lunes, julio 24, 2017

Contrapesos.



 La última semana sirvió, en ocasiones de forma inesperada y en otras más previsible, para compensar algunas contrariedades y decepciones que habían ido surgiendo durante el mes, cual si se hubiese establecido un sistema de contrapesos. El Cuñao del Mes quedó totalmente olvidado, anulado. He conocido, para mi sorpresa, a una persona más interesante y atractiva en todos los sentidos, todavía es pronto para sacar conclusiones pero el mero hecho de haberla conocido es un contrapeso firme y hermoso como un monolito. Y, después de que hubiera pateado las ferias frikis de Oviedo y Gijón en solitario, por motivos más luctuosos o más felices según cómo se consideren, en León siempre he dispuesto de más compañía a la hora de visitar el Level Up. Esta vez en el Auditorio, entorno noble pero que no tiene el encanto de la eterna facultad, la que siempre será mi facultad pues la de Oviedo no ha llegado a impregnarme de esa manera. Por cierto, aunque siga perteneciendo a esta última, pronto volveré a la de León aunque solo sea por rapiñar la biblioteca, saludar y consultar a mis antiguas mentoras y quizá inyectarme un poco de inspiración extra. La feria de este fin de semana fue, como ya sucedió el año pasado, más reducida que sus primas asturianas. Qué le vamos a hacer, no por ello le faltaban atractivos. En esta ocasión, la visita fue breve pero al menos sirvió para pasear mi careta-Kaneki, excesivamente calurosa para la época, y ganar en la tómbola unas gafas molonas, que solo valen para disfrazarse y con eso basta. 



Debido a alguna de esas estimulantes novedades de las que hablaba, he alargado un poco mi estancia, acortando de este modo mis últimos días de soledad monacal en el piso de Oviedo. ¿Importa eso? Mi idilio con Palmira Villa ha sido largo y ya va tocando a su fin. Los últimos acontecimientos hacen prever (esperemos) que mi regreso, pese a que nunca me fui del todo, va a gozar de elementos motivadores, además de otros que no hayan aparecido aún. Ahora solo falta vaciar mis habitáculos y desprenderse de muchas cosas. Estilo zen. Una mudanza siempre es un proceso simbólico, de ordenar y reciclar retazos. Me emociona y me distrae. Sí, me distrae del doctorado, qué remedio. Si el próximo, casi seguramente, último curso consigo lo que no logré los anteriores, imponerme un horario que no ignore del todo, confío en llevar a cabo un sprint final de esos que tanto me gustan.

No hay comentarios: