unas tapas con uno de los mejores amigos que he hecho en Oviedo. Home, un plan más barato que una cena o una noche de hotel e incluso motel. Por lo que respecta al inicio de este año, Cupido (o Eros) ha usado más plomo que otra cosa. 
Así, a diferencia de ese amor tradicional que tenemos en mente, el de los bombones como el de la foto, las tartas y todo el merchandising que conlleva, yo celebré la buena amistad durante toda la semana. Hoy quizá también. Lo hice tanto en Oviedo como en León aunque en esta última ciudad, en la que las raíces son evidentemente más profundas, pudiera quedar ayer con siete personas en la misma jornada. No es este un mes fácil. Ha tenido lugar el pistoletazo de salida de un período de recuerdo, de todos los malos recuerdos del año pasado. Ante lo cual, he intentado mantener la concentración todo lo posible pero con un evidente ralentí en la tesis. ¡Suerte de prórroga! Como en las buenas películas que a mí me gustan, los últimos momentos del doctorado determinarán el éxito o el fracaso. Desde luego que la tesis es una prioridad, pero quizá no he sabido bien establecer un sistema de prioridades. 

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