jueves, noviembre 26, 2009

Congelados.

Antes de nada, diré que no me refiero al tiempo y que, por suerte, mi problema de móvil ya está arreglado. Es lo que tienen estos pequeños problemas gratuitos, que al menos suelen resolverse pronto y con facilidad. Pasé por la tienda del otro martes y seguía la misma torda en la misma postura. Luego fui a consultar a otra más simpática y servicial, y ahora tengo al pequeño puck encerrado en un papelajo.
El ir a clase muchas veces me rejuvenece, sobre todo cuando los profesores hacen frente común y nos meten a todos en el mismo saco de los 20 o 21 años. Bueno, yo por si acaso seguiré tomando un montón de antioxidantes con el té verde. Nuestra profe, la misma que nos está dando el cuatrimestre con sus controlitos resacosos en lunes, creyó que yo rondaba esa edad. Pero yo no tengo la menor molestia en confesar lo contrario, porque aún no soy viejo y la juventud, a medida que la esperanza de vida aumenta, parece como que se alarga. Para justificar ser el senex de la clase, y omitiendo mis empleos, saqué la carrera de Ponferrada. ¿Me ha servido? Bueno, una cosa es servir y otra ganar dinero. Claro que me ha servido, ahí está el título colgado y me la pela su falta de homologación. Yo he seguido metido en guiones, tanto los de Pigmalión como otros para los que me falta el tiempo hurtado, precisamente, por los múltiples trabajos de dicha profe, je, je.
Pero, al margen de algunos éxitos de taquilla, el cine español está en situación delicada y la televisión, más exitosa, por lo general no me parece que de productos de mucha calidad. Se ha armado un lío estrambótico por la congelación de las subvenciones al cine español desde la Comisión Europea. Es un embrollo demasiado surreal para contarlo en pocas líneas, el caso es que hay amenazas de que se van a paralizar los rodajes. ¿Es posible que el cine español pudiera pararse por falta de subvenciones? Es triste, pero posiblemente sí. Sobre todo, como es obvio, las producciones más modestas, cuyos responsables parecen ser los culpables del lío. No se, yo solo apuntaré un aspecto que me parece crucial. Como en otros muchos ámbitos de la vida, siempre es preferible calidad antes que cantidad. No tiene sentido sacar 200 películas al año, que saquen 50 y compaginando entretenimiento y calidad, es lo mejor. Después de degustar las sencillas historias del cine nipón me tragué una mamarrachada de ciencia ficción llamada Pandorum, concluyendo que muchas veces es mejor la sencillez para atraerse al público.
En fin. Yo seguiré escribiendo, como sea, mientras me deje tiempo esta carrera que, ya en estricto sentido económico, confío en que será más productiva que la anterior.

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