lunes, diciembre 30, 2019

Regreso al río.


Por primera vez desde que dejamos de celebrar la nochebuena en el domicilio familiar, este año repetimos emplazamiento, en Vegacervera, la misma casa rural que el anterior. Por suerte, no estaba malo, no tenía infección de muelas ni de nada; si acaso, allí incubé el catarro que ha alcanzado su apogeo en este fin de año, mal que me pese. Pero, por lo que respecta al martes pasado, estuve lo bastante bien como para engullir todo aquello que había dejado en la nochebuena anterior. Y, al día siguiente, como contraste, vigorizante paseo por las Hoces de Vegacervera, contemplando el río que, pocos días antes, se había desbordado, amenazando nuestra noche de paz allí. 





 Ese río es el mismo, curiosamente, en el que nos bañamos en agosto. En cuanto a la temperatura, no es que hubiese cambiado mucho desde entonces, pero, claro, habían desaparecido tanto los bañistas nudistas como todos los demás. Fue una mirada hacia el pasado, un remontarse por las aguas bravas de este año, que, finalmente, merece una valoración más que positiva. Y el río sigue, al margen de que en el inicio de la próxima década volvamos allí en plan veraneo o en plan navideño. Y, después de regalarle un ejemplar de mi tesis al otro hermano doctor, Paco, con el aplauso (demasiado halagador) de la mesa, mi trayectoria también sigue, si bien, en el estado en el que me encuentro ahora, no se si sería el mejor momento para hacer balance o establecer nuevos objetivos. Quizá mañana...



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