lunes, julio 17, 2017

Cuñao del Mes.


El pasado fin de semana volvió a evidenciarse la diferencia de expectativas sociales entre León y Oviedo. Allí he pasado buenos momentos en este mes de julio, con la excursión al Naranco ya relatada o el hecho de compartir mesa y nuevas experiencias gastronómicas en un restaurante peruano, probando el ceviche y el pisco sour, además de en el Sushi San que tenía pendiente desde el inicio del curso. Hasta ahí lo positivo, porque en otras ocasiones ha habido cierto estancamiento que me ha llevado a embarcarme en solitario, de nuevo, en el Metrópoli de Gijón (no por ello dejé de disfrutarlo, ahí está la foto de arriba) o en la fiesta del Orgullo. Contacté con el colectivo que organizaba esta y me avisó para una posible presentación justo cuando acababa de regresar a León. Otra pequeña dosis de mal fario ovetense. En fin, podré conocer a esa gente de todas maneras, incluso cuando ya no viva allí. 
Así que estos últimos días, por contraste, todos ocupados por amigos y por gente nueva que difícilmente podría entrar en esa categoría. Merece la pena arriesgarse, en todo caso. En los últimos años he conocido bastantes personas nuevas y todo hace pensar que es el camino que debo seguir en el futuro próximo, no digamos ya si me voy al extranjero, donde sería una condición sine qua non. Respecto a la que me encontré fugazmente este sábado, a iniciativa suya, no se muy bien qué intenciones tendría aunque el camino me pareció un tanto erróneo. Ahora, después de la última tutoría con mi directora, ahora que debo comenzar mi particular tour de force sacando motivación de debajo de las piedras, que me venga un completo desconocido con comentarios de barra de bar totalmente demodé, viejos ya desde antes de que él naciera, pues en fin... Que sí, que sí, que las Humanidades no tienen futuro, que no dan dinero, que yo debería estar trabajando ya en la empresa privada (¿y si decidiese crear yo mi propia empresa?), bla, bla. Justo lo que buscaba una tarde-noche de sábado, una reposición de capítulos de teleserie vieja y barata. Al menos estuvo bien la pachanga al Trivial. Que yo perdiera, cinco a seis quesitos, no me importa gran cosa, dada la incubación catarral en la que estaba inmerso y, al menos, así habré podido agrandar unos gramos más su ego acorazado. 
Pues no. Hakuna matata, vive y deja vivir. Yo se perfectamente qué es lo que estoy haciendo, el tiempo dirá si me equivoco. Lo que nunca me imaginé encontrar, sobre todo según qué vías, es un espécimen de lo que se suele llamar cuñado. Lo nombro Cuñao del Mes y, como diría Jar Jar: Tusa ser muy pesao. 

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