viernes, noviembre 23, 2012

Bambú y Bombur.


Ciertamente no todo es caro aquí. Una opción razonable, que me trae reminiscencias de Madrid, es el buffet asiático. ¡Ya no digo chino! Tailandés, japonés (por el sushi), etc. Es ese momento en el que te sientes culpable porque te gustan la mayoría de los platos y quieres picar un poco de todo; si bien muchas personas asocian esta clase de menús con lo cutre, en la coqueta composición que retrato arriba podéis comprobar que queda sitio para la estética. Y, valga recordar, aunque comas como un cerdo siempre resultará más saludable que una hamburguesa en Burger King; allí, además de pagar la comida, tienes que apoquinar cinco coronas si pretendes entrar en el servicio. De aquí a fin de año podría, si me interesaran los experimentos absurdos, comprobar cuánto dinero he gastado en suelo sueco a través de las micciones. Al menos ello sirve para que los toaletter se encuentren en aceptable estado de limpieza. 
Bamboo City, el buffet de Malmö que tiene un primo hermano del mismo nombre en Estocolmo, permite reponer fuerzas por ochenta coronas, más o menos lo que en otro lugar te cobrarían por un par de cañas. No seré yo de esos que se quejan de comer mal en el extranjero. Echo de menos, como es obvio, los Lambruscos del Rigoletto y los Ruedas de la Competencia, con sus respectivas pizzas, pero, en fin, no se puede tener todo. La belleza se paga. Belleza en las ciudades, en los paisajes y, cómo no, en las personas, belleza que complace la vista aunque también aturde las conciencias. 


Un factor interesante en cuanto a las sagas cinematográficas es que permiten mostrarnos lo viejos que somos a medida que van añadiendo capítulos. No tan viejos aún, desde luego, pero es la sensación que tengo respecto a El hobbit, convertido, contra toda lógica, en una trilogía. Si en El señor de los anillos tuvieron que sacar versiones extendidas, en este caso supongo que no será necesario, ya bastante habrán tenido que discurrir los guionistas para expandir de esa manera el pequeño libro que nos mandaron leer en el Bachillerato. Eso sí, el gordo enano Bombur está muy logrado, ya solo viendo su aspecto en los avances. Ya se anuncia otra entrega asimismo de Star Wars, otra serie interminable que, al menos en lo que a mí respecta, nos ha acompañado toda la vida. 
Aún no he ido al cine en Suecia, pero sería más recomendable que en León, una versión original en inglés con subtítulos en sueco me ayudaría a progresar en ambos idiomas y no sería obstáculo para la comprensión de una historia que ya conozco casi paso a paso. El hobbit lo merecería, en otro caso constituiría un capricho demasiado caro. No estoy muy seguro de poder llevar una vida social activa hasta que encuentre trabajo, aunque sea un trabajo precario a la sueca. Si nada cambia, me quedan tres semanas de año en Suecia, tiempo en el que, aunque no lo encontrase, podría sentar unas bases mínimas en las que continuar buscando a mi regreso, por no hablar de las gestiones para ser seleccionado en un máster de literatura. 
En la carrera, al tener fechas fijas, se trabajaba con cierta presión. Yo no me he puesto plazos, solo la condición de no desaprovechar el tiempo. En todo caso, no tengo previsto moverme de aquí hasta verano. Sería una tremenda estupidez que, después de aguantar el otoño y el invierno, fuera a perderme las estaciones más agradecidas de Suecia, cuando podría irme a bañar a la playa de Malmö, a unos cuarenta minutos de este pueblo. Lo positivo de este viaje es que, aunque no encontrase nada, y la nada se hace muy relativa en este contexto, tan solo por visitar Estocolmo, Lund y Malmö habría merecido la pena, amén de Copenhague, de donde voy a partir hacia León el mes que viene. 


Así pues, no seré yo de esos españoles por el mundo que se quejan de que los comienzos fuera de casa son lo más difícil, aunque luego cuando les graban nunca es en el comienzo, sino ya cuando se van de discotecas a ponerse ciegos. Para mí esto no resulta duro; tendré paciencia, porque ya la tuve durante los momentos más bajos de la carrera, y seré exigente conmigo mismo en la medida en la que me ponga metas realistas. Salga como salga, ya lo remarqué, no habrá pérdida. 

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