miércoles, junio 08, 2011

De aquí al spa.

Si yo pudiera pedirle algo al próximo alcalde, que lo será no tanto por mérito propio como por culpas ajenas, le pediría que, estando muy bien ese sistema para ciegos del transporte urbano, no veo por qué tengo que quedarme sordo ante los insufribles chilliditos de los anuncios publicitarios que nos han impuesto sí o sí a quienes viajamos en los autobuses. ¿Acaso no llevan ya propaganda en el exterior, y en las paradas?
Resulta una ironía que, viajando hacia un examen como el de ayer, una locutora con la mayor voz de pito posible me diga que hay un spa por donde la muralla romana, y que si el masaje de chocolate, que si es muy relajante... ¿Relajante? Relajante sería pegar una pedrada a esa televisión que quiere vendernos spas y electrodomésticos con un tío imitando a Rambo, bla, bla...
Con ese preludio, no me extraña que durante el examen se me fuera la cabeza para todas partes. De hecho, desperdicié media hora, no se si me arrepentiré de ello y no lo sabré hasta que salga la nota. Salió regular, quizá no tanto para cargármela pero, en todo caso, poco importa, queda mucho para el 19 de septiembre. Tendría todo el verano para prepararme, y quizá relajarme yendo a ese puñetero spa y exigiendo que me hagan un descuento por haber soportado malamente su basura auditiva. Ya imagino que en el Ayuntamiento deben de andar con telarañas en la hucha de ahorros, pero a este paso nos van a poner publicidad hasta en los pupitres (perdón, en las tablas a modo de pupitres).

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