lunes, marzo 05, 2018

Noches de Óscar y mandanga.

Hacía ya varios años que no me quedaba de noche golfa a ver los Óscar. También es cierto que, a diferencia de lo que sucedía antes, ahora la televisión a la carta me permite verlo al día siguiente, misma situación que ya conozco con Cuarto Milenio. Al final, siendo ya costumbre, me dormí en este último programa pero estuve muy despierto en la ceremonia. Como en los viejos tiempos, que no decaiga, quizá quise celebrar así el final de una semana que, sin duda, recordaré. 
Ya tenía todo el equipaje conmigo: revista con quiniela, coca-cola y mandanga de la buena y de la sana. No Mr. Corn, como otros años, sino esos aperitivos, ejem, saludables de la misma marca, realizados con harina de garbanzo y cosas por el estilo, que tan bien nos acompañan en las pachangas frikis que solemos hacer con un juego u otro. No quiero ser en exceso previsible, pero es evidente que mi favorita era Call me by your name. Ya he encargado la novela original, para hacer la comparativa. El guion adaptado fue la única estatuilla que se llevó, de récord: noventa años tiene James Ivory, la persona más longeva en recoger el premio. En el otro extremo, también se lo podría haber llevado por la misma película la persona más joven, Timothée Chalamet, pero ya hubiera sido demasiado, supongo. Si mantiene su nivel de talento y no lo echa a perder, oportunidades tendrá. Ya solo por él merecía la pena permanecer despierto, objeto de chistes y también imagen de la inocencia con su esmoquin blanco. ¿Se puede ser más mono?
Por supuesto que la película ha tenido polémica, y no lo digo ya por la diferencia de edad entre los dos amantes sino porque ha sido acusada de falta de realismo, de no comprometerse... Y es cierto. Ohú, no es una película activista, ni siquiera (hablando en términos estrictos, claro) podría definirse como película gay porque ninguno de los protagonistas se define o se muestra como tal. James Ivory, por otro lado, será un cineasta gay pero no un cineasta activista. Ayer, si bien recuerdo, habló de las personas gays, las hetero y también las que permanecían en un estado intermedio. Está bien romper dualismos y el filme lo hace. 
Lo que resulta sangrante es que no estuviera nominada la que sí es la gran película activista, con todas sus consecuencias, de la temporada: 120 pulsaciones por minuto. Un filme muy necesario pero que, en su afán de reflejar las interminables y tediosas asambleas de un grupo de activistas, lógicamente termina aburriendo a ratos. Su ausencia como película extranjera solo se compensa por el hecho de que el premio fue a parar a Una mujer fantástica, que no he visto aún pero que también ha hecho historia cuando salió a presentar la primera mujer trans, Daniela Vega. ¡Bellísima! Y no se olvide, claro está, que La forma del agua es un cuento lleno de freaks, monstruos e inadaptados de todo pelaje, a juego con el artículo que estoy escribiendo; entre estos, otro personaje homosexual que, a diferencia de las dos películas con parejas de jovencitos, representa una versión más madura y digna de ser visibilizada. 
Así pues, aunque no se habló mucho del movimiento Me Too, resultó productivo quedarse para comprobar la diversidad de las propuestas. Ahí están Coco y Déjame salir, película esta que vi hace un tiempo y que de terror no tenía mucho, quizá lastrada por partes cómicas prescindibles. Me faltan todavía por repescar algunas, de momento esto ha sido todo. Qué tiempos aquellos en que me metía la gala y al día siguiente iba a clase, hoy no he tenido que exponerme a algo parecido aunque el sopor no me lo quita nadie, eso sí... En fin, ya soñaré luego. Espero que no con melocotones. 

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