domingo, noviembre 11, 2018

Rutas.


 El regreso al monte siempre es algo positivo, más todavía si es por partida doble en la misma semana, con familia y amigos. No descubrí nuevas rutas, sino que revisité antiguas, con un carácter simbólico. Es el caso de Viadangos de Arbás. Fuimos allí el fin de semana más tórrido de agosto, nos bañamos en su fría poza y luego pasamos a las aguas más cálidas del pantano. No hubo baño posible en esta edición invernal, que no otoñal. Si me había quedado con las ganas de pisar nieve, al final apuré la copa hasta el fondo, ni tan fondo. El fondo al que llegué metiendo la pierna hasta la rodilla en algunos recodos del camino. Las variables en la evolución del año quedaron bien visibles al repetir la foto sobre el puentecillo, como puede comprobarse. Y esta vez sí que llegamos hasta el pequeño bosque que se atisba al fondo. Un lugar mágico, en conjunto; una excursión breve, mañanera, pero muy bien aprovechada. ¿Falta la versión primaveral, supongo?



 El paso más grande, sin embargo, lo di esta semana, regresando a la dinámica de congresos para el doctorado. En realidad, creo que no me hacían falta más comunicaciones por completar, pero, siendo el evento en León, en mi propia facultad, no iba a perder esta ocasión, que, a la postre, quizá solucione al fin los problemas que debo superar antes de defender la tesis. Siempre me pongo nervioso con esta clase de actos, al margen de cuánto público haya. Yo sabía que habría poco y acerté, siendo el panel el jueves a las nueve de la mañana. No me importaba, yo lo que quería era prepararlo bien; menos nervios me hubiese provocado si me limitara a leerlo, clavando los ojos en el papel y sin mirar a la gente, como hizo algún compi. Pero no, siguiendo (hasta cierto punto) las enseñanzas de ese curso de Comunicación Oral en Oviedo, me lo aprendí sin llegar a los quince minutos de límite, y procuré mirar al escaso, pero merecedor de respeto, público.




 Y, además del doble certificado, de comunicación y asistencia (pese a que solo fui a mi propio panel), nos dieron un bolso con un montón de chuminadas de esas que me encantan: cuaderno, chapita, etc. ¡Por no hablar del catering! Vamos, que me cundió el regreso a la facultad, a esa facultad con goteras pero cuya aula magna, desaprovechada en su grandeza respecto al número de presentes, ahora ha ganado lustre con las estatuas primas hermanas del Hulk de Santo Domingo. Lo único malo es que no pudiera venir mi antigua directora Natalia por enfermedad, pero, cuando finalmente coincidamos, eso provocará un gran avance en el tema de los artículos. De todos modos, quizá ni siquiera sea necesario que me acepten un artículo, porque la ponencia de este congreso podrá convertirse en un acta publicada en libro (a menos que la escriba de forma pésima). Con ello, a priori, ya estaría el cupo completado y entraríamos en la recta final. Por unas rutas u otras, estoy convencido de llegar hasta allí.


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