jueves, febrero 25, 2010

Filosofía y comida oriental.

La primera en la frente, esta primera semana ya me toca hacer un trabajo, si bien breve, para el próximo martes. Como no estoy el fin de semana, pues tendré que arreglármelas entre hoy y mañana. Pese a tan potente arranque, estos días he continuado con mi colección de filosofía oriental, tocándole el turno a Confucio. Aunque este señor era chino, ayer fuimos a un restaurante japonés para celebrar el cumple de Claudia; en su buffet, eso sí, había especialidades que me recordaban a homólogos chinos, por las cuales empecé. Es mejor comenzar por donde uno tiene confianza... Tras el arroz tres delicias, los tallarines y los rollitos, tres clásicos básicos, me arriesgué con el sushi, y además con palillos. Ciertamente no soy muy de pescado aún, aunque trataré de mejorar en ese terreno, y menos de pescado crudo. La experiencia no fue mala, aunque mi desconocimiento de las salsas adyacentes estuvo a punto de convertirme en dragón. Quizá con un poquito de sake hubiera entrado mejor... De tercer plato, verduras aliñadas al wok con una de esas salsas mágicas solo conocidas por el cocinero en cuestión, pero que estaba muy buena. No faltaron, en el desenlace, otros dos clásicos que me remiten a los tiempos de la escuela de cine de Ponferrada: el té chino y el licor de flores, cortesía de la casa (de hecho, creo que fue en Ponferrada donde empecé a tomar té). Aún con el chip del curso pasado, pensé que la (única) clase por la tarde era a las cinco, por ello me pasé una horita haciendo la digestión y esperándola...
Este fin de semana iré a Madrid en un viaje breve pero por una buena, buenísima causa, nada menos que la fiesta de fin de temporada de Pigmalión, a la cual me desagradaría en gran suma el no asistir. Así que el sábado pallá me voy, con mis amigos, mi equipo y mi gente, deseando pasarlo tan bien como espero que vosotros lo paséis con el episodio final de nuestra serie. Mejor dicho, el episodio final de la primera temporada, ¿eh?. Je, je. Habrá una segunda, y última en principio, si todo va bien... Así pues, aunque sea un viaje más o menos relámpago, merece la pena ir a brindar con Hopewell a la salud de sus dos retoños.

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