domingo, septiembre 08, 2019

English Week.

En semanas como esta, uno llega a olvidar que es licenciado en Filología Hispánica (si bien, cabe recordar, el doctorado lo he hecho bajo el departamento de Filología Inglesa, Francesa y Alemana, obviando estas dos últimas acepciones). Le he sacado buen partido al certificado Advanced que obtuve, precisamente, justo antes de comenzar dicho doctorado. Es cierto que la vertiente oral fue la más compleja para mí, alcanzando una calificación borderline que no hace presagiar nada bueno; sin embargo, me he defendido. Este curso no he hecho tándem, apenas he podido conocer a gente con la que practicar el inglés y, de repente, en una semana me veo obligado a refrescarlo por razones profesionales de todo tipo. 
En el piso turístico, si mi labor básica es la de ser (un doctor) laundry boy, en esta semana he recibido a tres grupos. El primero puso la nota chusca y netamente hispánica, la del grupo de despedida de soltera disfrazado, al menos en las orejas, de Minnie Mouse. El domingo pasado ya la cosa se complicó, una endiablada jornada en la que tuvimos nuestra primera avería, externa al piso, se cortó el suministro de agua en todo el edificio, algo que tuve que explicar como buenamente pude a un grupo de peregrinos australianos, esfuerzo un tanto baldío porque, como es lógico, no se quedaron, al no repararse la avería. Y ayer, habiendo recuperado el normal funcionamiento, me encontré en el portal con otras ocho peregrinas sudafricanas, con txapelas rojas customizadas del Camino de Santiago. 
Entre medias, algo más serio, a la par que motivador. Primera semana de búsqueda de trabajo (de otro trabajo, aparte de Airbnb), primer CV enviado, primera entrevista realizada. No está nada mal para el comienzo. En realidad, el enlace me lo pasó Ricardo, hace un par de semanas, cuando aún me hallaba inmerso en la vorágine social de agosto. No respondí a la oferta hasta el martes, para una academia de inglés que enseña a niños. No es mi especialidad, pero no en vano estuve durante todo un curso dando clases particulares a un chaval allá en Oviedo. ¿Por qué no probar? Pues me llamaron el jueves por la mañana, primero para entrevistarme en español, y quedaba la prueba de nivel, que no tenía claro cuándo iba a llegar, porque también iba a ser vía telefónica. Ya ni recuerdo cuándo fue la última entrevista de curro que tuve, pero desde luego que no fue ni a través del móvil ni, mucho menos, en inglés. En vez de preparar las posibles preguntas, comencé a repasar el libro del Advanced, y la llamada me pilló un poco en bragas, aunque solo fueron un par de minutos. Si resultó exitosa o no, eso solo lo sabré cuando me respondan para confirmar o no el trabajo (suponiendo que respondan). Sea como fuere, me quedo con lo positivo de haber obtenido respuestas ya en la primera ocasión; tan solo serían cuatro o cinco horas por semana, así que la pérdida tampoco sería demasiado grave. 
Al igual que hace un año, pero de forma más sistemática, mi primera idea es poner carteles y anuncios, físicos y virtuales, para dar clase, de español, que es lo mío. Antes de ponerme con ello, ahora que el ritmo de coladas ha bajado al igual que el calor, haré una visita casi ritual a Oviedo y Gijón, por cerrar el ciclo que comenzó hace un lustro y por pisar la playa (y el mar, me bañe o no). Espero que esa tierra, ahora que tengo más amigos viviendo allí, me otorgue la misma suerte que, a la postre, me concedió para acabar mi proyecto. Las metas, de las que hablaba la última vez, siguen progresando, aunque con trabajo duro, como debe ser y como, a trompicones, ha sido durante estos cinco años pasados. 

No hay comentarios: