miércoles, enero 11, 2012

El ahorro del chorro.

Algo huele a podrido en Dinamarca, se decía en el Hamlet, pero esa pestilencia era metafórica, no como la que se instaló en la ciudad de León los últimos dos días (hoy parece haber remitido por ahora). El misterio del mal olor sin procedencia exacta. Olía como si hubieran abonado la ciudad entera, aunque esta tierra sea más bien infértil y solo produzca habitualmente bares y parados. Pensé que pudiera ser la primera señal del Apocalipsis, cual si un volcán no sospechado nos estuviera advirtiendo con sus emanaciones de azufre, pero también recordé que una costumbre arraigada en esta tierra, en honor a la justicia habrá que señalar que no solo en esta, es que la gente se arroje mierda unos sobre otros, bien de frente o por la espalda. ¿Cómo no iba a estar el terreno abonado de esta manera? O tal vez sea un problema de cañerías. Ahora, por eso de los recortes, las fuentes principales solo funcionan cuatro horas al día. Quizá una fuente no sirva para mucho, salvo cuando a alguien le da por bañarse en ella, pero no creo que el ayuntamiento más endeudado, el de Madrid, vaya a seguir el ejemplo con Cibeles y Neptuno. Pero en fin, después de esas económicas luces y las pelotas gigantes (de Navidad, claro) que colgaban de las farolas, está bien seguir la senda del ahorro, el ahorro del chorro. Yo me he aplicado el cuento. Salí ayer y no vi nada en rebajas que me convenciera. Quizá las sensaciones olfativas tampoco movieran al consumismo... 

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